martes, 20 de marzo de 2018

El Diablo, parte 1


EL DIABLO

Apuntes para una futura diablología
Breviario del libro de Giovanni Papini, 1953

 PRESENTACIÓN

Acerca del Diablo se han escrito numerosos volúmenes; más éste es distinto a todos por haber sido escrito precisamente por un cristiano, conforme al más profundo sentimiento del cristianismo.
Este libro pretende ser únicamente una investigación analítica, leal y serena del origen del alma, de las verdaderas causas que motivaron la rebelión de Satanás. Esta obra no es, ni pretende ser una defensa del Diablo. Él se llama en hebreo Satán, esto es, el adversario, el enemigo; en griego se llama el Diablo, o sea, el acusador, el calumniador, ese ser infame, pero famoso, invisible, pero omnipresente, ya temido ya despreciado, más odiado que comprendido, más representado que conocido.

Me he propuesto estudiar los problemas siguientes:
  • Las verdaderas causas de la rebelión de Lucifer.
  • Las verdaderas relaciones entre Dios y el Diablo (mucho más cordiales de lo que hasta ahora nos hemos imaginado).  
  • La posibilidad del intento por parte de los hombres de hacer volver a Satanás a su primer estado, liberándonos todos de la tentación del mal.

Por lo referente a los dos primeros problemas, he procurado siempre apoyar mis observaciones en textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, de los padres de la Iglesia, de filósofos y escritores cristianos. Por lo que toca al último problema, me he limitado a señalar conjeturas y esperanzas que considero en perfecta armonía con la concepción de un Dios definido como amor absoluto.

Suscribo y hago mías estas palabras valientes de Graham Greene: Donde Dios está más presente es precisamente allí donde está su enemigo, y por el contrario, donde el enemigo está ausente, nosotros desesperamos con frecuencia de hallar a Dios. Uno se siente tentado a creer que el mal no es más que la sombra producida por el bien, en su perfección, y que nosotros llegaremos un día a comprender también la sombra.

Este libro está dedicado a todos los amigos, que no sean en el fondo un poco enemigos, y a todos aquellos enemigos que tal ves mañana podrían convertirse en nuevos amigos.
Pero lo dedico más que nada a aquellos lectores que estén dotados al mismo tiempo de buena inteligencia y de buena voluntad.

NECESIDAD DE CONOCER AL DIABLO

En el mundo de las grandes religiones hay un ser que está aparte y que no es bestia, ni es hombre ni mucho menos Dios. Y, sin embargo, este ser se sirve de las bestias, asiste a los hombres y osa mezclarse con Dios mismo. Es, según el dogma cristiano, un ángel que capitanea a una legión de ángeles, pero es un ángel caído, desfigurado, maldito.
Es odiado por los mismos que han prometido amar a los enemigos, y es temido por aquellos que son más diferentes y están más lejos de él, como los santos. Pero es obedecido e imitado por aquellos otros que no creen o dicen no creer en su existencia.

¿Es lícito a un cristiano odiar al enemigo? ¿Es lícito a las gentes honradas calumniar al calumniador? Los cristianos hasta la fecha no han sido lo bastante cristianos para con Satanás. Le temen, le huyen o fingen ignorarlo. Pero si el miedo puede quizá salvarlos de sus tentaciones, no es ciertamente un arma de salvación.
Y más peligroso que el miedo es la indiferencia que acaba las más de las veces por convertirse en complicidad. Quien no está en guardia es más fácilmente sorprendido. Un poeta, Baudelaire, ha intuido la verdad: La más hermosa habilidad del Diablo es habernos persuadido de que él no existe.

Ni con el miedo ni con la ignorancia podemos desterrar de este mundo al príncipe, que hace sentir cada vez más su espantosa dominación. Para liberarnos del Demonio, es más aconsejable y más conforme con el mandato evangélico del amor, tratar de conocerlo más exacta y profundamente, no ya para caer en sus trampas, sino para mejor guardarse de él, para tratar de hacerlo volver a su naturaleza originaria.
Comprender es una predisposición para amar. El cristiano puede y debe amar en Satanás a la criatura más horriblemente desgraciada de toda la creación, al jefe y símbolo de todos los enemigos, al arcángel que estuvo un día cerca de Dios. Quizá únicamente nuestro amor pueda ayudarlo a  salvarse, a volverlo a su ser original, el más perfecto de los espíritus celestes.

Cristo amó a los hombres, aun a los rebeldes, corrompidos y bestiales. Un verdadero cristiano no debe ser malvado ni aun con los malvados, no debe ser injusto ni aun con los injustos, no debe ser cruel ni aun con los crueles, sino que debe ser un tentador del bien aun con los tentadores del mal. Debemos pues, acercarnos a Satanás con espíritu de caridad y de justicia, no para hacernos sus admiradores, sino con el propósito y la esperanza de liberarle a él de sí mismo, y, por supuesto, a nosotros de él.
Este libro quiere hacer conocer al adversario en su verdad, porque la verdad es preparación para su redención y la nuestra.

Hasta hoy, Satanás fue odiado, insultado y maldecido o bien, imitado, alabado y adorado. Este libro, en cambio, se propone una finalidad distinta y nueva: la de hacer que sea comprendido cristianamente por los cristianos.

Llegaremos un día a comprender también la sombra.


LA TRAGEDIA CRISTIANA

Hay una tragedia que tuvo principio en el comienzo de los tiempos y que no ha llegado aún a su desenlace.
Una tragedia misteriosa y despiadada. Tres son sus únicos teatros: el Cielo, la Tierra y el Abismo. Tres son sus únicos protagonistas: Dios, Satanás y el Hombre. Y, como todas las tragedias, ésta consta de cinco actos:
Acto primero: Satanás se rebela contra el Creador.
Acto segundo: Satanás es confinado y sepultado en el Abismo.
Acto tercero: Satanás, para vengarse, seduce al hombre y se adueña de él.
Acto cuarto: El hombre Dios, con su encarnación, vence a Satanás y proporciona a los hombres las armas para vencerlo a la vez.
Acto quinto: En la consumación de los tiempos, Satanás intenta su revancha y su desquite por medio del anticristo.

Nos encontramos ahora en el acto cuarto, tal vez en las últimas escenas. ¿Cuándo se iniciará el quinto? Ya se ven señales. ¿Y cómo terminará este acto último? ¿con una catástrofe o con una catarsis?
El hombre es el más débil y más efímero de los tres protagonistas. Y, sin embargo, es precisamente él, el hombre, la meta suprema de esta pugna larguísima y de tantas alternativas entre el Creador y el destructor, entre el amor y el miedo, entre la afirmación y la negación.

Satanás substrae al hombre de Dios; Cristo se lo arrebata a Satanás; pero Satanás busca por todos los medios reconquistarlo y prácticamente lo está consiguiendo. Hará una ultima tentativa y será vencido, vencido para siempre. ¿Vencido porque está encadenado eternamente en el abismo o vencido por la omnipotencia del amor que lo restituirá a su lugar en el Cielo?
Nadie sobre la Tierra puede decirlo. Pero el hombre, el más inerme de los tres protagonistas, deberá decir su palabra, antes que la tragedia llegue a su fin.

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