jueves, 27 de noviembre de 2014

La Traición al Cuerpo, parte 9

El muñeco

Otra distorsión común de la imagen corporal normal es la que revelan los dibujos en los que el cuerpo humano aparece como un muñeco. A menudo, también la apariencia física de una persona -por lo general la de una mujer- sugiere cierta cualidad de muñeca en la personalidad, es decir,  irreales y sin transmitir sentimiento alguno.

En la personalidad esquizoide, la imagen del ego se desarrolla como reacción a la imagen del cuerpo. El ego no puede aceptar el valor negativo que representa el cuerpo. Crea su propia imagen de la personalidad, en oposición a una imagen corporal inaceptable. De esta forma, ambas imágenes contrastantes se desarrollan simultáneamente como respuesta a fuerzas externas que fracturan la unidad de la personalidad. Para explicar estas fuerzas, se requiere analizar la estructura del carácter del paciente con referencia a sus experiencias infantiles.

El “muñeco” o la “muñeca”, pueden explicarse como una maniobra inconsciente para reprimir y eliminar sentimientos sexuales que se perciben como extraños y peligrosos. Al convertirse en maniquí, la persona adormece su cuerpo y se despersonaliza. El rechazo por su físico se relaciona con sensaciones raras que se experimentaron en el vientre y genitales. La tendencia a adormecer el cuerpo -es decir, a despersonalizarse- constituye una reacción contra esas sensaciones, a las que se perciben como una amenaza contra la integridad de la persona

lunes, 24 de noviembre de 2014

La Traición al cuerpo, parte 8

5.
La imagen
del cuerpo

La persona sana tiene una imagen clara de su cuerpo, que puede reproducir verbal y gráficamente. El esquizoide no lo puede hacer. El tema del presente capítulo es la disparidad entre la forma en que la persona se ve a sí misma como ser social (su imagen de ego) y la forma en que se ve como ser físico (su imagen corporal). La disparidad entre estas dos imágenes constituye la medida de la perturbación esquizoide. Lo débil que es la imagen corporal se compensa con una exageración de la imagen del ego.

Los dibujos de figuras humanas revelan muchos aspectos de la imagen corporal de una persona. Nos dice el grado de integración, el estado de armonía entre las partes del cuerpo, lo que se siente por la superficie del cuerpo, la aceptación de las características sexuales, la cualidad de ánimo básico y la actitud general de la persona para con su cuerpo. Una de las razones por las cuales los dibujos son tan reveladores es que, al hacerlos, la única guía que tiene la persona es su propia imagen corporal. Por consiguiente, expresará en el dibujo lo que perciba acerca de su propio físico. Por ejemplo, si su cuerpo no le causa placer, lo trastornará mucho tener que dibujar el cuerpo humano, y omitirá muchos de sus rasgos.

Según investigaciones, la imagen corporal se forma mediante la síntesis de sensaciones producidas por innumerables contactos físicos entre los padres y el niño. Dichas sensaciones son de signo positivo o negativo según se perciban como placenteras o dolorosas. Las sensaciones placenteras favorecen la formación de una imagen corporal clara e integrada. Por el contrario, las sensaciones negativas conducen a distorsiones o deficiencias de la imagen corporal.

Las actitudes [de los padres] hacia el niño se expresan en cómo lo alzan y lo tienen el brazos, y en cómo tratan de que él regule ciertas funciones del cuerpo como la defecación. El “cómo” se refiere a la calidad de la caricia, a la expresión de los ojos, a la bondad del gesto, todo lo cual queda registrado en la conciencia del niño como sensaciones de su cuerpo que luego afectarán su imagen corporal.

Cuando una imagen corporal es deficiente, siempre denota una perturbación en la relación madre hijo, en tanto la madre es la persona que más se ocupa de las necesidades físicas del niño. La calidad del contacto físico con su madre determinará lo que en el futuro sienta por su cuerpo y cómo habrán de ser sus respuestas ante la vida. La forma en que la madre mira a su hijo producirá un importante efecto sobre la expresividad de los ojos infantiles.
La capacidad de definir la ubicación de determinada sensación también depende de que se tenga una imagen corporal bien formada. 

