martes, 27 de noviembre de 2018

¿Qué nos hace falta?, parte 6


EL PAPEL DE LA IMAGEN 

Lo corriente es pensar que el narcisismo es un amor desmesurado que siente la persona hacia sí misma, con la correspondiente falta de interés y de sentimientos hacia los demás. Sin embargo, esta descripción es sólo parcialmente correcta. Sí es cierto que los narcisistas muestran una falta de preocupación por los demás, pero también es verdad que son igualmente insensibles a sus propias necesidades reales. Con frecuencia su conducta es autodestructiva. Tiene un pobre sentido de yo; sus actividades no van dirigidas a su yo, sino a potenciar su imagen, y como consecuencia el yo se resiente.
Cabe hacer una distinción entre la sana preocupación por el aspecto físico, basada en un sentido del yo, y el desplazamiento de la identidad del yo hasta la imagen, característica del estado narcisista.

El mito de Narciso

Según el mito griego, Narciso era un apuesto joven de Tespias, de quien se enamoró la ninfa Eco. Hera, la esposa de Zeus, había privado del habla a Eco, y ésta tan sólo podía repetir las sílabas de las palabras que oía. Incapaz de expresarle su amor a Narciso, éste la desdeñó. A Eco se le rompió el corazón y murió. Por haberla tratado con tanta crueldad, los dioses castigaron entonces a Narciso haciendo que se enamorase de su propia imagen.  Tiresias, el vidente, predijo que Narciso viviría hasta que pudiese verse a sí mismo. Un día, se hallaba él inclinado sobre las aguas límpidas de una fuente, y entonces vio su propia imagen reflejada en el agua. Se enamoró apasionadamente de ella y ya no quiso marcharse de aquel lugar. Languideció y murió. Se convirtió después en una flor -en el narciso que crece al borde del agua.

Es significativo que Narciso se enamorase de su propia imagen tan sólo después de haber rechazado el amor de Eco. En le mito se entiende el enamoramiento de la propia imagen -esto es, convertirse en narcisista- como una forma de castigo por ser incapaz de amar. Pero vayamos un poco más allá de la leyenda. ¿Quién es Eco? Podría ser nuestra propia voz cuyo sonido vuelve a nosotros. Así, si Narciso fuese capaz de decir Te amo, Eco repetiría esas palabras y él se sentiría amado. La incapacidad de pronunciarlas identifica al narcisista. Como no dirigen su libido hacia la gente que le rodea, los narcisistas están condenados a enamorarse de su propia imagen (esto es, a dirigir su libido hacia su ego)

Hay otra posible interpretación que es interesante. Al rechazar a Eco, Narciso rechaza también su propia voz, reniega de su ser interior a favor de su apariencia externa. Maniobra típica de los narcisistas.

 EL YO Y EL EGO

Considero que el niño nace con un yo, que es un fenómeno biológico, no psicológico. En cambio el ego es una organización mental que se desarrolla a medida que el niño crece. El yo se puede definir entonces como aquellos aspectos del cuerpo que tienen que ver con los sentimientos.
No hay que confundir o identificar el yo con el ego. El ego no es el yo, aunque el ego sea la parte de la personalidad que percibe el yo. Se podría decir que los ordenadores son capaces de pensar, pero lo que no pueden hacer es sentir.
Al disociar el ego del cuerpo o yo, los narcisistas separan la conciencia de lo que es su fundamento vivo.

La mayor parte del yo la forma el cuerpo y sus funciones, la mayoría de las cuales se realiza por debajo del nivel consciente. El inconsciente es como la parte sumergida de un iceberg. Las funciones que no dependen de la voluntad, como por ejemplo la circulación de la sangre, la digestión y la respiración, tienen un profundo efecto sobre el consciente, porque determinan el estado del organismo. Según el funcionamiento del cuerpo, una persona se puede sentir sana o enferma, con ánimo o desanimada, vital o deprimida, sexualmente excitada o impotente.

