viernes, 30 de septiembre de 2016

El Gozo, parte 19

Capítulo 5 (continuación)

 Yo me había dado cuenta en mi trabajo con Reich, de que mi capacidad para expresar enojo era limitada. Por lo general, evitaba las confrontaciones y me retiraba de una pelea a menos que me pusieran contra la pared. Sentía que guardaba bastante miedo dentro de mi y solo podría liberarme de él si aprendía a pelear. Ese miedo era el causante de mi falta de capacidad para mantenerme alegre, como pude experimentarlo durante mi terapia con Reich. Cuando era estudiante de medicina en la Universidad de Ginebra, golpear la cama se convirtió en una practica regular de todas las mañanas. Puedo decir que este ejercicio redujo en gran medida el miedo que de otro modo habría sentido al tener que estudiar y dar mis exámenes en una lengua extranjera, y que, en general, produjo un efecto positivo en mi salud y mi humor, e hizo que mi estadía en Ginebra resultase placentera.

Cuando regrese a Estados Unidos y comencé a desarrollar el análisis bioenergético, continué con la practica de golpear la cama todas las mañanas. Pero este ejercicio no me ayudo mucho, ya que no trataba de lastimar a nadie, ni me sentía enojado. Solo intentaba liberar mis brazos y recobrar mi capacidad para pelear. Suponía que con esa capacidad no me seria difícil expresar mi rabia en forma adecuada.
Mas tarde aprendí que la razón por la cual no sentía rabia era que ésta se encontraba trabada en la parte superior de mi espalda, una parte de mi cuerpo con la que no tenia contacto. Tome conciencia de ella cuando vi unas cintas de video filmadas mientras yo enseñaba y trabajaba con mis pacientes.

De vez en cuando me había descrito a mi mismo como un hombre enojado, pero justificaba mi enojo relacionándolo con la destrucción sin sentido de la naturaleza y el medio ambiente, que realmente me encolerizaba. También me enojaba la dificultad de las personas para ver la verdad de su condición.

Pero ese enojo tenia raíces mas profundas que yo no quería enfrentar. Había intentado demostrar al mundo que tenia razón en mi forma de ver las cosas, que era superior y que debía ser reconocido como tal. Pero tener la razón, sentirme superior y haber alcanzado el éxito no me conducían a la alegría, solo a librar una lucha continua. Y me daba rabia haberme visto forzado a llegar a eso para sobrevivir. Necesitaba aceptar mi fracaso, renunciar a mi ambición, reconocerme y aceptarme a mi mismo. De esta manera seria libre y no me enojaría. Pero esto no ocurrió de la noche a la mañana. Las viejas pautas de conducta y las formas de ser cambian muy lentamente, aunque los cambios lentos pueden tener un efecto notorio.

Al no ser ya una persona que vive enojada, siento que estoy mas moderado, soy mas paciente y más tratable. Pero por extraño que parezca, ha aumentado en gran medida mi capacidad para enojarme, para pelear. Una vez que el enojo se expresa, se desvanece. Una persona enojada es una persona tensionada, lo cual implica que toda persona tensionada está enojada. Si la tensión es crónica, la persona no es consciente de su enojo, aunque puede salir a flote como irritación ante frustraciones pequeñas o como rabia ante las importantes. No se expresa en forma adecuada en las situaciones en que sería necesario . Y también puede volcarse en contra del self en una conducta autodestructiva, o ser negada, y dejar así a la persona en una posición pasiva y sumisa.

Los niños sanos se enojan con facilidad y rápidamente golpean cuando se sienten lastimados o frustrados. A medida que uno crece, puede contener el enojo si es aconsejable y no actuar de inmediato. Además, como ya hemos dicho, el enojo puede expresarse en una mirada o con palabras sin necesidad de recurrir la acción física. La capacidad para contenerlo es la contrapartida de la capacidad para expresarlo de manera efectiva. El control consciente necesario para contenerlo es equivalente a la coordinación y fluidez necesarias para su expresión. En consecuencia, una persona no puede desarrollar la capacidad para controlar a menos que también desarrolle la capacidad para expresar. El ejercicio de golpear la cama puede adaptarse a ambos propósitos.

La contención y el control se desarrollan cuando uno aprende a retener la excitación a un nivel alto antes de descargarla. Esta es una capacidad propia del adulto: Los niños no cuentan con la fuerza de ego o el desarrollo muscular para retener una fuerte carga de energía. Cuando se lastima a un niño sano, su enojo sale en llamaradas y se expresa de inmediato. Los adultos deben contar con la capacidad para retener su enojo hasta que se encuentran en el momento y el lugar adecuados para su expresión.

Para contener el enojo mientras se practica el ejercicio de los golpes en la cama,se mantiene la posición arqueada durante dos o tres respiraciones. Se echa la mandíbula hacia adelante a fin de movilizar el sentimiento agresivo y se abren los ojos. En esta posición, uno inhala profundamente por la boca al tiempo que los codos y los brazos se estiran hacia atrás para dar el golpe. Sin embargo, en lugar de golpear, uno exhala y libera con soltura parte de la tensión de los brazos y los hombros. Con la segunda inhalación, se estira un poco mas y otra vez libera en la exhalación. Cuando inhala por tercera vez, estira al máximo los brazos, contiene la respiración y frena el estiramiento por un momento, y luego deja caer el golpe. No se requiere esfuerzo ya que el golpe es un acto de liberación. Si se pretende golpear con fuerza, surgen tensiones y se reducen la fluidez y la efectividad de la acción. Es importante mantener los codos tan cerca de la cabeza como sea posible durante el estiramiento para involucrar y movilizar los músculos que se encuentran entre los hombros. Si los codos permanecen separados, la acción se ve limitada a los brazos y no libera la tensión de la parte superior de la espalda. Casi todos los pacientes necesitan bastante practica para coordinar los movimientos y llegar a un balanceo libre y suelto en el cual participe todo el cuerpo. Cuando alcanzan este punto, sienten placer y satisfacción al golpear.

Para practicar este ejercicio no es necesario estar enojado. Cuando los boxeadores profesionales practican golpes como parte de su entrenamiento disfrutan del ejercicio; nosotros también podemos encontrar placer en el uso de nuestro cuerpo para expresar nuestras funciones naturales.

No obstante, cuando el ejercicio se emplea en la terapia para restablecer la capacidad de sentir y expresar el enojo, debe ir acompañado de palabras apropiadas. Las palabras exteriorizan el sentimiento y ayudan a realzar la acción. Decir “¡tengo tanto rabia!” cuando uno golpea la cama permite integrar la mente con la acción corporal. También en este caso el tono de la voz refleja y determina la calidad de la experiencia. Si se golpea con fuerza pero se habla débilmente, se nota una escisión en la personalidad. El uso de la voz resuena en el tubo central del cuerpo, lo cual aumenta en gran medida la carga energética de la acción. Desde hace mucho tiempo, los japoneses han estado familiarizados con este efecto y utilizan sonidos fuertes para ejecutar acciones enérgicas. Así, pueden quebrar una pieza sólida de madera con la mano si pronuncian un enérgico “¡Ha!” en el momento del impacto. La energía con la cual uno diga “!Estoy enojado!” determinará la fuerza con que la sienta. No es el volumen del sonido el que produce este efecto, sino la resonancia y la intensidad del tono. “¡Estoy tan enojado!”, dicho con calma pero con intensidad, tiene una mayor carga de sentimiento que un grito fuerte.

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