martes, 27 de marzo de 2018

El Diablo, parte 2


¿EL DIABLO ES HIJO DEL HOMBRE?

En uno de sus cuentos Máximo Gorki hace hablar al viejo Stefan Ilich en estos términos:  El Diablo no existe. El Diablo es una invención de nuestra razón maligna. Lo han inventado los hombres para justificar sus torpezas. No existe más que Dios y el hombre y nadie más. Todo lo que se parece al Diablo - por ejemplo Caín, Judas, el zar Iván el terrible- es siempre invención de los hombres y es inventado para endosar a una sola persona los pecados y las malas acciones de la humanidad. Créeme, nosotros que somos unos trapaceros, teníamos la necesidad de simular e imaginar algo que fuese peor que nosotros, como el Diablo.

Esta opinión no es nueva, pero si muy simplista. Si no existe más que Dios y el hombre, y el hombre es corrupto y perverso, necesariamente habrá que concluir que Dios hizo al hombre malo, que Dios es el responsable, primero y directo, de los pecados de los hombres. Quien niegue e ignore el pecado original está obligado a hacer de Dios un sinónimo de Satanás.


   EL DIABLO INTERIOR

Es bastante común -entre los refutadotes de la hipótesis -Dios -  la idea de que el Diablo existe solamente dentro del alma humana. Ellos no pueden negar el conflicto entre lo que distingue al bien y lo que distingue al mal. Llaman a estos dos antagonistas con los viejos nombres de la mitología popular, pero con la premisa y la conclusión de que se trata de dos facciones adversas en el interior del hombre. No los consideran seres fuera o por encima de nosotros.
Paul Valéry escribe a un amigo: Dios existe y el Diablo también, pero en nosotros. El culto que nosotros debemos a estas divinidades latentes no es otra cosa que el respeto que nosotros nos debemos a nosotros mismos y yo lo entiendo así: la búsqueda de lo mejor para nuestro espíritu en el sentido de sus aptitudes naturales. He aquí mi fórmula: Dios es nuestro ideal particular; Satán, todo lo que tiende en nosotros es desviarnos de ese ideal.

Hay en Valéry una tentativa muy débil de determinar el significado de los dos principios opuestos. Pero la palabra mejor no tiene sentido si no se refiere a un modelo que imitara una escala de valores a alcanzar. La búsqueda de ese ideal siguiendo las aptitudes naturales lleva a una confusión mental escandalosa. Desarrollar las aptitudes naturales significa acrecentar la propia naturaleza, cualquiera que ésta sea, mientras el fin de las religiones es el de reformar, corregir, transformar la naturaleza humana en el sentido de una ley superior divina.

LA  REBELIÓN DE SATANÁS

Todos piensan ahora que Lucifer se sublevó contra su Hacedor movido por su insolente soberbia. Pero los primeros padres de la Iglesia, los primeros teólogos, no creen solamente en el orgullo. Según muchos de ellos, la causa de la caída del arcángel fueron los celos, los celos del hombre.
El texto más completo es el de San Gregorio de Nyssa. Dada la autoridad de este padre de la Iglesia, vale la pena citarlo: Cada una  de las potencias angélicas había recibido de la autoridad que dirige todas las cosas su parte propia en el gobierno del universo, y a una de estas potencias se le había dado el encargo de mantener y gobernar la esfera terrestre. Luego se formó de la Tierra una figura que reproducía la potencia suprema, y ese ser era el hombre. En él estaba la belleza divina de la naturaleza inteligible mezclada a una fuerza secreta. Y he aquí por qué aquel al cual había sido confiado el gobierno de la Tierra encontró extraño e intolerable que de la naturaleza que de él dependía, saliese y se manifestase una substancia hecha a imagen de la divinidad suprema.

