jueves, 31 de marzo de 2016

La desobediencia y otros ensayos, parte 8


IV
EL HUMANISMO COMO FILOSOFÍA GLOBAL 
DEL HOMBRE


Hay una definición de humanismo -en mi opinión estrecha- que se refiere al humanismo como ese movimiento de los siglos XV y XVI que significó un retorno al saber y a las lenguas clásicas, el griego, el hebreo y el latín. Totalmente distinta es la definición de humanismo como una filosofía global del hombre -una filosofía global que tiene uno de sus picos en el Renacimiento, pero cuya tradición abarca 2500 años, a partir de los profetas en el mundo occidental y de las enseñanzas budistas en el Este-.
¿Cuáles son los principios fundamentales de este humanismo? La filosofía humanista puede caracterizarse de la siguiente manera: primero, la creencia en la unidad de la raza humana, en que no hay nada humano que no se encuentre en cada uno de nosotros; segundo; el énfasis en la dignidad del hombre; tercero, el énfasis en la capacidad del hombre para desarrollarse y perfeccionarse a sí mismo., y cuarto, el énfasis sobre la razón, la objetividad y la paz. El filósofo polaco Adam Schaff ha dado otra descripción, el llama humanismo “a un sistema de reflexiones acerca del hombre, que lo reconoce como el sumo bien y se ocupa de crear en la práctica las mejores condiciones para su felicidad”.

Trataré de dar una idea de cómo ha sido expresada esta filosofía humanista en los diversos periodos de la cultura.
Primero, el humanismo budista. El budismo clásico es lo que hoy se llamaría una filosofía existencialista, que parte de un análisis de la verdadera condición de la existencia humana y llega a la idea de que la existencia humana implica necesariamente sufrimiento, y de que solo hay una manera de eliminar ese sufrimiento, que consiste en refrenar el ansia de bienes.

Otra rama de la filosofía humanista se encuentra en el Antiguo Testamento. En Isaías, 19, 23-25, dice: “En ese día habrá una carretera de Egipto a Asiria… En ese día Israel será el tercero con Egipto y con Asiria.” este es un ejemplo del espíritu de universalismo y del concepto de que un hombre único es el centro del pensamiento. Encontramos en el Antiguo Testamento el concepto, específicamente humanista, de amar al prójimo, y otro concepto que trasciende considerablemente a éste: amar al extranjero, a la persona que no está vinculada con uno por lazos de sangre. El Antiguo Testamento dice: “Ama al extranjero, porque habéis sido extranjero en Egipto, y por lo tanto conocéis cómo se halla el alma del extranjero”. (Éxodo, 23,9) . Todos compartimos la misma experiencia humana y es por eso que podemos entendernos unos a otros.

La misma idea a continuado en el pensamiento cristiano a través del mandamiento: “Amad a vuestros enemigos” (Mateo, 5,44). Naturalmente, la idea de Cristo dentro de la religión cristiana era en sí misma una expresión del espíritu humanista. Nicolás de Cusa dijo que: “la humanidad de Cristo vincula a los hombres entre sí y es la máxima prueba de la unidad interna de la humanidad”.

Hay el humanismo griego, en el que encontramos obras como la Antígona de Sófocles, en que Antígona representa el humanismo y Creón las inhumanas leyes hechas por el hombre.
Un gran humanista latino, Cicerón, escribió: “Debes concebir todo este universo como una comunidad de la cual son miembros tanto los dioses como los hombres”.

Los grandes nombres del humanismo renacentista -Erasmo, Pico della Mirandola, Postel y muchos otros-  llevaron al humanismo a un concepto en el cual el énfasis cae en “el hombre como tal” y cuya tarea es desarrollarse plenamente, llegar a ser lo que es potencialmente. También importante era su insistencia sobre la razón, y ante todo sobre la paz. La Guerra de los Treinta Años, que fue tan catastrófica para Europa, tanto desde el punto de vista material como espiritual, se produjo pese a los frenéticos esfuerzos de los filósofos humanistas por impedirla tratando de crear una atmósfera de objetividad.

