martes, 26 de febrero de 2019

¿Qué nos hace falta? parte 19


REFLEXIONES PERSONALES SOBRE LA BUENA VIDA

Para mí, la calidad de vida ha bajado, a pesar de que el nivel material de ésta ha subido. ¿En qué sentido se ha deteriorado la calidad de vida? Somos conscientes de la contaminación del entorno y de la explotación de la naturaleza. Nos damos cuenta de que las presiones de la vida moderna no nos dejan tiempo para sencillamente existir: respirar, sentir, contemplar; las noticias acerca de crímenes, violaciones y casos de corrupción nos recuerdan constantemente que la sociedad ha perdido sus valores morales.
Sin límites, las personas pierden el sentido de sí mismas como individuos responsables -responsables del bienestar de la comunidad y de las personas que la forman-. Es una postura narcisista , no sólo porque niega las necesidades de los demás, sino porque también niega las verdaderas necesidades del yo.

LA DIGNIDAD Y EL RESPETO A UNO MISMO

El verdadero respeto mira hacia el interior, va más allá de la superficie o la apariencia, y esto es lo opuesto a una actitud narcisista. Una persona se respeta a sí misma cuando sus acciones están regidas por principios y convicciones profundas, en lugar de por conveniencias o beneficios. Tratar de impresionar o manipular a los demás conlleva una pérdida de respeto a uno mismo, y, sin éste, tampoco se puede respetar a los demás. La persona narcisista no se respeta a sí misma.

En el plano personal, perdemos el respeto que nos debemos a nosotros mismos cuando aprendemos a manipular a nuestros padres, en la medida en que ellos nos manipulan a nosotros, por ejemplo. Mentimos y fingimos, igual que lo hacen ellos. Por supuesto, también les perdemos el respeto. Los padres que respetan los sentimientos de sus hijos se ganan el respeto de éstos y lo conservan.
Pero, en nuestra sociedad, ¿hay algo que se respete verdaderamente? ¿No existe un compromiso con una filosofía que establece el éxito como la meta definitiva, y considera que cualquier medio para conseguir ese fin es aceptable? Si, por ejemplo, el éxito significa lograr que un bebé coma, entonces distraerle con un juguete mientras se le mete en la boca la cuchara con la papilla es perfectamente razonable. En la filosofía del éxito, el fin justifica los medios.

Otra cualidad que parece ausente en estos días es la dignidad. Dignidad es una palabra que suena pasada de moda. Raramente alguien la utiliza. Y, en cambio, se habla mucho de Poder. Ir en pos del Poder excluye la posibilidad de la dignidad, porque el poder representa un intento de compensar un sentimiento interno de humillación. Si tengo el poder, nadie se atreve a humillarme. Pero, como todos los mecanismos de compensación, la necesidad de poder o de dinero confirma y refuerza precisamente ese sentimiento interno de humillación, por mucho que uno se esfuerza en negarlo.

La dignidad está en el porte de una persona. El carácter y el porte están relacionados. La forma de andar y el porte de la persona son una expresión de su carácter. La gente con dignidad se mueve de una forma que inspira o impone respeto. Es interesante fijarse en la relación que existe entre respeto y dignidad (ambas tienen un origen común, en el sentido de la valía). Ambas cualidades están ausentes en los narcisistas.

Dos aspectos identifican un porte digno: la forma de mover el cuerpo y de sostenerlo. No es digno, por ejemplo, correr como una rata que busca un agujero donde meterse. El movimiento de la persona digna es lento, majestuoso; sugiere que ésta tiene tiempo, tiempo para ser y para sentir. No hay dignidad en la actividad frenética de la gente en las grandes ciudades, se mueven como si no tuvieran tiempo de perder. Tampoco hay dignidad en la búsqueda incesante de placer que caracteriza al nuevo hedonismo.
Al robar el tiempo de las personas, la cultura actual también les roba su dignidad. Como en la sociedad moderna el tiempo es dinero, pocos son los que pueden permitirse tener dignidad.

La rectitud de un cuerpo sano es el resultado de un intenso flujo de emociones o sentimientos a lo largo de la espina dorsal, similar al proceso del yoga Kundalini. Esta carga mantiene la cabeza alta. Una postura así también expresa el sentido del propio orgullo natural, que difiere del orgullo narcisista en que el primero se basa en el yo y el segundo en la imagen. Un porte así sólo es posible en un cuerpo libre de tensiones musculares crónicas y, por tanto, libre de conflictos reprimidos en la infancia.

