jueves, 15 de septiembre de 2016

El Gozo, parte 17


5. El enojo: otra emoción sanadora

¡Estoy tan enojado!


Hemos visto que todos los pacientes necesitan llorar para desahogar el dolor y la tristeza ocasionados por las “heridas” físicas y emocionales de su niñez. Por lo general, a los niños se les enseña a no llorar y, en muchos casos, se los castiga o se les grita por hacerlo. La inhibición del llanto provoca una seria tensión crónica en los músculos del tubo interno del organismo relacionado con las funciones respiratoria y alimenticia. Estas tensiones producen contracturas en el tubo respiratorio y de esta manera limitan la respiración de la persona, reducen su energía y disminuyen su expresión vocal. Pero no es este el único efecto de los traumas de la infancia. También se producen tensiones serias en el tubo externo, entre cuyas principales funciones se encuentra la de trasladar el cuerpo en el espacio. Una historia dolorosa se refleja en la pérdida de gracia del cuerpo, en las divisiones que separan sus segmentos principales: la cabeza del tronco, o la pelvis del tórax.  Estos cortes destruyen la integridad de la personalidad, que no se puede restablecer simplemente llorando.

La emoción que restaura o protege es el enojo. Todos los pacientes tienen enojo suprimido, y en muchos casos esto implica una furia asesina que no pudieron expresar cuando de niños fueron lastimados. Estos sentimientos deben expresarse en un lugar seguro para que el cuerpo recupere su vitalidad y su unidad. Sin embargo, al igual que con el llanto, los pacientes tienen gran dificultad en expresar su enojo de manera eficaz y apropiada. Sin esta capacidad, el individuo resulta victima o victimario.

El enojo es una emoción importante en la vida de todo ser, ya que sirve para conservar y proteger la integridad física y psicológica del organismo. Sin el enojo nos encontramos indefensos ante los ataques a que la vida está expuesta. Las crías de las especies mas desarrolladas carecen de la coordinación motriz necesaria para expresar el enojo, y por tanto necesitan la protección de los padres. Esto es particularmente valido para el ser humano, que requiere mas tiempo que la mayoría de los otros mamíferos para adquirir esta capacidad. Pero decir que un bebé no puede enojarse no es del todo cierto. Si se sujeta a un bebé se puede percibir su esfuerzo por liberarse, que representa una respuesta colérica aunque inconsciente. Si se le retira el pecho a un bebé, se sentirá como muerde con las encías para retener el pezón si aún no esta listo para soltarlo. Como la mayoría de los padres saben, morder es una clara expresión de enojo.

A medida que el niño crece y aumenta su coordinación motriz, se desarrolla su capacidad para expresar rabia y responde con enojo a cualquier violación de su integridad o de su espacio, que incluye sus posesiones personales. Si con su enojo no logra proteger su integridad, el niño llora, ya que se siente indefenso ante la situación traumática. La emoción del enojo es parte de la función mas amplia de la agresión, que literalmente significa “avanzar”. La agresión es lo opuesto a la regresión, que significa “retroceder”. En psicología es lo opuesto a la pasividad, que denota una actitud de inmovilidad o de espera. Podemos avanzar hacia otra persona por amor o por enojo. Ambas acciones resultan agresivas y ambas son positivas para el individuo. Por lo general, no nos enojamos con la gente que no significa nada para nosotros o que no nos ha herido. Si son simplemente personas negativas, las evitamos. Cuando nos enojamos con las personas que nos importan, lo hacemos para restablecer una relación positiva con ellas. En mi opinión, todos hemos vivido una situación en la cual, luego de una pelea con un ser amado, se restablecen los buenos sentimientos.

En un seminario dictado en la casa de Reich en l945, éste declaró que la personalidad neurótica solo se desarrolla cuando la capacidad de un niño de expresar rabia ante un insulto a su personalidad se ve bloqueada. Señaló que la frustración de la  búsqueda del placer conduce a un retiro del impulso que lleva a la pérdida de la integridad corporal. Dicha integridad solo puede  reestablecerse por medio de la movilización de la energía agresiva, y su expresión como enojo. Esto reestablecería los límites naturales del organismo y su capacidad para salir al mundo nuevamente.

El ser humano vive el enojo como una onda de excitación que asciende por la  espalda y se transmite a los brazos, que se cargan de energía para golpear. La excitación también fluye hacia la parte superior de la cabeza y desciende hacia los caninos superiores que también se cargan de energía para morder. Yo he sentido este flujo de excitación en mi canino durante un ejercicio con el enojo. Cuando  dicha excitación recorre los músculos de la espalda, éstos se encorvan en posición de ataque. Al mismo tiempo se puede sentir cómo se eriza el pelo en la cabeza y en la espalda. Muy rara vez ocurre esto en los seres humanos, pero es común observarlo en los perros.
En la Figura 2A se puede apreciar esta excitación en el enojo. En la figura 2B el flujo de excitación se  encuentra invertido, en consecuencia, los ojos están muy abiertos y las cejas arqueadas, la cabeza echada hacia atrás y los hombros levantados. Este es el movimiento energético al sentir miedo. Si un individuo no puede enojarse queda inmovilizado en una posición de miedo. Las dos emociones son antitéticas: cuando uno está enojado, no tiene miedo, y viceversa.

Por el mismo motivo, cuando una persona está muy atemorizada, podemos suponer que tiene una cantidad igual de enojo potencial o suprimida en su personalidad. Expresar el enojo libera el miedo, así como llorar libera la tristeza. En la mayoría de los casos, el miedo se niega y se suprime en la misma medida, y como resultado la persona queda inmovilizada o insensibilizada. En esta situación, es importante encontrar una manera de ayudar a la persona a entrar en contacto con su enojo suprimido.
Hablar con un paciente acerca de sus problemas le permite en ocasiones ponerse en contacto con un sentimiento de enojo que puede expresar en el ejercicio de golpear. El llanto permite expresar lo mismo en forma más directa. Si un paciente comienza a llorar como consecuencia del ejercicio descrito en el capítulo anterior, sentirá su herida y su dolor. La tristeza se transformará en enojo que puede expresarse golpeando la cama.

Así como no liberamos la tristeza si lloramos una sola vez, ningún paciente liberará todo su enojo suprimido golpeando la cama una vez.
En el transcurso de la terapia, a medida que el llanto se hace más profundo,
el enojo se vuelve mas fuerte, y se le comprende mejor.
También es posible movilizar el sentimiento de enojo golpeando en forma mecánica al principio, enfoque que puede compararse con el cargar una bomba de agua: la acción misma puede inducir el sentimiento de enojo ya que éste se encuentra inserto en el movimiento mismo. En el ejercicio de golpear, la persona usa los puños si es hombre o una raqueta de tenis, si es mujer. La raqueta otorga a una mujer una mayor sensación de poder. Los hombres tienen más   fuerza en los brazos y pueden romper la raqueta si la utilizan para golpear la cama. Se le indica al paciente que acompañe la acción con palabras que también expresen su sentimiento. Podría decir, por ejemplo: “Tengo tanta bronca”, “Te aplastaría”, “Te mataría”. Combinar las palabras con la acción física realza el sentimiento.

Así como todos los pacientes tienen algún motivo por el cual llorar o patear a causa del trato que recibieron en la infancia, también tienen muchos motivos para estar enojados. Pero su enojo puede provenir de su situación actual, que no pueden abordar en forma adecuada por miedo a una represalia. El ejercicio libera la tensión de los músculos que habían bloqueado la expresión del enojo, y en consecuencia facilita y promueve, la capacidad de expresar el enojo en todas las situaciones de la vida. Según mi experiencia, nunca conduce a la “actuación” (acting-out), es decir, a la expresión irracional del enojo. Y en todos los años que he utilizado este ejercicio con mis pacientes, nadie salio lastimado ni se rompió nada en mi lugar de trabajo. Si siento que un paciente está perdiendo el control, lo detengo y le muestro como controlar sus acciones sin dejar de expresar su enojo.