En lo que respecta a la filosofía del iluminismo, dese el siglo XVII hasta el XIX, me basta mencionar unos pocos nombres -Spinoza, Locke, Freud y Marx-. La esencia misma del humanismo, la idea de que toda la humanidad está en cada uno de nosotros, Goethe la formuló muy claramente: “Los hombres llevan dentro de sí no solo su propia individualidad, sino a toda la humanidad con todas sus potencialidades”. Freud a trasladado a la práctica esta idea humanista: todo el psicoanálisis (es decir, el intento de entender lo que es inconsciente en otra persona) presupone que lo que detectamos en el inconsciente de otro está vivo en nosotros mismos.

Uno de los últimos grandes humanistas fue Marx. Escribió: “Un ser no se considera a sí mismo independiente a menos que sea su propio dueño, y solo es su propio dueño cuando debe su existencia a sí mismo. Un hombre que vive por el favor de otro, se considera a sí mismo dependiente”. El hombre solo es independiente si se hace dueño de su múltiple ser de una manera global, con lo que llega a ser un hombre entero. Marx acentúa más que cualquier otro la independencia, el no deber la existencia a ningún otro, o, para utilizar otro término que el usaba a menudo, la “autogestión”. Marx lo expresó en otro contexto: “Si uno ama sin evocar amor en reciprocidad (si uno no es capaz mediante la manifestación de sí mismo como persona amante, de hacerse amar), entonces ese amor es impotente, es una desgracia”. Lamentablemente, Marx está tan erróneamente representado que no se conoce muy bien este sesgo humanista de su pensamiento.  

En general, el humanismo surgió como una reacción ante una amenaza contra el hombre. Hoy vivimos un periodo en el que la amenaza contra la existencia espiritual del hombre. En la sociedad industrial -la capitalista o la así llamada comunista, sin que haya diferencia alguna- el hombre se transforma cada vez más en una cosa, el homo consumens, un eterno cliente. Todo se vuelve artículo de consumo. El hombre se va alienando, se vuelve cada vez más “uno cualquiera” y no un “Yo”, para utilizar una expresión de Heidegger. Se transforma progresivamente en el hombre organización, en una cosa, y corre peligro de perderla esencia misma de la humanidad, el estar vivo.

Precisamente como reacción ante tales peligros, ha surgido en los últimos años el nuevo movimiento humanista o el renacimiento del humanismo, que se desarrollo -hecho muy interesante- en todos los campos ideológicos. Vemos un nuevo humanismo dentro de la Iglesia católica. En la Iglesia Protestante hay un movimiento similar. Albert Schweitzer es uno de los máximos representantes del humanismo protestante. Y aunque sea menos conocido, uno ve el mismo renacimiento dentro del marxismo..

Es cierto que las concepciones de los humanistas católicos, los protestantes y los marxistas (incluso entre los marxistas mismos) son muy diferentes. Sin embargo, tienen mucho en común. Primero, coinciden en que, si bien, es importante la expresión de una actitud en un concepto pensado, éste solo tiene significado si lo referimos a la realidad. Los conceptos pensados, en sí mismos, tienen poco peso. No son sino palabras a menos que las acciones de la persona, en su vida diaria -con respecto a la guerra y la paz, en su actitud hacia sus vecinos-, se enraícen en esta sustancia humana. Los humanistas, pese a ubicarse en campos doctrinarios diferentes, encuentra más coincidencias que divergencias; se comprenden notablemente bien, aunque cada uno mantenga su propio marco de referencia.

El segundo factor común para el nuevo humanismo contemporáneo es su preocupación por el hombre, por su pleno desarrollo, por salvarlo no solo de la extinción física sino también de la muerte intelectual con que lo amenaza la sociedad industrial.

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