viernes, 7 de octubre de 2016

El Gozo, parte 20

Capítulo 5 (continuación)

Otro ejercicio que utilizo en situaciones grupales consiste en hacer que los participantes dirijan su enojo contra mi. En este caso, el grupo se sienta en circulo mientras yo me paro o me acuclillo ante cada uno por turno, le pido al participante que levante los dos puños, proyecte la mandíbula hacia adelante, abra mucho los ojos y diga, mientras sacude los puños contra mi: “¡Te mataria!”. Este ejercicio apunta a causar una mirada de enojo, que resulta muy difícil a la mayoría de las personas. Si alguien dice que no siente rabia hacia mi, le contesto que no me lo tomo como algo personal. Digamos que es como estar actuando, pero los actores deben poder volcar sentimientos reales en lo que hacen. Nunca nadie me ha atacado, pero me mantengo fuera del alcance de los golpes y el hecho de que ellos estén sentados me ofrece mas protección. Cuando practico este ejercicio incluso estando solo, de inmediato siento que se me eriza el pelo en el cuello y en la cabeza. Las orejas se mueven hacia atrás, mi boca gruñe y siento con cuanta facilidad podría atacar a alguien. Cuando abandono la expresión, al momento el sentimiento se desvanece. Esto me ha convencido de que sentir equivale a activar la musculatura adecuada. La falta de capacidad de algunas personas para movilizar los músculos es lo que provoca la ausencia del sentimiento de enojo. Igualmente cierto es que la falta de capacidad para activar los músculos que producen los sonidos del llanto les dificulta sentir tristeza.

Los ojos cumplen un papel muy importante en el sentimiento del enojo. He comprobado que las personas cuyos ojos lucen relativamente sin vida, es decir, opacos y sin chispa, tienen gran dificultad para sentir enojo. Una vez tuve un paciente que se encontraba en estas condiciones. Era muy difícil despertarle cualquier sentimiento fuerte. Era una persona muy brillante y siempre en pleno dominio de sus actos y palabras. Este rasgo lo había hecho triunfar en su profesión, pero lo llevo a la depresión.
Todo músculo contracturado, toda parte del cuerpo congelada retiene los impulsos de enojo que constituyen, fundamentalmente, la agresión necesaria para restablecer la integridad y la libertad corporal. Los brazos y las manos son nuestros principales órganos agresivos y el niño aprende muy temprano en la vida a usarlos para expresar su enojo. Pero golpear no es la única forma de esa expresión. Se puede arañar y hay muchos niños que lo hacen. Es mas probable que las mujeres expresen su rabia arañando.

 A menudo, para ayudar a un paciente a movilizar la energía y el sentimiento de sus ojos, lo hago mirarme a los ojos mientras me inclino sobre el cuando está tendido en la cama. Puedo cambiar la expresión de mis ojos a voluntad y pasar de una mirada suave a una dura y enojada, de una expresión burlona a una fría. La mayoría de los pacientes reaccionan en forma acorde a estas expresiones. De vez en cuando, cuándo dejo que, frente a una paciente femenina, mis ojos adopten una mirada seductora y burlona o una muy hostil, levantará sus manos como garras y me dirá: “!Te voy a sacar los ojos a arañazos!”. No debemos subestimar el poder de una mirada para asustar a un niño.

Una tercera forma que tiene el niño de expresar rabia es morder. Algunos niños pequeños son mordedores, lo cual en la mayoría de los casos lleva a una reprimenda cortante y dura por parte de los padres. Pueden tolerar que el niño golpee, aunque no lo acepten, pero nunca toleran que muerda. Evoca un miedo muy primitivo en las personas. El niño que muerde es considerado como un animal salvaje que debe ser domesticado. Sin embargo, debemos reconocer que es un impulso sumamente natural y que la mejor manera de controlar a un niño es a través de la educación, no del castigo. Algunos padres incluso muerden a sus niños para que éstos sepan como duele, pero también para asustarlos y que no lo repitan. Así, el miedo a morder queda bloqueado en la personalidad como una tensión crónica en la mandíbula. En el capitulo 3 vimos que esta tensión esta relacionada también con la inhibición del llanto. Es la forma mas común de tensión crónica en las personas y es la causa del dolor en la articulación temporomandibular, del rechinamiento de los dientes y, en mi opinión, de la falta de oído para los tonos. Cuando la tensión en los músculos de la mandíbula es grave, puede afectar tanto la agudeza visual como la auditiva. La tensión en la mandíbula demuestra que hay retención. Colocamos la mandíbula en una actitud resuelta a no soltar, no renunciar, no rendirse.

Si bien se puede disminuir esta tensión por medio de técnicas de relajación, alentar al paciente a que muerda es el enfoque más directo del problema. Con este propósito, facilito una toalla. En algunos casos el hecho de morder la toalla puede provocar bastante dolor en los músculos mandibulares apretados, pero el dolor desaparece tan pronto como se detiene la acción. Este dolor no es una señal negativa. El paciente intenta movilizar músculos espásticos, lo cual es necesariamente doloroso; pero si practica en la casa la acción de morder y de mover la mandíbula hacia adelante y hacia atrás y de un lado al otro, los músculos se ablandan y el dolor se desvanece. Cesa el rechinamiento de dientes durante la noche y los pacientes comprueban que pueden abrir la boca en forma mas completa y con mayor libertad que antes.

A veces me trabo en una competencia con un paciente. Cada uno de nosotros muerde con fuerza con las muelas traseras un extremo de una toalla y, como dos perros, tirábamos y tratamos de arrebatarla uno al otro. Este ejercicio no pone en peligro la dentadura si se muerde con los molares. Por lo general, uno puede sentir como la tensión se extiende desde la articulación temporomandibular a la base del cráneo. Esta tensión es la principal resistencia a la entrega y el principal mecanismo por el cual una persona mantiene el autocontrol. Le impide perder la . cabeza y, por lo tanto, perder el control del ego. Dicho control, cuando es consciente, resulta positivo, pero en la mayoría de los casos es inconsciente y representa una retención del miedo. Por desgracia, el miedo también es inconsciente, lo cual hace que el problema se vuelva inaccesible a un abordaje verbal.

A menudo, pasa cierto tiempo en un proceso terapéutico hasta que el paciente se pone en contacto con su propio enojo o siente el problema que tiene al respecto.
Si una persona sufre una tensión muscular crónica en alguna parte del cuerpo, se mueve de manera tal de no sentir el dolor de la tensión. A medida que uno se pone en contacto con su cuerpo por medio de los ejercicios bioenergéticos, estas partes tensionadas se vuelven conscientes.

El sentimiento de enojo no pueden abrirse si se encuentra bloqueada la agresión sexual. En la medida en que un hombre o una mujer se sienta psicológicamente castrado por haber cercenado su agresividad sexual, su capacidad para expresar el enojo se vera de igual manera impedida. Si bien el enojo, que se expresa golpeando, mordiendo o arañando, es una función de la parte superior del cuerpo, su expresión eficaz requiere una fuerte base de seguridad en si mismo. De una persona que siente que no tiene piernas fuertes sobre las cuales apoyarse, difícilmente se puede esperar que se sienta cómoda con sus sentimientos de enojo. La tensión en la parte inferior de la espalda, que rodea al cuerpo y cercena todo deseo sexual en la pelvis, también interrumpe el flujo de energía hacia las piernas y los pies. 152


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