Una persona sana tiene una conciencia dual, sin que eso sea un problema para ella, porque la imagen del yo y la experiencia directa del yo coinciden. Lo que este estado presupone es la aceptación del yo -una aceptación o una identificación con el cuerpo y los sentimientos que se derivan de él-.
Es la aceptación del yo lo que les falta a los individuos narcisistas, que han disociado sus cuerpos de forma que han invertido su libido en el ego y no en su cuerpo o yo. Sin la aceptación del yo, no puede existir el amor al yo. Si una persona no se ama a sí misma, tampoco puede amar a los demás. Amar es compartir el yo con otra persona.

Sin la aprobación y la admiración de los demás, el ego del narcisista se desinfla, porque no esta conectado al yo y por tanto no puede alimentarse de él. Por otro lado, la admiración que pueda recibir el narcisista sólo hincha su ego, no le sirve para nada al yo. Entonces, al final el narcisista acaba por rechazar a los admiradores, del mismo modo que ha rechazado a su verdadero yo.
Sentimos y pensamos. Nuestra identidad dual se apoya en la capacidad para formar una imagen del yo y en la conciencia del yo corporal. En una persona sana, las dos identidades son congruentes. La imagen encaja en la realidad del cuerpo como un guante. El narcisista, al no permitir que los sentimientos intensos alcancen el nivel de la conciencia, tratan al cuerpo como un objeto sujeto a la voluntad del individuo.
Si se niegan los sentimientos corporales, se corta la relación que a través de los sentimientos se mantiene con el mundo.
Si el éxito o los logros alcanzados hinchan al ego de una persona, la congruencia con la realidad de su cuerpo se pierde. Entonces, la confusión sólo se puede evitar negando el cuerpo y sus sentimientos.

Imagen y cuerpo

El hecho de que la gente esté tan volcada en su imagen es un síntoma de la tendencia narcisista de nuestra cultura. Estoy firmemente convencido de que necesitamos sentir el cuerpo y realizar actividades físicas que potencien la energía y la vitalidad. Pero la meta que persiguen muchas personas que siguen un programa de acondicionamiento físico no es sentirse mejor, sino mejorar su aspecto de acuerdo con el ideal en boga. El culturismo representa un ejemplo extremo.
Nada de lo dicho niega el valor de tener un buen aspecto, cuando es una expresión de sentirse bien con el propio cuerpo. En este caso, el buen aspecto se manifiesta en el brillo de los ojos , en una piel resplandeciente y suave, en una expresión facial  agradable, y en un cuerpo que se mueve con gracia y vibrante vitalidad. Si una persona no se siente bien con su cuerpo, sólo puede proyectar la imagen de cómo cree que debe ser su físico. Cuanto más se centra uno en la imagen, menos a gusto se siente con su propio cuerpo. Al final, la imagen demuestra ser tan sólo una pobre mascara que ya no puede esconder la tragedia de la vida vacía que se oculta tras ella.

martes, 20 de noviembre de 2018

¿Qué nos hace falta?, parte 5


EL ESPECTRO DEL NARCISISMO

La acción sin sentimientos es, como veremos, el conflicto básico de la personalidad narcisista. En el lenguaje común, describimos al narcisista como la persona que se preocupa de sí mismo por encima de cualquiera. El narcisista se vuelve su propio mundo y considera que el mundo completo es él. Los narcisistas presentan diversas combinaciones de ambición intensa, fantasías grandiosas, sentimientos de inferioridad y una dependencia excesiva de la admiración y el aplauso externos. También es característico de ellos, la incertidumbre e insatisfacción crónicas respecto a sí mismos, la explotación consciente o inconsciente y la crueldad para con los demás.

Sin embargo, este análisis descriptivo de la conducta narcisista sólo nos ayuda a identificar al narcisista, no ha comprenderlo. La pregunta es: ¿ Qué hace que una persona sea explotadora y cruel con los demás y que a la vez sufra de incertidumbre e insatisfacción crónicas?