Los celos y la envidia son, indudablemente, sentimientos bajos e innobles, indignos de una criatura angélica. En Lucifer debieron ser tan candentes y poderosos que lo indujeron a la rebelión abierta contra el Creador. Ha de observarse, sin embargo, que los celos de Lucifer son menos desatinados que la envidia, hoy admitida hacia Dios. Proponerse ser independiente de Dios es una prueba de demencia increíble, mientras que los celos hacia otra criatura pueden considerarse pecaminosos, pero más naturales y verosímiles. La distancia entre Dios y sus hijos es inconmensurable e inalcanzable, mientras que la diferencia entre los ángeles y los hombres consiste solamente en el grado de las diversas perfecciones.
Los celos condujeron a Satanás a la rebelión -y esta última es el pecado inexcusable- , pero el primer móvil de esta rebelión tal como lo imaginaron los primeros padres de la Iglesia, es bastante menos grave que el que hoy nos enseña nuestra dogmática  religión.

¿CAYÓ LUCIFER POR IMPACIENCIA?

En La Divina Comedia, encontramos una nueva opinión sobre la caída de Lucifer. En el Paraíso se lee:
...el primer soberbio              
que fue la suma de toda criatura   
por no esperar luz cayó acerbo.

Dante aquí, acepta dos opiniones comunes entre los teólogos católicos de todos los tiempos: que Satanás fue el más perfecto de los arcángeles y que su pecado fue la soberbia. Pero añade otra de la cual no había indicios. Él, Satán, no quiere esperar luz y, por eso, cae acerbo, o sea, antes de tiempo. Lucifer, pues, fue impaciente, no supo esperar la plenitud de la gracia.
¿Qué significa justamente la expresión no esperar luz? ¿Es posible que el ángel más perfecto tuviese necesidad de una sucesiva iluminación para comprender mejor la unidad del Creador? ¿Se puede acusar a Lucifer de no haber querido esperar? Podría pensarse también que Dante intuyó aquella hipótesis, según la cual, Lucifer habría deseado ser llamado como colaborador en la futura redención de los hombres y, en este caso, la mayor luz puede bien significar una mayor gloria y dignidad que el Padre le podía haber concedido.

Los pecados de Lucifer, si la hipótesis de Dante fuese verdadera, serían dos: la soberbia y la impaciencia. Pero el último es el primero y más grave por cuanto ha suscitado el otro. Si Lucifer hubiese sabido esperar se abría apercibido de que su soberbia era una locura.

PRIMERA CULPA DE SATANÁS

San Ambrosio de Canterbury, atribuye la rebelión al deseo de tener una voluntad propia, independiente, esto es, libre. He aquí el texto:
No solo quiso ser igual a Dios, porque presumió tener voluntad propia, sino que quiso ser mayor aún, al desear lo que Dios no podía permitirle, puesto que puso su voluntad por encima de la voluntad de Dios. 

Según el teólogo santo la culpa del arcángel rebelde fue doble: presumir tener voluntad propia y poner esta voluntad por encima de la divina.
Ciertamente, este segundo punto no tiene discusión, pero una libertad que consiste solamente en querer lo que el superior quiere no sería ya libertad.
Los teólogos nos han repetido que si Dios no hubiese dado a sus criaturas el don admirable de la libertad y las hubiese obligado a todas a pensar y a hacer solamente las cosas deseadas el Él, habría creado marionetas sin mérito ni dignidad alguna. San Anselmo da una interpretación satánica del libre albedrío cuando afirma que Lucifer por el solo hecho de tener voluntad propia, presume hacerse igual a Dios. Muchos defensores de la libertad humana sostienen, en efecto, que en este don consiste nuestra semejanza con Dios y lo mismo puede decirse de los ángeles. Lucifer no hacía otra cosa que demostrar haber sido hecho a imagen y semejanza de Dios y no puede llamarse pecado conformarse a la propia naturaleza tal como lo quiso quien la creó. Lucifer, en paz, puede pedir ser absuelto de aquella su primera culpa.
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El NON SERVIAN

Se ha reprochado universalmente a Lucifer su famosa frase: No serviré.
Uno se niega a servir a un tirano, a un déspota, a un autócrata. Nada de eso era aquel Dios que a sus criaturas concede la libertad de querer. Dios no es un patrono celeste que tiene la necesidad de ser servido. Él es todo y todo lo posee: por eso no desea ni quiere esclavos. El amor no es verdaderamente amor si no nace libre y espontáneo del alma. Si Lucifer no hubiera sido plenamente libre, ¿cómo podría revelarse?
El deseo de no servir, o sea la libertad, ¿acaso no ha sido siempre uno de los signos de los espíritus fuertes y generosos?

