viernes, 5 de agosto de 2016

El Gozo, parte 11


Capítulo 3 (continuación)

Para mucha gente la risa es un disfraz que, como tal, puede tener valor si se trata de mantener el espíritu ante una crisis, pero en estos casos no es la franca risotada del verdadero goce la que se produce. Al trabajar con la voz, como describí anteriormente, puede ocurrir que un paciente, en vez de llorar, estalle en una carcajada espontánea. La situación, de todas maneras, no es oportuna para reír. Si está en terapia, es porque tiene serios problemas en su vida y porque le resulta difícil hacerles frente, según ella misma admite. En estas circunstancias, la risa puede verse como una resistencia a entregarse, una negación de la realidad de los propios sentimientos. Cuando le puntualizo esto a un paciente, su respuesta suele ser: “Pero es que no me siento triste”. En vez de enfrentar su resistencia, prefiero entonces unirme a él en su risa, reírme yo también y estimularlo a que se ría más fuerte aún. En la mayor, parte de los casos, cuando la risa se hace más estridente, el paciente termina sollozando y experimentando la tristeza subyacente bajo la superficie de su conciencia. Luego de llorar, siente un gran alivio y liberación.

Para las mujeres es más fácil llorar, o sea, sollozar, que para los hombres. Creo que esto es efecto de la cultura, porque suele creerse que es una vergüenza que los hombres lloren. No obstante, la facilidad de la mujer para llorar se vincula asimismo con su estructura corporal, que, en líneas generales, es más blanda que la de los hombres. Como regla, los hombres tienen un cuerpo mas rígido, no se quiebran fácilmente. Si esta rigidez es inconsciente, si es una actitud caracterológica, equivale a una falta de respuesta ante la vida y representa una perdida de espontaneidad y vitalidad. Los muertos no lloran.

Atribuyo la mayor longevidad de la mujer a su blandura, y creo que un hombre capaz de llorar puede vivir más. El llanto protege al corazón. Es el único modo de liberar el desconsuelo que provoca la perdida del amor. La vida es un proceso fluido, que se congela totalmente en la muerte y parcialmente en los estados de rigidez, que son estados de tensión. El llanto es una dilución o fusión. Los sollozos convulsivos del llanto son como el quiebre de los témpanos con el deshielo de la primavera. Las lagrimas fluyen como consecuencia.
Sin embargo, la mayoría de nosotros hemos sido muy profundamente heridos. Llevamos demasiado dolor en nuestro cuerpo como para entregarnos a nuestro self. Nuestra tristeza llega a la desesperanza, que debemos negar en bien de la supervivencia. Nuestro temor puede paralizarnos a punto tal que solo somos capaces de funcionar suprimiendo y negando el temor. Anulamos el sentimiento tensando el cuerpo y limitando la respiración, pero con ello anulamos también la posibilidad de gozo.

Ahora bien: la tensión solo puede aflojarse si uno expresa el sentimiento contenido en ella. Las técnicas de relajación solo tienen un efecto temporario. Tan pronto surge una situación vital capaz de evocar el sentimiento bloqueado, la musculatura vuelve a contraerse para controlar dicho sentimiento. Su descarga mediante un estallido histérico puede ser catártica, pero no genera tampoco una liberación perdurable. Si queremos liberar a nuestros pacientes, es importante que comprendamos la dinámica de la expresión de sí. El ego forma parte integral de ella, tanto como el cuerpo. Mente y cuerpo tienen que estar integrados en la expresión del sentimiento para que éste constituya una reafirmación del self. El llanto, o incluso el grito, no será terapéutico a menos que uno sepa por que llora o grita y pueda expresarlo en palabras. He visto a pacientes que, respirando sobre la banqueta, se echaban a llorar y me decían: “No se por que lloro”.

Si el sonido porta el sentimiento, las palabras expresan la imagen o idea que le da sentido. El análisis bioenergético es una técnica terapéutica de mente y cuerpo que trabaja con sentimientos e ideas, con sonidos y palabras. La mayoría de los pacientes, al echarse a llorar profundamente, repetirán “¡Oh, Dios!”, (¡ Oh, God!) que según dije antes es un pedido involuntario de auxilio por la angustia que padecen. Si el sonido del llanto es un pedido de ayuda, las palabras comunican dicho pedido en un nivel adulto. Cuando una persona expresa un sentimiento en palabras así como en sonidos y acciones, su ego se identifica con el sentimiento. A menudo, en medio de una liberación catártica un paciente gritará en forma espontánea, y luego dirá: “Me sentí gritar, pero no estaba conectado con ese grito”. Ponerle palabras al sentimiento contribuye a establecer la conexión.

Cuando una persona exclama “!Oh, Dios!” en medio de su llanto, le sugiero que le diga a Dios lo que siente. A veces dice: “No siento nada”, o bien: “No se lo que siento”. En tal caso tal vez yo le pregunto: “¿Se siente triste?”. “Si”, es la respuesta. “Bueno, entonces cuéntele a Dios que se siente triste”. Dirá: “Me siento triste”, en tono inexpresivo. “¿Cuan triste se siente?”, será mi próxima pregunta. “Muy triste”, es casi siempre la respuesta, y esa es la verdad de su self. Si consigo que empleen las palabras cargadas de sentimiento, su llanto se ahonda. Algunos pacientes se abren con facilidad y manifiestan: “Me siento herido, siento dolor” u otras enunciaciones semejantes que expresan las imágenes e ideas asociadas a su tristeza y a su llanto. Cuanto más pueden expresar en palabras por que lloran, mas integrados están. Mente y cuerpo trabajan juntos para brindar un sentido más intenso del self.

