jueves, 11 de julio de 2013

El Narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo, parte 4



Capítulo 3

LA NEGACIÓN DE LOS SENTIMIENTOS

¿Qué significa no sentir? Para explicarlo, empecemos con un ejemplo extremo: un hombre en estado catatónico permanece parado en una esquina, inmóvil como una estatua durante horas. Ha suprimido todo sentimiento, incluyendo el dolor, y por eso puede permanecer estático durante largos periodos de tiempo. Este hombre se ha matado a sí mismo y de esta forma se ha anestesiado contra el dolor.
Todos los neuróticos, incluyendo los narcisistas, utilizan este mecanismo de aniquilación de partes de su cuerpo para suprimir los sentimientos. Se puede, por ejemplo, contraer la mandíbula para evitar el impulso de llorar. También se puede suprimir la cólera “congelando”, con una tensión que se convierte en crónica, los músculos de la parte superior de la espalda y los hombros.
Con todo, aunque los narcisistas utilizan este mecanismo, hay otra defensa típica de este trastorno que es mucho más importante: la negación de los sentimientos.

El sentimiento es la percepción de un cierto movimiento o suceso corporal interno. Si no existe tal suceso, no hay sentimiento porque no hay nada que percibir. Así, inhibiendo el movimiento, una persona se mata a sí misma, de una forma muy parecida a como le sucede al catatónico descrito anteriormente.
No obstante, hay otra forma de cortarles el acceso a la conciencia a los impulsos y a las acciones: bloqueando la función de percepción. Éste es el mecanismo que se usa para negar los sentimientos.
La necesidad de proyectar y mantener una imagen fuerza a la persona a bloquear el acceso a la conciencia de cualquier sentimiento que pueda estar en conflicto con la imagen. En las personas normales, las acciones van ligadas a los sentimientos que las motivan. Sin embargo, el los individuos narcisistas, la acción disociada del sentimiento o impulso, está justificada por la imagen.

Cómo afecta a la relación con los demás

Donde más se evidencia la negación de los sentimientos es en su forma de comportarse con los demás. Pueden actuar de manera cruel, explotadora, sádica o destructiva con otra persona, porque son insensibles al sufrimiento o a los sentimientos de ésta. Tal carencia de sensibilidad se deriva de la insensibilidad hacia sus propios sentimientos. Cuando no es posible sentir la alegría o el dolor de los demás, no se puede responder en consecuencia, y puede que incluso se acabe dudando de los sentimientos de la otra persona. Cuando uno niega los propios, niega también los de los demás.

Sólo así se puede explicar la cruel conducta de algunos narcisistas, como por ejemplo ciertos altos ejecutivos, que son implacables con sus empleados y los someten a una política de terror basada en la indiferencia por la sensibilidad humana y en los despidos indiscriminados, dejando al margen los sentimientos de la gente. Por supuesto, son igual de duros consigo mismos; su meta de alcanzar el poder y el éxito les exige idéntico sacrificio de su propia sensibilidad y sentimientos. Estos ejecutivos se consideran generales de su propia guerra, y la victoria está representada por el éxito en los negocios. Con tal imagen de sí mismos, el ansia de ganar sólo puede llevarles a tratar a sus empleados como soldados de usar y tirar.

Una de las formas de favorecer el narcisismo que tiene nuestra cultura es exagerar la importancia de ganar. “Vencer es lo único que importa”, reza un dicho popular. Tal actitud minimiza los valores humanos y subordina los sentimientos de los demás a un objetivo que esta por encima de todo: ganar, estar en la cumbre, ser el número uno. Sin embargo, el compromiso por esta meta también exige el sacrificio o negación de los propios sentimientos, porque nada debe obstaculizar el camino hacia el éxito.

Desde la violencia contra personas indefensas y la violación de mujeres desamparadas hasta la seducción y la explotación hay una línea que se extiende como un continuo. Lo que tienen en común un violador y un seductor, aunque no en el mismo grado, es la carencia de sensibilidad hacia su víctima o su compañera sexual, la inversión exagerada en su ego y la falta de sentimiento sexual desde el punto de vista corporal. Incapaz de acercarse a una mujer cuando está relajado, el violador se ve impulsado a una acción violenta, que a su vez expresa una intensa hostilidad hacia las mujeres. De manera similar, el seductor depende de una imagen para obtener excitación sexual: la imagen de un “amante” irresistible, dominante, controlador. Ambos tipos ejemplifican la conducta narcisista, porque no ven a sus víctimas como personas por derecho propio sino como imágenes.

