martes, 13 de marzo de 2018

El Arte de Amar (fragmento)


EL ARTE DE AMAR (fragmento)


Para Erich Fromm, todos los intentos de amar están condenados al fracaso, a menos que procuremos, del modo más activo, desarrollar nuestra personalidad total, es decir,  alcanzar una orientación productiva. (o espiritual).
Después apunta que:  la satisfacción en el amor individual, no puede lograrse sin la capacidad de amar al prójimo, sin humildad, coraje, fe y disciplina. (es decir, sin un trabajo interior). 
La dificultad de la empresa no debe ser causa de que no se investigue. ¿Por qué  si todos buscamos amor, tanto fracasamos?
¿Es el Amor un Arte?. ¿Hay que batallar para aprender a amar? O es el amor una experiencia placentera, cuya experiencia es cuestión de azar, algo con lo que se tropieza si hay suerte?

Casi todos piensan que no hay nada que aprender en el amor.
Muchos  creen que el problema consiste en conseguir el objeto, y no en desarrollar una facultad. La gente cree que amar es sencillo y lo difícil es encontrar un objeto apropiado para amar. Tal actitud puede compararse con la de un hombre que quiere pintar, pero que en lugar de aprender el arte, sostiene que debe esperar el objeto adecuado, y que pintará maravillosamente bien cuando lo encuentre.
Por otro lado, nuestra cultura contemporánea está basada en el deseo de comprar, en la idea de un intercambio mutuamente favorable. Una mujer o un hombre atractivos son los premios que se quieren conseguir. Quiero hacer un buen negocio. Dos personas se enamoran cuando sienten que han encontrado el mejor objeto disponible en el mercado.
Como todos queremos que se nos ame buscamos el éxito, el poder y las riquezas. Las mujeres buscan ser atractivas, en suma; perseguimos popularidad y sex appeal.

Otra causa de lo exiguo del amor en nuestra sociedad, es que muchos confunden la experiencia  inicial de enamorarse, con la de permanecer enamorados. Dos personas llegan a conocerse bien, su intimidad pierde cada vez su carácter milagroso, hasta que su antagonismo, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo, terminan por matar lo que pueda quedar de la excitación inicial. No obstante, al principio no saben todo esto: en realidad ,consideran la intensidad del apasionamiento, ese estar locos el uno por el otro como una prueba de la intensidad de su amor, cuando solo muestra el grado de su soledad anterior.

Prácticamente, no existe ningún otra actividad que se inicie con tan tremenda esperanza, y no obstante fracase tan a menudo como el amor. Para superar esta frustración debemos examinar las causas de tal desperfecto, y estudiar el significado del amor.
El primer paso a dar es tomar conciencia de que el amor es un arte, tal como es un arte el vivir.
No obstante el profundo anhelo de amor, casi todo lo demás tiene más importancia que el amor; éxito, prestigio, dinero, poder; dedicamos casi toda nuestra energía a descubrir la forma de alcanzar dichos objetivos, y muy poca a aprender el arte del amor.
Será acaso que el amor ,que solo beneficia al alma, pero que no proporciona ventajas en el sentido moderno, sea un lujo por el cual no conviene gastar muchas energías

El  Amor, la respuesta al problema de la existencia humana

Hay formas inmaduras de amor, que preferimos llamar unión simbiótica, y reservar el termino amor a una forma especifica de unión, una forma que ha sido la virtud ideal de todas las grandes religiones y sistemas filosóficos humanísticos en los cuatro mil años de historia occidental y oriental.
En la unión simbiótica, dos cuerpos son independientes, pero psicológicamente existe una dependencia. La forma pasiva de la unión simbiótica es la sumisión (masoquismo): la persona escapa del intolerable sentimiento de aislamiento convirtiéndose en parte de la otra persona, que la dirige y protege, pero carece de integridad, no ha nacido completamente.  Un mecanismo  similar a la idolatría.
La forma activa de la fusión simbiótica es la dominación (sadismo). La persona sádica quiere escapar de su soledad y de su sensación de estar aprisionada haciendo de otro individuo una parte de sí misma.
La persona sádica es tan dependiente de la sumisa como ésta de aquélla; ninguna de las dos puede vivir sin la otra.

