martes, 12 de marzo de 2019

¿Qué nos hace falta? parte 21


 Salud Sexual

Hay una identidad entre salud física y salud mental, entre salud emocional y salud sexual. Una ruptura en cualquier elemento, trastornará la salud de otros.
La salud física se manifiesta en un cuerpo bello y grácil, vibrantemente vivaz, no simplemente libre de enfermedades. Un cuerpo así, indica el funcionamiento de una mente calmada y clara, en la que no hay conflictos reprimidos.
Similarmente, la salud emocional consiste en tener plena posesión de nuestras facultades, y la plena gama de nuestros sentimientos. Incluye la capacidad de sentir y expresar plenamente nuestra sexualidad, y la capacidad de experimentar el gozo de esta expresión.

Las ansiedades y problemas sexuales afectan seriamente la salud física, emocional y mental de una persona . Y no es suficiente con liberar a una persona de las ansiedades sexuales que pueda tener en su mente, es también necesario liberar a su cuerpo de la tensión, y restaurar la movilidad de su pelvis.

La toma de tierra, o sea, el hecho de que la persona sienta sus pies sólidamente sobre el suelo, es un requisito previo para descargar las tensiones en cadera y pelvis. No basta con saber que uno tiene los pies en el suelo. Lo que se requiere es el proceso energético en el que la onda de excitación descienda por el cuerpo hasta las piernas y los pies.
Un cuerpo sexualmente vivo se halla caracterizado por una pelvis de balanceo libre. La pelvis debe moverse espontáneamente con cada respiración. Igualmente, con cada paso que damos. Si buscamos estar vibrantemente vivos, la pelvis debe ser liberada, y el flujo de sentimiento sexual abierto. El modo en que una persona sostiene su pelvis, es pues un tema de estudio tan importante como el modo en que lo hace con su cabeza.

La pelvis no se moverá de un modo natural, esto es, libre y espontáneamente, salvo que quede suspendida entre la cabeza y los pies. Este es el principio del arco. Este principio se aplica al movimiento de la pelvis. Si los pies se hallan plenamente en contacto con el suelo, sólo es necesario empujar la pelvis hacia atrás, para crear la carga que la moverá espontáneamente hacia delante.
La energía para la carga es producida por los procesos metabólicos del cuerpo, en conexión con la respiración. Por consiguiente, cualquier tensión en el cuerpo que restrinja la respiración o impida la toma de tierra, limita la motilidad pélvica.

Las tensiones pélvicas se desarrollan para limitar la sensación sexual, por lo que no podremos liberar la pelvis si estamos inhibidos acerca de la sensación sexual.
Cuando no hay bloqueos que perturben el flujo, las emociones tienen un signo o calidad positivo. El sentimiento de fe, es el sentimiento de la vida fluyendo en el cuerpo, de un extremo a otro.

Sólo con humildad y franqueza es posible enfrentar al manantial de sentimientos que fluye de todo ser humano.
Necesitamos comprender nuestro cuerpo como manifestación exterior de nuestro espíritu.
Trabajemos sobre nosotros mismos, agotemos nuestros potenciales, desarrollemos nuestras metas y nuestra moral por nosotros mismos, inventemos el sentido de nuestras vidas. Definamos los principios según los cuales deseamos vivir.

Sexualidad y Espiritualidad
La sexualidad, es la función biológica de expansión (fuera del “yo“), desde el centro a la periferia.
Un principio bioenergético básico establece que: la corriente de excitación es pulsátil, lo que significa, en lo que atañe a la sensibilidad, que no podemos ser más espirituales de lo que somos sexuales.
En otras palabras, la espiritualidad, disociada de la sexualidad, se convierte en una abstracción; y la sexualidad, disociada de la espiritualidad, en un acto puramente físico. El amor es la clave de esta fusión.
El amor es un estado de excitación placentera que varía de intensidad según la situación. Cuando nuestro espíritu interviene plenamente en cualquier acto, ese acto asume una cualidad espiritual, debido a la trascendencia del yo.

Desde luego, la excitación que sienten dos amantes contiene una dimensión adicional, que fluye hacia abajo y excita con fuerza los órganos genitales. Tras una fuerte descarga orgásmica, la persona siente una profunda calma.
Tanto en la experiencia mística como orgásmica, hay una sensación de comunión con las fuerzas superiores de la naturaleza.
Pero para tener una sensación tan poderosa, hay que controlar la creciente excitación hasta que abarque todo el cuerpo. Ello requiere un “yo” fuerte, pues uno débil se atemoriza.
Convertir la carne en espíritu, en eso consiste la trascendencia.

La trascendencia puede lograrse también por actos que no sean sexuales, como cuando nos anima una gran pasión o nos conmueve una experiencia significativa. Ya no sentimos que tenemos un espíritu, sino que estamos poseídos por él.
Todo acto creativo tiene cierto grado de trascendencia. Se requiere inspiración y pasión. Estas creaciones parecen tener vida propia.
Nuestra incapacidad para experimentar la respuesta orgásmica, se debe a la falta de pasión en nuestras relaciones.