Si nos desplazamos a lo largo de la línea hacia grados menores de narcisismo, encontramos al ejecutivo que seduce a su secretaria. Para el ejecutivo -seductor, el deseo sexual es a menudo intenso, porque considera que está en una posición social superior o dominante. La imagen de tal posición alivia el temor que siente hacia las mujeres y le permite sentirse muy excitado a nivel genital. Con todo, la carencia de sentimiento o de afecto hacia su pareja, la falta de respeto por los sentimientos de ella como ser humano, hace que el acto sea en gran medida una expresión narcisista. Se puede considerar una explotación.
El sexo para un hombre así tiene dos propósitos: aliviar la excitación del pene y estimular un ego inflado y débil por medio de la conquista y humillación de una mujer. Por supuesto, descargar la excitación sexual sienta bien, pero el placer de alivio es local, limitado a los genitales. El sentimiento sexual, al contrario de la excitación genital, es un sentimiento corporal total de excitación, calidez y fusión ante la perspectiva de contacto e intimidad con otra persona. Cuando todo el cuerpo responde sexualmente, el orgasmo se experimenta como un sentimiento de felicidad o de éxtasis.

Que relación guarda con la mentira

En el mundo de las imágenes, nos encontramos inevitablemente con la cuestión de si encajan o no con la realidad. Una imagen no tiene validez en sí misma. Una imagen narcisista de superioridad tiene mucho más contenido cuando es la imagen consciente de integridad y honestidad que tiene una persona. Así, no es posible juzgar una imagen más que en términos de su relación con la realidad que pretende representar.
Cuando se puede objetivar la relación, esta decisión es fácil. Por ejemplo, las circunstancias de nacimiento, familiares y relativas a la historia de una persona, son hechos definibles. Falsificarlos es mentir. Sin embargo, un impostor miente fácilmente porque en el plano emocional hace mucho que negó su realidad. El impostor no quiere reconocer que proviene de una familia media y que su historia es corriente, porque no encajaría en su sentido de superioridad. Prefiere creer que es otra persona, alguien especial y distinguido. No le resulta difícil, entonces, ampliar la imagen e incluir en ella orígenes aristocráticos.

 La tendencia a mentir, sin el menor escrúpulo, es típica de los narcisistas. En un extremo se halla la personalidad psicopática, que parece no percibir la diferencia entre el bien y el mal en el plano de los sentimientos. Han perdido la capacidad de discernir entre lo verdadero de lo falso.

Supresión frente a negación de los sentimientos

Una emoción es un movimiento. -moción significa acción y efecto de moverse o ser movido; el prefijo “e-”  indica que el movimiento es en dirección hacia fuera-. Todo movimiento se produce desde el centro hacia la periferia, donde se expresa en una acción. El sentimiento de amor, por ejemplo, se experimenta como un impulso para llegar hasta alguien; la ira, como el impulso de golpear; la tristeza, como el impulso de llorar. El impuso de la emoción debe alcanzar la superficie del cuerpo para que se pueda experimentar como un sentimiento. Sin embargo, cuando no es así, se produce una acción abierta.

La inhibición del movimiento a causa de la tensión muscular  crónica tiene el efecto de ahogar los sentimientos. Tal tensión produce una rigidez en el cuerpo, una muerte parcial del mismo. No es sorprendente que los soldados tengan que ponerse firmes y rígidos cuando se requiere su atención. Como hemos visto, un buen soldado tiene que suprimir gran parte de sus sentimientos y convertirse en realidad, en una máquina de matar.
Puede saberse cuales son los sentimientos que se han reprimido estudiando el patrón de las tensiones. Cuando ésta se concentra, por ejemplo, en los músculos de la mandíbula, se esta inhibiendo el impulso de morder. Sin embargo, tales impulsos pueden salir a la superficie en forma de un sarcasmo mordaz. Una mandíbula apretada puede también bloquear el impuso de succionar, reprimiendo así el deseo de cercanía y contacto. El nudo que oprime la garganta impide llorar y así la persona ahoga los sentimientos de tristeza. La rigidez de la espalda y los hombros disminuye la intensidad de una reacción de ira.

La rigidez corporal general mata el cuerpo al restringir la respiración y disminuir la motilidad. Sin embargo, muchos narcisistas tienen un cuerpo bastante ágil y flexible. Su cuerpo aparenta tener vida y gracia, pero actúan sin sentimientos, lo que significa que para recortar los sentimientos existe otro mecanismo distinto al bloqueo del movimiento. Este mecanismo, como se ha dicho, es el bloqueo de la función perceptiva.

