viernes, 26 de febrero de 2016

La desobediencia y otros ensayos, parte 3


II
LA APLICACIÓN DEL PSICOANÁLISIS
HUMANISTA A LA TEORÍA DE MARX


El marxismo es un humanismo y su objetivo consiste en el pleno desarrollo de las potencialidades del hombre. Del hombre con sus potencialidades físicas y psíquicas, el hombre verdadero que no vive en un vacío sino en un contexto social, el hombre que debe producir para vivir. Marx se preocupaba por el hombre, y su propósito consistía en liberar a éste del predominio de sus intereses materiales, de la prisión que sus propias disposiciones y actos habían construido en torno a él. Si no se comprende esta preocupación de Marx, nunca se comprenderá ni su teoría ni la falsificación a la que ésta fue sometida por muchos  de los que dicen practicarla.
Aunque la obra cumbre de Marx se titula "El Capital", la misma estaba enfocada solo como un paso en su búsqueda total, y el estudio del capital, como una herramienta crítica que ayudaba a entender la condición mutilada del hombre en la sociedad industrial. Era una etapa de la gran obra que, si se hubiera escrito,  quizá se habría titulado "Acerca del hombre y la sociedad".

La obra de Marx, está poblada de conceptos psicológicos. Esgrime conceptos tales como “esencia del hombre”, “hombre mutilado”, “alienación”, “conciencia”, “tendencias pasionales” e “independencia” para mencionar algunos. Sin embargo, la obra de Marx casi no tiene teorías psicológicas. La razón no reside en la falta de interés o de talento para analizar los fenómenos psicológicos, sino en el hecho de que en la época de Marx no existía una psicología dinámica que él pudiera aplicar a los problemas de los hombres. Marx murió en 1883; Freud empezó a publicar sus trabajos más de diez años después.

El tipo de psicología necesaria para complementar el análisis de Marx era la que habría de crear Freud, aunque a este le faltaran aún muchas revisiones.
El psicoanálisis es, en primer término, una psicología dinámica. Trata con fuerzas  psíquicas, que motivan la conducta humana, los sentimientos, las ideas. La psicología apta para servir al pensamiento marxista debe ser aquella capaz de entender la evolución de estas fuerzas psíquicas como un proceso de interacción constante entre las necesidades del hombre y la realidad social e histórica en la cuál éste participa. Debe ser, desde sus comienzos, una psicología social. Eventualmente, debe ser una psicología crítica, sobre todo crítica de la conciencia del hombre.
El psicoanálisis de Freud llena estas condiciones, pero los marxistas insistieron en su tradición de ignorar la psicología, y Freud y sus discípulos elaboraron sus ideas dentro del marco del materialismo mecanicista, que resultó incompatible con el “materialismo histórico”.

Mientras tanto, ocurrieron nuevos hechos. El más importante de ellos fue el renacimiento del humanismo marxista. Muchos socialistas marxistas tomaron conciencia de que la teoría marxista necesitaba una teoría psicológica del hombre; también comprendieron que el socialismo debe proporcionar al hombre el sistema de orientación y devoción que aquel necesita; que debe encarar los problemas de la identidad del hombre y del significado y el objetivo de su vida. Debe construir el cimiento para normas éticas y para un desarrollo espiritual superiores a las frases vacías que estipula que “lo bueno es aquello que sirve al Estado” (la revolución, el Estado obrero, la evolución histórica, etc.)
Gracias al progreso que se produjo tanto en el pensamiento marxista como en el psicoanalítico, parece llegada la hora de que los marxistas humanistas reconozcan que el empleo de una psicología dinámica, crítica, socialmente orientada, tiene una importancia crucial para el desarrollo de la teoría marxista y la práctica socialista, si no quiere perder contacto con la realidad humana.

El primer problema del que se deberá ocupar el psicoanálisis humanista es el del “carácter social”, el carácter matriz común a un grupo que determina los actos e ideas de sus miembros. Freud  consideró que el carácter era la manifestación relativamente estable de diversos géneros y tendencias de la
libido, o sea, de energía psíquica orientada hacia determinados objetivos y emanada de determinadas fuentes. En sus conceptos de los caracteres oral, anal y genital, Freud presentó un nuevo modelo del carácter humano que explicaba el comportamiento como la expresión de nítidas tendencias pasionales; Freud supuso que la orientación e intensidad de estas tendencias resultaba de experiencias de la primera infancia vinculadas con las zonas erógenas, y descartando los elementos físicos, el comportamiento de los padres era el principal responsable del desarrollo de la libido.

El factor fundamental para la formación del “carácter social” es la práctica de la vida tal y como es constituida por la forma de producción y por la estratificación social resultante. El “carácter social” es aquella estructura particular de energía psíquica que una sociedad dada plasma con el propósito de que resulte útil para el funcionamiento de esa misma sociedad. La persona media debe querer hacer aquello que debe hacer. El miembro de un pueblo primitivo que depende del asalto y del saqueo de otras tribus, debe tener un carácter belicoso. Los miembros de una tribu pacífica, agrícola, deben ser proclives a la cooperación. La sociedad feudal funciona solo cuando sus miembros tienden a someterse a la autoridad y a respetar y admirar a aquellos que son sus superiores.

 El capitalismo solo funciona con hambres ávidos por trabajar, disciplinados y puntuales, cuyo mayor interés consiste en el lucro monetario, y cuyo principio fundamental en la vida consiste en el beneficio económico que deriva de la producción y el intercambio. En el siglo XIX el capitalismo necesitaba de hombres partidarios del ahorro, a mediados del sigo XX necesita de hombres frenéticamente interesados en gastar y en consumir. El carácter social representa la forma en que se moldea la energía humana para aprovecharla como fuerza productiva en el proceso social.

El carácter social es reforzado por todos los medios de influencia accesibles a una sociedad: su sistema educativo, su religión, su literatura, sus canciones, sus chistes, sus hábitos y, por encima de todo, sus métodos familiares para criar a los niños. Una gran parte de la estructura del carácter de los individuos se forma en los cinco o seis primeros años de vida.
La influencia de los padres no es accidental; los padres son primordialmente los agentes de la sociedad y su influencia es determinante en la creación de la matiz socialmente deseable del carácter social.
El concepto de carácter social ofrece respuesta a importantes problemas que la teoría marxista no analizó a fondo.

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