Los psicoanalistas reconocen que el problema se desarrolla en las primeras etapas de la infancia. El narcisista se identifica con la imagen idealizada. No funcionan en términos de la imagen real porque para ellos es inaceptable. Su conducta no está motivada por el sentimiento. ¿Por qué decide alguien negar el sentimiento? Y ¿Por qué los conflictos narcisistas son tan comunes hoy en día? 

NARCISISMO VERSUS  HISTERIA

En términos generales, el patrón de conducta neurótica en cualquier época refleja la interacción de fuerzas culturales. Por ejemplo, en la era victoriana la neurosis típica era la histeria. La reacción histórica se deriva de la condenación de la excitación sexual. La consecuencia de todo esto fue generar en mucha gente un superyó estricto y severo que limitaba la expresión de la sexualidad  y provocaba un fuerte sentimiento de culpa y de ansiedad.

Actualmente, casi un siglo después, el cuadro cultural ha tenido un giro de casi 180 grados. Nuestra cultura está marcada por un resquebrajamiento de la autoridad tanto dentro como fuera del hogar. Las costumbres sexuales parecen bastante más tolerantes. Vemos menos gente que sufra inconscientemente de culpa o ansiedad por lo sexual.
Frecuentemente se describe a los histéricos como hipersensibles, que están exagerando sus sentimientos. Por su parte, los narcisistas minimizan sus sentimientos con el propósito de ser impertérritos”(demostrar que nada les llega). De manera similar, los histéricos parecen cargar un pesado sentimiento de culpa del cual los narcisistas parecen estar liberados. La predisposición narcisista es la depresión, una sensación de vacío o de no sentir nada, en tanto que en la histeria la predisposición es a la ansiedad. Sin embargo, estas diferencias son teóricas. Es frecuente encontrar una mezcla de ansiedad y depresión porque están presentes elementos tanto de la histeria como del narcisismo.
Podría también decirse que la cultura victoriana ponía énfasis en el amor sin sexo, en tanto que nuestra cultura actual pone énfasis en el sexo sin amor.

Aún si tomamos en cuenta que estas afirmaciones son generalizaciones burdas, de hecho revelan el problema central del narcisismo: la negación del sentimiento y su relación con la falta de límites. Los negocios se manejan como si no hubiera límite al crecimiento económico, e incluso en la ciencia nos topamos con la idea de que podemos vencer la muerte, es decir, transformar a la naturaleza a nuestra imagen. El poder, el desempeño y la productividad se han vuelto los valores dominantes y han desplazado a virtudes tan pasadas de moda como la dignidad, la integridad y el respeto de sí mismo.     
A mi juicio, el narcisismo es el resultado de una distorsión en el desarrollo. Hay que averiguar que le hicieron los padres al niño, en lugar de simplemente buscar qué es lo que no le hicieron. Desgraciadamente, los niños a menudo están sujetos a ambos tipos de trauma: los padres no les proporcionan suficientes cuidados y apoyo a nivel emocional, al no reconocer y respetar la individualidad de la criatura, pero a la vez intentan seducirlo para moldearlo según la imagen que ellos tienen de cómo debe ser el niño.

LOS DIFERENTES TIPOS DE TRASTORNOS NARCISISTAS

El narcisismo cubre un amplio espectro comportamental: existen diversos grados de alteración o pérdida del yo.
Estos son los cinco tipos, en orden ascendente según el grado de narcisismo:
1. Carácter fálico-narcisista
2. Carácter narcisista
3. Personalidad límite
4. Personalidad psicopática
5. Personalidad paranoide

Cuanto más narcisista es un individuo, menos se identifica con sus sentimientos. En otras palabras, existe una correlación entre la negación o la carencia de sentimientos, y la falta de un sentido del yo.

El carácter fálico-narcisista

Su narcisismo consiste en una preocupación desmesurada por su imagen sexual. Su narcisismo se manifiesta como una demostración exagerada de confianza en sí mismo, de dignidad y de superioridad
El homólogo femenino del carácter fálico-narcisista es el tipo de carácter histérico. Su narcisismo se expresa en la tendencia a ser seductora y a medir su valor en función de su atractivo sexual basado en sus encantos femeninos. Están más entregadas a una imagen de superioridad que a un yo con sentimientos.

El carácter narcisista

Este individuo no se cree mejor, sino el mejor. Estos individuos tienen necesidad de ser perfectos y de que los demás también les consideren perfectos. El individuo de este tipo, esta totalmente fuera de lugar en el mundo de los sentimientos y no sabe relacionarse con otras personas de una forma real, humana.

La personalidad límite

Este tipo de narcisista puede o no mostrar abiertamente los síntomas típicos del narcisismo. Algunos proyectan una imagen de éxito, competencia y poderío en el mundo, que de hecho se apoya en logros alcanzados en el terreno de los negocios o del espectáculo. Sin embargo, esta fachada se derrumba fácilmente bajo presión emocional, y la persona deja ver entonces el niño asustado e indefenso que hay en su interior. Otras personalidades límite muestran una imagen de persona necesitada, hacen hincapié en su propia vulnerabilidad y a menudo se pegan a los demás. En estos casos, la arrogancia y la fantasía de grandeza que albergan están ocultas, porque no hay éxitos que puedan apoyarlas.

Las demostraciones de grandiosidad del carácter narcisista son una defensa relativamente efectiva ante la depresión, y por ello es difícil socavar la fachada de superioridad de que se valen. Por el contrario, en el caso de la personalidad límite, la ostentación de los éxitos conseguidos no les sirve como protección.
La personalidad límite se encuentra atrapada entre dos visiones contradictorias: o es totalmente genial o totalmente inútil. La fantasía de una genialidad secreta puede llegar a ser una verdadera necesidad para contrarrestar la amenaza de inutilidad que representa la realidad.
Pueden buscarse las causas de las ideas de grandeza en la forma de relacionarse los padres con el niño, más que en la forma de relacionarse el niño con los padres. El niño no se cree un príncipe por un fallo del desarrollo normal. Si cree que lo es, es debido a que le educaron en esa creencia. La forma de verse a sí mismo de un niño refleja cómo lo ven y lo tratan sus padres.

La personalidad psicopática.

Todas las personalidades psicopáticas se consideran a sí mismos individuos superiores a los demás y muestran un grado de arrogancia que raya en el desprecio por los seres humanos corrientes. Una característica específica es la tendencia a actuar siguiendo sus impulsos, a menudo de manera antisocial. Mienten, engañan, roban, incluso matan, sin que se vea en ellos signo alguno de culpabilidad o remordimiento. Esta falta extrema de empatía hace muy difícil el tratamiento.
El impulso que subyace bajo esta conducta procede de las experiencias de la infancia, que fueron tan traumáticas y tan aplastantes que el niño no pudo integrarlas en el ego que se estaba desarrollando. Como resultado, los sentimientos asociados con aquellos impulsos están más allá de la percepción del ego. Se actúa entonces sin sentimientos conscientes. El asesinato a sangre fría es un ejemplo extremo de la actuación psicopática. Pero actuar impulsivamente de por sí no es algo limitado a la conducta antisocial. El alcoholismo, la drogadicción y la conducta sexual promiscua se pueden considerar también formas de conducta impulsiva.

Cabe añadir, que la personalidad psicopática no son necesariamente lo que la sociedad llama perdedores. Hay psicópatas con mucho éxito. Son brillantes, no tienen remordimientos, su inteligencia es fría como el hielo, son incapaces de sentir amor o culpabilidad, y tienen malas intenciones con respecto al resto del mundo. Un individuo así puede ser un abogado competente, un ejecutivo o un político. En lugar de asesinar personas, este tipo de individuo puede llegar a ser el presidente de una empresa que despide a la gente en lugar de matarla y corta a trozos sus funciones en lugar de su cuerpo. Irónicamente, la clave de este tipo de éxito es la falta de sentimientos de la persona -que es a su vez la clave de todos los trastornos narcisistas-. Como hemos visto, cuanto más niega sus sentimientos, más narcisista es el individuo que sufre el trastorno.

