martes, 30 de julio de 2013

El Narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo, parte 10

Capítulo 7
El miedo a la locura

Los sentimientos constituyen la vida y no es posible evitar completamente las experiencias emocionales, independientemente de qué tan tranquilo se quiera vivir. El narcisista enfrenta el riesgo de que los sentimientos lo abrumen y se vuelva un loco si se rompe su defensa de negación. Esto es especialmente válido cuando se refiere a la ira. Todos los narcisistas tienen miedo de volverse locos porque el potencial de locura radica en sus personalidades. Este miedo refuerza la negación del sentimiento, con lo que crea un círculo vicioso.

Parece ser que todas las personas que fueron golpeadas en su infancia por sus padres albergan una ira asesina. Ya de adultos, la mantienen reprimida pues el hecho de expresarla significaría que se está tan loco como su “furioso” padre. Para proteger la cordura, rechaza su ira. Si se pierde la cabeza, se puede matar a alguien.

LA EXPLOSIÓN DEL PSICÓPATA

Otros narcisistas cuyos egos son más débiles no pueden contener su ira asesina. Hoy en día es bastante frecuente leer o escuchar la noticia de alguien que enloqueció y asesinó a varios desconocidos, por quienes no podría sentir una enemistad personal. ¿Cómo es posible que alguien aparentemente cuerdo enloquezca repentinamente? Eso no tiene sentido. Tuvo que haber un defecto en la personalidad de esta gente.
Más por debajo del defecto en la estructura de personalidad debe haber una fuerza subconsciente que, cuando acumula suficiente presión, irrumpe en forma de acción destructiva. Esa fuerza es el sentimiento de cólera que se negó. Es curioso que con frecuencia se refieran a los asesinos psicópatas como personas “amables” o “buenas” quienes los conocen en la vida cotidiana. Esta es la fachada que presentan para ocultar sus sentimientos, pero eso hace que aumente su tendencia a explotar.

EL SENTIMIENTO DESBORDADO

No hay forma de saber cuando ocurrirá una explosión. Sin embargo, cuando esto pasa, podemos rastrear la secuencia de acontecimientos. La ola de sentimiento surge del inconsciente, irrumpe a través de la fisura e inunda la conciencia. El sentimiento es tan fuerte que el ego no puede controlarlo ni tampoco a la conducta resultante.
El término adecuado es “ desbordado”. En psicología se usa para describir la condición de una persona que es arrollada por algún sentimiento o excitación. El ego o mente perceptual se ahoga momentáneamente en un torrente de sensaciones.
Cuando el desbordamiento cesa, se vuelven a establecer nuestros límites y recuperamos nuestra percepción de la realidad. Pero si el desbordamiento no cesa, si persiste el sentimiento de embotamiento, el ego se debilitará más, al grado en que ya no podría volver a tener el control. La realidad se mantiene vaga e incierta.

Por lo general, cuando hay un brote psicótico, la recuperación es más rápida cuando se descarga el afecto o el sentimiento. Si se deja que salga el vapor, la presión se reduce. La descarga de la presión que se acumula en el cuerpo contribuye en gran medida a la salud y cordura.

EL DERECHO A ENOJARSE

El enojo no se considera una emoción aceptable. A los niños se les enseña desde temprana edad a refrenar su enojo.; es frecuente que se les castigue cuando lastiman a alguien en un arranque de cólera. Se les hace la advertencia de que las disputas deben resolverse de manera amistosa y mediante la palabra.
Pero no siempre los conflictos pueden resolverse amistosamente, mediante el razonamiento. A veces los temperamentos se inflaman. Pero no es necesario recurrir a la violencia física para expresar un sentimiento de enojo. El enojo puede expresarse con la mirada o con el tono de la voz. Se puede afirmar con carga emotiva “Estoy enojado contigo”.

Si a los niños se les permitiera expresar su enojo contra los padres cuando sienten que tienen razón para reclamarles, tendríamos muchas menos personalidades narcisistas.
El otorgar este derecho al niño demostraría un verdadero respeto por los sentimientos y la individualidad del niño.
Los japoneses, no creen que sea conveniente disciplinar a los niños antes de los seis años. Antes de esa edad, se considera que los niños son seres inocentes a quienes no hay que enseñar a distinguir entre el bien y el mal. Los niños japoneses tienen fama de bien educados, obedientes y respetuosos con sus padres.

Además de haber negado al hijo el derecho a expresar su enojo, los padres también inhiben la expresión de su propio enojo. Incapaces de expresar adecuadamente su cólera, los padres recurren al castigo, lo cual les parece una forma legítima de ejercer la autoridad paterna. Es posible que haya sitio para el castigo en la crianza de los hijos, pero en muchos casos eso sirve como pretexto para que los padres liberen la ira y el enojo reprimidos.

El contexto terapéutico es el lugar adecuado para expresar y descargar estos sentimientos. El paciente puede soltar el control porque el terapeuta está en control de la situación. Les pido a los pacientes que golpeen la cama con los puños o con una raqueta de tenis, con toda la fuerza y la violencia que puedan tener. También los aliento a que verbalicen sus sentimientos.
A pesar de los gritos, los alaridos y la violencia, los pacientes nunca se sienten locos al liberar sus sentimientos. Una vez que los aceptan, terminan por sentirse dueños de sí mismos y por darse cuenta de que la verdadera locura era la sonrisa congelada, la pose de niño bueno y la negación del sentimiento.

Para que los narcisistas lleguen a conocerse, deben aceptar su miedo a la locura y sentir la rabia asesina que llevan dentro y que identifican con la locura. Lo que ellos creían demencial -su enojo- es un hecho mentalmente saludable si son capaces de aceptarlo. Por el contrario, aunque les parezca sensata su conducta sin sentimientos, realmente es demencial.

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