miércoles, 21 de septiembre de 2016

El Gozo, parte 18


Capítulo 5 (continuación)

Todos los niños tienen esta capacidad natural para proteger su integridad y su libertad. Desafortunadamente, las condiciones modernas de vida a menudo obligan a los padres a frustrar los impulsos espontáneos de un niño, lo cual le provocará enojo y golpeará a su progenitor; y a pesar de que tales golpes no son dañinos, no muchos padres pueden aceptar o tolerar ese comportamiento. La mayoría de los padres reprimen violentamente a un niño enojado y muchos lo castigan por lo que consideran un comportamiento inadecuado. El poder que tienen a raíz de la dependencia del niño respecto de ellos, puede forzar al mismo a suprimir su enojo. Este es un caso desafortunado ya que el niño que tiene miedo de expresar enojo ante sus padres se transforma en un adulto mutilado. El enojo suprimido no desaparece. Los niños volcaran el impulso prohibido contra niños más pequeños, y los lastimarán deliberadamente. O, cuando el niño cuyo enojo fue suprimido llega a adulto, lo actuará contra sus propios hijos indefensos y los castigará.

Castigar a un niño por su expresión de enojo puede ser visto como una manera de enseñarle comportamiento social, pero el efecto que tiene es el de quebrar su espíritu y convertirlo en una persona sumisa ante la autoridad. Un niño necesita aprender los códigos del comportamiento social, pero esto debe ocurrir de manera tal que no se dañe su personalidad. En Japón vi a un niño de tres años golpear a su madre, que no hizo el menor esfuerzo por detenerlo o reprenderlo. En la cultura tradicional japonesa, no se controla a un niño hasta la edad de seis anos, ya que su comportamiento hasta entonces se considera natural e inocente.

Los niños cuya capacidad de expresar enojo no se ve socavada no se transforman en adultos iracundos. A pesar de que tienen su carácter, suelen ser personas apacibles hasta que se abusa de ellos o son tratados con violencia. Por lo general, su enojo es apropiado para la situación que viven ya que no se origina en conflictos no resueltos y heridas del pasado. Las personas arrebatadas o que pierden los estribos están sentadas sobre una gran montaña de enojo suprimido que está cerca de la superficie y, por tanto, fácilmente saldrá a flote. El enojo que se libera por medio de la provocación contribuye en pequeña medida a la solución del conflicto subyacente, que es el miedo de identificarse con el enojo mismo. Una persona realmente enojada a menudo es considerada como loca.

Muchos niños son educados con la idea de que el enojo es malo desde el punto de vista moral. Debemos ser comprensivos, entender la posición de la otra persona, ofrecer la otra mejilla, perdonar al otro, etc. Hay mucho por decir en favor de esta filosofía, siempre que como consecuencia de la misma no quedemos mutilados ni anulados. Sin embargo, en la mayoría de los casos, entender la posición del otro implica una autonegación, que proviene del miedo. Perdonar es un signo de gracia, pero la elección debe ser auténtica. El individuo que no puede enojarse no obra por propia elección sino por miedo. Ningún paciente se siente capaz de expresar su enojo en forma libre y completa.

Muchos pacientes relatan que se sienten culpables por expresar enojo contra sus progenitores, en especial su madre. Muchas son las madres que inculcan culpa en sus hijos por cualquier sentimiento negativo que abriguen hacia ellas. Pero la culpa tiene su fundamento en el miedo y la supresión del enojo. Si a un niño se le permite expresar sus sentimientos con libertad, conserva su sentimiento de inocencia.

Uno de los ejercicios que sugiero a mis pacientes en su hogar es el de golpear la cama. Yo mismo he puesto en practica este ejercicio a lo largo de los años, para liberar la tensión en los hombros y desarrollar un movimiento suelto de los brazos, que considero esencial para expresar el enojo. Al principio, era consciente de que, aunque sentía poder en mi brazo derecho, el izquierdo parecía débil e impotente. Nadie puede ser un buen luchador con un solo brazo. Solía dar de 50 a 75 golpes todas las mañanas. Con el tiempo, mi brazo izquierdo se liberó y los golpes de ambos brazos se igualaron en fuerza y fluidez. Golpear la cama no es solo un ejercicio terapéutico para liberar los brazos de una tensión crónica: también sirve para liberar las tensiones que se acumulan a consecuencia del estrés de la vida cotidiana.

No siempre estamos en condiciones de expresar nuestro enojo en el momento de la herida o el insulto. En ocasiones, no sentimos el enojo en el momento del insulto porque nos encontramos en estado de shock, pero luego, cuando este estado desaparece, nos damos cuenta de cuán enojados quedamos por lo que ocurrió. En algunos casos, es demasiado tarde o se hace imposible expresar el enojo a la persona causante de nuestra herida, pero podemos desahogarnos golpeando la cama en nuestra casa. De esa manera, recobramos nuestra integridad y el buen sentimiento que se había perdido.