Los dibujos que hacen los esquizoide poseen ciertas características comunes: las figuras no tienen vida, a menudo son grotescas o bien meramente bosquejadas. Parecen estatuas, payasos, muñecos, espectros, zombis o espantapájaros.

La máscara del payaso

Una distorsión común de la imagen del cuerpo se ve en los dibujos que representan el cuerpo con ciertos rasgos payasescos. La figura 8 constituye un típico ejemplo de esta clase de dibujos que realizan los esquizoide



¿Qué trata de ocultar el payaso? No sería desacertado suponer que tras esa máscara se esconde una profunda tristeza, una gran añoranza.
Al adquirir más sentimiento en el cuerpo, desaparece la máscara de payaso, se hace consciente de la desdicha, pero siempre se puede decidirse a vivir y encontrar el placer.

El espíritu del esquizoide se halla atrapado dentro de un cuerpo congelado. Sueña con la realización personal, pero no encuentra energías para el placer personal. Toda la energía la concentra en tensiones musculares crónicas, y su espíritu se halla encerrado en sentimientos reprimidos. Ello implica que deberá emprender un viaje al mundo subterráneo (su inconsciente) y una lucha con los demonios de ese mundo (sus sentimientos reprimidos) si desea recobrar su “poder”, o sea la vida.

jueves, 20 de noviembre de 2014

La Traición al cuerpo, parte 7


Formas de encarar el problema esquizoide

La perturbación esquizoide se ha investigado desde distintos planos: el psicológico, el fisiológico y el de la constitución. La psicología trata de explicar la conducta en función de las actitudes mentales conscientes o inconscientes. La fisiología busca la causa de las actitudes desequilibradas en los trastornos de las funciones corporales. El enfoque de la constitución traza un paralelo entre la personalidad y la estructura del cuerpo.

En psicología, el término “esquizoide” se usa para describir la conducta que se asemeja cualitativamente a la esquizofrenia, pero se haya más o menos encuadrada dentro de límites normales. Los patrones de conducta específicos que sugieren este diagnóstico pueden resumirse en la siguiente manera:

1. El individuo evita cualquier relación estrecha con las personas y se advierten en él rasgos de timidez, apocamiento y sentimientos de inferioridad.

2. El individuo es incapaz de demostrar directamente hostilidad y sentimientos agresivos, y en cambio manifiesta sensibilidad a las críticas, suspicacias, necesidad de aprobación y tendencias a negar o distorsionar.

3. Actitudes autistas: introversión, un grado excesivo de ensoñación.

4. El individuo no puede concentrarse; sensación de irrealidad.

5. Brotes histéricos o sin provocación aparente, que se manifiestan en gritos, escándalos, pataletas.

6. Incapacidad de sentir emociones -en especial el placer-, falta de respuesta emocional frente a otras personas o reacciones exageradas de hiperexcitación y manía.

Sin embargo, la conducta esquizoide a menudo parece normal. Según señala Otto Fenichel, el esquizoide “logra reemplazar el contacto con otras personas con pseudo contactos de diversa índole”. Como el role playing, que la persona adopta en vez de comprometerse emocionalmente en determinada situación.

Puede demostrarse que la psicología característica del esquizoide gira en torno a esta falta de identidad. Confundido por no saber quién es ni que desea, el esquizoide se separa de la gente, se sumerge en un mundo interior de fantasía o adopta una pose y desempeña un rol que supuestamente lo adaptará a la vida normal.

Otro plano de la personalidad esquizoide -el fisiológico- lo explica Sandor Rado, cuando sostiene que esta personalidad se caracteriza por dos defectos fisiológicos: El primero, una “deficiencia integradora del placer”, denota la incapacidad de experimentar placer. El segundo, “una suerte de diátesis propioceptiva”, se relaciona con una percepción distorsionada del self del cuerpo. La deficiencia del placer pone trabas al intento del individuo por desarrollar un efectivo “self de acción” o identidad. Dado que el placer constituye “el lazo que realmente une” (Rado), el self de acción que surge en ausencia de este poder de unión del placer es frágil, débil, propenso a quebrarse en los momentos de estrés.

Como no está seguro de su derecho a existir, el esquizoide necesariamente elude las actividades que producen gozo. Para el hombre que lucha por su derecho a existir, el concepto del placer es irrelevante.