No fue la negativa a servir, sino la elección del odio -envidia, celos, mezquindad- la causa de la caída de Satanás.

martes, 20 de marzo de 2018

El Diablo, parte 1


EL DIABLO

Apuntes para una futura diablología
Breviario del libro de Giovanni Papini, 1953

 PRESENTACIÓN

Acerca del Diablo se han escrito numerosos volúmenes; más éste es distinto a todos por haber sido escrito precisamente por un cristiano, conforme al más profundo sentimiento del cristianismo.
Este libro pretende ser únicamente una investigación analítica, leal y serena del origen del alma, de las verdaderas causas que motivaron la rebelión de Satanás. Esta obra no es, ni pretende ser una defensa del Diablo. Él se llama en hebreo Satán, esto es, el adversario, el enemigo; en griego se llama el Diablo, o sea, el acusador, el calumniador, ese ser infame, pero famoso, invisible, pero omnipresente, ya temido ya despreciado, más odiado que comprendido, más representado que conocido.

Me he propuesto estudiar los problemas siguientes:
  • Las verdaderas causas de la rebelión de Lucifer.
  • Las verdaderas relaciones entre Dios y el Diablo (mucho más cordiales de lo que hasta ahora nos hemos imaginado).  
  • La posibilidad del intento por parte de los hombres de hacer volver a Satanás a su primer estado, liberándonos todos de la tentación del mal.

Por lo referente a los dos primeros problemas, he procurado siempre apoyar mis observaciones en textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, de los padres de la Iglesia, de filósofos y escritores cristianos. Por lo que toca al último problema, me he limitado a señalar conjeturas y esperanzas que considero en perfecta armonía con la concepción de un Dios definido como amor absoluto.

Suscribo y hago mías estas palabras valientes de Graham Greene: Donde Dios está más presente es precisamente allí donde está su enemigo, y por el contrario, donde el enemigo está ausente, nosotros desesperamos con frecuencia de hallar a Dios. Uno se siente tentado a creer que el mal no es más que la sombra producida por el bien, en su perfección, y que nosotros llegaremos un día a comprender también la sombra.

Este libro está dedicado a todos los amigos, que no sean en el fondo un poco enemigos, y a todos aquellos enemigos que tal ves mañana podrían convertirse en nuevos amigos.
Pero lo dedico más que nada a aquellos lectores que estén dotados al mismo tiempo de buena inteligencia y de buena voluntad.

NECESIDAD DE CONOCER AL DIABLO

En el mundo de las grandes religiones hay un ser que está aparte y que no es bestia, ni es hombre ni mucho menos Dios. Y, sin embargo, este ser se sirve de las bestias, asiste a los hombres y osa mezclarse con Dios mismo. Es, según el dogma cristiano, un ángel que capitanea a una legión de ángeles, pero es un ángel caído, desfigurado, maldito.
Es odiado por los mismos que han prometido amar a los enemigos, y es temido por aquellos que son más diferentes y están más lejos de él, como los santos. Pero es obedecido e imitado por aquellos otros que no creen o dicen no creer en su existencia.

¿Es lícito a un cristiano odiar al enemigo? ¿Es lícito a las gentes honradas calumniar al calumniador? Los cristianos hasta la fecha no han sido lo bastante cristianos para con Satanás. Le temen, le huyen o fingen ignorarlo. Pero si el miedo puede quizá salvarlos de sus tentaciones, no es ciertamente un arma de salvación.
Y más peligroso que el miedo es la indiferencia que acaba las más de las veces por convertirse en complicidad. Quien no está en guardia es más fácilmente sorprendido. Un poeta, Baudelaire, ha intuido la verdad: La más hermosa habilidad del Diablo es habernos persuadido de que él no existe.