En el periodo oral, (tres primeros años), si un niño es destetado prematuramente, experimentará la pérdida de su mundo. Si esta pérdida se reafirma a través de respuestas inapropiadas por parte de los padres, puede conducir a la sensación de que nunca voy a tener lo que quiero.
El niño se acoraza contra este dolor reteniendo el aliento y tensando los músculos del pecho, limitando la capacidad al amor y a la entrega de un vínculo íntimo.
A los tres años, muchos niños ya han sufrido una marcada pérdida de vivacidad.

La mayoría de la gente mantiene rígida la base pélvica por el temor inconsciente de que al aflojarla podría producirse una descarga inesperada. Este temor se deriva de las experiencias primarias del entrenamiento para el control de los esfínteres.
El individuo educado en una atmósfera de negación a la vida y al sexo,  contrae angustia de placer (miedo a la excitación placentera).

Es sumamente importante no poner rígido el trasero. Estas tensiones representan el temor a “abandonarse”. Originadas en el entrenamiento de nuestra más tierna infancia en pos de una limpieza de excrementos, estas tensiones son ahora inconscientes, y bloquean la entrega total a la descarga sexual.

Además, por lo general, cualquier respuesta sexual de parte del niño, lo expondrá a la reprobación y la humillación. Como forma de autodefensa, los niños suspenden sus sensaciones sexuales. Con esto, el amor queda desconectado del deseo sexual.
Al igual que cualquier otra sensación, las sexuales se suprimen a través de una tensión muscular crónica que evita que la excitación invada la pelvis, o que la pelvis se mueva en caso de una sensación excitante.
Sobra decir, que se considera a la propia sexualidad como algo sucio, sensación que se localiza en la parte inferior del cuerpo.

El niño que vive temeroso esta tenso, contraído, ansioso. Es un estado que genera dolor, y para no sentir ese dolor y ese temor, el niño se adormece a sí mismo. El proceso se convierte en una modalidad de vida para el sujeto. El placer queda subordinado . Se genera división entre cuerpo y ego.
La mayoría de la gente no se da cuenta de lo aterrada que está.  Cada músculo crónicamente tenso es un músculo aterrado. Es además, un músculo enojado, ya que el enojo es la reacción natural a la contención forzada y a la privación de la libertad. Y tiene tristeza, por la pérdida de su estado de excitación placentera.

La excitación sexual puede ser muy fuerte, pero para muchos hombres terminará en una eyaculación prematura debido a que la rigidez de la pelvis limita su capacidad de contener la carga hasta que abarque todo el cuerpo.
Cuando se llega a adulto, se tiene tan arraigado el hábito de mantener oculta la sexualidad, que se pierde cualquier esperanza de encontrar a alguien a quien amar plenamente.
Las experiencias infantiles en sí mismas no son patológicas, pueden, debido a la inhibición actual, cargarse de un exceso de energía sexual.
Frenar nuestras emociones produce ansiedad neurótica.

Para resolver el conflicto, en el nivel psicológico, el individuo tiene que adquirir una comprensión de su persona y de sus antecedentes. Físicamente, necesita movilizar la mitad inferior del cuerpo hasta sentirlo. Debemos comenzar con alguna actividad vibratoria de las piernas. Tarde o temprano esto se extenderá hacia arriba, hasta incluir a la pelvis. A continuación, es importante desarrollar el sentimiento de estar “tomando tierra”, puesto que la sexualidad adulta se halla relacionada con el sentido de independencia, y de plantarse sobre sus propios pies. Finalmente, la respiración ha de ser profunda y abierta en el vientre, y coordinada con los movimientos pélvicos.

El sentido del yo de un individuo se asienta sobre su sexualidad. La ansiedad, sentido de culpa o inseguridad sexual, debilitan este asiento, y minan la fuerza de nuestro ego.
Para formar nuestro ego de un modo saludable, es necesario trabajar sobre nuestros problemas sexuales. Pero es igualmente necesario trabajar con el dominio de uno mismo y la expresión de sí mismo.

La armonía es la señal distintiva de la persona auténticamente sexual. Esto implica un cuerpo flexible en el que hay una corriente de excitación y una sensación de vitalidad y de placer en la capacidad de moverse.
El estado de vivacidad es la base física de la experiencia de alegría. La alegría es una experiencia religiosa.
La alegría pertenece al ámbito de los sentimientos corporales positivos. No es una actitud mental.
El sentimiento de alegría pertenece al mundo animal, y no al mundo de los intelectuales civilizados.
Solo sentimos alegría cuando somos fieles a nosotros mismos.

Dado que la actividad sexual, como la defecación y la micción, están estrechamente ligadas con nuestra naturaleza animal, tal vez resulte difícil aceptar que existe una conexión entre la espiritualidad y la sexualidad.
Los humanos somos como los árboles: arraigados a la Tierra en un extremo, y tendiendo al cielo desde el otro.
Cuando nos unimos a Dios con el amor de nuestro cuerpo, el contacto es sexual a la vez que espiritual.

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