La deficiente autopercepción de sí mismo que tiene el esquizoide se relaciona con su incapacidad de experimentar placer. Sin placer, el cuerpo funciona mecánicamente. El placer mantiene vivo al cuerpo y promueve nuestra identificación con él. Cuando las sensaciones corporales se juzgan desagradables, el ego tiende a disociarse del cuerpo.

Las perturbaciones que se ven en la estructura del cuerpo y en la fisiología son una expresión en el campo físico de un proceso que en lo psicológico se manifiesta como trastornos del pensamiento y la conducta.

Psicológicamente, el problema esquizoide se manifiesta en la falta de identidad, y por ende, en la ausencia de relaciones emocionales normales con las demás personas. Fisiológicamente, se manifiesta con perturbaciones en la autopercepción, deficiencias en la función del placer y trastornos de la respiración y el metabolismo. Constitucionalmente , el cuerpo esquizoide es defectuoso en coordinación e integración. Es demasiado rígido, o bien, apenas si se mantiene unido. En ambos casos, le falta la vitalidad de la cual depende una adecuada autopercepción. Sin esta autopercepción, se confunde -o se pierde- la identidad, y aparece el típico síntoma psicológico.

El ego obtiene su sentido de identidad partiendo de la percepción del cuerpo. Si el cuerpo está cargado y es sensible, tendrá funciones de placer fuertes y significativas, y el ego se identificará con el cuerpo. En tal caso, la imagen del ego se asentará en la imagen del cuerpo.

Cuando el cuerpo carece de vida, el placer se vuelve imposible y el ego se disocia del cuerpo. La imagen del ego se vuelve exagerada como compensación por la inadecuada imagen corporal

Esta relación de cada uno con el otro puede demostrarse recurriendo al triángulo del siguiente diagrama:

 

 

 

 

lunes, 17 de noviembre de 2014

La Traición al Cuerpo, parte 6



Variedades de la personalidad
y la conducta esquizoide


En todos los delincuentes que he conocido, la forma en que buscan la emoción es un intento de “cargar vida” en un cuerpo por lo demás “muerto”. Lamentablemente esa búsqueda de excitación suele convertirse en rebeldía contra la autoridad.

Si no se comprende la perturbación esquizoide, la conducta delictiva seguirá dejando intrigadas a las autoridades y a la familia de esos jóvenes. La culpa se atribuirá a la falta de disciplina familiar o a la flaqueza moral de la juventud.

Si bien estas explicaciones poseen cierta validez, dejan de lado la dinámica del problema. El ego que no se arraiga en la realidad del sentimiento corporal se desespera, y en su desesperación, obrará destructivamente hacia sí mismo y los demás.

Quien observa a un esquizoide tiene la sensación de que esa persona no está del todo asentada en la tierra. Uno percibe su distanciamiento, su rostro semejante a una máscara, su cuerpo rígido y su falta de espontaneidad.

El esquizoide percibe conscientemente el medio que lo rodea, pero en el plano emocional o físico no tiene contacto con la situación.

El esquizoide siente esa irrealidad como un vacío interior, una sensación de estar alejado o separado del medio que lo rodea. Quizá hasta sienta que su cuerpo le resulta extraño.

A menudo habita en la zona marginal de la sociedad; allí alterna con gente como él y se siente relativamente cómodo. Muchos esquizoide son seres sensibles que se convierten en poetas, pintores o músicos. Otro se dedican a diversos cultos esotéricos.

También puede ser el ingeniero que vive como una máquina; el maestro callado, tímido y homosexual; la madre ambiciosa que trata de leer lo más posible y así poder hacer todo lo que conviene a sus hijos; la niña inteligente, ansiosa, excitable y compulsiva.

De niños, estas personas se caracterizan por su inseguridad; de adolescentes por su ansiedad, y de adultos por el sentimiento de frustración y fracaso. Estas reacciones son más severas de lo que sugieren las palabras. La seguridad infantil que padecen tiene su origen en la sensación de que son distintos, de que su lugar está en otra parte. Su ansiedad adolescente llega al borde del pánico y puede terminar siendo terror. La sensación adulta de frustración y fracaso se asienta sobre una profunda desesperanza.

jueves, 13 de noviembre de 2014

La Traición al Cuerpo, parte 5

2.

