martes, 27 de noviembre de 2018

¿Qué nos hace falta?, parte 6


EL PAPEL DE LA IMAGEN 

Lo corriente es pensar que el narcisismo es un amor desmesurado que siente la persona hacia sí misma, con la correspondiente falta de interés y de sentimientos hacia los demás. Sin embargo, esta descripción es sólo parcialmente correcta. Sí es cierto que los narcisistas muestran una falta de preocupación por los demás, pero también es verdad que son igualmente insensibles a sus propias necesidades reales. Con frecuencia su conducta es autodestructiva. Tiene un pobre sentido de yo; sus actividades no van dirigidas a su yo, sino a potenciar su imagen, y como consecuencia el yo se resiente.
Cabe hacer una distinción entre la sana preocupación por el aspecto físico, basada en un sentido del yo, y el desplazamiento de la identidad del yo hasta la imagen, característica del estado narcisista.

El mito de Narciso

Según el mito griego, Narciso era un apuesto joven de Tespias, de quien se enamoró la ninfa Eco. Hera, la esposa de Zeus, había privado del habla a Eco, y ésta tan sólo podía repetir las sílabas de las palabras que oía. Incapaz de expresarle su amor a Narciso, éste la desdeñó. A Eco se le rompió el corazón y murió. Por haberla tratado con tanta crueldad, los dioses castigaron entonces a Narciso haciendo que se enamorase de su propia imagen.  Tiresias, el vidente, predijo que Narciso viviría hasta que pudiese verse a sí mismo. Un día, se hallaba él inclinado sobre las aguas límpidas de una fuente, y entonces vio su propia imagen reflejada en el agua. Se enamoró apasionadamente de ella y ya no quiso marcharse de aquel lugar. Languideció y murió. Se convirtió después en una flor -en el narciso que crece al borde del agua.

Es significativo que Narciso se enamorase de su propia imagen tan sólo después de haber rechazado el amor de Eco. En le mito se entiende el enamoramiento de la propia imagen -esto es, convertirse en narcisista- como una forma de castigo por ser incapaz de amar. Pero vayamos un poco más allá de la leyenda. ¿Quién es Eco? Podría ser nuestra propia voz cuyo sonido vuelve a nosotros. Así, si Narciso fuese capaz de decir Te amo, Eco repetiría esas palabras y él se sentiría amado. La incapacidad de pronunciarlas identifica al narcisista. Como no dirigen su libido hacia la gente que le rodea, los narcisistas están condenados a enamorarse de su propia imagen (esto es, a dirigir su libido hacia su ego)

Hay otra posible interpretación que es interesante. Al rechazar a Eco, Narciso rechaza también su propia voz, reniega de su ser interior a favor de su apariencia externa. Maniobra típica de los narcisistas.

 EL YO Y EL EGO

Considero que el niño nace con un yo, que es un fenómeno biológico, no psicológico. En cambio el ego es una organización mental que se desarrolla a medida que el niño crece. El yo se puede definir entonces como aquellos aspectos del cuerpo que tienen que ver con los sentimientos.
No hay que confundir o identificar el yo con el ego. El ego no es el yo, aunque el ego sea la parte de la personalidad que percibe el yo. Se podría decir que los ordenadores son capaces de pensar, pero lo que no pueden hacer es sentir.
Al disociar el ego del cuerpo o yo, los narcisistas separan la conciencia de lo que es su fundamento vivo.

La mayor parte del yo la forma el cuerpo y sus funciones, la mayoría de las cuales se realiza por debajo del nivel consciente. El inconsciente es como la parte sumergida de un iceberg. Las funciones que no dependen de la voluntad, como por ejemplo la circulación de la sangre, la digestión y la respiración, tienen un profundo efecto sobre el consciente, porque determinan el estado del organismo. Según el funcionamiento del cuerpo, una persona se puede sentir sana o enferma, con ánimo o desanimada, vital o deprimida, sexualmente excitada o impotente.

Una persona sana tiene una conciencia dual, sin que eso sea un problema para ella, porque la imagen del yo y la experiencia directa del yo coinciden. Lo que este estado presupone es la aceptación del yo -una aceptación o una identificación con el cuerpo y los sentimientos que se derivan de él-.
Es la aceptación del yo lo que les falta a los individuos narcisistas, que han disociado sus cuerpos de forma que han invertido su libido en el ego y no en su cuerpo o yo. Sin la aceptación del yo, no puede existir el amor al yo. Si una persona no se ama a sí misma, tampoco puede amar a los demás. Amar es compartir el yo con otra persona.

Sin la aprobación y la admiración de los demás, el ego del narcisista se desinfla, porque no esta conectado al yo y por tanto no puede alimentarse de él. Por otro lado, la admiración que pueda recibir el narcisista sólo hincha su ego, no le sirve para nada al yo. Entonces, al final el narcisista acaba por rechazar a los admiradores, del mismo modo que ha rechazado a su verdadero yo.
Sentimos y pensamos. Nuestra identidad dual se apoya en la capacidad para formar una imagen del yo y en la conciencia del yo corporal. En una persona sana, las dos identidades son congruentes. La imagen encaja en la realidad del cuerpo como un guante. El narcisista, al no permitir que los sentimientos intensos alcancen el nivel de la conciencia, tratan al cuerpo como un objeto sujeto a la voluntad del individuo.
Si se niegan los sentimientos corporales, se corta la relación que a través de los sentimientos se mantiene con el mundo.
Si el éxito o los logros alcanzados hinchan al ego de una persona, la congruencia con la realidad de su cuerpo se pierde. Entonces, la confusión sólo se puede evitar negando el cuerpo y sus sentimientos.

Imagen y cuerpo

El hecho de que la gente esté tan volcada en su imagen es un síntoma de la tendencia narcisista de nuestra cultura. Estoy firmemente convencido de que necesitamos sentir el cuerpo y realizar actividades físicas que potencien la energía y la vitalidad. Pero la meta que persiguen muchas personas que siguen un programa de acondicionamiento físico no es sentirse mejor, sino mejorar su aspecto de acuerdo con el ideal en boga. El culturismo representa un ejemplo extremo.
Nada de lo dicho niega el valor de tener un buen aspecto, cuando es una expresión de sentirse bien con el propio cuerpo. En este caso, el buen aspecto se manifiesta en el brillo de los ojos , en una piel resplandeciente y suave, en una expresión facial  agradable, y en un cuerpo que se mueve con gracia y vibrante vitalidad. Si una persona no se siente bien con su cuerpo, sólo puede proyectar la imagen de cómo cree que debe ser su físico. Cuanto más se centra uno en la imagen, menos a gusto se siente con su propio cuerpo. Al final, la imagen demuestra ser tan sólo una pobre mascara que ya no puede esconder la tragedia de la vida vacía que se oculta tras ella.

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