martes, 5 de julio de 2016

El Gozo, parte 5

Entrega

La idea de “entrega” no goza de popularidad entre los individuos modernos, que conciben la vida como una batalla, una lucha, o al menos una situación competitiva. Para muchos, la vida es una actividad que apunta a alguna realización o logro, algún éxito. La identidad está mas ligada a la actividad que uno realiza que a su propio ser. Esto es típico de una cultura narcisista en la que imagen es mas importante que la realidad. En una cultura narcisista el éxito parecería aumentar la autoestima, pero solo lo hace porque agranda el ego. El fracaso tiene el efecto opuesto: achica el ego. En esta atmosfera, la palabra “entrega” se equipara con derrota, pero en rigor solo es una derrota del ego narcisista.

Sin una entrega del ego narcisista, no hay entrega al amor, y sin esta entrega, el gozo es imposible. Entrega no significa abandonar o sacrificar el ego, sino que este reconozca que su papel es estar al servicio del self, como órgano de la conciencia y no ser el amo del cuerpo. Debemos admitir que el cuerpo posee una sabiduría derivada de miles de millones de años de historia evolutiva, que la mente consciente apenas puede imaginar, pero nunca aprehender. El misterio del amor, por ejemplo, esta mas allá del alcance del conocimiento científico. La ciencia no puede establecer ninguna conexión entre su concepción del corazón como un órgano destinado a bombear sangre por todo el organismo, y la concepción del corazón como órgano del amor, que es un sentimiento. Los hombres sabios han entendido esta aparente paradoja. La afirmación de Pascal, “El corazón tiene razones que la razón no conoce”, es cierta.

La parte oscura e inconsciente de nuestro cuerpo es lo que mantiene el fluir de la vida. No vivimos por obra de nuestra voluntad. La voluntad es impotente para regular o coordinar los complicados procesos bioquímicos y biofísicos del cuerpo. Es impotente para gravitar en el metabolismo del que depende la vida. Este concepto es muy tranquilizador, ya que su ocurriera lo inverso, ante la primera falla de la voluntad la vida acabaría.

Y sin embargo los seres humanos tenemos la arrogancia de suponer que sabemos mas que la naturaleza. Yo tengo fe en el poder del cuerpo viviente para curarse a si mismo, lo cual no quiere decir que no podamos contribuir a ese proceso curativo, pero si que no podemos reemplazarlo. La terapia es un proceso de curación natural en el que el terapeuta da su apoyo a la propia función sanadora del cuerpo. No es el medico el que le dice al cuerpo como reparar un hueso fracturado, ni quien le ordena a la piel regenerarse a sí misma después de haber sufrido un corte o una herida. En muchos casos, la curación se produciría incluso sin el apoyo del medico.

Me he preguntado por que no pasa lo mismo con la enfermedad mental o, emocional. Cuando nos deprimimos, ¿por qué no nos curamos en forma espontánea? Debo decir que algunos individuos logran superar espontáneamente su reacción depresiva. Por desgracia, en la mayoría de los casos la depresión tiende a repetirse, porque persiste la causa subyacente. Esa causa es la inhibición de la expresión de los propios sentimientos de temor, tristeza o ira. La supresión de estos sentimientos y la tensión concomitante reducen la motilidad del cuerpo, lo que origina una merma de la vivacidad. Junto a ello esta la ilusión de que uno será amado por ser bueno, obediente, exitoso, etc. Esta ilusión contribuye a mantener el ánimo del individuo en su afán por conquistar el amor ajeno, pero como el verdadero amor no puede adquirirse ni ganarse con ninguna actuación, tarde o temprano la ilusión se derrumba y el individuo se deprime. La depresión desaparecería si pudiera sentir y expresar lo que siente. Cuando se consigue que un paciente deprimido llore o se encolerice, se logra sacarlo, al menos temporalmente, de su depresión. La expresión del sentimiento alivia la tensión, permitiendo que el cuerpo recobre su motilidad y por tanto aumente su vivacidad. Este es el aspecto físico del proceso terapéutico. Por el lado psicológico, es preciso develar la ilusión y comprender su origen infantil y su papel como mecanismo de supervivencia.