La personalidad paranoide
 
Este tipo de individuos no sólo cree que la gente les mira sino que además habla de ellos, incluso conspira en su contra, debido a que ellos son tan extraordinarios e importantes. Puede que incluso crean que tienen poderes fuera de lo normal. Cuando llega un punto en que son incapaces de distinguir la fantasía de la realidad, su locura es clara. En este caso, estamos hablando de paranoia pura y dura.

Si la salud se mide en base a la congruencia de la propia imagen del ego con la realidad del yo o cuerpo, entonces es posible postular que hay un grado de enfermedad en cada trastorno narcisista.

martes, 13 de noviembre de 2018

¿Qué nos hace falta? parte 4


Conocerse a sí mismo es conectarse con el cuerpo

Si se quiere que la alegría caracterice a la propia vida, ella no puede depender de ninguna experiencia especial. Estoy seguro de que todos han conocido momentos de gozo como resultado de la irrupción de alguna emoción intensa, que origina un sentimiento de libertad  o de liberación. Es como cuando el sol irrumpe a través de las nubes durante un corto tiempo, y luego vuelve a cubrirse. Admitamos que no es posible que el sol brille todo el tiempo….pero nos gustaría que por lo menos lo hiciese la mayor parte de la vida.
 Demasiadas personas viven en medio de las tinieblas de su pasado, causadas por imágenes aterradoras que no ven con claridad y que asedian su inconsciente produciéndoles sueños perturbadores en la noche y vagas ansiedades durante el día. Es esencial en toda terapia traer a la conciencia estos recuerdos reprimidos a fin de hacer su abreacción y descargarlos. Para que el sol pueda brillar y calentarnos, debe precederlo el amanecer.

Conocerse a sí mismo es conectarse con el cuerpo. Muchas personas no se conectan con su cuerpo, o a lo sumo sólo lo hacen con algunas partes de él. No están enraizadas en la realidad de su cuerpo. Las partes con las que uno no se conecta contienen los sentimientos aterradores que son el equivalente de las imágenes mentales aterradoras. Por ejemplo, la mayoría de la gente no siente su espalda, pese a que ésta desempeña un papel trascendental al  respaldar al individuo y sustentarlo cuando sufre presiones.
La tensión muscular crónica es el equivalente del temor. Como éste inmoviliza al individuo, inmovilización es sinónimo de temor. Si uno percibe su rigidez o tensión, puede darse cuenta de su temor, lo que liberará sus recuerdos infantiles.

Sea cual fuere el grado en que una persona está desconectada de su cuerpo, de lo que está desconectada es del sentimiento vinculado con la movilidad de esa parte. Una mandíbula o una garganta contraídas impedirán sentir tristeza, porque el sujeto no podrá llorar. Si todo el cuerpo está rígido, no tendrá sentimiento alguno de ternura. En un plano más profundo, mucha gente carece de sentimientos amorosos porque sus corazones  están encerrados en una rígida caja torácica que bloquea la conciencia del corazón y la expresión de los sentimientos cariñosos.

