martes, 4 de junio de 2019

El Cambio es Hacia Abajo, parte 2


El proceso de individuación según Carl Jung o El cultivo de nuestra propia naturaleza.   

El proceso de individuación requiere el crecimiento del sujeto y el desarrollo de diferentes capacidades psíquicas. Mediante esta tarea,  uno pretende llegar  a ser una persona completa y única y así poder  vincularse y desvincularse del mundo a conveniencia, en forma puntual y fraterna.
Este proceso hace crisis generalmente en la adolescencia, cuando el individuo comienza a separarse de sus progenitores y consecuentemente a reconocerse como sujeto propio y único. Lo ideal sería que existiera un vínculo con el entorno familiar y cultural que favoreciera este tránsito.
Desafortunadamente, esto es algo raro que ocurra.

Los pasos son sencillos pero no fáciles. La  empresa ha de recorrerse en solitario y supone un gran esfuerzo de la voluntad. Además,  solo es  recomendable para quienes tienen  suficiente energía almacenada. Cada quien recorre su propio y singular camino, a su ritmo y en su tiempo.
Una vez que el sujeto se encuentra a sí mismo, se encuentra con otros a nivel del espíritu.

Hay varias interpretaciones en cuanto a las fases del proceso de individuación. Para  Carl Gustav Jung, el proceso consta de cuatro etapas, a través de las cuales, el sujeto va primero integrando sus aspectos conscientes e inconscientes y poco a poco irá integrando los aspectos culturales hasta lograr ser un individuo completo y maduro.
En una primera etapa, el individuo toma conciencia de su falta de satisfacción y su frustración existencial. Se da cuenta de que ha sido traicionado y de que tiene que volver a  constituirse. Su instinto de plenitud lo seduce a continuar. Ahora con más experiencia.

Al entrar a la segunda etapa, el Encuentro con la Sombra, nuestro concepto sobre el bien y el mal  será fuertemente cuestionado. Pues, así como una luz origina negrura en alguna parte, así es como producimos nuestra Sombra. Es la parte de  la personalidad que ha sido reprimida para dar  forma a nuestra imagen ideal. Imagen que se forma a partir de nuestros padres, la sociedad, las normas religiosas y demás elementos culturales.

En la sombra colocamos  todo lo que no quisiéramos  que existiera en nuestras vidas. Nuestros impulsos inaceptables, nuestras acciones y deseos vergonzosos, nuestras carencias. Es el lado más  sacrificado de nuestra personalidad y es doloroso y difícil de aceptar. Contradice el cómo queremos vernos ante los demás. Sentimos su cercanía como una amenaza.
La sombra puede estar suprimida para mantener una ilusoria perfección, pero ignorándola no la anulamos. Sigue trabajando detrás de escena, causando frecuentemente conductas  imprudentes y  desenfrenadas.

El reconocimiento de nuestro lado obscuro es un requisito no solo para el autoconocimiento, sino también para el conocimiento y aceptación de los demás. Asimismo, mientras menos tengamos conocimiento de nuestro lado obscuro, menos conoceremos la naturaleza humana. Por otro lado, mientras más tratemos de ocultar nuestros aspectos sombríos, éstos más se notarán.
Una vez que nos hemos percatado de la existencia de la Sombra, la clave está en no temerle. Hay que evaluarla  sin juzgar. Se trata de integrar los elementos negados como parte de nuestra naturaleza.
Para recuperar nuestra sombra tenemos que afrontarla e integrar sus contenidos en una imagen más  satisfactoria de nosotros mismos.

Jung acostumbraba decir: prefiero ser un hombre completo, antes de ser un hombre bueno. Confesar nuestras  barreras, incompetencias o equivocaciones no es como para presumir, ciertamente, pero es algo absolutamente humano. La crítica se recibe, no como una mordedura venenosa , sino como una oportunidad para aprender. 
La relación con la sombra y su integración en la consciencia permite a las personas aceptarse de una manera más completa, encauzar adecuadamente las emociones negativas y liberarse de la culpa y la vergüenza. Por ello, también se aumenta la capacidad de goce, de juego y de intimidad.

