miércoles, 21 de noviembre de 2012

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 7


Todo trabajo sobre la autoestima pretende asegurar al “yo” consciente una mayor autonomía, definida como la libertad de actuar en función de las propias decisiones. Ser autónomo es, pues, liberarse progresivamente de los condicionamientos instintuales, así como de los condicionamientos sociales y culturales aprendidos o “introyectados” en la propia persona. También es poder disponer la vida personal siguiendo las inclinaciones más auténticas y profundas del propio ser. Y, finalmente, es saber tomar decisiones conformes con la propia identidad. En suma, es ser uno mismo y realizar la misión personal correspondiente.
Es posible transformar una autoestima débil y deficiente en otra elevada y sana. Las enfermedades conectadas con la autoestima que describimos, pretenden sensibilizar a la persona respecto a los obstáculos a la calidad de su autoestima y de su autonomía.
El falso yo
En la periferia del yo consciente se sitúa la persona o yo social, cuya función consiste en adaptar al individuo a las expectativas  y exigencias reales o imaginarias del medio. El niño aprende pronto a responder a las expectativas de sus primeros educadores, a intentar complacerlos para ser aceptado. El niño experimenta una necesidad fundamental de ser reconocido y de tejer lazos de pertenencia con su comunidad inmediata.
Pero en el curso de la formación normal de la persona se producen accidentes. Es lo que ocurre cuando los primeros educadores tienen comportamientos incoherentes, o bien porque envían al niño mensajes contradictorios, o porque no responden a sus necesidades básicas. En tales casos, el niño tiene dificultades de ajuste. Para sobrevivir tiene que ocultar quien es y emplear estrategias de adaptación defensivas y rígidas.
Para protegerse, adoptará entonces una fachada acomodaticia, un “falso yo”, que nace de los primeros esfuerzos de adaptación fallidos. En lugar de presentar una persona sana, un yo social adaptado, intentará engañar a ese mundo percibido como intrusivo, incoherente y amenazador.

El niño, y más tarde el adolescente, se construirá una persona armadura y ya no se atreverá a expresar sus verdaderos sentimientos y emociones, ingeniándoselas para manifestar únicamente las que él considere aceptables por su entorno. El drama consiste en que pierde la ocasión de adquirir una auténtica autoestima.
Para conocer los diversos disfraces neuróticos que revisten las falsas adaptaciones de la persona, siga el enlace:https://dl-web.dropbox.com/get/Autoestima%207.mp3?w=9bbfc817

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