El viaje de autodescubrimiento

El objetivo de la terapia  es el autodescubrimiento, que implica recuperar el alma propia y liberar el espíritu. A ese objetivo se llega en tres etapas. La primera es la conciencia de sí, que significa percibir todas las partes del cuerpo y los sentimientos que en ellas puedan surgir. Me sorprende comprobar cuánta gente ignora la expresión de su rostro y su mirada, pese a que se mira en el espejo todos los días. Por supuesto, la razón es que no quieren verse. Piensan que no pueden hacerse frente, y que los demás tampoco podrán. Se ponen entonces una máscara, una sonrisa estereotipada que proclama al mundo que todo anda bien, cuando no es así. Si dejan caer la máscara, generalmente se asiste a una expresión de tristeza, dolor, depresión o temor. En la medida en que la llevan puesta no pueden sentir su propio rostro, pues está congelado en la sonrisa fija. Sentir dicha tristeza, dolor o temor no produce gozo, pero si esas emociones suprimidas no se sienten, tampoco se las podrá liberar. Uno queda aprisionado detrás de una fachada que impide que el sol llegue a su corazón.
Cuando el individuo avanza y deja atrás esa obscura celda, tal vez al principio el sol sea enceguecedor para él, pero una vez que se habitúa, ya no quiere volver más a su prisión tenebrosa.

La segunda etapa es la expresión de sí. Si los sentimientos no se expresan, se los suprime y uno pierde contacto con sí mismo. Cuando a los niños se les veda expresar ciertos sentimientos, como la ira, o se les castiga si lo hacen; los ocultan y a la larga pasan a formar parte del sombrío mundo subterráneo de la personalidad. Gran cantidad de gente está aterrada de sus propios sentimientos, a los que considera peligrosos, atemorizantes o alocados. Muchos tienen una furia asesina que, según piensan,  deben mantener sepultada por el temor a su destructividad potencial. Esta furia es como una bomba que no ha explotado y uno no se atreve a tocar; pero tan pronto se le hace estallar en un sitio seguro, se torna inocua; uno puede liberar los sentimientos asesinos en el seguro medio terapéutico. Una vez liberada, la furia puede manejarse por vía racional.

La tercera etapa es el adueñamiento de sí. Implica que el individuo conoce lo que siente, que está en contacto consigo mismo. Que es capaz además de expresarse adecuadamente para promover sus mejores intereses. Que es dueño de sí. Han desaparecido los controles inconscientes que provenían del temor a ser él mismo. Han desaparecido la vergüenza y la culpa sobre lo que él es o siente. Han desaparecido las tensiones musculares de su cuerpo que bloqueaban su expresión  y limitaban su conciencia de sí. En su lugar hay autoaceptación y  libertad para ser.
La terapia es un viaje de autodescubrimiento. No es rápido ni sencillo, y en él no faltan los momentos de miedo. En algunos casos puede llevar toda la vida, pero su retribución es saber que no se ha vivido ésta en vano. Uno descubre el sentido de la vida en la experiencia profunda del gozo.

martes, 6 de noviembre de 2018

¿Qué nos hace falta? parte3

Sentirnos... El camino hacia una convivencia sana

La Entrega al Cuerpo

La idea de entrega no goza de popularidad entre los individuos modernos, que conciben la vida como una batalla, una lucha o al menos una situación competitiva. Para muchos, la vida es una actividad que apunta a alguna realización o logro, algún éxito. La identidad está más ligada a la actividad que uno realiza que a su propio ser.
Esto es típico de una cultura narcisista en la que la imagen es más importante que la realidad. En una cultura narcisista el éxito perece aumentar la autoestima, pero sólo lo hace porque agranda el ego. El fracaso tiene el efecto opuesto: achica el ego. En esta atmósfera, la palabra entrega se equipara con derrota, pero en rigor, sólo es una derrota del ego narcisista.
Sin una entrega del ego narcisista, no hay entrega al amor, y sin esta entrega, el gozo es imposible.


Debemos admitir que el cuerpo posee una sabiduría derivada de miles de millones de años de historia evolutiva, que la mente consciente apenas puede imaginar. El misterio del amor, por ejemplo, está más allá del alcance del conocimiento científico. La afirmación de Pascal, El corazón tiene razones que la razón no conoce, es cierta.
La parte obscura e inconsciente de nuestro cuerpo es la que mantiene el fluir de la vida. No vivimos por obra de nuestra voluntad. La voluntad es impotente para regular o coordinar los complicados procesos bioquímicos y biofísicos del cuerpo. Este concepto es muy tranquilizador, ya que si ocurriera lo inverso, ante la primera falla de la voluntad la vida acabaría.