Ni con el miedo ni con la ignorancia podemos desterrar de este mundo al príncipe, que hace sentir cada vez más su espantosa dominación. Para liberarnos del Demonio, es más aconsejable y más conforme con el mandato evangélico del amor, tratar de conocerlo más exacta y profundamente, no ya para caer en sus trampas, sino para mejor guardarse de él, para tratar de hacerlo volver a su naturaleza originaria.
Comprender es una predisposición para amar. El cristiano puede y debe amar en Satanás a la criatura más horriblemente desgraciada de toda la creación, al jefe y símbolo de todos los enemigos, al arcángel que estuvo un día cerca de Dios. Quizá únicamente nuestro amor pueda ayudarlo a  salvarse, a volverlo a su ser original, el más perfecto de los espíritus celestes.

Cristo amó a los hombres, aun a los rebeldes, corrompidos y bestiales. Un verdadero cristiano no debe ser malvado ni aun con los malvados, no debe ser injusto ni aun con los injustos, no debe ser cruel ni aun con los crueles, sino que debe ser un tentador del bien aun con los tentadores del mal. Debemos pues, acercarnos a Satanás con espíritu de caridad y de justicia, no para hacernos sus admiradores, sino con el propósito y la esperanza de liberarle a él de sí mismo, y, por supuesto, a nosotros de él.
Este libro quiere hacer conocer al adversario en su verdad, porque la verdad es preparación para su redención y la nuestra.

Hasta hoy, Satanás fue odiado, insultado y maldecido o bien, imitado, alabado y adorado. Este libro, en cambio, se propone una finalidad distinta y nueva: la de hacer que sea comprendido cristianamente por los cristianos.

Llegaremos un día a comprender también la sombra.


LA TRAGEDIA CRISTIANA

Hay una tragedia que tuvo principio en el comienzo de los tiempos y que no ha llegado aún a su desenlace.
Una tragedia misteriosa y despiadada. Tres son sus únicos teatros: el Cielo, la Tierra y el Abismo. Tres son sus únicos protagonistas: Dios, Satanás y el Hombre. Y, como todas las tragedias, ésta consta de cinco actos:
Acto primero: Satanás se rebela contra el Creador.
Acto segundo: Satanás es confinado y sepultado en el Abismo.
Acto tercero: Satanás, para vengarse, seduce al hombre y se adueña de él.
Acto cuarto: El hombre Dios, con su encarnación, vence a Satanás y proporciona a los hombres las armas para vencerlo a la vez.
Acto quinto: En la consumación de los tiempos, Satanás intenta su revancha y su desquite por medio del anticristo.

Nos encontramos ahora en el acto cuarto, tal vez en las últimas escenas. ¿Cuándo se iniciará el quinto? Ya se ven señales. ¿Y cómo terminará este acto último? ¿con una catástrofe o con una catarsis?
El hombre es el más débil y más efímero de los tres protagonistas. Y, sin embargo, es precisamente él, el hombre, la meta suprema de esta pugna larguísima y de tantas alternativas entre el Creador y el destructor, entre el amor y el miedo, entre la afirmación y la negación.

Satanás substrae al hombre de Dios; Cristo se lo arrebata a Satanás; pero Satanás busca por todos los medios reconquistarlo y prácticamente lo está consiguiendo. Hará una ultima tentativa y será vencido, vencido para siempre. ¿Vencido porque está encadenado eternamente en el abismo o vencido por la omnipotencia del amor que lo restituirá a su lugar en el Cielo?
Nadie sobre la Tierra puede decirlo. Pero el hombre, el más inerme de los tres protagonistas, deberá decir su palabra, antes que la tragedia llegue a su fin.

martes, 13 de marzo de 2018

El Arte de Amar (fragmento)


EL ARTE DE AMAR (fragmento)


Para Erich Fromm, todos los intentos de amar están condenados al fracaso, a menos que procuremos, del modo más activo, desarrollar nuestra personalidad total, es decir,  alcanzar una orientación productiva. (o espiritual).
Después apunta que:  la satisfacción en el amor individual, no puede lograrse sin la capacidad de amar al prójimo, sin humildad, coraje, fe y disciplina. (es decir, sin un trabajo interior). 
La dificultad de la empresa no debe ser causa de que no se investigue. ¿Por qué  si todos buscamos amor, tanto fracasamos?
¿Es el Amor un Arte?. ¿Hay que batallar para aprender a amar? O es el amor una experiencia placentera, cuya experiencia es cuestión de azar, algo con lo que se tropieza si hay suerte?