El trastorno
esquizoide

El término “esquizoide” tiene dos significados. Por un lado denota una tendencia del individuo a apartarse de la realidad, y por el otro, una escisión en la unidad de la personalidad. Cada aspecto es un reflejo del otro, y ambas variables constituyen una medida de la salud o enfermedad emocional de la persona.

En el estado de salud emocional, la personalidad se halla unificada y en total contacto con la realidad. En la esquizofrenia, la personalidad está dividida y separada de la realidad. En medio de las dos, se encuentra el amplio campo de los estados esquizoide en los cuales ese apartamiento de la realidad se manifiesta mediante cierto grado de desapego emocional, y la unidad de la personalidad se mantiene debido al poder del pensamiento racional. La figura 4 ilustra estas relaciones.

 



 

Los psicoterapeutas advierten cada vez con mayor frecuencia la falta de sentimiento, el desapego emocional y la despersonalización de sus pacientes. Hoy en día se reconoce que la condición esquizoide, con sus arraigadas ansiedades, tiene una responsabilidad directa en la formación del síntoma. Por importante que sea el síntoma para el individuo perturbado, ocupa un lugar secundario en el pensamiento psicológico actual. Y en la medida que puede superarse la escisión esquizoide, la mejoría del paciente se presenta en todos los niveles de su personalidad.

El ciudadano común sigue pensando desde el punto de vista de los síntomas neuróticos y da por sentado que, si no hay un síntoma alarmante, todo está bien. Las consecuencias de esta actitud pueden ser desastrosas, como en el caso del joven que se suicida sin la menor advertencia o padece lo que se denomina un colapso nervioso. Pero aunque no sucediera ninguna tragedia, la perturbación esquizoide es tan grave que no podemos pasar por alto su presencia en la conducta neurótica ni esperar hasta que se produzca una crisis.

El último periodo de la adolescencia es una etapa crítica para el esquizoide. Las fuertes sensaciones sexuales que dominan su cuerpo en ese momento a menudo minan la adaptación que anteriormente habían podido mantener.

Un adolescente a quién le había ido relativamente bien en el colegio empieza a tener problemas de estudios. Saca malas notas, pierde el interés, se vuelve inquieto y comienza a juntarse con “vagos”. Los padres atribuyen su conducta a falta de disciplina, a la escasa fuerza de voluntad, el espíritu rebelde o la forma de ser de los jóvenes de hoy. Quizá cierren los ojos y no vean las dificultades confiando en que se van a ir solas, pero lamentablemente esto nunca ocurre. A veces lo regañan para que asuma una actitud más responsable. Esto suele fallar. A la larga, se ven forzados a aceptar que muchos chicos con cualidades terminan abandonado el colegio, que muchos chicos de buenas familias tienen una conducta destructiva y hasta delictiva, y ya no intentan más comprender a sus hijos adolescentes.

El esquizoide no puede describir su problema. Desde que tiene memoria, ha tenido siempre una dificultad. Sabe que algo le pasa, pero se trata de un saber difuso, que no puede expresar con palabras. Sin la comprensión de sus padres o maestros, se entrega a su desesperación interior. A lo mejor encuentra otras personas que comparten su alteración y con quienes entabla una buena relación basada en un modo de existencia que es “diferente”. Tal vez hasta le busque una explicación racional a su conducta y adopte cierta sensación de superioridad proclamando que él no es anticuado.

lunes, 10 de noviembre de 2014

La Traición al Cuerpo, parte 4

El ego y el cuerpo

 
 
El conflicto entre ego y cuerpo puede ser leve o severo: el ego neurótico domina al cuerpo; el ego esquizoide lo niega; mientras que el ego esquizofrénico se disocia de él. Temeroso de la naturaleza no racional que tiene el cuerpo, el ego neurótico simplemente intenta someterlo, pero cuando el miedo del cuerpo llega a ser pánico, el ego niega el cuerpo a fin de sobrevivir. Y cuando el miedo del cuerpo alcanza la magnitud de terror, el ego se disocia del cuerpo, divide por completo la personalidad produciendo el estado esquizofrénico.

Clara ilustración de estas distinciones es la forma en que responden al instinto sexual. Para el ego sano, el sexo es una expresión del amor. El ego neurótico considera al sexo una forma de conquista o glorificación del ego. Al ego esquizoide, el sexo le brinda la oportunidad de tener la proximidad física y la calidez de la cual depende la sobrevivencia. El ego esquizofrénico, divorciado del cuerpo, no le encuentra sentido al acto sexual.

