lunes, 24 de marzo de 2014

Encuentro con la Sombra, parte 53


DÉCIMA PARTE:
RECUPERAR NUESTRO
LADO OSCURO MEDIANTE
LA INTUICIÓN, EL ARTE
Y EL RITUAL 

Si existe una forma de ser mejor consiste en verlo todo del peor modo posible.
THOMAS HARDY

“Quien ha integrado su propia sombra emana calma y se muestra más apenado que airado. Si los antiguos están en lo cierto, la sombra no sólo contiene información sino que también encierra inteligencia y energía. Es por ello que quien ha integrado su propia sombra dispone de más energía e inteligencia que quien no lo ha hecho así.”
ROBERT BLY
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón.
Y las doradas abejas
iban fabricando en él
con las amarguras viejas
blanca cera y dulce miel.
ANTONIO MACHADO

Si permites que lo que está en tu interior se manifieste, eso te salvará. Si no lo haces te destruirá.
JESÚS


INTRODUCCIÓN

No existe ninguna triquiñuela mental, ningún método fácil para integrar nuestro lado oscuro. Para llegar a integrar a la sombra es necesario realizar un esfuerzo laborioso y prolongado, un esfuerzo que exige todo nuestro compromiso y toda nuestra atención y el apoyo afectuoso de otras personas que hayan recorrido ya ese tramo del camino.
Integrar la sombra no significa relegarla a la oscuridad del inconsciente y dedicar todo nuestro empeño a alcanzar la iluminación -como parecen preconizar ciertas tradiciones orientales- ni tampoco supone -como afirman los practicantes de la magia negra y el satanismo- ensombrecer nuestra conciencia y rendirnos a los poderes de la oscuridad.

Para reapropiarnos de nuestra propia sombra debemos, por el contrario, aceptar todo lo que hemos reprimido y, de ese modo, ampliar y profundizar nuestra conciencia. Según la analista Barbara Hannah, Jung decía que nuestra conciencia es como un bote que flota en la superficie del inconsciente: "Cada fragmento de la sombra que recuperamos tiene su propio peso específico, un peso que termina lastrando el barco de nuestra conciencia." Bien podríamos decir, por consiguiente, que el trabajo con la sombra consiste
en estabilizar adecuadamente el lastre de nuestro bote ya que si el lastre es muy ligero nos veremos arrastrados por la corriente y nos alejaremos de la realidad convirtiéndonos, por así decirlo, en una nube inmaterial que flota a la deriva; pero si, por el contrario, la cargamos en exceso, correremos el peligro de zozobrar.

Trabajar con la sombra nos obliga a adoptar otros puntos de vista, a responder a las demandas de la vida con nuestras cualidades menos desarrolladas, con nuestras facetas más instintivas y experimentar, en fin, en carne propia, lo que Jung denominaba la tensión de los opuestos -el bien y el mal, lo correcto y lo erróneo, la luz y la oscuridad.
El trabajo con la sombra nos obliga a iluminar los rincones más oscuros de nuestra mente, allí donde escondemos nuestros secretos más vergonzosos y amordazamos nuestros impulsos más violentos. Para trabajar con la sombra debemos estar dispuestos a examinar sinceramente lo que ocurre con ese amante que nos seduce y a quien idealizamos, con ese individuo que tanto nos exaspera y nos irrita, con ese grupo religioso o étnico que nos aterra o nos cautiva. Trabajar con la sombra supone, en fin, estar dispuestos a iniciar un diálogo interno que puede fomentar nuestra propia aceptación y despertar una compasión real por todos nuestros semejantes.

En una carta escrita en 1937, Jung decía que trabajar con la sombra «no es más que una actitud. Uno debe comenzar aceptando y tomando seriamente en cuenta la existencia de la sombra, luego debe percatarse de sus cualidades y sus intenciones y, por último, debe afrontar la inevitable y laboriosa tarea de negociar con ella».
Hay ciertas situaciones -como la traición de un ser querido, la mentira de un amigo íntimo, el desencanto de alguien a quien admirábamos o la agresión de un extraño, por ejemplo que nos ayudan a dar el primer paso, es decir, a reconocer que la oscuridad subyace en el fondo del corazón de cada ser humano. Lo cierto es que, en cualquiera de los casos, el descubrimiento de la sombra nos despoja de nuestra inocencia.
Si pudiéramos utilizar esas situaciones como un espejo para ver en nuestro interior nos quedaríamos mudos de asombro al descubrir el abismo que existe entre quienes somos y quienes creemos ser. En tal caso no tendríamos más remedio que admitir la profunda verdad de que el amante y el adúltero, el santo y el pecador, conviven en el interior de cada uno de nosotros.