Casi todos piensan que no hay nada que aprender en el amor.
Muchos  creen que el problema consiste en conseguir el objeto, y no en desarrollar una facultad. La gente cree que amar es sencillo y lo difícil es encontrar un objeto apropiado para amar. Tal actitud puede compararse con la de un hombre que quiere pintar, pero que en lugar de aprender el arte, sostiene que debe esperar el objeto adecuado, y que pintará maravillosamente bien cuando lo encuentre.
Por otro lado, nuestra cultura contemporánea está basada en el deseo de comprar, en la idea de un intercambio mutuamente favorable. Una mujer o un hombre atractivos son los premios que se quieren conseguir. Quiero hacer un buen negocio. Dos personas se enamoran cuando sienten que han encontrado el mejor objeto disponible en el mercado.
Como todos queremos que se nos ame buscamos el éxito, el poder y las riquezas. Las mujeres buscan ser atractivas, en suma; perseguimos popularidad y sex appeal.

Otra causa de lo exiguo del amor en nuestra sociedad, es que muchos confunden la experiencia  inicial de enamorarse, con la de permanecer enamorados. Dos personas llegan a conocerse bien, su intimidad pierde cada vez su carácter milagroso, hasta que su antagonismo, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo, terminan por matar lo que pueda quedar de la excitación inicial. No obstante, al principio no saben todo esto: en realidad ,consideran la intensidad del apasionamiento, ese estar locos el uno por el otro como una prueba de la intensidad de su amor, cuando solo muestra el grado de su soledad anterior.

Prácticamente, no existe ningún otra actividad que se inicie con tan tremenda esperanza, y no obstante fracase tan a menudo como el amor. Para superar esta frustración debemos examinar las causas de tal desperfecto, y estudiar el significado del amor.
El primer paso a dar es tomar conciencia de que el amor es un arte, tal como es un arte el vivir.
No obstante el profundo anhelo de amor, casi todo lo demás tiene más importancia que el amor; éxito, prestigio, dinero, poder; dedicamos casi toda nuestra energía a descubrir la forma de alcanzar dichos objetivos, y muy poca a aprender el arte del amor.
Será acaso que el amor ,que solo beneficia al alma, pero que no proporciona ventajas en el sentido moderno, sea un lujo por el cual no conviene gastar muchas energías

El  Amor, la respuesta al problema de la existencia humana

Hay formas inmaduras de amor, que preferimos llamar unión simbiótica, y reservar el termino amor a una forma especifica de unión, una forma que ha sido la virtud ideal de todas las grandes religiones y sistemas filosóficos humanísticos en los cuatro mil años de historia occidental y oriental.
En la unión simbiótica, dos cuerpos son independientes, pero psicológicamente existe una dependencia. La forma pasiva de la unión simbiótica es la sumisión (masoquismo): la persona escapa del intolerable sentimiento de aislamiento convirtiéndose en parte de la otra persona, que la dirige y protege, pero carece de integridad, no ha nacido completamente.  Un mecanismo  similar a la idolatría.
La forma activa de la fusión simbiótica es la dominación (sadismo). La persona sádica quiere escapar de su soledad y de su sensación de estar aprisionada haciendo de otro individuo una parte de sí misma.
La persona sádica es tan dependiente de la sumisa como ésta de aquélla; ninguna de las dos puede vivir sin la otra.

En contraste con la unión simbiótica, el amor maduro significa unión a condición de preservar la propia integridad, la propia individualidad.
El amor es un poder activo en el hombre; un poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes y lo une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento y separatidad y no obstante le permite ser él mismo, mantener su integridad.
 El amor es la práctica de un poder humano que solo puede realizarse en la libertad y jamás como resultado de una compulsión.