El conflicto entre ego y cuerpo produce una escisión en la personalidad que afecta todos los aspectos de la existencia y la conducta del individuo.

Resulta evidente que no se puede resolver la escisión sin mejorar el estado del cuerpo. Es preciso que la respiración se haga más profunda, que se aumente la motilidad, que se evoquen sentimientos si se desea que el cuerpo cobre más vida y que su realidad gobierne la imagen del ego.

En la personalidad escindida, surgen dos identidades que se contradicen una a la otra. Una se basa en la imagen del ego; la otra, en el cuerpo. La historia del paciente y la significación de sus actividades nos dicen algo sobre la identidad de su ego. Observando su apariencia y sus movimientos sabemos algo sobre la identidad de su cuerpo. El dibujo de figuras y otras técnicas proyectivas brindan importante información respecto de quién es la persona.

Por último, todo paciente revela en sus pensamientos y sentimientos las opiniones contrastantes que tiene de sí mismo.

El conflicto esquizoide es una lucha entre la vida y la muerte que puede expresarse como “ser o no ser”. En contraposición a ello, el conflicto neurótico parte de la culpa y la ansiedad producidas por el placer. La personalidad esquizoide paga un precio por su existencia: el precio es renunciar a su derecho de plantearle exigencias a la vida. Renunciar a este derecho necesariamente lleva a cierta forma de sacrificio, y a una existencia que sólo encuentra satisfacción en la negación. La negación de la vida en cualquier forma constituye una manifestación de una tendencia esquizoide, y en este sentido, todo problema emocional parte de un núcleo esquizoide.

jueves, 6 de noviembre de 2014

La Traición al cuerpo, parte 3

La realidad y el cuerpo

La persona experimenta la realidad del mundo sólo a través de su cuerpo. El ambiente externo le impresiona porque tropieza contra su cuerpo y afecta sus sentidos. A su vez, responde a esos estímulos actuando sobre el ambiente. Si el cuerpo carece relativamente de vida, las impresiones y respuestas de la persona disminuyen. Cuanto más vivo está el cuerpo, más vívidamente percibe la persona la realidad y más activamente responde frente a ella.

La vivacidad del cuerpo denota su capacidad de sentir. En ausencia de sentimiento, el cuerpo “muere” en lo que se refiere a su capacidad de impresionarse o de responder a situaciones. La persona emocionalmente muerta se vuelca hacia adentro, y comienza a reemplazar el sentimiento y la acción con pensamientos y fantasías. Se puede decir que compensa la pérdida de realidad con imágenes.
Su exagerada actividad mental sustituye lo que debería ser el contacto con el mundo real, y puede crearle una falsa impresión de vivacidad. Tanta actividad mental provoca mortandad emocional que se manifiesta físicamente. Su cuerpo tiene un aspecto de “muerto” o carente de vida.

Cuando ponemos demasiado acento en el papel de la imagen nos enceguecemos a la realidad de lo que es la vida y los sentimientos del cuerpo.
Es el cuerpo el que se derrite de amor, se paraliza de miedo, tiembla de indignación y busca la calidez del contacto. Basada en la realidad del sentimiento corporal, la identidad posee substancia y estructura. Quitada de esa realidad, la identidad se convierte en un artefacto social, un esqueleto sin carne. Entonces, cuando la persona pierde contacto con su físico, se desdibuja la realidad.

La vivacidad de un cuerpo es una función de su metabolismo y motilidad. El metabolismo provee la energía que se traduce en movimiento. Así, toda disminución de la motilidad del cuerpo afecta su metabolismo. Esto es debido a que la motilidad produce un efecto directo sobre la respiración. Por regla general, cuanto más uno se mueve, más respira. Cuando se reduce la motilidad, disminuye la inspiración de oxigeno, y los fuegos metabólicos arden con menos intensidad.
Un cuerpo activo se caracteriza por su espontaneidad y su respiración plena, fácil.

