martes, 16 de abril de 2019

Una epidemia de Depresión, parte 4


Recobrando el cuerpo

Mientras una persona esté fuera de contacto con su cuerpo, está condenada a la pérdida que produjo ese estado. Todos sus esfuerzos tienen la motivación inconsciente de anular esa pérdida. Se creará ilusiones para negar el carácter definitivo de la pérdida, pero con esa misma maniobra evitará que la pérdida ocupe el lugar que le corresponde en el pasado e impedirá así funcionar como un adulto responsable en el presente.
Toda ilusión impide que la persona esté en contacto con la realidad, particularmente, la realidad de su cuerpo, y así perpetúa el sentimiento de pérdida. Creo que esto explica el por qué tanta gente tiene miedo a que la abandonen y a estar sola.

Si bien es cierto que un terapeuta no puede dar al paciente el amor que perdió cuando niño, si puede ayudarle a recuperar su cuerpo. Lo cual, no disminuye el dolor; puede que de hecho lo haga más vívido, pero ya no será un dolor que amenace la integridad del individuo. El acepta la pérdida, y al aceptarla queda libre para vivir plenamente en el presente. En vez de tratar de recuperar la pérdida a base de conseguir amor, dirige sus sentimientos a ser amoroso o a dar amor. Este cambio de actitud no lo dicta la razón, sino las necesidades del cuerpo. El cuerpo busca el placer y encuentra su mayor placer en la autoexpresión.

Entre los numerosos caminos de la autoexpresión, el amor es el más importante y el que tiene una recompensa más agradable. Conectar con el cuerpo es conectar con la necesidad de amar.
He oído a muchos pacientes decir que a medida que contactaron con sus cuerpos fueron capaces de hacer el trabajo que sus madres no hicieron. Están deseosos y quieren asumir la responsabilidad de su propio bienestar. No buscan a los demás para que les den una sensación de viveza o un sentido de sí mismos. Pero lo más importante es el hecho de que este nuevo sentido de responsabilidad no se limita a uno mismo sino que se extiende al mundo.

La responsabilidad es, como lo dijo Fritz Perls, la capacidad de responder con sentimiento. No es equivalente a deber u obligación, ya que tiene una cualidad de espontaneidad que la relaciona directamente con el grado de vida o de apertura del organismo. Es una función corporal porque requiere sensación, y a este respecto difiere del deber, que es una construcción mental independiente de la sensación y que a menudo lleva a actuar en contra de las propias sensaciones. La responsabilidad es por tanto un atributo de la persona como cuerpo.

Nada promueve tanto el sentimiento de identidad común humana como el estar en contacto con el cuerpo.
Un taller bioenergético no es como un grupo de encuentro. Los participantes no están allí para conocerse o encontrarse. La finalidad del taller es llevarles a entrar en contacto con ellos mismos, es decir, encontrarse ellos mismos en el nivel del cuerpo. Hay ejercicios de grupo, pero el énfasis se pone en la experiencia individual. Sin embargo, al contactar con ellos mismos, como individuos, también contactan con los demás como individuos.

Lo que tenemos en común como personas es el cuerpo. La educación y las ideas pueden ser diferentes, pero somos iguales en el funcionamiento corporal. Si respetamos nuestros cuerpos, respetaremos a los demás. Si sentimos lo que funciona en nuestro cuerpo, sentiremos lo que funciona en el cuerpo del ser humano que tenemos cerca. Si estamos en contacto con los deseos y las necesidades de nuestro cuerpo, sabremos las necesidades y deseos de los otros. Por el contrario, si estamos desconectados de nuestro cuerpo, estamos desconectados de la vida.

Uno puede hacerse una idea del grado de desconexión que tenemos con la vida viendo la destrucción que hemos causado en el medio ambiente: Ahí esta el caso de la polución. Lleva gestándose durante años, y la hemos ignorado porque estábamos tan preocupados de la producción que no teníamos tiempo ni para respirar. Una persona que no es consciente de la respiración no puede darse cuenta de la polución del aire….al menos hasta que sea tan peligrosa que no te deje respirar. Lo mismo se puede decir de la naturaleza, de la eliminación de la fauna salvaje, de la porquería y la basura que abunda por todas partes. Al estar desconectados de nuestros cuerpos, nos hemos desconectado del medio ambiente. La mente parece que puede funcionar correctamente en una oficina o en una biblioteca, pero el cuerpo necesita un ambiente natural para que esté vivo y sensible.

Sin cuerpo no somos nadie, y no significamos otra cosa que un número en una civilización masificada que ignora los valores humanos. Somos parte de un sistema masificado, y sin embargo nos sentimos solos y aislados. No pertenecemos a la vida, pertenecemos al mundo de las máquinas; un mundo muerto. Y ni el dinero ni las palabras cambiarán esta situación. Sólo podemos volver a la vida contactando con nuestros cuerpos. Cuando lo hagamos, encontraremos que hay fe en la vida y que el cuerpo del hombre es el cuerpo de Dios y algo en lo que creer.   

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