Hay una correlación interesante entre la dignidad y la sexualidad. La misma carga que, en su dirección ascendente, produce el porte característico de la dignidad, en su dirección descendente proporciona carga y excitación sexual en el hombre. El pene erecto es el equivalente psicológico de la cabeza erguida. Pero no es sólo la carga de los genitales la que representa la sexualidad de una persona, sino también la carga de la pelvis y lo que ésta siente. La pelvis es el homólogo de la cabeza, en la estructura dinámica del cuerpo.
En su estado natural, la pelvis se inclina floja hacia atrás, de manera que se balancea libremente al compás de los movimientos del cuerpo. La posición hacia atrás de la pelvis se corresponde con la de un animal que mantiene la cola levantada. Es lo opuesto a cuando un perro asustado va con el rabo entre las piernas y la pelvis hacia adelante.

Parece obvio que la verdadera dignidad se basa en la identificación con el propio cuerpo y con la sexualidad de éste. La clave de la dignidad estriba en tener los pies firmemente plantados en la tierra. Las piernas y los pies son como las raíces de un árbol, que no sólo anclan el árbol a su realidad, sino que le proporcionan la base para el empuje que le hace crecer hacia arriba.
Cuando falta este contacto, hay un desarraigo (es como estar en el aire o vivir en la cabeza, conectado fundamentalmente a imágenes que residen allí)   

LA IRREALIDAD DE HOY EN DÍA

Sin un sentido de contacto con el cuerpo, uno deja de estar arraigado en la realidad. Y esto es lo que le sucede a mucha gente hoy en día. La forma más sencilla de caracterizar esta realidad del mundo moderno es decir que está hechizada por las imágenes. Estoy convencido de que esto explica el gran interés que mucha gente siente por el mundo de la moda y por los modelos masculinos y femeninos.  Pareciera que los modelos poseen una aura de superioridad.  Mucha gente joven intenta imitar el estilo de los modelos, es decir, parecer guapo, elegante, encantador, extrovertido, apasionante, muy varonil o muy femenina. Lo importante es la apariencia. Pero un modelo es un maniquí vivo, que los publicistas utilizan y dirigen. Ésta no es una vocación asociada con un sentido de dignidad, si bien no necesariamente requiere renunciar al respeto por uno mismo.

Donde más se evidencia la relación entre la pérdida de vida y la fascinación por las imágenes, es en el mucho tiempo que la gente dedica a ver televisión o videos. He oído a más de una persona quejarse de que cuando ven la televisión durante varias horas se sienten más cansados que antes. Esto se explica por el efecto hipnótico que tiene la televisión. Una vez que uno empieza a ver un programa, sigue con los ojos fijos en el televisor, casi en contra de su propia voluntad, y se traga un programa detrás de otro. Una vez rendidos a la pasividad del espectador, perdemos la energía para reanudar la vida activa. Este proceso de pérdida de vitalidad, lleva a la persona a encender el televisor para estimularse, lo que , por supuesto, crea un círculo vicioso.

Estoy convencido de que la principal razón de que la televisión sea tan popular es que permite a la gente escapar de sí misma. Ver la tele tiene aspectos de fenómeno regresivo. Se entretiene al televidente como si fuera un bebé, sin esperar una respuesta y casi sin exigirle que use la imaginación. Si la regresión, es una forma de evasión, otra forma sería  fundirse en las imágenes y la trama que aparece en la pantalla, a tal grado que se pierda el contacto con las necesidades y responsabilidades de la propia situación vital. El mundo irreal de la pantalla substituye temporalmente el mundo real de los sentimientos y las relaciones personales.

Las tendencias de evasión son muy fuertes en nuestra sociedad. El difundido uso de enervantes y alcohol, especialmente entre los jóvenes, da testimonio de esto. Creo que los jóvenes recurren a los enervantes porque no pueden con el exceso de estimulación al que están sometidos.
La evasión influye también en la fascinación que mucha gente siente por el espacio. Las películas de aventuras y guerras espaciales tienen un éxito en taquilla casi increíble, a pesar de que en ellas aparecen seres extraños en situaciones irreales. La gente reacciona a estas películas como si fueran más significativas o reales que los encuentros verdaderos en los que la gente participa.

Por otra parte, la sensación de seguridad y bienestar del común de la gente en la vida real está amenazado por fuerzas impersonales que no pueden identificarse con facilidad: fuerzas económicas como la inflación y el desempleo, fuerzas políticas como las guerras y la corrupción, fuerzas sociales como la violencia o la burocracia.  Las imágenes del espacio exterior, que no poseen una realidad objetiva, provocan más sentimientos reales que la vida cotidiana en la tierra.

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