martes, 5 de abril de 2016

La desobediencia y otros ensayos, parte 9

EL HUMANISMO COMO FILOSOFÍA GLOBAL DEL HOMBRE
(continuación)

Hay diferencias entre los diversos tipos de humanismo contemporáneo, sin duda. El humanismo católico y el protestante dan en la actualidad una importancia similar al amor, la tolerancia y la paz, pero dentro de un marco teísta que declara que estos propósitos y valores están garantizados por la existencia misma de Dios. El humanismo existencial, acentúa la completa libertad del hombre, y sin embargo implica una gran dosis de desesperanza. (Esta es, por supuesto, una crítica con la que muchos estarán en desacuerdo). No hay ninguna duda, sin embargo, de que el existencialismo sartreano forma parte de la filosofía humanista de hoy.

El humanismo socialista presenta dos aspectos que me gustaría enfocar. El primero es que su imagen del hombre es de autonomía, sin un marco teísta de referencia; es un humanismo combativo, o sea, un humanismo político; es optimista, no por fe, sino por convicción. Otra faceta, es el amor al prójimo, la negación del egotismo, el sentirse feliz al esforzarse por la felicidad de otros. Por supuesto, abolir las condiciones sociales de la desdicha general es el aspecto práctico, político, del humanismo marxista.

Pero una cuestión crucial es qué quiere significar cuando habla de “luchar por la felicidad de otros”, y este es el segundo aspecto que deseo examinar. ¿Qué es la felicidad? ¿Es el estado de una persona que hace lo que desea? Entonces un masoquista es feliz cuando lo golpean, un sádico cuando puede golpear, un drogadicto es feliz cuando dispone de la droga.
¿Puede no obstante definirse el sentido de la vida en términos que sean objetivamente validos? Cuando lo hacemos, no volvemos a la religión tradicional o recaemos en el sistema autoritario, sea que la Iglesia o el Estado determinen lo que es hermoso, lo que es bueno, lo que el hombre debe tratar de alcanzar? Y entonces surge un problema muy serio: ¿hay alguna manera de reconciliar una contradicción semejante, de llegar a un sistema de valores objetivamente válidos sin volver a un sistema de valores controlado por el estado o la Iglesia e impuesto a los hombres? Estas preguntas se las formulan la mayoría de los humanistas.

Tenemos que aceptar el principio de que no debe haber ningún dogma, ninguna fuerza, y en tanto éste es un concepto no teístico de humanismo, las ideas y valores no deben basarse en la creencia en Dios. No debe haber ninguna fuerza que impida a le gente la satisfacción de sus deseos, incluidos los drogadictos, o cualquier tipo de actividad sexual, siempre que no dañen a otras personas. Me parece que el problema no consiste en tabuar ni prohibir la satisfacción de los deseos, sino en estimular al hombre en el cultivo de deseos que sean verdaderamente humanos, deseos que sean lo que un ser humano en desarrollo, activo y vivo. El desarrollo solo puede lograrse por el cultivo de los deseos humanos; no puede surgir mediante la reglamentación de los deseos que ya existen -eso simplemente no funciona-.

¿Cómo pueden estimularse los deseos? Primero, tomando en serio nuestra tradición humanista, porque en la actualidad la mayor parte de lo que decimos sobre nuestra tradición es prédica, es ideología, y no se refleja en los hechos de la vida. Y segundo, como socialista que soy creo que los deseos humanos solo pueden estimularse por una práctica y organización social diferentes, por una atmósfera social distinta.

La siguiente cuestión es la de cómo establecemos la validez de ciertas metas humanas, de ciertos valores humanos, si su vigencia no se basa en Dios, la revelación o la simple tradición. Creo que es posible hacerlo mediante un examen de las condiciones de la existencia del hombre, por el análisis de las contradicciones intrínsecas de la existencia humana y por un análisis de cuál es la manera óptima de resolverlas. Esta tarea la realizó muy efectivamente el budismo hace 2500 años. Podemos estar o no de acuerdo con las conclusiones budistas, pero fue una tentativa completamente no mito lógica, racional, de comprender la existencia humana, de ver sus problemas y de encontrarles una respuesta. Puede haber respuestas mejores, pero metodológicamente ésta fue la primera vez que se realizó un análisis objetivo y racional.

Pienso que las respuestas y los valores de este tipo de humanismo se orientarían en la siguiente dirección. Hay un supremo valor en la personalidad productiva, autogestiva en el sentido de Spinoza, Goethe o Marx. Esta es contraria al homo consumens, el eterno succionador que es la estructura promedio del carácter en la sociedad industrial de hoy. De este modo, una persona desarrollaría su amor y su razón.
Otro supremo valor sería la capacidad del hombre para trascender. Se dice que el hombre tiene que ir más allá de sí mismo para ser plenamente humano, y este “más allá de sí mismo” se define luego habitualmente como Dios.
Pero si uno habla en términos de la experiencia humana el concepto de Dios es totalmente innecesario, y la cuestión se transforma en: ¿puede un hombre desprenderse de su ego? ¿puede dejar la prisión de su propia existencia separada? ¿puede vaciarse por dentro?¿Puede abrirse al mundo? Como lo expresaron los místicos, ¿puede estar vacío para estar lleno? O, para utilizar una expresión que Marx empleó a menudo: “Lo que importa es que el hombre sea mucho, no que tenga mucho o use mucho”. en su forma más radical, llegaríamos a lo que podría llamarse misticismo ateístico, como se encuentra efectivamente en el budismo Zen. Podríamos describirlo como un sentimiento de unidad con el mundo que no se basa en la creencia en Dios, aunque sin embargo, no difiere mucho de la vivencia de ciertos místicos cristianos, judíos o musulmanes que han expresado la misma experiencia en otros conceptos y en otras palabras.

Hay una cosa más que debemos decir: cualquier humanismo de esta clase debe tener una jerarquía estricta de valores; sin ella, el resto no tiene sentido. Si alguien desea llegar a ser pianista y trata de hacerlo practicando media hora por semana, es un tonto; y si alguien desea alcanzar los valores del humanismo sin otorgarles una completa superioridad sobre cualquier otro valor, simplemente se engaña.
En el siglo XIX Nietzsche proclamó que Dios había muerto. Hoy una cantidad de teólogos protestantes dicen lo mismo. En lo que respecta a la mayoría de la gente, probablemente sea cierto. Pero el problema actual no consiste tanto en si Dios ha muerto, sino en si el hombre está muerto. No físicamente  -aunque también nos amenaza el riesgo-, sino espiritualmente. La cuestión es si el hombre se ha transformado o está transformándose cada vez más en un autómata, lo que llegará a dejarlo totalmente vacío y privado de vitalidad. El nuevo humanismo está unificado en su determinación de que el hombre no muera.

Es importante no solo protestar contra los males; hay tantos males en la actualidad que cada uno tiene por cierto ocasión de protestar. Pero imaginemos por un momento que no hubiera ninguna cuestión racial, ni guerra por protestar.¿Qué está haciendo el lector por su vida? Creo que debemos darnos cuenta de que si bien, la protesta es necesaria no es la única forma de actividad humana, y creo que es fundamental que la nueva generación busque un marco de referencia, una orientación y una devoción que no sea la del mundo burgués, enteramente subjetivo, ni la de la religión, prescrita por un dogma y por la organización que lo apoya, sino más bien la de una elección de valores que lleven a una mayor exaltación de la vida en sentido humanista. No debemos tener temor de enfrentar los problemas espirituales de nuestra existencia humana.

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