En contraste con la unión simbiótica, el amor maduro significa unión a condición de preservar la propia integridad, la propia individualidad.
El amor es un poder activo en el hombre; un poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes y lo une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento y separatidad y no obstante le permite ser él mismo, mantener su integridad.
 El amor es la práctica de un poder humano que solo puede realizarse en la libertad y jamás como resultado de una compulsión.

Puede describirse el carácter activo del amor afirmando que amar es fundamentalmente dar, no recibir.
¿Qué es dar?. El malentendido más común consiste en suponer que dar significa renunciar a algo, sacrificarse. El carácter mercantil está dispuesto a dar, pero solo a cambio de recibir, para él, dar sin recibir significa una estafa.
Para el carácter productivo, dar constituye la más alta expresión de potencia. Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad.
En la esfera de las cosas materiales, dar significa ser rico. No es rico el que tiene mucho, sino el que da mucho. El avaro que se preocupa angustiosamente por la posible pérdida de algo es, desde el punto de vista psicológico, un hombre indigente, empobrecido, por mucho que posea.

Por tanto, la pobreza que sobrepasa un cierto límite puede impedir dar, y es, en consecuencia, degradante, no solo a causa del sufrimiento directo que ocasiona, sino porque priva a los pobres de la alegría de dar.
Pero la esfera más importante del dar es el dominio de lo específicamente humano. ¿Qué le da una persona a otra?. Da de sí misma- da de su alegría, de su interés, de su comprensión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza, de todas las manifestaciones de lo que esta vivo en él. Al dar así de su vida, enriquece a la otra persona. No da con el fin de recibir; dar es de por sí una dicha exquisita. Cuando se da verdaderamente, uno no puede dejar de recibir lo que se le da a cambio. El amor es un poder que produce amor; la impotencia es la incapacidad de producir amor.

La capacidad de amar como acto de dar, depende del desarrollo caracterológico de la persona. Presupone que la persona ha superado la dependencia, lo omnipotencia narcisista, el deseo de explotar a los demás, o de acumular, y ha adquirido fe en sus propios poderes humanos y coraje para  confiar en su capacidad para alcanzar el logro de sus fines. En la misma medida en que carece de tales cualidades, tiene miedo de darse, y, por tanto, de amar.
Además del elemento de dar, el carácter activo del amor se vuelve evidente en el hecho de que implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas de amor. Esos elementos son: cuidado, responsabilidad,  respeto y conocimiento.

La necesidad básica de fundirse con otra persona para trascender de ese modo la prisión de la propia separatidad se vincula, de modo íntimo, con otro deseo específicamente humano, el de conocer el secreto del hombre. Nos conocemos y, a pesar de todos los esfuerzos que podamos realizar, no nos conocemos. Cuanto más avanzamos hacia las profundidades de nuestro ser, o el ser de los otros, más nos elude la meta del conocimiento.
Hay una manera, desesperada e inútil, de conocer ese secreto, es el poder absoluto sobre otra persona; el poder que le hace hacer lo que queremos, sentir lo que queremos, pensar lo que queremos; que la transforma en una cosa. Reside ahí una motivación esencial de la crueldad y la destructividad humanas.

El mejor camino para conocer el secreto es el amor. El amor es la penetración activa en la otra persona, en la que la unión satisface mi deseo de conocer. Conozco de la única manera en que el conocimiento de lo que está vivo le es posible al hombre -por la experiencia de la unión- no mediante algún conocimiento proporcionado por nuestro pensamiento. El sadismo está motivado por el deseo de conocer el secreto, sin embargo, permanezco tan ignorante como antes. El amor es la única forma de conocimiento  que, en el acto de unión, satisface mi búsqueda. Me encuentro a mi mismo, me descubro, nos descubrimos ambos, conozco al hombre. Ese acto trasciende el pensamiento, trasciende las palabras. Es una zambullida temeraria en la experiencia de la unión. Sin embargo, hay que anotar que el conocimiento psicológico es necesario para el pleno conocimiento en el acto de amar.

