martes, 4 de diciembre de 2018

¿Qué nos hace falta?, parte 7


La historia de Dorian Gray

El Retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, aun siendo un relato de ficción, es un estudio clásico de una personalidad narcisista. Del mismo modo que Narciso, Dorian Gray era un joven sumamente agraciado. Además, la belleza de su apariencia coincidía con la de su carácter. Era amable, considerado y se preocupaba por los demás. Quiso el destino que el físico de Dorian llamase la atención de un renombrado artista, y éste emprendió la tarea de pintar su retrato. También atrajo el interés del diletante Lord Henry, que se encargó de enseñar a Dorian los modos y maneras para desenvolverse en un mundo de sofisticación.
Con halagos, Lord Henry sedujo a Dorian y le hizo creer que era muy especial debido a su excepcional belleza física. Convenció al joven de que estaba obligado a conservarla. Una forma de proteger su hermosura era no permitir que ningún sentimiento intenso perturbara la paz de su mente ni dejara huellas en su rostro ni en su cuerpo.
Que pena, pensó, que la imagen del cuadro siempre le mostraría como un joven radiante, feliz y guapo, mientras que él envejecería y se iría deteriorando. Ojalá fuera al revés, rogaba él, y eso fue lo que sucedió.
El retrato envejecía por él y mostraba la fealdad de una existencia vivida sin sentimientos. Pero Dorian escondió el retrato y nunca lo miraba.

A falta de sentimientos, Dorian pasó su vida buscando sensaciones. Seducía a las mujeres y después las abandonaba. Inició en vicios y drogas a jóvenes que le admiraban, arruinando así sus vidas. Y todas esas cosas no generaban en él remordimiento alguno. Nunca miraba el retrato, no se enfrentaba con la realidad de su vida.
Cuando el artista quiso ver de nuevo el retrato, Dorian lo asesinó. Para ocultar su crimen, se sirvió del chantaje para obligar a un admirador suyo a deshacerse del cadáver , y éste acabó suicidándose. No obstante, al final Dorian sí quiso ver el retrato, no pudo resistir por más tiempo la curiosidad que sentía ni la inquietud creciente que le atormentaba por dentro. Se arriesgó a ir hasta el lugar oculto donde lo había escondido y descorrió el velo que lo cubría. La expresión retorcida y torturada del rostro envejecido que vio le causó tal horror que cogió un puñal y rasgó el lienzo. A la mañana siguiente, uno de sus sirvientes encontró a Dorian caído en el suelo frente al cuadro, con un puñal clavado en el corazón. (lo que halló fue un anciano con la expresión del rostro retorcida y torturada)

¿Cómo pudo un hombre tan hermoso llegar a tener un carácter tan horrible?
Se puede seducir al inocente con promesas de amor, de poseer riquezas o de alcanzar cierta posición social. Este tipo de seducción se produce constantemente en nuestra sociedad, y favorece así el desarrollo de la personalidad narcisista.
A pesar de que la historia de Dorian Gray es imaginaria, es la idea de que una persona pueda tener una apariencia que sea pura contradicción con su estado interior es perfectamente válida. A menudo me sorprende que la mayoría de narcisistas parece mucho más joven de lo que es. Este tipo de personas no permite que la vida les toque -es decir, no consciente que aspectos internos vitales afloren a la superficie física y mental. Esto es lo que yo llamo negar los sentimientos.

Cerramos los ojos a la carencia de armonía de las diversas partes del cuerpo y a la falta de gracia de los movimientos. Nos enseñan muy pronto a ocultar los sentimientos y a poner buena cara ante el mundo.
El papel que juega la imagen es compensar el socavado sentido del yo, pero el efecto conseguido es el contrario. Al dirigir todas las energías hacia el mantenimiento de la imagen, empequeñece el verdadero yo.

La imagen es realmente parte del yo. Es la parte del yo que se enfrenta al mundo, y toma su forma a partir de los aspectos superficiales del cuerpo ( la postura, los movimientos, las expresiones faciales, etc.). Debido a que esta parte del cuerpo está sujeta al control consciente por medio de la voluntad o del ego, puede modificarse para conformar una imagen concreta. Así, el trastorno básico es un conflicto entre la imagen y el yo corporal.

En mi enfoque terapéutico, llamado análisis bioenergético, la conexión del individuo con su yo corporal se consigue por medio de trabajar directamente el cuerpo. Se utilizan ejercicios especiales para ayudar a que la persona sienta las diferentas partes de su cuerpo, en las que la tensión muscular crónica bloquea la conciencia y la expresión de los sentimientos.
La gente que tiene problemas necesita llorar. El excesivo desarrollo muscular produce un cuerpo duro, tenso, que inhibe eficazmente la conciencia y la
expresión de sentimientos suaves o tiernos. En estos casos hay que trabajar mucho la respiración, para poder suavizar el cuerpo hasta el punto en que se produzca el llanto. Una vez que la persona se deja llevar y llora, ya no le resulta difícil evocar la cólera que ha reprimido.

El verdadero yo es el yo de los sentimientos, pero es un yo negado y escondido. Dado que el yo superficial representa la sumisión y la conformidad, el yo interior se siente indignado y desea rebelarse. Esta ira y deseo de rebelión que subyacen nunca se pueden suprimir del todo, porque son una expresión de la fuerza vital de la persona. Sin embargo, debido al mecanismo de negación, no se pueden expresar directamente y por esa razón se reflejan en el comportamiento impulsivo del narcisista, y se convierten entonces en una forma perversa.
Por tanto, la distinción más importante se halla entre la persona que se mueve en términos de imagen y la que se mueve en términos de sus sentimientos. La pérdida de sentimientos se debe a un mecanismo especial que yo llamo la negación de los sentimientos


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