martes, 30 de octubre de 2018

¿Qué nos hace falta? parte 2

En busca del hombre nuevo

Es preferible que la  primera competencia sea con uno mismo.  

Estamos aquí, para ayudarnos en nuestro proceso de autodescubrimiento. En nuestro tránsito hacia una convivencia civil pacífica y solidaria. En nuestra conexión con el orden universal, y con la Vida en general.
Así como es necesario el amor a uno mismo para amar a los demás, para el cambio social es necesario el cambio individual.

Nos configuramos a través de un doble proceso: por un lado, la sociedad actúa  sobre nosotros con su educación tanto directa como indirectamente; y por otro lado, comenzamos un proceso de autoeducación, un proceso de conciencia singular.
Desde esta perspectiva, una transformación radical de la sociedad consumista debe estar acompañada de una transformación profunda de las estructuras mentales de los individuos.

Es preciso desarrollar un monumental esfuerzo educativo en el pueblo, para que éste se eduque así mismo, transforme sus valores y relaciones sociales. El camino al comunismo, decía Ernesto Guevara, implica un proceso mucho más complejo que una distribución material de bienes menos desigual; implica la construcción de un hombre nuevo, radicalmente distinto de los hombres y mujeres formados en los marcos morales e ideológicos propios de la sociedad de consumo.
La transformación de las condiciones y de los propios hombres, su conciencia y su moral, deben efectuarse simultáneamente una en relación con la otra; una reforzando la otra, en un proceso de reciprocidad dialéctica.

Para el Che, el elemento movilizador fundamental debe ser de orden ético y no económico-individual, porque solo a través de ese camino se puede arribar al futuro comunista y a la creación del hombre nuevo.
Guevara es atraído no tanto por los problemas estrictamente económicos, sino por la problemática de la liberación del hombre, y del comunismo como resolución de las contradicciones de la enajenación humana. Sabe que sin la intervención conciente y organizada del pueblo, no puede tener lugar una revolución. 

El hombre nuevo, será el sujeto con capacidad de revolucionar el orden social existente y abolir la sociedad de clases; esto es, emancipar a la humanidad y posibilitar su pleno desarrollo consciente.

El Narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo

Los problemas de la personalidad de la gente han cambiado en forma notoria los últimos cuarenta años. Las neurosis de antes, constituidas por culpas, ansiedades, fobias u obsesiones incapacitadoras, comúnmente no se ven hoy en día. En vez de eso, me encuentro con más gente que se queja de depresión; esas personas describen una carencia de respuesta afectiva, un vacío interno, una profunda sensación de frustración y falta de realización. Muchas de esas personas tienen bastante éxito en su trabajo, lo que sugiere un rompimiento entre su desempeño laboral y lo que sienten por dentro. Su desempeño en el plano laboral, sexual y social, parece demasiado eficiente, mecánico y perfecto para ser humano. Funcionan más como máquinas que como personas.

A los narcisistas se les reconoce por su falta de humanidad. No sufren por la tragedia de un mundo amenazado por el quebranto ecológico, no sienten la tragedia de una vida que transcurre en el intento de demostrar su valor ante un mundo indiferente. Cuando la careta de superioridad se rompe y permite que se vuelva consciente el sentimiento de pérdida y tristeza, a veces ya es demasiado tarde. A un dirigente de una gran compañía le dijeron que tenía cáncer en su fase terminal. Ahora que su vida llegaba al término, descubrió cual era su sentido. Antes nunca me fijé en las flores -explicaba- , ni en el brillo del sol, ni en los campos. Me pasé la vida tratando de demostrar a mi padre que había triunfado. El amor no tenía cabida en mi vida. Por primera vez, ya adulto, este hombre pudo llorar y dirigirse a su esposa e hijos en busca de ayuda.

Hay algo de locura en un patrón de conducta que valora el éxito por encima de la necesidad de amar y ser amado. Hay una cierta locura cuando una persona está desconectada de la realidad de su ser -el cuerpo y sus respuestas afectivas- . Y hay también algo de locura en una cultura que contamina el aire, el agua y la tierra, en nombre de un mejor nivel de vida.
Personalmente, considero que la frenética actividad de la gente en las grandes ciudades -para ganar más dinero, obtener más poder, ir a la cabeza- resulta un tanto loca.

Para entender la enfermedad que subyace en el fondo del narcisismo es necesaria una visión más amplia de los problemas de la personalidad. Necesitamos entender qué fuerzas de la cultura provocan el problema y qué factores de la personalidad humana predisponen al narcisismo. Y necesitamos saber ¿qué es ser humano? si queremos evitar ser narcisistas.
El tratamiento con pacientes narcisistas consiste en ayudarlos a entrar en contacto con sus cuerpos, a recuperar las respuestas afectivas que habían suprimido y a volver a tener las características de humanidad que había perdido. Este enfoque supone trabajar para reducir la tensión muscular y la rigidez que bloquean los sentimientos de la persona. Sin embargo, nunca he considerado como lo principal las técnicas específicas que utilizo. La clave de la terapia es la comprensión. Sin comprensión, ningún enfoque o técnica terapéutica tiene sentido ni sirve de nada en un nivel profundo.

Los héroes y los líderes de la paz de nuestro tiempo son aquellos hombres y mujeres que tienen el valor de sumergirse en las tinieblas de su propia personalidad y zambullirse en la oscuridad del psiquismo colectivo en busca de su enemigo interno. La psicología profunda nos ha proporcionado la evidencia incuestionable de que fabricamos al enemigo con las partes negadas de nuestro propio yo. Por tanto, el mandamiento «ama a tu enemigo como a tí mismo» nos señala el camino que conduce al autoconocimiento y a la paz. De hecho, amamos y odiamos a nuestros enemigos en la misma medida que nos amamos y nos odiamos a nosotros mismos. En el rostro del enemigo encontramos pues el espejo en el que contemplar nítidamente nuestro verdadero semblante.

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