El individuo que se reconcilia con su sombra como con un hermano que ha estado alejado, está  contribuyendo a la evolución de nuestra especie.
Jung decía que la sombra solo resulta peligrosa cuando no le prestamos la debida atención. Descubrir la sombra nos permite ser congruentes para estar en el lugar adecuado del modo apropiado.

Este proceso, se encuentra simbolizado en la literatura de los alquimistas de la edad media y en infinidad de rituales religiosos.
En la alquimia medieval, el procedimiento para transformar el plomo en oro es un mapa que simboliza finamente el  Viaje del Alma.

La massa confusa, la materia prima, el plomo, es colocada en un recipiente hermético, que  viene representando a una prisión,  al cautiverio, o alguna otra forma de opresión. En seguida, se calienta el recipiente y se realizan una serie de operaciones sobre la substancia para terminar transformándola en oro.
Estas operaciones -la condensación, la destilación, la repetitio, la mortificatío y el matrimonio del rey y la reina- se refieren metafóricamente al proceso que tiende a revelarnos la verdadera naturaleza de la substancia original. La massa confusa, es entonces,  equivalente  al nacimiento del alma.

El convicto, para su cura, aprenderá el papel de víctima, es decir, sentir lo que siente ella, tomar conciencia de toda la circunstancia, y no limitarse únicamente a desempeñar el papel de delincuente. Esto puede curar su fragmentación. 
Carl Gustav creía que Dios, el Dios viviente, solo puede ser encontrado donde menos queremos mirar. Oculto en nuestra Sombra, entrelazado con nuestras patologías. Por otro lado, el Dios dogmático, ajeno a nuestras imperfecciones, solo nos impide conocernos íntimamente.

La alquimia nos permite extraer al Dios viviente de los aspectos más corruptos de la existencia. Sin embargo, este proceso no puede comenzar hasta que no reconozcamos nuestra corrupción.
Digamos que las distintas fases que debemos atravesar para llegar a madurar como humanos están ya especificadas. Sin embargo, la mayor parte de nosotros nos quedamos atascados en las primeras etapas porque no somos capaces de afrontar las sucesivas muertes y renacimientos que constituyen el proceso evolutivo.

El calor juega un papel fundamental en muchas operaciones alquímicas como, por ejemplo en la destilación o el calcinatio (secado).
Calentarse, por otro lado, también se refiere al estado apasionado y vehemente por el que tenemos que pasar si queremos conseguir algo. Una persona acalorada es impredecible, irracional y testaruda. Estar caliente es también una forma de decir que estamos excitados sexualmente, un estado que no cesará hasta no haber satisfecho nuestro deseo.

Si consideramos a nuestro planeta Tierra, como una prisión, es decir, como un vaso hermético, antes o después, necesitamos emprender la trascendente tarea. No nos apetece mucho enfrentarnos a nosotros mismos y tratamos de escapar de cualquier modo del proceso hermético. Pero si evitamos la cárcel, el proceso alquímico nunca surgirá.
La destilación suele referirse a descartar lo superfluo y quedarnos con lo esencial. La mayoría tendemos a acumular objetos, ideas y proyectos sin establecer las prioridades y actuar en consecuencia.
La Putrefacción, nos permite reconocer nuestros aspectos despreciables y descubrir que nuestra mierda también apesta. Es tomar conciencia de que nuestras acciones han dañado a los demás.
La Contención resulta igualmente importante, pues en el momento en que algo escapa del vaso hermético, el proceso se trunca y debe empezar nuevamente. En esta empresa debe haber integridad, comprometer el alma para lograr una transformación útil.

Para los alquimistas la sal era un elemento imprescindible. La sal está asociada con la memoria porque sirve para conservar . El proceso parece funcionar mejor cuando  reconstruimos nuestros pasos,  planes y la  decisión de transgredir la ley, es decir, cuando se les pide que echen sal en el vaso que constituye su psiquismo o su alma.

Debemos seguir con nuestras operaciones hasta encontrar un nuevo punto de vista que nos permita observar la totalidad. Y considerar a nuestra Sombra como una parte de nuestra propia historia, debemos abrirle nuestro corazón, a fin  de que nos despoje de todo aquello que no es imprescindible para vivir y nos  permita sentir la plenitud. 

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