Puede describirse el carácter activo del amor afirmando que amar es fundamentalmente dar, no recibir.
¿Qué es dar?. El malentendido más común consiste en suponer que dar significa renunciar a algo, sacrificarse. El carácter mercantil está dispuesto a dar, pero solo a cambio de recibir, para él, dar sin recibir significa una estafa.
Para el carácter productivo, dar constituye la más alta expresión de potencia. Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad.
En la esfera de las cosas materiales, dar significa ser rico. No es rico el que tiene mucho, sino el que da mucho. El avaro que se preocupa angustiosamente por la posible pérdida de algo es, desde el punto de vista psicológico, un hombre indigente, empobrecido, por mucho que posea.

Por tanto, la pobreza que sobrepasa un cierto límite puede impedir dar, y es, en consecuencia, degradante, no solo a causa del sufrimiento directo que ocasiona, sino porque priva a los pobres de la alegría de dar.
Pero la esfera más importante del dar es el dominio de lo específicamente humano. ¿Qué le da una persona a otra?. Da de sí misma- da de su alegría, de su interés, de su comprensión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza, de todas las manifestaciones de lo que esta vivo en él. Al dar así de su vida, enriquece a la otra persona. No da con el fin de recibir; dar es de por sí una dicha exquisita. Cuando se da verdaderamente, uno no puede dejar de recibir lo que se le da a cambio. El amor es un poder que produce amor; la impotencia es la incapacidad de producir amor.

La capacidad de amar como acto de dar, depende del desarrollo caracterológico de la persona. Presupone que la persona ha superado la dependencia, lo omnipotencia narcisista, el deseo de explotar a los demás, o de acumular, y ha adquirido fe en sus propios poderes humanos y coraje para  confiar en su capacidad para alcanzar el logro de sus fines. En la misma medida en que carece de tales cualidades, tiene miedo de darse, y, por tanto, de amar.
Además del elemento de dar, el carácter activo del amor se vuelve evidente en el hecho de que implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas de amor. Esos elementos son: cuidado, responsabilidad,  respeto y conocimiento.

La necesidad básica de fundirse con otra persona para trascender de ese modo la prisión de la propia separatidad se vincula, de modo íntimo, con otro deseo específicamente humano, el de conocer el secreto del hombre. Nos conocemos y, a pesar de todos los esfuerzos que podamos realizar, no nos conocemos. Cuanto más avanzamos hacia las profundidades de nuestro ser, o el ser de los otros, más nos elude la meta del conocimiento.
Hay una manera, desesperada e inútil, de conocer ese secreto, es el poder absoluto sobre otra persona; el poder que le hace hacer lo que queremos, sentir lo que queremos, pensar lo que queremos; que la transforma en una cosa. Reside ahí una motivación esencial de la crueldad y la destructividad humanas.

El mejor camino para conocer el secreto es el amor. El amor es la penetración activa en la otra persona, en la que la unión satisface mi deseo de conocer. Conozco de la única manera en que el conocimiento de lo que está vivo le es posible al hombre -por la experiencia de la unión- no mediante algún conocimiento proporcionado por nuestro pensamiento. El sadismo está motivado por el deseo de conocer el secreto, sin embargo, permanezco tan ignorante como antes. El amor es la única forma de conocimiento  que, en el acto de unión, satisface mi búsqueda. Me encuentro a mi mismo, me descubro, nos descubrimos ambos, conozco al hombre. Ese acto trasciende el pensamiento, trasciende las palabras. Es una zambullida temeraria en la experiencia de la unión. Sin embargo, hay que anotar que el conocimiento psicológico es necesario para el pleno conocimiento en el acto de amar.

