jueves, 13 de noviembre de 2014

La Traición al Cuerpo, parte 5

2.

El trastorno
esquizoide

El término “esquizoide” tiene dos significados. Por un lado denota una tendencia del individuo a apartarse de la realidad, y por el otro, una escisión en la unidad de la personalidad. Cada aspecto es un reflejo del otro, y ambas variables constituyen una medida de la salud o enfermedad emocional de la persona.

En el estado de salud emocional, la personalidad se halla unificada y en total contacto con la realidad. En la esquizofrenia, la personalidad está dividida y separada de la realidad. En medio de las dos, se encuentra el amplio campo de los estados esquizoide en los cuales ese apartamiento de la realidad se manifiesta mediante cierto grado de desapego emocional, y la unidad de la personalidad se mantiene debido al poder del pensamiento racional. La figura 4 ilustra estas relaciones.

 



 

Los psicoterapeutas advierten cada vez con mayor frecuencia la falta de sentimiento, el desapego emocional y la despersonalización de sus pacientes. Hoy en día se reconoce que la condición esquizoide, con sus arraigadas ansiedades, tiene una responsabilidad directa en la formación del síntoma. Por importante que sea el síntoma para el individuo perturbado, ocupa un lugar secundario en el pensamiento psicológico actual. Y en la medida que puede superarse la escisión esquizoide, la mejoría del paciente se presenta en todos los niveles de su personalidad.

El ciudadano común sigue pensando desde el punto de vista de los síntomas neuróticos y da por sentado que, si no hay un síntoma alarmante, todo está bien. Las consecuencias de esta actitud pueden ser desastrosas, como en el caso del joven que se suicida sin la menor advertencia o padece lo que se denomina un colapso nervioso. Pero aunque no sucediera ninguna tragedia, la perturbación esquizoide es tan grave que no podemos pasar por alto su presencia en la conducta neurótica ni esperar hasta que se produzca una crisis.

El último periodo de la adolescencia es una etapa crítica para el esquizoide. Las fuertes sensaciones sexuales que dominan su cuerpo en ese momento a menudo minan la adaptación que anteriormente habían podido mantener.

Un adolescente a quién le había ido relativamente bien en el colegio empieza a tener problemas de estudios. Saca malas notas, pierde el interés, se vuelve inquieto y comienza a juntarse con “vagos”. Los padres atribuyen su conducta a falta de disciplina, a la escasa fuerza de voluntad, el espíritu rebelde o la forma de ser de los jóvenes de hoy. Quizá cierren los ojos y no vean las dificultades confiando en que se van a ir solas, pero lamentablemente esto nunca ocurre. A veces lo regañan para que asuma una actitud más responsable. Esto suele fallar. A la larga, se ven forzados a aceptar que muchos chicos con cualidades terminan abandonado el colegio, que muchos chicos de buenas familias tienen una conducta destructiva y hasta delictiva, y ya no intentan más comprender a sus hijos adolescentes.

El esquizoide no puede describir su problema. Desde que tiene memoria, ha tenido siempre una dificultad. Sabe que algo le pasa, pero se trata de un saber difuso, que no puede expresar con palabras. Sin la comprensión de sus padres o maestros, se entrega a su desesperación interior. A lo mejor encuentra otras personas que comparten su alteración y con quienes entabla una buena relación basada en un modo de existencia que es “diferente”. Tal vez hasta le busque una explicación racional a su conducta y adopte cierta sensación de superioridad proclamando que él no es anticuado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario