martes, 11 de junio de 2019

El Cambio es Hacia Abajo, parte 3


Encuentro con el Ánima/Animus    
                 

Jung denominó a los opuestos en hombre y mujer como el anima y   el animus. El anima como el componente femenino en la personalidad del hombre, representa una forma arquetípica que muestra el hecho de que el hombre tiene una minoría de genes femeninos. El animus como el componente masculino en la personalidad de la mujer, expresa el hecho de que la mujer tiene una minoría de genes masculinos. Cada sexo contiene al otro.
 Así, dentro de cada hombre existe el reflejo de una mujer y, dentro de cada mujer, el reflejo de un hombre. Solamente la unión de los dos principios constituye un humano completo.

Es en el alma del hombre donde se realiza el misterioso casamiento de lo masculino y femenino, lo consciente y lo inconsciente, lo espiritual y lo instintivo, el pensamiento y el sentimiento, el cielo y la tierra.  Y de este laborioso trabajo de integración ha de brotar un nuevo sentido de nuestra existencia . 
La Sombra de nuestra personalidad es habitualmente algo obvio para los demás, y desconocido para nosotros. Mucho más ocultos son los componentes masculino y femenino interiores. Por esa razón Jung denominó a la integración de la sombra, the apprentice-piece, ( obra de principiante) y a la integración del anima y el aminus, the master-piece.
Para Erich Fromm, hay masculinidad y feminidad en el carácter tanto como en la función sexual.  Y define el carácter masculino diciendo que posee las cualidades de: penetración, conducción, actividad, disciplina y aventura; el carácter femenino, las cualidades de: receptividad, productividad, protección, realismo, resistencia, maternidad. Evidentemente, siempre debe tenerse en cuenta que en cada individuo se funden ambas características, pero con predominio de las correspondientes a su sexo.
El principio matriarcal es el del amor incondicional, igualdad natural, énfasis en los vínculos de la sangre y la tierra, compasión y clemencia; el principio patriarcal es el del amor condicionado, estructura jerárquica, pensamiento abstracto, leyes hechas por los hombres, el estado y la justicia. En último análisis, la clemencia y la justicia representan respectivamente esos dos principios.

Si los rasgos masculinos del carácter de un hombre están debilitados porque emocionalmente sigue siendo una criatura, es muy frecuente que trate de compensar esa falta acentuando exclusivamente su papel masculino en el sexo. El resultado es el Don Juan, que necesita demostrar sus proezas masculinas porque está inseguro de su masculinidad. Cuando la parálisis de la masculinidad es más intensa, el sadismo, el uso de la fuerza, se convierte en el principal -y perverso- substituto de la masculinidad. Si la sexualidad femenina está afectada, se transforma en masoquismo o posesividad.

El anima suele estar detrás de los estados de animo del hombre. Sus resentimientos siempre son un signo del ella. La influencia del anima puede verse en sarcasmos, pullas, irrelevancias; como una mujer herida. Será emocionalmente como un niño. Como el niño que teme el enojo de su madre.
El animus es el emisor de las opiniones de la mujer. Representa la lógica masculina. Las opiniones de  éste suelen provocar un particular efecto irritante en otras personas. El animus de una madre es capaz de aplastar los signos de masculinidad en el hijo.

Jung afirma textualmente lo siguiente: El anima es causa de caprichos ilógicos; el animus suscita irritantes trivialidades y opiniones insensatas ... de ordinario personifican a lo inconsciente.
La relación de pareja esta infiltrada por estas figuras del inconsciente. En el fondo él expresa inconformidad por ser ella tan poco femenina, tan fría y dura; y ella expresa su profundo desprecio hacia él que es tan demandante emocionalmente y tan poco hombre.

Nada distorsiona más el sentimiento entre las personas que el anima y el animus. Si un hombre es capaz de expresar sus sentimientos honesta y claramente y en su justa medida, dirá lo que acontece sin crear una atmósfera negativa, llegará a ser una persona  desenvuelta.
Una mujer puede aprender a lidiar sus propias batallas y no las ajenas. Valorar sus sentimientos femeninos y no permitir al animus robarle su  autoestima.

Si los productos del anima y animus son asimilados, digeridos e integrados, tienen un efecto benéfico en crecimiento y desarrollo de la psique.
Su correcta posición es en el interior, como función de relación entre el consciente y el inconsciente. Cuando ocupan su correcta posición, facilitan el contacto con los contenidos del inconsciente y con el Sí mismo.