Si comprendemos este punto en profundidad dejaremos de actuar como aquella persona que habiendo perdido la llave de su casa en la oscuridad se obstina, no obstante, en buscarla junto a la farola porque allí hay más luz.
El camino que conduce a la plenitud nos obliga a tomar conciencia, de manera lenta pero implacable, de que la llave se encuentra en la oscuridad y de que no tenemos, por tanto, más remedio que aceptar las cosas que más nos desagradan de nosotros mismos y de los demás.
Al igual que ocurre en el cuento de La Bella y la Bestia, cuando aceptamos nuestras facetas más crueles profundizamos, al mismo tiempo, en nuestros aspectos más positivos. A esto se refería el poeta Rainer Maria Rilke cuando afirmaba que temía que si sus diablos le abandonaban sus ángeles también se escaparían.
Sólo después de haber dado el primer paso (aceptar la existencia de la sombra) podemos iniciar el segundo (descubrir sus cualidades) observando atentamente nuestras reacciones ante los demás y reconociendo que lo que parece negativo no son los demás -o nuestros enemigos- sino un impulso procedente de nuestro interior.

De este modo podremos aprender a re-apropiarnos de nuestras proyecciones y recuperar la energía y el poder que, según Robert Bly, constituyen una parte fundamental de nuestro patrimonio.
En el capítulo 41 de nuestro libro -procedente de El Espectro de la Conciencia- el filósofo transpersonal Ken Wilber se ocupa de estudiar la proyección de nuestras cualidades negativas sobre los demás. De este modo, el núcleo fundamental de "Asumir la Responsabilidad de Nuestra Propia Sombra" nos ayuda a reconocer que «la sombra no es un asunto que tenga lugar entre uno mismo y los demás sino algo que ocurre dentro de cada uno de nosotros».

En el capítulo 42, procedente de A Little Book on the Human Shadow, el poeta Robert Bly sugiere que para poder «asimilar la sombra» no basta con identificarla sino que también debemos poner en marcha toda nuestra creatividad y pedir que los demás nos ayuden a recuperar nuestros rasgos enajenados.
El psicólogo y escritor Nathaniel Branden -que fue quien popularizó el término Yo enajenado- nos relata en "Asumir el Yo Enajenado" el modo en que varios de sus clientes llegaron a tomar conciencia de sus sentimientos infantiles de dolor y de poder.
En "Educar a Nuestra Vergonzosa Voz Interna" -un fragmento de Healing the Shame That Bind Us- el escritor y líder de talleres grupales John Bradshaw investiga la función crítica y avergonzante de la voz interna. Como dice la analista junguiana Gilda Frantz: «Para llegar a integrar el complejo de la sombra debemos mascar nuestra vergüenza una y otra vez como si se tratara de un cartílago».

En "El Aprendizaje de la Imaginación Activa" la analista Barbara Hannah nos ofrece una introducción general al trabajo con la imaginación activa -tal como le fue enseñada por el mismo Jung- que puede mostrar a los lectores una forma práctica de utilizar su energía creativa para integrar su propia sombra.
A continuación siguen dos artículos -especialmente escritos para este libro- en los que la artista de Los Angeles Lin da Jacobson nos enseña a utilizar la visualización para evocar imágenes y esbozar gráficamente la sombra y la psicoterapeuta y novelista Deena Metzger, por su parte, nos propone el ejercicio de escribir sobre los demás como una forma muy reveladora de trabajo con la propia sombra.

Por más esfuerzos que realicemos y por más prolongadas que sean las negociaciones que llevemos a cabo para reapropiarnos de la sombra, el resultado, sin embargo, es incierto. No sabemos de ningún ser humano que haya hecho consciente toda la vergüenza, la avaricia, los celos, la rabia, el racismo y la tendencia a hacer enemigos. No existe ningún ser humano que haya dejado de proyectar sobre los demás sus mezquindades más oscuras o sus aspiraciones más elevadas.
En realidad, el proceso de descubrimiento de la sombra es interminable y cada vez que afrontamos un nuevo miedo, cada vez que aceptamos algo que previamente habíamos rechazado, descubrimos la existencia de un estrato todavía más profundo. Pero en el recoveco más insospechado del camino podemos encontrarnos con que las cualidades que nos parecían más atractivas y luminosas revelan sus facetas más oscuras y aquellas otras que nos resultaban más insoportables se convierten, por el contrario, en algo sumamente interesante.

Así, por ejemplo, cuando una mujer reprime su propia sensualidad percibirá a las mujeres voluptuosas como demasiado llamativas y manipuladoras. Pero esta sensación de extrañeza desaparecerá en el mismo momento en que tome conciencia de su propia sensualidad. Del mismo modo, cuando un hombre que detestaba los negocios por considerarlos demasiado competitivos y codiciosos alcanza el éxito deja de enjuiciar de una manera tan intransigente a sus semejantes. En cada uno de estos casos nuestra identidad se expande hasta llegar a incluir aquellas características que habíamos negado en nosotros mismos y que habíamos terminado desterrando sobre los demás.
El campo de batalla de esta guerra entre opuestos es el mismo corazón del ser humano. Sólo podremos llegar a convertirnos en portadores de la luz cuando seamos capaces de abrazar compasivamente el lado oscuro de la realidad. Cuando nos abrimos a los demás -a los extraños, a los débiles, a los pecadores, a los marginados, cuando simplemente los tenemos en cuenta terminamos transmutándolos y, al actuar así, nos acercamos a la plenitud.

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