viernes, 2 de noviembre de 2012

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 2


Apreciar el propio valor como alguien único e insustituible no consiste en creerse perfecto o mejor que los demás. Tampoco lleva a compararse con los otros, entrar en competición, ni rebajarlos. Sino que ser consciente de la propia unicidad como persona supone reconocer el sentimiento de inviolabilidad de la propia conciencia, la confianza serena y el orgullo respecto de uno mismo.
Aceptar todos los aspectos de la propia persona sin censurarlos ni negarlos.
“Dado que reconozco como mío todo lo que es mío, puedo conocerme mejor. Obrando así, puedo amarme y estar en buena relación con todas las partes de mi persona” . Virginia Satir
Es éste un gran desafío planteado a la autoestima: aprender a aceptar todos los aspectos del propio cuerpo, la diversidad y variabilidad de las propias emociones, pensamientos , deseos, sueños, e incluso de las propias sombras, como parte integrante de la personalidad. Lo ideal es dejar emerger en uno el material consciente e inconsciente sin interpretarlo, racionalizarlo, expresarlo o tomar conciencia de él.
El último nivel de la confianza en uno mismo consiste en cumplir la misión personal. En mi opinión, la misión no se reduce a desempeñar un trabajo o tener una carrera confortable, sino que responde al “sueño del alma”, a una inclinación profunda del corazón hacia el servicio a la comunidad. Es algo que trasciende las ambiciones del ego, situándose más bien en la órbita del Sí mismo (el Yo sagrado).Pero, cuidado, si no se goza de una gran autoestima referida a la propia competencia, de una fuerte confianza en uno mismo, es poco probable que se asuma el riesgo de responder a la misión personal.

Una vez descubierto el “sueño del alma” y adquirida la convicción de poder realizarlo sean cuales sean los sacrificios que comporte, se alcanzará un estado inefable de plenitud. La persona que tenga el coraje de seguir el impulso de su corazón se sentirá viva y creativa al servicio de la sociedad.

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