El niño conoce la íntima relación que existe entre respiración, movimiento y sensación, pero el adulto en general no la toma en cuenta. Los chicos aprenden  que conteniendo la respiración se interrumpen ciertas sensaciones y sentimientos desagradables. Tensan el vientre e inmovilizan el diafragma para reducir la ansiedad. Se quedan acostados sin moverse para no sentir miedo. “Aíslan” su cuerpo para no sentir dolor. En pocas palabras, cuando la realidad se les vuelve intolerable, se encierran en un mundo de imágenes, donde su ego los compensa por la falta de sensación corporal brindándoles una vida de fantasía más activa.
El adulto, cuya conducta se rige por la imagen, ha reprimido el recuerdo de las experiencias que lo obligaron a “aislar” su cuerpo y abandonar la realidad.

La formación de la imagen es una función del ego. El ego, según Sigmund Freud, es primero un ego corporal. Sin embargo, a medida que se desarrolla (y en la sociedad actual), se va convirtiendo en opuesto al cuerpo; es decir, que establece valores en aparente oposición a los del cuerpo.
En el plano físico, el individuo es un animal egoísta, orientado hacia el placer y la satisfacción de sus necesidades. En el plano del ego, es un ser racional y creativo, una criatura social cuyas actividades se dirigen a alcanzar el poder y transformar su entorno.
Normalmente, el ego y el cuerpo forman un equipo de trabajo muy unido. En la persona sana, el ego funciona para aumentar el principio del placer del cuerpo. En la persona que padece trastornos emocionales, el ego domina al cuerpo y establece que sus valores son superiores a los del cuerpo, con lo cual lo que hace es dividir la unidad del organismo, transformar el equipo de trabajo en un conflicto abierto.

lunes, 3 de noviembre de 2014

La Traición al Cuerpo, parte 2

 
La imagen contrapuesta a la realidad


 
El trastorno esquizoide crea una disociación de la imagen con respecto a la realidad. El término “imagen” hace referencia a símbolos y creaciones mentales , en contraposición a la realidad, que es la experiencia física. Esto no quiere decir que las imágenes sean irreales, sino que poseen un orden distinto de realidad que los fenómenos corporales. La imagen obtiene su realidad por estar asociada con el sentimiento o la sensación. Si se interrumpe esta asociación, la imagen se vuelve abstracta. La discrepancia entre imagen y realidad se ve muy claramente en los esquizofrénicos delirantes que imaginan ser Jesucristo o Napoleón. Por otra parte, la “salud mental” es el estado donde coinciden imagen y realidad. El persona sana tiene una imagen de sí misma que concuerda con el aspecto de su cuerpo y con el modo en que su cuerpo siente.

En el campo social, la imagen tiene sus aspectos positivos tanto como negativos. Todo esfuerzo humanitario, por ejemplo, ha tenido éxito a través del uso de una imagen atrayente. Pero a la imagen se le puede usar negativamente con el fin de incitar al odio y provocar la destrucción de otros.

Y si la imagen es peligrosa en un nivel social, donde se reconoce abiertamente su función, sus efectos pueden ser desastrosos en las relaciones personales, donde su acción es insidiosa.

Por ejemplo, en la familia donde el hombre trata de cristalizar la imagen que tiene de la paternidad oponiéndose a las necesidades de sus hijos. Así, ve al hijo como a una imagen y no como persona con sentimientos y deseos propios. En esta situación, la crianza se reduce a tratar de que el niño se adapte a una imagen, que ha menudo es la proyección de la imagen que el padre tiene de sí mismo en el inconsciente. El hijo que es obligado a adaptarse a un modelo inconsciente de un progenitor pierde su sentido de self, su sentido de identidad y el contacto con la realidad.

La pérdida del sentido de identidad tiene su origen en la situación familiar. Como lo criaron rodeándolo de imágenes de éxito, popularidad, atractivo sexual, posición social, obediencia, etcétera, el individuo ve otras imágenes en vez de ver personas. Rodeado por imágenes, se siente aislado. Al reaccionar ante imágenes, se siente desvinculado. Al tratar de satisfacer su propia imagen, se siente frustrado, cree que le han arrebatado la satisfacción emocional.

La imagen es una abstracción, un ideal, un ídolo que exige el sacrificio del sentimiento personal. El cuerpo se convierte en un instrumento de la voluntad al servicio de la imagen. El individuo se aliena de la realidad de su cuerpo. Y los individuos alienados crean una sociedad también alienada.