jueves, 25 de julio de 2013

El Narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo, parte 9

Capítulo 6

El horror:
La cara de la irrealidad

Superficialmente es difícil detectar la falta de sentimiento en el narcisista, excepto por dos signos. Uno es la presencia de una fachada, lo que revela que la persona está funcionando en términos de una imagen en vez de un yo que siente. La fachada se reconoce por el hecho de que siempre tiene una expresión fija, por ejemplo, la sonrisa congelada. El otro signo es la expresión especial de los ojos -o, más bien, la falta de expresión en la mirada. Los ojos están apagados; no hay la menor expresión de sentimientos.
Mentalmente los narcisistas suelen ser sagaces y alertas, sin embargo, su pensamiento no esta conectado con el sentimiento, sus mentes funcionan como si fueran computadoras. Al dirigirnos su mirada, nos ven, pero no como un ser que siente, sino sólo como una imagen. En este sentido, hay una ruptura muy fuerte con la realidad.
Para entender el conflicto narcisista, debemos saber que la reacción de la gente ante la experiencia del horror consiste en negar dicha experiencia. Debemos saber qué es el horror y qué acontecimientos en el hogar lo originan.

HORROR VERSUS TERROR

Según la definición del diccionario, terror denota un miedo intenso que en cierta medida se prolonga y puede referirse a peligros imaginarios o futuros. Horror conlleva un sentido de conmoción y espanto. Uno se horroriza al presenciar un ataque brutal contra otra persona, pero se aterroriza cuando el ataque es contra uno mismo.
El horror no es una emoción porque no hay ningún movimiento o impulso asociado a él. Por otra parte, en el terror hay una fuerza motora real o potencial. En el horror, a diferencia de lo que ocurre en el terror, el cuerpo no resiente casi nada, pues no existe la amenaza de un daño físico. El horror afecta principalmente a la mente. El horror embota la mente. Paraliza el mecanismo mental, así como el terror paraliza el mecanismo físico. Uno podría alejarse de una escena de horror aparentemente sin daño físico, pero no podría pensar en otra cosa sino en el horror que acaba de presenciar. En su mente, uno repite una y otra vez la escena, en busca de un sentido, sin hallarlo.

EL HORROR EN LA FAMILIA

En una situación de horror, todos tenemos tendencia a no creer en la información de nuestros sentidos porque contradice nuestra imagen de la realidad. Para proteger nuestra salud mental, nos disociamos de la experiencia -se vuelve irreal, un mal sueño.
Si la experiencia de horror es única, la disociación se limita a esa situación, pero si el horror es continuo, si uno vive una situación así, la disociación se  integra al cuerpo de uno como una separación entre las funciones preceptuales de la mente y las funciones sensoriales del cuerpo. La negación de las emociones se vuelve un hábito que se arraiga en la personalidad. La acción se emprende únicamente con base en la razón y en la lógica. Uno vive en un mundo divorciado del sentimiento.

La única forma de superar las consecuencias del horror en la personalidad consiste en activar los sentimientos de la persona para que pueda liberar mediante la palabra estas experiencias dolorosas -llorar por ellas, enojarse por ellas, o ambas cosas.
La gente que ha vivido experiencias de horror en su infancia posee una cualidad irreal en su personalidad. No sólo parece estar fuera de contacto con su yo que siente, también parece no tener contacto con la capacidad emotiva de quien las escucha. Su mirada nos ve, pero no nos toca. Una concha cubre la experiencia de horror. Esta experiencia se mantiene enterrada -una bomba de tiempo que al explotar podría producir la locura.

¿Qué tan común es la experiencia de horror en la infancia? Es bastante frecuente ver padres que gritan y pelean entre sí. La mayoría de los niños aprenden a soportar los pleitos de sus padres, pero el precio que pagan es la disociación respecto del mundo de los sentimientos.
La tragedia de los narcisistas consiste en que, en un plano muy profundo, se desesperan por amar y que los amen, pero no pueden expresar estos sentimientos, o no se atreven a expresarlos. Eso les causaría mucho dolor.

Detrás de la traición y la herida esta el amor original. Ese amor es lo único que puede hacer que una persona sienta su yo como válido, como un yo capaz de amar y que lo amen.
Sólo mediante la expresión de los sentimientos puede alguien entrar en contacto con su verdadero yo. Es una tarea que toma tiempo, pues deben someterse tanto las defensas físicas (tensiones musculares) como las barreras psicológicas (la negación).
La negación de nuestros sentimientos constituye una locura porque es lo mismo que negar el yo.
El hecho de que una madre exija que su hijo subalimentado responda a las necesidades de ella, constituye otra forma de locura. Además, de que no importa que forma asuma, la locura produce una sensación de horror.

FORMAS DE CRIAR A LOS HIJOS

Con frecuencia los adultos no logran darse cuenta de los horrores y terrores que afectan la vida de tantos niños. Cuando conversan sobre las distintas formas de criar a los hijos, lógica y fríamente sopesan las ventajas y desventajas para los padres, pero no toman en cuenta las consecuencias para sus hijos.
Un niño recién nacido tiene la expectativa biológica de que habrá una madre disponible de la manera en que las madres de los seres humanos han estado desde hace miles de años. Así, los bebes esperan que haya una teta disponible para su alimentación. Otra expectativa biológica en el recién nacido consiste en estar cerca del cuerpo de su madre. Esta carencia puede afectar el desarrollo emocional del niño en forma muy parecida a como lo afecta el horror.

Una de las formas de hacer que los niños se adapten al nuevo orden consiste en “dejar que lloren hasta cansarse”. La sensación de soledad y el verse privado del contacto con el cuerpo de la madre aterroriza al niño, el cual comienza a gritar y a llorar. No hay una madre en el reino animal que no responda ante el llamado de su cachorro. Sin embargo, algunas madres humanas consideran que esto es un error. Ceder ante el llanto del niño lo volvería malcriado.
La primera vez que ocurre esto, tal vez el niño llore durante horas antes de quedarse dormido. Si el mismo procedimiento se repite la noche siguiente, el niño no llorará tanto antes de quedarse dormido. Tal vez la madre piense que el niño aprendió la lección, pero lo que pasa es, sencillamente, que el niño no tiene suficientes fuerzas para repetir la función. Después de varias experiencias de este tipo, el niño aprende a no luchar para obtener el contacto con su madre. En realidad, el niño ha reprimido su anhelo de obtener este contacto y, en consecuencia, ya no siente el dolor de la frustración. Ha aceptado una nueva realidad en la cual no se expresa el deseo de intimidad y cercanía. Se han puesto los cimientos del narcisismo y de la personalidad limítrofe.

Así como los niños sienten el horror cuando presencian los pleitos a gritos de sus padres, también se siente algo similar en los hogares donde se niegan todos los sentimientos con el pretexto de que “integramos una familia feliz”.

Hay una relación entre el narcisismo y la locura. Un cierto grado de irrealidad nos hace dudar de su cordura. Pero hay una razón más para la negación de los sentimientos: el miedo a la locura si los sentimientos se manifestaran violentamente y arrollaran el ego.

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