El problema de conocer al hombre es paralelo al problema religioso de conocer a Dios. Queremos conocer a Dios por medio del pensamiento. En el misticismo, se renuncia a la idea de conocer a Dios por medio del pensamiento y se le reemplaza por la experiencia de la unión con Dios.
Cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento son mutuamente interdependientes. Constituyen un síndrome de actitudes que se encuentran en la persona madura; que solo desea poseer lo que ha ganado con su trabajo, que ha renunciado a sus sueños narcisistas de omnisapiencia y omnipotencia, que ha adquirido humildad basada en esa fuerza interior que solo la genuina actividad productiva puede proporcionar.

Y aún por encima de la necesidad universal de unión, surge otra más específica y de orden biológico: el deseo de unión entre los polos masculino y femenino. La polarización sexual lleva al hombre a buscar la unión con el otro sexo. Tal polaridad existe también dentro de cada hombre y cada mujer. El hombre-y la mujer- solo logra su unión interior en la unión con su polaridad femenina o masculina. Esa polaridad es la base de toda creatividad.
Idéntica polaridad existe también en la naturaleza, no solo, como es notorio, en los animales y en las plantas, sino en la polaridad de dos funciones fundamentales, la de recibir y la de penetrar. Es la polaridad de la tierra y la lluvia, del río y el océano, de la noche y el día, de la obscuridad y la luz, de la materia y el espíritu.

El deseo sexual es una manifestación de la necesidad de amor y de unión. La atracción erótica no se expresa únicamente en la atracción sexual. Hay masculinidad y feminidad en el carácter tanto como en la función sexual. Puede definirse el carácter masculino diciendo que posee las cualidades de: penetración, conducción, actividad, disciplina y aventura; el carácter femenino, las cualidades de: receptividad, productividad, protección, realismo, resistencia, maternidad. (Siempre debe tenerse presente que en cada individuo se funden ambas características, pero con predominio de las correspondientes a su sexo).

Si los rasgos masculinos del carácter de un hombre están debilitados porque emocionalmente sigue siendo una criatura, es muy frecuente que trate de compensar esa falta acentuando exclusivamente su papel masculino en el sexo. El resultado es el Don Juan, que necesita demostrar sus proezas masculinas porque está inseguro de su masculinidad. Cuando la parálisis de la masculinidad es más intensa, el sadismo (el uso de la fuerza) se convierte en el principal -y perverso- substituto de la masculinidad. Si la sexualidad femenina está afectada, se transforma en masoquismo o posesividad.


Nunca el amante busca sin ser buscado por su amada.
Si la luz del amor ha penetrado en este corazón, sabe que también hay amor en aquél corazón.
Cuando el amor a dios agita tu corazón, también Dios tiene amor para ti.
Sin la otra mano, ningún ruido de palmoteo sale de la otra mano.
La sabiduría Divina es destino y su decreto nos hace amarnos el uno al otro.
Por eso esta ordenado que cada parte del mundo se una con su consorte.
El sabio dice: Cielo es hombre, y Tierra, mujer. Cuando la Tierra no tiene calor, el Cielo se lo manda; cuando pierde su frescor y su rocío, el Cielo se lo devuelve. El Cielo hace su ronda, como un marido que trabaja por su mujer.
Y la Tierra se ocupa del gobierno de su casa: cuida de los nacimientos y amamanta al que pare.
Mira a la Tierra y el Cielo, tienen inteligencia, pues hacen el trabajo de seres inteligentes.
Si estos dos no gustaran placer el uno por el otro, ¿por qué habrían de andar juntos como novios?
Sin la Tierra, ¿ despuntarían las flores? ¿Qué entonces producirían el calor y el agua del Cielo?
Así como Dios puso el deseo en el hombre y en la mujer para que el mundo fuera preservado por su unión.
Así cada parte de la existencia planteó el deseo de la otra parte.
Día y noche son enemigos afuera; pero sirven ambos único fin.
Cada uno ama al otro en aras de la perfección de su mutuo trabajo.
Sin la noche, la naturaleza del hombre no recibiría ganancia alguna y nada tendría entonces el día para gastar.                                                                     

  Rumi                                                           

















No hay comentarios:

Publicar un comentario