Todos los pacientes padecen de alguna ilusión, en diverso grado. Algunos tienen la ilusión de que la riqueza les traerá felicidad, o de que la fama les asegurara el amor, o de que la sumisión los protege contra una posible violencia. Nos forjamos estas ilusiones en una época temprana de la vida, como medio de sobrevivir a una situación infantil penosa, y ya adultos tememos renunciar a ellas.

Las ilusiones son defensas del ego contra la realidad, y si bien nos ahorran el dolor que puede causarnos una realidad aterradora, nos hacen prisioneros de la irrealidad. La salud emocional consiste en la capacidad para aceptar la realidad, no para huir de ella. Nuestra realidad básica es nuestro cuerpo. Nuestro self no es una mera imagen mental sino un organismo real viviente y pulsante. Para conocernos, tenemos que sentir nuestro cuerpo. La perdida de sentimiento en algún lugar del cuerpo es la perdida de una parte de nuestro self. La autoconciencia, primera etapa del proceso terapéutico de autodescubrimiento, es el sentimiento del cuerpo total, de la cabeza a los pies. Muchos individuos lo pierden en situaciones de estrés. Se disocian de su cuerpo para escaparle a la realidad, reacción de tipo esquizofrénico que constituye un serio trastorno emocional.

Pero en nuestra cultura casi todos estamos  disociados de ciertas partes del cuerpo. Algunos no tienen sensación alguna de su espalda — en especial aquellos de quienes se dice que “carecen de espina dorsal” —; otros no sienten sus vísceras — son los que revelaran su falta de coraje —. Todas las partes del cuerpo contribuyen a nuestro sentido del self si estamos en contacto con ellas. Y solo podemos estarlo si se mantienen vivas y móviles. Cuando todas las partes están cargadas de energía y vibran, nos sentimos mas vivos y gozosos. Pero para que esto ocurra tenemos que entregamos al cuerpo y sus sentimientos.

Dicha entrega implica permitir que el cuerpo este plenamente vivo y libre. Implica no controlarlo, no hacer con el como si fuera una maquina que uno debe poner en marcha o detener. El cuerpo tiene una mente y sabe lo que debe hacer. De hecho, lo que entregamos es la ilusión del poder de la mente.
Para comenzar, lo mejor es hacerlo por la respiración. Esta es la base de la técnica que Reich empleo en su terapia conmigo. La respiración es quizá la función corporal mas importante, porque de ella depende la vida en gran medida. Se caracteriza por ser una actividad natural involuntaria pero al mismo tiempo sujeta al control consciente.

Los estados emocionales afectan en forma directa la respiración. Cuando una persona se enoja mucho, su respiración se acelera a fin de movilizar mas energía para una acción agresiva. El temor tiene el efecto opuesto: hace que la persona retenga la respiración, pues en dicho estado se suspende la acción. Si el temor se convierte en pánico (como cuando alguien quiere escapar desesperadamente de una situación peligrosa), la respiración se vuelve rápida y muy superficial. En estados de terror, uno apenas respira, ya que el terror tiene sobre el cuerpo un efecto paralizante. En estados de placer, la respiración es lenta y profunda; pero si la excitación placentera se incrementa hasta el gozo o el éxtasis, como en el orgasmo sexual, la respiración se torna muy rápida y también muy profunda, en respuesta al mayor monto de excitación placentera de la descarga. Estudiando la respiración de una persona, el terapeuta comprende su estado emocional.

Hacer es lo opuesto de entregarse. Hacer es una función del ego, mientras que entregarse al cuerpo exige abandonar al ego.
Las experiencias transformadoras revelan la posibilidad del gozo y son, por ende, significativas y muy preciadas, pero rara vez llegan lo bastante profundo como para que sus efectos sean perdurables. Para que esto ocurra, uno debe elaborar los conflictos que derivan del pasado y están hondamente estructurados en la personalidad, tanto en el plano físico como psíquico.

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