martes, 27 de marzo de 2018

El Diablo, parte 2


¿EL DIABLO ES HIJO DEL HOMBRE?

En uno de sus cuentos Máximo Gorki hace hablar al viejo Stefan Ilich en estos términos:  El Diablo no existe. El Diablo es una invención de nuestra razón maligna. Lo han inventado los hombres para justificar sus torpezas. No existe más que Dios y el hombre y nadie más. Todo lo que se parece al Diablo - por ejemplo Caín, Judas, el zar Iván el terrible- es siempre invención de los hombres y es inventado para endosar a una sola persona los pecados y las malas acciones de la humanidad. Créeme, nosotros que somos unos trapaceros, teníamos la necesidad de simular e imaginar algo que fuese peor que nosotros, como el Diablo.

Esta opinión no es nueva, pero si muy simplista. Si no existe más que Dios y el hombre, y el hombre es corrupto y perverso, necesariamente habrá que concluir que Dios hizo al hombre malo, que Dios es el responsable, primero y directo, de los pecados de los hombres. Quien niegue e ignore el pecado original está obligado a hacer de Dios un sinónimo de Satanás.


   EL DIABLO INTERIOR

Es bastante común -entre los refutadotes de la hipótesis -Dios -  la idea de que el Diablo existe solamente dentro del alma humana. Ellos no pueden negar el conflicto entre lo que distingue al bien y lo que distingue al mal. Llaman a estos dos antagonistas con los viejos nombres de la mitología popular, pero con la premisa y la conclusión de que se trata de dos facciones adversas en el interior del hombre. No los consideran seres fuera o por encima de nosotros.
Paul Valéry escribe a un amigo: Dios existe y el Diablo también, pero en nosotros. El culto que nosotros debemos a estas divinidades latentes no es otra cosa que el respeto que nosotros nos debemos a nosotros mismos y yo lo entiendo así: la búsqueda de lo mejor para nuestro espíritu en el sentido de sus aptitudes naturales. He aquí mi fórmula: Dios es nuestro ideal particular; Satán, todo lo que tiende en nosotros es desviarnos de ese ideal.

Hay en Valéry una tentativa muy débil de determinar el significado de los dos principios opuestos. Pero la palabra mejor no tiene sentido si no se refiere a un modelo que imitara una escala de valores a alcanzar. La búsqueda de ese ideal siguiendo las aptitudes naturales lleva a una confusión mental escandalosa. Desarrollar las aptitudes naturales significa acrecentar la propia naturaleza, cualquiera que ésta sea, mientras el fin de las religiones es el de reformar, corregir, transformar la naturaleza humana en el sentido de una ley superior divina.

LA  REBELIÓN DE SATANÁS

Todos piensan ahora que Lucifer se sublevó contra su Hacedor movido por su insolente soberbia. Pero los primeros padres de la Iglesia, los primeros teólogos, no creen solamente en el orgullo. Según muchos de ellos, la causa de la caída del arcángel fueron los celos, los celos del hombre.
El texto más completo es el de San Gregorio de Nyssa. Dada la autoridad de este padre de la Iglesia, vale la pena citarlo: Cada una  de las potencias angélicas había recibido de la autoridad que dirige todas las cosas su parte propia en el gobierno del universo, y a una de estas potencias se le había dado el encargo de mantener y gobernar la esfera terrestre. Luego se formó de la Tierra una figura que reproducía la potencia suprema, y ese ser era el hombre. En él estaba la belleza divina de la naturaleza inteligible mezclada a una fuerza secreta. Y he aquí por qué aquel al cual había sido confiado el gobierno de la Tierra encontró extraño e intolerable que de la naturaleza que de él dependía, saliese y se manifestase una substancia hecha a imagen de la divinidad suprema.

Los celos y la envidia son, indudablemente, sentimientos bajos e innobles, indignos de una criatura angélica. En Lucifer debieron ser tan candentes y poderosos que lo indujeron a la rebelión abierta contra el Creador. Ha de observarse, sin embargo, que los celos de Lucifer son menos desatinados que la envidia, hoy admitida hacia Dios. Proponerse ser independiente de Dios es una prueba de demencia increíble, mientras que los celos hacia otra criatura pueden considerarse pecaminosos, pero más naturales y verosímiles. La distancia entre Dios y sus hijos es inconmensurable e inalcanzable, mientras que la diferencia entre los ángeles y los hombres consiste solamente en el grado de las diversas perfecciones.
Los celos condujeron a Satanás a la rebelión -y esta última es el pecado inexcusable- , pero el primer móvil de esta rebelión tal como lo imaginaron los primeros padres de la Iglesia, es bastante menos grave que el que hoy nos enseña nuestra dogmática  religión.