Los temas de la resistencia y la transferencia, tan críticos en toda terapia, solo pueden tratarse con palabras; pero si se pretende que éstas tengan algún valor, el paciente deberá estar en contacto con sus sentimientos. Si un paciente no siente su tristeza y no puede llorar, no lo alcanzaran las palabras.

Una de las razones de que el análisis bioenergético se centre en el cuerpo es que rara vez las palabras bastan para evocar sentimientos suprimidos. La supresión del sentimiento es obra del ego que observa, censura y controla nuestras acciones y conducta. Las palabras son su voz, así como el sonido es la voz del cuerpo. Y uno puede engañar con palabras pero difícilmente pueda engañar con el sonido. Reconocemos de inmediato un tono de falsedad en el sonido que no expresa auténticamente un sentimiento. En el análisis bioenergético es un axioma que el cuerpo no miente. Por desgracia, la mayoría de la gente es ciega a la expresión del cuerpo, porque desde pequeña se le enseño a creer mas en las palabras que escucha que en lo que percibe. Hay niños que retienen, empero, esa inocencia que les permite confiar en lo que ven. La moraleja del cuento sobre “Las vestiduras del emperador” es que solo los inocentes son capaces de ver la verdad. Los niños aun no aprendieron el sofisticado arte de jugar con las palabras para disimular los sentimientos.

A los niños que lloran cuando sufren algún daño se les dice: “¡Deja de llorar, o te daré motivos para llorar!” Y en algunos casos, para que dejen de llorar, se les duplica el castigo. Como todos sabemos, se les hace sentir vergüenza por llorar, sobre todo a los varones: solo las nenas lloran. Y también se disuade de llorar a los adultos: hay que ser valiente, el llanto es un signo de debilidad, etc. He comprobado que la capacidad de llorar es una señal de fortaleza. Las mujeres, que pueden llorar mas fácilmente que los hombres, son el sexo fuerte.

Cuando un individuo llora, cada sollozo es un pulso de vida que recorre su cuerpo, y que efectivamente es posible ver cuando lo atraviesa. Al llegar a la pelvis, provoca en esa estructura, como ya mencione, un movimiento hacia adelante. La persona que llora puede sentir como ese pulso toca el suelo pelviano al pasar por el canal interno del cuerpo. Eso es llegar al fondo. Pero este llanto profundo es tan infrecuente como la respiración profunda. El llanto tiene, no obstante, otra dimensión, que es la amplitud de la onda, expresada en el concepto de que el sonido producido es mas intenso o lleno. Un sonido lleno significa que la boca, garganta, pecho y abdomen están bien abiertos. El grado de apertura indica cuan abierto está el individuo a la vida, a tomar para sí y a sacar de sí. Cuando decimos que un paciente “se cierra sobre si mismo”, esto es literalmente cierto respecto de las aberturas de su cuerpo: sus labios estarán apretados, su mandíbula dura, la garganta constreñida, el pecho rígidamente alzado, el vientre aplanado, los glúteos metidos para adentro. Tendrá incluso los ojos más entrecerrados.

La terapia es el proceso de apertura a la vida, operación a la vez física y psicológica. Se manifiesta en ojos brillantes, amplia y cálida sonrisa, modales llenos de donaire y un corazón abierto. Pero abrir el corazón sin abrir los canales a través de los cuales fluye hacia el mundo el sentimiento del amor es un gesto vacío. Es como abrir las cajas de seguridad de un banco, pero mantener cerrada la puerta que da acceso al lugar donde se encuentran. Siempre inicio el programa de trabajo terapéutico ayudándole a la persona a abrir la voz (hacerse oír) y los ojos (ver con sus propios ojos), antes de abrir su corazón. No obstante, este proceso de apertura no es ni rápido ni sencillo. Es como aprender a caminar. El paciente prueba el terreno con cada paso que da. Debe aprender a confiar en sí mismo y renovar su confianza en la vida.
Y como un niño que tropieza y cae pero luego lo intenta otra vez, el paciente tropezara, sentirá temor e impotencia, pero al levantarse y seguir andando, crecerán su fe, su confianza, su sabiduría y su gozo.

Un llanto profundo puede provocar una irrupción tal que el sujeto perciba su libertad y sienta el gozo que ésta trae aparejado. Dichas irrupciones son como las del Sol brillando a través de las nubes de un cielo encapotado: no un signo de que la tormenta ha terminado, sino el indicio de que se aproxima el final de la tormenta. Cada irrupción vuelve al sujeto mas fuerte y abierto a la vida, mas capaz de entregarse a su cuerpo.
En el capitulo siguiente examinare las resistencias al llanto, que son fuertes, están hondamente estructuradas en la personalidad, y no puede abandonárselas sin antes comprender que surgieron como un medio de supervivencia.

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