Pero entonces,¿ por qué  cuando nos deprimimos,  no nos curamos en forma espontánea?
La razón es que persiste la causa subyacente. Esa causa es la inhibición de la expresión de los propios sentimientos de temor, tristeza o ira. La supresión de estos sentimientos y la tensión concomitante reducen la motilidad del cuerpo, lo que origina una merma de la vivacidad.

La depresión desaparecería si uno  pudiera sentir y expresar lo que siente. La expresión del sentimiento alivia la tensión, permitiendo que el cuerpo recobre su motilidad y por tanto aumente su vivacidad. Este es el aspecto mecánico del proceso terapéutico. Por el lado psicológico, es preciso develar la ilusión y comprender su origen infantil y su papel como mecanismo de sobrevivencia.
Ligado a ello, está la ilusión de que uno será amado por ser bueno, obediente, exitoso, etc. Esta ilusión contribuye a mantener el ánimo del individuo en su afán por conquistar el amor ajeno, pero como el verdadero amor no puede adquirirse ni ganarse con ninguna actuación, tarde o temprano la ilusión se derrumba y el individuo se deprime.

Todos los pacientes padecen de alguna ilusión, en diverso grado. Algunos tienen la ilusión de que la riqueza les traerá felicidad, o de que la fama les asegurará el amor, o de que la sumisión los protege contra una posible violencia. Nos forjamos estas ilusiones en una época temprana de nuestra vida, como medio de sobrevivir a una situación infantil penosa, y ya adultos tememos renunciar a ellas.
Las ilusiones son defensas del ego contra la realidad, y si bien nos ahorran el dolor que puede causarnos una realidad aterradora, nos hacen prisioneros de la irrealidad. La salud emocional consiste en la capacidad para aceptar la realidad, no para huir de ella.

Y nuestra realidad básica es nuestro cuerpo. Para conocernos, tenemos que sentir nuestro cuerpo. La pérdida de sentimiento en algún lugar del cuerpo es la pérdida de una parte de nosotros. En nuestra cultura casi todos estamos disociados de ciertas partes del cuerpo. Algunos no tienen sensación alguna de su espalda (en especial aquellos de quienes se dice carecen de espina dorsal; otros no sienten sus vísceras (los que revelan su falta de coraje). Cuando todas las partes están cargadas de energía y vibran, nos sentimos más vivos y gozosos. Pero para que esto ocurra tenemos que entregarnos al cuerpo y sus sentimientos.
Dicha entrega implica permitir que el cuerpo esté plenamente vivo y libre. Implica no controlarlo, no hacer con él como si fuera una máquina que uno debe poner en marcha o detener. El cuerpo tiene una mente y sabe lo que debe hacer. De hecho, lo que entregamos es la ilusión del poder de la mente.

Para comenzar, lo mejor es hacerlo por la respiración. La respiración es quizá la función corporal más importante, se caracteriza por ser una actividad natural involuntaria pero al mismo tiempo sujeta al control consciente.
Los estados emocionales afectan en forma directa la respiración. Cuando una persona se enoja mucho, su respiración se acelera. El temor tiene el efecto opuesto: hace que la persona retenga la respiración. Si el temor se convierte en pánico, la respiración se vuelve rápida y muy superficial. En estados de terror, uno apenas respira, ya que el terror tiene sobre el cuerpo un efecto paralizante. En estados de placer, la respiración es lenta y profunda. Estudiando la respiración de una persona, el terapeuta comprende su estado emocional.

Enraizamiento y realidad.