Puesto que la percepción es una función de la conciencia, está generalmente sujeta al control del ego. Normalmente percibimos aquellas cosas que nos interesan e ignoramos las demás. También centramos deliberadamente la atención en ciertos objetos o situaciones cuando queremos percibirlos con mayor claridad. Pero, por el mismo proceso, rechazamos verlos o los ignoramos. A menudo ésta es una decisión subliminal, al margen de la conciencia. Por ejemplo, pocos son los padres que advierten la infelicidad en la cara de sus hijos. Y los niños aprenden con rapidez a no ver la ira y la hostilidad en los ojos de sus padres. No queremos ver la expresión de nuestra propia cara cuando nos miramos al espejo. Es posible que un hombre se recorte el bigote sin ver cuán apretados y crueles son los labios que hay debajo. En efecto, no vemos lo que no queremos ver.

No queremos ver aquellos problemas que nos parecen sin solución. Verlos nos colocaría en un intolerable estado de estrés y de dolor, que representaría una amenaza para nuestra salud mental. De hecho, bloqueamos o negamos ciertos aspectos de la realidad a modo de autodefensa. Sin embargo, esta negación implica un reconocimiento previo de la situación. En primer lugar, vemos la situación que nos resulta dolorosa y, después, nos damos cuenta de que no podemos estar a su favor ni tampoco cambiarla, así que negamos su existencia. Cerramos los ojos a ella.
Al principio, pues, la negación es consciente. No obstante, con el tiempo, esa negación se vuelve inconsciente. En su lugar, creamos una imagen de una situación feliz o agradable, que nos permite ir tirando como si todo fuera estupendamente. El punto clave de tal tensión está en la base del cráneo, en los músculos que ligan la cabeza al cuello. Dicha tensión parece bloquear el flujo de las emociones que va desde el cuerpo hasta el interior de la cabeza, que queda así desconectada del sentimiento corporal.

La terapia es un proceso mediante el cual se amplía la conciencia, la expresión y la posesión del yo, que es la capacidad de contener y mantener los sentimientos intensos. La rigidez y las tensiones corporales tienen que irse reduciendo gradualmente, de forma que el cuerpo llegue a tolerar el alto nivel emocional que va asociado a la intensidad de los sentimientos. La mejor forma de enfocar este objetivo es combinar el análisis con el trabajo corporal intensivo.

El grado de sentimiento

 La expresión de los sentimientos en los individuos narcisistas suele tomar dos formas: la rabia irracional y la sensiblería o sentimentalismo.
Probablemente, los padres que maltratan físicamente a sus hijos han pasado ellos mismos por una situación similar cuando eran niños. Han negado los sentimientos que generó aquella experiencia y por eso no los tienen ante sus hijos.

La terapia es un proceso de conexión con el yo. El enfoque que tradicionalmente se ha utilizado para ello ha sido el análisis. Toda terapia debe incluir un análisis exhaustivo de la historia del paciente para poder descubrir las experiencias que han moldeado su personalidad y determinado su conducta. Por desgracia, trazar la línea de la historia no es fácil. La supresión y negación de los sentimientos también lleva consigo la represión de los recuerdos significativos. La fachada que levanta una persona esconde su verdadero yo ante sí misma y ante el mundo. No obstante, el análisis puede trabajar con otras cosas, además de con los recuerdos.
El análisis de los sueños es una forma de conseguir más información. Y también está el análisis de la conducta actual.

Conectar con el yo requiere algo más que el análisis. El yo no es un constructo mental, sino un fenómeno corporal. Estar en contacto con el yo significa ser consciente de los sentimientos y conectar con ellos. Para conocer los propios sentimientos hay que experimentarlos en toda su intensidad, y esto sólo se consigue cuando se expresan. Si la expresión de los sentimientos está bloqueada o inhibida, estos se suprimen o se minimizan. Una cosa es hablar del miedo y otra sentirlo. Decir “Estoy enfadado” no es lo mismo que notar como esta emoción agita el cuerpo. Para poder sentir plenamente la tristeza, hay que llorar.

Al identificarse con una imagen grandiosa, uno puede pasar por alto lo doloroso de la realidad externa. Pero la imagen también cumple una función externa en relación con el mundo. Constituye una forma de lograr aceptación de los demás, una forma de seducirlos y de obtener control sobre ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario