martes, 11 de diciembre de 2018

¿qué nos hace falta?, parte 8


LA NEGACIÓN DE LOS SENTIMIENTOS

¿Qué significa no sentir? Para explicarlo, empecemos con un ejemplo extremo: un hombre en estado catatónico permanece parado en una esquina, inmóvil como una estatua durante horas. Ha suprimido todo sentimiento, incluyendo el dolor, y por eso puede permanecer estático durante largos periodos de tiempo. Este hombre se ha matado a sí mismo y de esta forma se ha anestesiado contra el dolor.
Todos los neuróticos, incluyendo los narcisistas, utilizan este mecanismo de aniquilación de partes de su cuerpo para suprimir los sentimientos. Se puede, por ejemplo, contraer la mandíbula para evitar el impulso de llorar. También se puede suprimir la cólera congelando, con una tensión que se convierte en crónica, los músculos de la parte superior de la espalda y los hombros.
Con todo, aunque los narcisistas utilizan este mecanismo, hay otra defensa típica de este trastorno que es mucho más importante: la negación de los sentimientos.

El sentimiento es la percepción de un cierto movimiento o suceso corporal interno. Si no existe tal suceso, no hay sentimiento porque no hay nada que percibir. Así, inhibiendo el movimiento, una persona se puede matar a sí misma, de una forma muy parecida a como le sucede al catatónico descrito anteriormente.
No obstante, hay otra forma de cortarles el acceso a la conciencia a los impulsos y a las acciones: bloqueando la función de percepción. Éste es el mecanismo que se usa para negar los sentimientos.
La necesidad de proyectar y mantener una imagen fuerza a la persona a bloquear el acceso a la conciencia de cualquier sentimiento que pueda estar en conflicto con la imagen. En las personas normales, las acciones van ligadas a los sentimientos que las motivan. Sin embargo, el los individuos narcisistas, la acción disociada del sentimiento o impulso, está justificada por la imagen.

Cómo afecta a la relación con los demás

Donde más se evidencia la negación de los sentimientos es en su forma de comportarse con los demás. Pueden actuar de manera cruel, explotadora, sádica o destructiva con otra persona, porque son insensibles al sufrimiento o a los sentimientos de ésta. Tal carencia de sensibilidad se deriva de la insensibilidad hacia sus propios sentimientos. Cuando no es posible sentir la alegría o el dolor de los demás, no se puede responder en consecuencia, y puede que incluso se acabe dudando de los sentimientos de la otra persona. Cuando uno niega los propios, niega también los de los demás.

Sólo así se puede explicar la cruel conducta de algunos narcisistas, como por ejemplo, ciertos altos ejecutivos que son implacables con sus empleados y los someten a una política de terror basada en la indiferencia por la sensibilidad humana y en los despidos indiscriminados, dejando al margen los sentimientos de la gente. Por supuesto, son igual de duros consigo mismos; su meta de alcanzar el poder y el éxito les exige idéntico sacrificio de su propia sensibilidad y sentimientos. Estos ejecutivos se consideran generales de su propia guerra, y la victoria está representada por el éxito en los negocios. Con tal imagen de sí mismos, el ansia de ganar sólo puede llevarles a tratar a sus empleados como soldados de usar y tirar.

Una de las formas de favorecer el narcisismo que tiene nuestra cultura es exagerar la importancia de ganar. Vencer es lo único que importa, reza un dicho popular. Tal actitud minimiza los valores humanos y subordina los sentimientos de los demás a un objetivo que esta por encima de todo: ganar, estar en la cumbre, ser el número uno. Sin embargo, el compromiso por esta meta también exige el sacrificio o negación de los propios sentimientos, porque nada debe obstaculizar el camino hacia el éxito.

Desde la violencia contra personas indefensas y la violación de mujeres desamparadas hasta la seducción y la explotación hay una línea que se extiende como un continuo. Lo que tienen en común un violador y un seductor, aunque no en el mismo grado, es la carencia de sensibilidad hacia su víctima o su compañera sexual, la inversión exagerada en su ego y la falta de sentimiento sexual desde el punto de vista corporal. Incapaz de acercarse a una mujer cuando está relajado, el violador se ve impulsado a una acción violenta, que a su vez expresa una intensa hostilidad hacia las mujeres. De manera similar, el seductor depende de una imagen para obtener excitación sexual: la imagen de un amante irresistible, dominante, controlador. Ambos tipos ejemplifican la conducta narcisista, porque no ven a sus víctimas como personas por derecho propio sino como imágenes.

Si nos desplazamos a lo largo de la línea hacia grados menores de narcisismo, encontramos al ejecutivo que seduce a su secretaria. Para el ejecutivo -seductor, el deseo sexual es a menudo intenso, porque considera que está en una posición social superior o dominante. La imagen de tal posición alivia el temor que siente hacia las mujeres y le permite sentirse muy excitado a nivel genital. Con todo, la carencia de sentimiento o de afecto hacia su pareja, la falta de respeto por los sentimientos de ella como ser humano, hace que el acto sea en gran medida una expresión narcisista. Se puede considerar una explotación.
El sexo para un hombre así tiene dos propósitos: aliviar la excitación del pene y estimular un ego inflado y débil por medio de la conquista y humillación de una mujer. Por supuesto, descargar la excitación sexual sienta bien, pero el placer de alivio es local, limitado a los genitales. El sentimiento sexual, al contrario de la excitación genital, es un sentimiento corporal total de excitación, calidez y fusión ante la perspectiva de contacto e intimidad con otra persona. Cuando todo el cuerpo responde sexualmente, el orgasmo se experimenta como un sentimiento de felicidad o de éxtasis.

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