Con frecuencia, los padres arden de rabia contra sus niños, que insisten en hacer lo que desean a pesar de que ellos les ordenan lo contrario. En nuestra cultura, los niños pueden enloquecer a sus padres cuando se pierde el control sobre ellos. En parte este es el resultado de la sobreestimulación que reciben por el exceso de objetos excitantes en los supermercados y en el hogar. En parte proviene del hecho de que los padres se encuentran bajo considerable presión para mantener un poco de orden en el hogar y en su vida. También ellos se ven sobrestimulados y abrumados por el ambiente que los rodea. La tensión que se acumula en los padres se descarga a menudo por medio de algún castigo corporal impuesto al niño. Luego de haber desahogado su rabia en el niño, los padres pueden sentirse culpables o arrepentirse, pero el daño ya esta hecho. Reich sugiere que, en tales situaciones, los padres se dirijan a su habitación y descarguen su enojo golpeando la cama en lugar de golpear al niño. He recomendado esa acción a todos mis pacientes. Alivia a los padres y salva al niño.

Una emoción puede experimentarse solo cuando todo el cuerpo está excitado e involucrado en la acción. Esto significa que el estiramiento de los brazos por encima de la cabeza debe ser tan completo que fuerce los brazos en su articulación con los hombros. Describo esta acción a mis pacientes como tratar de alcanzar un rayo. Pero para que todo el cuerpo participe, el estiramiento debe venir en realidad desde el suelo. A fin de lograrlo, se flexiona las rodillas, se elevan ligeramente los talones y se estira el cuerpo hacia arriba y hacia atrás desde la almohadilla de los pies. El cuerpo se dobla como un arco que encuentra su soporte en la planta de los pies y en los puños elevados.
Cuando uno alcanza esta posición, el golpe es un movimiento suelto.

Golpear la cama no implica mayor esfuerzo que lanzar una flecha. Así como el poder de una flecha depende del grado en que se curve el arco, el poder de un golpe depende del grado de estiramiento del cuerpo. Esto coincide con la ley fisiológica que dice que el poder de una contracción muscular es directamente proporcional al grado de estiramiento. Para la mayoría de las personas, no resulta fácil alcanzar tal naturalidad al golpear la cama. A veces se producen grandes tensiones en los músculos de los hombros, entre los hombros y la escápula y entre ésta y la columna vertebral, lo cual denota cuán grave es el bloqueo de la expresión del enojo. Cuando se utiliza este ejercicio en la terapia, es necesario conectar la tensión con el problema psicológico de la culpa. Sin embargo, esta conexión puede establecerse con mayor facilidad luego de que la persona ha experimentado su enojo.

En los talleres donde el grupo participa en todas las actividades, es posible que los miembros liberen su rabia en forma bastante rápida. En estos talleres, se intensifican todos los sentimientos a causa de la excitación que invade al grupo cuando un miembro tras otro expresan una emoción fuerte. Así, cuando un individuo practica el ejercicio de golpear la cama con rabia, los otros se ven motivados a seguirlo. Uno tras otro se turnan para golpear y desahogar la rabia contra sus padres por los traumas que sufrieron durante su infancia. En la mayoría de los casos, la rabia es asesina, pero desaparece con rapidez y el individuo se siente liberado. Es una liberación catártica. La persona siente todo su enojo pero no lo descarga, hasta que no se libera la tensión en los músculos de la parte superior de la espalda y los hombros, que actúan para suprimir el enojo, éste no se descarga por completo; pero es un paso importante en esa dirección.

Debe quedar entendido que el enojo, si bien se asocia con el pasado, proviene directamente de las tensiones musculares crónicas, que limitan el organismo y reducen su libertad de movimiento. El enojo es la reacción natural contra la perdida de la libertad. Esto significa que cualquier tensión muscular crónica en el cuerpo está asociada con él. De más está decir que si uno no siente la tensión, uno no siente enojo alguno. Uno acepta la limitación de sus movimientos y la perdida de la libertad como normales, tanto como un esclavo podría aceptar su esclavitud sin enojarse.
Una vez que uno siente y comprende la tensión, es consciente de su enojo y se da cuenta de que golpear la cama para expresarla no es un ejercicio que deba practicar una sola vez. Se lo debe practicar en forma regular tanto en las sesiones de terapia como en el hogar, si es posible, hasta que los brazos y hombros adquieren movimientos libres y se restablezca por completo la capacidad para expresar el enojo.

El enojo puede expresarse por medio de la voz, con palabras o con la mirada, pero estos modos de expresión resultan para la mayoría tan difíciles como golpear la cama. Para que el enojo se refleje en una mirada es necesario que uno lo sienta en todo el cuerpo, lo cual hace que la onda de excitación llegue a los ojos. Los ojos de algunas personas arden cuando están muy enojados. Los ojos fríos y mezquinos son hostiles, no son ojos enojados, y los ojos ennegrecidos expresan odio en lugar de enojo. Uno también puede comunicar que se siente enojado con palabras, pero éstas no expresaran el enojo a menos que sean pronunciadas con un tono de enojo. Ese tono puede ser un sonido agudo y penetrante, un grito fuerte o un alarido. Para expresar verdadera rabia, el sonido debe ser acorde con la situación. Dar un alarido o gritar, por ejemplo, a menudo expresa rabia y frustración en lugar de enojo. Debe tenerse en cuenta que el enojo no se utiliza para controlar a otros sino para salvaguardar la propia integridad y los buenos sentimientos.

Como adultos, por lo general no necesitamos gritar, dar un alarido o golpear a alguien para expresar nuestro enojo. Podemos expresarlo con calma, siempre que lo sintamos fuertemente. Este ejercicio y otros están destinados a ayudar a los pacientes a liberar su enojo, a alcanzar la libertad de expresarlo para luego aprender a contenerlo y controlarlo. El control consciente de los sentimientos depende de la conciencia que se tenga de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario