martes, 18 de junio de 2019

El Cambio es Hacia Abajo, parte 4


El aminus y su relación con el hombre

Si el hombre se queja del poder de la mujer, en las quejas de la mujer subyace una envidia hacia el sistema masculino. 
Jung nos dice: (El animus) adquiere vida cuando la conciencia se niega a acatar los sentimientos e instintos sugeridos por lo inconsciente: en lugar de amor y caridad aparece virilidad, agresividad, autoafirmación obstinada. Poder en vez de Amor. El animus no es un verdadero hombre, sino un héroe infantil, algo histérico cuya armadura presenta grietas a través de las cuales asoma el anhelo de ser amado.

El animus se forma de la resistencia a integrar el elemento femenino en la personalidad de la mujer.
Si la niña aprende a darle más valoración al principio masculino, se va produciendo una concentración de partículas masculinas que van conformando un cuerpo diferenciado y sólido alejado del arquetipo madre, rechazando la suma de los elementos femeninos.
Metafóricamente, dice Jung, imagino el ego de la mujer como un durazno. Con una gran capa de cuerpo carnoso(elemento femenino) y un centro duro (elemento masculino). Si ha crecido negándose a acatar los sentimientos e instintos de lo inconsciente será como un durazno con pobre cuerpo canoso.

De esta manera, la mujer tiende a hace lo mismo que los hombres. Desarrolla una gran sensibilidad para otorgar valor al principio masculino y para restar valor al femenino. Esto se puede  ver claramente reflejado en las proyecciones: se irrita por la prioridad que la sociedad otorga al hombre y se siente tomada como objeto cuando se le ve solo como a una mujer.

La mujer tiene entonces la expectativa de que su hombre realice hechos heroicos. Su  tarea  consiste en enfrentar al padre castrante o bien,  a la madre devoradora.
Sin embargo el primer dragón a vencer está encarnado por su propia mujer. Ella induce el despertar del héroe en el hombre y a la vez representa el obstáculo que debe superar.
Si el hombre no es capaz de representar al héroe que la mujer lleva dentro, será fríamente castigado por ella, mediante exigencias, juicios, menosprecio.

La mujer puede ser rescatada de la devaluación de su ego por un hombre más poderoso que su animus, pues así  deja de tener sentido la envidia al principio masculino, ya que ha logrado una relación profunda con un hombre al que considera para ella. La mujer sentirá envidia del principio en tanto no valore su naturaleza femenina.

El matrimonio, reconocimiento de una identidad espiritual.

El compañero o compañera es como un espejo. En ese espejo vemos ángulos de nosotros mismos que desconocemos porque no podemos verlos directamente. No queremos enterarnos de nuestros defectos. El cuerpo encarna zonas que nos dan orgullo pero también zonas que nos dan vergüenza.
El compañero nos refleja áreas de nuestro cuerpo psicológico,  a veces más fielmente de lo que quisiéramos. Ese reflejo nos perturba y nos hace levantar defensas. Sin embargo, representa un medio por excelencia para el autoconocimiento.

Todo aquello que vemos en el compañero y que nos produce una carga emocional (fascinación o repulsión), representa un reflejo de nosotros mismos. Un ángulo que no ha sido integrado en la conciencia.
La tendencia a relacionarnos en pareja es arquetípica. En la mitología universal aparece repetidas veces el tema de la integración de lo masculino con lo femenino, especialmente representado en los seres llamados andróginos.  Éstos son una forma arcaica de la coexistencia de todos los atributos, comprendidos los atributos sexuales, en la unidad divina ... Tanto el hombre como la mujer, son de drógino,naturaleza andrógina. Diversas mitologías presentan al andrógino como el estado inicial del hombre, y también como el estado al que ha de volver. La perfección humana solo puede ser una imagen de la divina. El camino es el de la síntesis de los opuestos y de los complementarios.

Adán era de naturaleza andrógina, de otra manera Eva no podría nacer de él. Es conjurado a trabajar para reconquistar el estado original.
El estado andrógino hay que comprenderlo, como una experiencia espiritual. Está por encima de los dos sexos. Los hombres dejan de aferrarse a sus convicciones y papeles tan estrictos. Las mujeres despiertan a espacios nuevos. El andrógino se pasea alegremente por el mundo del cambio, nivelando la acción y la inactividad. Es el estado original del hombre y también es el estado final al que vuelve mediante un proceso de desarrollo psicológico. Platón lo expresa de la siguiente manera: ... nuestra naturaleza primitiva era una, y éramos un todo completo, y se da el nombre de amor al deseo y persecución de este antiguo estado.

La vida del hombre se inicia en un estado de indiferenciación, por lo menos en el plano psicológico. El proceso evolutivo de la relación de pareja está orientado a volver a la unidad. Constituye el vehículo que permite al hombre viajar hasta el estado andrógino, logrando así, la expansión de la conciencia. Lo masculino y lo femenino unidos en indisoluble alianza, se convierten en una potencia.
Las parejas requieren de un intenso trabajo para alcanzar su gran riqueza. Necesitan mantener un roce constante, a veces doloroso, de las ásperas capas superficiales de cada parte, hasta que finalmente brillan como consecuencia de sus pulidas formas. Entonces hombre y mujer se aprecian, se aman y se respetan puesto que uno contiene al otro, ya no son dos, sino uno.

Si el fin del desarrollo psicológico consiste en la integración de los opuestos, entonces comprendemos que la separación de los integrantes de la pareja se traduce en un inconveniente . Un adulto que no tiene pareja, tiene menos posibilidades de ver los dos polos de un eje, y con facilidad caerá en la inflación del ego, puesto que se identifica con un solo polo.
La convivencia por sí misma no asegura que se realice la integración de los opuestos. Algunas parejas, por ejemplo, niegan el principio femenino y dedican su energía a la confrontación y a la competencia.
Unidos por el amor, un hombre y una mujer están dotados para lograr una visión panorámica del mundo. Al mundo no se le puede comprender si se le ve desde un solo ángulo.

Siguiendo con el relato bíblico, Adán y Eva vivieron en un Paraíso hasta que fueron expulsados como  consecuencia a su desobediencia. Comieron del árbol de la Ciencia.  La pareja vive en el paraíso en cuanto no adquiere conciencia. Una vez que lo hace, toma noción de su separatidad, es decir, de su impotencia ante fuerzas obscuras y desconocidas, de que morirá y morirán sus seres queridos.
Adán y Eva, que evidentemente aún no se aman, han de evolucionar,  hasta que aprendan  el difícil arte, para entonces retornar al Edén.

Así pues, la relación de pareja da la posibilidad de integrar materia y espíritu.  La materia representada por el vientre materno universal, generador de vida. Y la mente, el espíritu y la idea del padre simbolizando  la masculinidad.

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