Cuando digo que el enojo no es una emoción destructiva, hago una distinción
Entre enojo, rabia y furia. La rabia implica una acción destructiva. Tiene intención de lastimar, de herir a alguien o de romper algo. También enceguece y el ataque se vuelca a menudo sobre algún inocente, alguien indefenso, o un niño. Decimos de una persona que se encuentra enceguecido de rabia. Además, la rabia es explosiva, de manera que una vez que se desata no puede ser controlada. Se puede controlar el enojo, pero no la rabia. Como señalara en mi libro “El Narcisismo”, la rabia crece cuando una persona siente que su poder se ve bloqueado o frustrado. Un niño que persistentemente se resiste a una exigencia de su padre puede provocar en éste una rabia que apunte a doblegar la resistencia del niño forzándolo a obedecer.
Cuando un niño no obedece una orden de su padre, lo conduce a enfrentarse con su sentimiento de impotencia, que proviene del hecho de que durante su infancia fue a su vez obligado a obedecer sin poder expresar su propio enojo por miedo. Ese enojo suprimido se convierte en rabia y actúa en el presente sobre el niño u otra persona a quien el padre no teme. Muchos de mis pacientes fueron obligados a someterse al poder de sus padres cuando eran niños y eran a menudo castigados con una paliza en las nalgas, castigo en particular humillante, ya que socava el sentido de dignidad y privacidad del niño. Otros han relatado como se los obligaba a ir buscar el arma de su castigo, ya fuera una correa, una vara, etc., lo cual aumenta el miedo del niño y lo humilla. Si éste sufre un abuso grave, la rabia que sentiría normalmente queda enterrada bajo una montaña de miedo y se transforma en una rabia asesina cuando se libera. Sin embargo, esa rabia debe ser liberada para que la persona pueda sentir y expresar enojo genuino.

Cuando pido a mis pacientes que golpeen la cama con los puños o con una raqueta, lo que a menudo sale a flote es rabia, no enojo. En un principio, por lo general se rehúsan a expresar algún sentimiento en sus golpes, que son golpes impotentes, pero una vez que comienzan a soltarse, golpean rápida y desconsoladamente, como si quisieran aplastar o matar. Este tipo de acción es histérica por cuanto no está integrada al ego y no es efectiva. Cuando les pregunto porqué o con quién están enojados, o contra quién esta dirigida la acción con frecuencia responden que no lo saben. En consecuencia, tiene poco valor para promover el proceso terapéutico de autodescubrimiento, aunque sirve para descargar una parte de la furia contenida. Estas acciones son catárticas y constituyen una válvula de seguridad, pues permiten desahogarse. A medida que la terapia progresa, tanto analítica como físicamente, el paciente se pone en contacto con los motivos de su rabia, sus golpes se concentran más y puede sentir su enojo. Si se acompañan los golpes con las I palabras adecuadas, la acción se vuelve ego sintónica (acorde con el ego).

Más intenso que la rabia es la furia. “Estoy furioso” expresa un sentimiento extremo de enojo, simbolizado por el remolino o el tornado que destruye todo lo encuentra en su camino. Una de mis pacientes tuvo un sueño en el que sentía que un viento crecía dentro de ella y la levantaba del suelo. También sentía que sus mejillas se hinchaban, como se ve en las películas cuando sopla un fuerte viento norte. Mientras flotaba en el aire, movía las manos en señal de amenaza a unas personas que se encontraban en la habitación con ella. Interpreté este sueño como un viento creciente que nunca se liberó, nunca llegó a ser remolino.

Sentimos un odio profundo por aquellos a quienes alguna vez amamos profundamente pero que, según sentimos, nos han traicionado. No obstante, el odio puede proyectarse (transferirse) a otros con quienes no hemos tenido una relación Íntima ni ningún trato personal.
Un estado de congelamiento solo puede cambiar por medio del calor; específicamente el calor que emana del enojo. La rabia, cuando es suprimida, por oposición al enojo, es un sentimiento frío. Un individuo puede sentir como el calor de su enojo crece en su cabeza a medida que crece la excitación. Sentirá calor en la cabeza debido al aumento de flujo de sangre, lo cual puede, literalmente, hacerlo “ver todo rojo” (enfurecerse). El enojo es una fuerza vital positiva que tiene poderosas propiedades curativas.
Cabe señalar que la terapia apunta a restablecer la capacidad del individuo para sentir y expresar enojo, respuesta natural a las situaciones que hieren o amenazan su integridad o libertad.

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