 Un símbolo que representa la unión entre un hombre que aún no se ha liberado del complejo materno y una mujer, es el mito de Attis y la diosa Cibeles. La mitología cuenta que Attis fue un pastor de Frigia a quien amó Cibeles. Luego la diosa le encomendó su culto imponiéndole la castidad, pero Attis, amó a la ninfa Zangarilla y la diosa lo castigó inspirándole tal frenesí que se castró a sí mismo. Después, sus sucesores, sacerdotes del culto de Cibeles, debían también mutilarse para asegurar el cumplimiento del voto de castidad.

 Así, Attis representa el complejo de castración en el hombre ante el poder de la mujer. Todo hombre que ve en la mujer a una diosa, necesitará de la automutilación con el fin de preservar en ella la calidad de diosa. Este sistema de relación muchas veces es mantenido mediante la culpa. Cibeles induce sentimientos de culpa en Attis a consecuencia de su deslealtad, y Attis se infringe a sí mismo un castigo supremo en proporción a su sentimiento de culpa.
Muchos hombres mutilan en su naturaleza conductas como la audacia y la agresividad. La fuente de productividad y de poder para estos hombres radica en la mujer. Cibeles, simboliza la energía encerrada en la Tierra. 

Muchos son los hombres en esta época que mantienen relaciones de dependencia hacia la mujer, en interacciones que claramente corresponden a las de madre-hijo en versión de adultos. Estos hombres rinden culto a sus mujeres a la vez que cargan fuertes resentimientos hacia ellas.  Pasan la vida en una guerra con sus esposas, la cual es el reflejo de su gran conflicto interno. Attis queda aprisionado en el polo de la obediencia, aceptando la castración. Esta es la condición  necesaria para mantener intacta a la diosa. 
Investir al anima de un gran poder, tal como le ocurrió a Attis, coloca en los ojos del hombre una venda que le impide advertir el portal que conduce al vasto reino del espíritu.

Ahora cabe advertir que es muy distinto que un hombre esté poseído por el anima, a permitir  que el anima se abra paso en la conciencia. El nacimiento de Atenea del interior de la cabeza de Zeus, es un símbolo del nacimiento del anima en la conciencia del hombre. Integrar al anima no quiere decir ser dominado por ella.

El  inconveniente también puede presentarse cuando el hombre se cruza con una mujer que despierte solo el instinto sexual. Una  representación simbólica de esta condición está contenida en el poema homérico de La Odisea. Cuenta las aventuras de Ulises, uno de los héroes que participaron en la conquista de Troya.
La aspiración de Ulises es regresar a su patria, para reunirse con su esposa Penélope y su hijo Telémaco. El relato cuanta las múltiples vicisitudes que debió afrontar el héroe antes de ver cumplido su deseo. Logra superar con prudencia y astucia situaciones peligrosas y vencer a personajes fabulosos, entre ellos figuras femeninas. El pasaje de las sirenas simboliza ese aspecto peligroso del anima.
Circe tomó de la mano a Ulises y le dijo: Oye lo que voy a decirte. Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que imprudentemente se acerca y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa y a sus hijos, pues ellas lo hechizan con su sonoro canto. Tú pasa de largo y tapa las orejas a tus compañeros con cera blanda; pero si tu deseas oírlas, haz que te aten de pies y manos a la embarcación. Así podrás deleitarte escuchando a las sirenas, sin correr peligro.

Si se compara la vida con un viaje, las sirenas representan las emboscadas, nacidas de los deseos y de las pasiones. Es preciso aferrarse como Ulises, a la firme realidad del mástil, que es el eje vital del espíritu, para huir de las ilusiones de la pasión.
Los hechos demuestran que un hombre que se enfrenta con este aspecto del anima, puede sufrir un cambio de orientación en su vida y con ello, pérdidas significativas. No son pocos los casos en que, bajo la seducción peligrosa del anima encarnada en una mujer, el hombre pierde el sentido de responsabilidad y abandona mujer e hijos.

Es necesario aplicar la fuerza y el valor del arquetipo del héroe, potencialmente existente en la psique de todo hombre, con el fin de enfrentar este aspecto del anima sin quedar reducido a un montón de huesos...
El héroe vence esa resistencia para volver triunfante, a fundar su propio reino. La respuesta al reto de realizar hazañas de héroe, da al hombre la posibilidad de afirmar su masculinidad, de integrar su sombra y de prepararse para etapas posteriores de su desarrollo; y da a la mujer la posibilidad de equilibrar su personalidad.




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