La entrega al cuerpo se asocia a la renuncia a las ilusiones y al descender a la tierra y la realidad. De un individuo muy conectado con la realidad suele decirse que tiene los pies sobre la tierra. Esto significa que siente la conexión existente entre sus pies y el suelo donde está parado. Los sujetos excesivamente  erguidos o colgados de los hombros no experimentan este contacto con el suelo porque sus pies están relativamente entumecidos. Han retirado esa energía excitatoria de la parte inferior del cuerpo como reacción frente al temor. Si éste es muy intenso, la persona retirará de hecho todos sus sentimientos del cuerpo, y su conciencia se limitará a la cabeza. Vivirá entonces en un mundo de fantasía.
Muchas personas viven más en su cabeza que en su cuerpo a fin de evitar sentir el dolor o el terror que éste alberga.

El contacto con la realidad no es un estado de todo o nada. Algunos estamos en mayor contacto y otros estamos más escindidos. Dicho contacto con la realidad es la condición de la cordura, y por lo tanto también de la salud física y emocional;  pero muchos se confunden acerca de la realidad, equiparándola con la norma cultural más que lo que siente en su cuerpo. Por supuesto, si falta el sentimiento o éste se encuentra muy reducido, uno busca el sentido de la vida en el mundo exterior.
Los individuos cuyo cuerpo está vivo y vibrante pueden experimentar la realidad de su ser, el ser de una persona que siente. El grado de vivacidad y de sentimiento que uno tiene, mide su contacto con la realidad. Los seres que sienten son personas con los pies sobre la tierra. Decimos que están enraizadas.

Estar enraizados, pues, significa tener los pies sobre la tierra. Casi todos los adultos los tienen, en el sentido mecánico de que sus pies los sustentan y desplazan; pero cuando el contacto es puramente mecánico, no se experimenta la relación con el suelo o la tierra de un modo vivo y significativo, ni se siente que las relaciones con los demás procedan de los sentimientos. No se siente tampoco el cuerpo dotado de vida y significación. Uno se vincula con él como con su automóvil, como un objeto que le es esencial para su actividad y movilidad. Quizás lo cuide, como lo haría con su auto, pero no se identifica con él. Tal vez tenga grandes triunfos en la vida, pero ésta será irreal. Quizá goce de las satisfacciones que brindan el poder y el dinero, pero no sentirá alegría. No estará enraizado en  la realidad, como no lo está su automóvil. La capacidad de gozo depende de este enraizamiento, ó sea, literalmente, de tener los pies sobre la tierra y de estar en contacto con ésta.

Para sentir la tierra, las piernas y los pies tienen que estar cargados de energía. Tienen que estar vivos y móviles, es decir, presentar ciertos movimientos espontáneos e involuntarios, como las vibraciones. Si los pies de una persona parecen carentes de vida y sus piernas se mantienen fijas e inmóviles, es que no tienen contacto con el suelo. Cuando en cambio, están plenamente vivos, el individuo puede sentir que fluye por ellos una corriente de excitación, calentándolos y haciéndolos vibrar.

El enraizamiento es un proceso energético en el que la excitación fluye a lo largo de todo el cuerpo de la cabeza a los pies. Si ese flujo es intenso y pleno, la persona siente su cuerpo, su sexualidad y la tierra sobre la cual está parada: está en contacto con la realidad. El flujo de la excitación se asocia con las ondas respiratorias, de tal modo que cuando la respiración es libre y profunda, la excitación fluye análogamente. Si la respiración o el flujo se bloquean, la persona no siente su cuerpo por debajo del lugar en que ese bloqueo se produjo. Limitado el flujo, se reduce el sentimiento. Como el flujo de excitación es pulsátil ( o sea, baja hasta los pies y luego sube a la cabeza, al igual que las oscilaciones del péndulo), excita los diversos sectores del cuerpo: cabeza, corazón, genitales y piernas. Dado que al descender atraviesa la región pelviana, toda perturbación sexual importante bloqueará ese fluir hacia las piernas y los pies. Si el individuo está desenraizado, también lo estará su comportamiento sexual.
Estar enraizado implica pararse sobre sus propios pies y denota asimismo, un estado de independencia y madurez.