¿CAYÓ LUCIFER POR IMPACIENCIA?

En La Divina Comedia, encontramos una nueva opinión sobre la caída de Lucifer. En el Paraíso se lee:
...el primer soberbio              
que fue la suma de toda criatura   
por no esperar luz cayó acerbo.

Dante aquí, acepta dos opiniones comunes entre los teólogos católicos de todos los tiempos: que Satanás fue el más perfecto de los arcángeles y que su pecado fue la soberbia. Pero añade otra de la cual no había indicios. Él, Satán, no quiere esperar luz y, por eso, cae acerbo, o sea, antes de tiempo. Lucifer, pues, fue impaciente, no supo esperar la plenitud de la gracia.
¿Qué significa justamente la expresión no esperar luz? ¿Es posible que el ángel más perfecto tuviese necesidad de una sucesiva iluminación para comprender mejor la unidad del Creador? ¿Se puede acusar a Lucifer de no haber querido esperar? Podría pensarse también que Dante intuyó aquella hipótesis, según la cual, Lucifer habría deseado ser llamado como colaborador en la futura redención de los hombres y, en este caso, la mayor luz puede bien significar una mayor gloria y dignidad que el Padre le podía haber concedido.

Los pecados de Lucifer, si la hipótesis de Dante fuese verdadera, serían dos: la soberbia y la impaciencia. Pero el último es el primero y más grave por cuanto ha suscitado el otro. Si Lucifer hubiese sabido esperar se abría apercibido de que su soberbia era una locura.

PRIMERA CULPA DE SATANÁS

San Ambrosio de Canterbury, atribuye la rebelión al deseo de tener una voluntad propia, independiente, esto es, libre. He aquí el texto:
No solo quiso ser igual a Dios, porque presumió tener voluntad propia, sino que quiso ser mayor aún, al desear lo que Dios no podía permitirle, puesto que puso su voluntad por encima de la voluntad de Dios. 

Según el teólogo santo la culpa del arcángel rebelde fue doble: presumir tener voluntad propia y poner esta voluntad por encima de la divina.
Ciertamente, este segundo punto no tiene discusión, pero una libertad que consiste solamente en querer lo que el superior quiere no sería ya libertad.
Los teólogos nos han repetido que si Dios no hubiese dado a sus criaturas el don admirable de la libertad y las hubiese obligado a todas a pensar y a hacer solamente las cosas deseadas el Él, habría creado marionetas sin mérito ni dignidad alguna. San Anselmo da una interpretación satánica del libre albedrío cuando afirma que Lucifer por el solo hecho de tener voluntad propia, presume hacerse igual a Dios. Muchos defensores de la libertad humana sostienen, en efecto, que en este don consiste nuestra semejanza con Dios y lo mismo puede decirse de los ángeles. Lucifer no hacía otra cosa que demostrar haber sido hecho a imagen y semejanza de Dios y no puede llamarse pecado conformarse a la propia naturaleza tal como lo quiso quien la creó. Lucifer, en paz, puede pedir ser absuelto de aquella su primera culpa.
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El NON SERVIAN

Se ha reprochado universalmente a Lucifer su famosa frase: No serviré.
Uno se niega a servir a un tirano, a un déspota, a un autócrata. Nada de eso era aquel Dios que a sus criaturas concede la libertad de querer. Dios no es un patrono celeste que tiene la necesidad de ser servido. Él es todo y todo lo posee: por eso no desea ni quiere esclavos. El amor no es verdaderamente amor si no nace libre y espontáneo del alma. Si Lucifer no hubiera sido plenamente libre, ¿cómo podría revelarse?
El deseo de no servir, o sea la libertad, ¿acaso no ha sido siempre uno de los signos de los espíritus fuertes y generosos?

No fue la negativa a servir, sino la elección del odio -envidia, celos, mezquindad- la causa de la caída de Satanás.

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