martes, 1 de marzo de 2016

La desobediencia y otros ensayos, parte 4

 Psicoanálisis humanista y teoría de Marx (continuación)

El concepto de carácter social ofrece respuesta a importantes problemas que la teoría marxista no analizó a fondo.

1) ¿Cuál es la causa por la cual una sociedad logra asegurarse la lealtad de la mayoría de sus miembros, aunque estos sufran bajo el sistema y aunque su razón les diga que la lealtad a ella los perjudica? ¿Por qué su interés real  como seres humanos no triunfó sobre sus intereses ficticios engendrados por todo tipo de influencias y lavados de cerebro? ¿Por qué la conciencia de su situación de clase y de las ventajas del socialismo no fue tan eficaz como lo supuso Marx? La respuesta a estas interrogantes reside en el fenómeno del carácter social. Cuando una sociedad ha logrado moldear la estructura de carácter del hombre común de modo tal que le guste hacer lo que debe hacer, éste se siente satisfecho con las condiciones que le impone la sociedad. Es innecesario aclarar que un carácter social que, por ejemplo, está satisfecho con la sumisión, es un carácter mutilado. Y así, mutilado o no, cumple los requisitos de una sociedad que necesita de hombres sumisos para funcionar.

2) El concepto de carácter social también sirve para explicar el nexo entre la base material de una sociedad y la “superestructura ideológica”. Sin embargo, no es solo la base económica la que crea un determinado carácter social que, a su vez, crea ciertas ideas. El carácter social es el intermediario entre la estructura socioeconómica y las ideas y los ideales que prevalecen en la sociedad.  Y es el intermediario en ambas direcciones: desde la base económica hacia las ideas y desde las ideas hacia la base económica.

3) El concepto de carácter social puede explicar cómo una sociedad utiliza la energía humana, lo mismo que cualquier otra materia prima, para sus necesidades y fines. El hombre es una de las fuerzas naturales más maleables; se le puede utilizar prácticamente para cualquier fin; se le puede hacer odiar o cooperar, someterse o erguirse, disfrutar con el sufrimiento o con la felicidad.

4) El hombre solo puede resolver el problema de su existencia con el pleno despliegue de sus poderes humanos. Cuanto más mutila una sociedad al hombre, tanto más se deteriora éste, aunque conscientemente este satisfecho con su suerte. Pero inconscientemente está inconforme, y esta misma disconformidad es el elemento que lo impulsa eventualmente a cambiar las formas sociales que lo mutilan. Si no lo logra, su tipo particular de sociedad patógena se extinguirá. Se puede hacer casi cualquier cosa a un hombre, pero solo casi. La historia de la lucha del hombre por la libertad es la expresión más reveladora de este principio.

5) La aplicación más importante del concepto de carácter social consiste en distinguir el carácter social futuro de una sociedad socialista, tal como lo imaginó Marx, del carácter social del capitalismo del siglo XIX, con su deseo primordial de poseer propiedad y riqueza, y del carácter social del siglo XX (capitalista o comunista), que se impone cada vez más en las sociedades muy industrializadas: el carácter del homo consumens.
El homo consumens es el hombre cuyo objetivo fundamental no es principalmente poseer cosas, sino consumir cada vez más, compensando así su vacuidad, pasividad, soledad y ansiedad interiores. La necesidad de lucro de las grandes industrias recurre a la publicidad y lo transforma en un hombre voraz, un lactante a perpetuidad que desea consumir más y más. Se crean nuevas necesidades artificiales y se manipulan los gustos del hombre. El carácter del homo consumens en sus formas más extremas constituye un conocido fenómeno psicopatológico. Muchas personas deprimidas o angustiadas se refugian en la sobrealimentación, las compras exageradas o el alcoholismo para compensar la depresión o la angustia ocultas.

La avidez de consumir (carácter oral-receptivo) se está convirtiendo en la fuerza psíquica predominante de la sociedad industrial contemporánea. El homo consumens se sumerge en la ilusión de felicidad, en tanto que sufre inconscientemente los efectos de su hastío y su pasividad. Cuanto mayor es su poder sobre las máquinas, mayor es su impotencia como ser humano; cuanto más consume, más se esclaviza. Confunde emoción y excitación con alegría y felicidad, y comodidad material con vitalidad; el apetito satisfecho se convierte en el sentido de la vida, la búsqueda de esa satisfacción, en una nueva religión. La libertad para consumir se transforma en la esencia de la libertad humana.

Este espíritu de consumo es precisamente lo contrario del espíritu de una sociedad socialista tal como lo imaginó Marx. El percibió claramente el peligro inherente al capitalismo. Su meta era una sociedad en la cual el hombre sea mucho, no en la cual tenga o use mucho. Quería liberar al hombre de las cadenas de su apetito material, para que pudiera estar totalmente despierto, vivo y sensible, y para que no fuese el esclavo de su codicia. “La producción de demasiadas cosas útiles -escribió- deriva en la creación de demasiadas personas inútiles”. Deseaba abolir la pobreza extrema, porque ésta impide que el hombre alcance su plena dimensión humana; pero también quería evitar la riqueza extrema, en cuyo ámbito el individuo se convierte en prisionero de su avidez. Su objetivo no era el consumo máximo, sino el óptimo, la satisfacción de aquellas necesidades humanas genuinas que sirven de medios para una vida más plena y más rica.

Una de las ironías de la historia consiste en que el espíritu del capitalismo, esté conquistando a los países comunistas y socialistas. Este proceso tiene su propia lógica: la riqueza material del capitalismo impresionó inmensamente a aquellos países más pobres donde había triunfado el comunismo, y la victoria del socialismo se identificó con la competencia exitosa con el capitalismo dentro del espíritu de éste. Se perdió el contacto con la tradición espiritual humanista que tuvo en Marx a uno de sus más destacados  representantes.
La meta del consumo óptimo puede transformarse fácilmente en la del consumo máximo. La misión de los teóricos socialistas consiste en estudiar la naturaleza de las necesidades humanas genuinas, cuya satisfacción puede aumentar la vitalidad y la sensibilidad del hombre, y las necesidades sintéticas creadas por el capitalismo, que tienden a debilitar al hombre, a hacerlo más pasivo y aburrido, a convertirlo en esclavo de su apetito por las cosas. Los teóricos socialistas no deben olvidar que el objetivo de un socialismo humanista consiste en edificar una sociedad industrial cuya forma de producción sirva al pleno desarrollo del hombre total, y no a la creación del homo consumens.

6) Existen métodos empíricos que permiten estudiar el carácter social. Un método que resultó muy útil, es el del cuestionario abierto, cuyas respuestas se interpretan según su significado no intencional o inconsciente. Así, cuando una respuesta a la pregunta “¿Cuáles son los personajes históricos que más admira?” es: Alejandro el Grande, Nerón, Marx y Lenin”, en tanto que otra respuesta es: “Sócrates, Pasteur, Marx y Lenin”, se deduce que el primer interrogado es un admirador del poder y de la autoridad rígida, en tanto que el segundo es un admirador de aquellos que trabajan al servicio de la vida y son benefactores de la humanidad. Otros tests proyectivos, el análisis de los chistes, las canciones y los cuentos favoritos, y del comportamiento observable ayudan a tener resultados correctos. Así, recurriendo al método de muestreos estratificados, es posible estudiar a naciones enteras o a grandes clases sociales.

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