El problema de conocer al hombre es paralelo al problema religioso de conocer a Dios. Queremos conocer a Dios por medio del pensamiento. En el misticismo, se renuncia a la idea de conocer a Dios por medio del pensamiento y se le reemplaza por la experiencia de la unión con Dios.
Cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento son mutuamente interdependientes. Constituyen un síndrome de actitudes que se encuentran en la persona madura; que solo desea poseer lo que ha ganado con su trabajo, que ha renunciado a sus sueños narcisistas de omnisapiencia y omnipotencia, que ha adquirido humildad basada en esa fuerza interior que solo la genuina actividad productiva puede proporcionar.

Y aún por encima de la necesidad universal de unión, surge otra más específica y de orden biológico: el deseo de unión entre los polos masculino y femenino. La polarización sexual lleva al hombre a buscar la unión con el otro sexo. Tal polaridad existe también dentro de cada hombre y cada mujer. El hombre-y la mujer- solo logra su unión interior en la unión con su polaridad femenina o masculina. Esa polaridad es la base de toda creatividad.
Idéntica polaridad existe también en la naturaleza, no solo, como es notorio, en los animales y en las plantas, sino en la polaridad de dos funciones fundamentales, la de recibir y la de penetrar. Es la polaridad de la tierra y la lluvia, del río y el océano, de la noche y el día, de la obscuridad y la luz, de la materia y el espíritu.

El deseo sexual es una manifestación de la necesidad de amor y de unión. La atracción erótica no se expresa únicamente en la atracción sexual. Hay masculinidad y feminidad en el carácter tanto como en la función sexual. Puede definirse el carácter masculino diciendo que posee las cualidades de: penetración, conducción, actividad, disciplina y aventura; el carácter femenino, las cualidades de: receptividad, productividad, protección, realismo, resistencia, maternidad. (Siempre debe tenerse presente que en cada individuo se funden ambas características, pero con predominio de las correspondientes a su sexo).

Si los rasgos masculinos del carácter de un hombre están debilitados porque emocionalmente sigue siendo una criatura, es muy frecuente que trate de compensar esa falta acentuando exclusivamente su papel masculino en el sexo. El resultado es el Don Juan, que necesita demostrar sus proezas masculinas porque está inseguro de su masculinidad. Cuando la parálisis de la masculinidad es más intensa, el sadismo (el uso de la fuerza) se convierte en el principal -y perverso- substituto de la masculinidad. Si la sexualidad femenina está afectada, se transforma en masoquismo o posesividad.


Nunca el amante busca sin ser buscado por su amada.
Si la luz del amor ha penetrado en este corazón, sabe que también hay amor en aquél corazón.
Cuando el amor a dios agita tu corazón, también Dios tiene amor para ti.
Sin la otra mano, ningún ruido de palmoteo sale de la otra mano.
La sabiduría Divina es destino y su decreto nos hace amarnos el uno al otro.
Por eso esta ordenado que cada parte del mundo se una con su consorte.
El sabio dice: Cielo es hombre, y Tierra, mujer. Cuando la Tierra no tiene calor, el Cielo se lo manda; cuando pierde su frescor y su rocío, el Cielo se lo devuelve. El Cielo hace su ronda, como un marido que trabaja por su mujer.
Y la Tierra se ocupa del gobierno de su casa: cuida de los nacimientos y amamanta al que pare.
Mira a la Tierra y el Cielo, tienen inteligencia, pues hacen el trabajo de seres inteligentes.
Si estos dos no gustaran placer el uno por el otro, ¿por qué habrían de andar juntos como novios?
Sin la Tierra, ¿ despuntarían las flores? ¿Qué entonces producirían el calor y el agua del Cielo?
Así como Dios puso el deseo en el hombre y en la mujer para que el mundo fuera preservado por su unión.
Así cada parte de la existencia planteó el deseo de la otra parte.
Día y noche son enemigos afuera; pero sirven ambos único fin.
Cada uno ama al otro en aras de la perfección de su mutuo trabajo.
Sin la noche, la naturaleza del hombre no recibiría ganancia alguna y nada tendría entonces el día para gastar.                                                                     

  Rumi                                                           

















martes, 6 de marzo de 2018

La Relación de Pareja, parte 10 (final)


EL CAMBIO 

El cambio es promovido por el conflicto, pero, ¿qué es el cambio? Existen dos dimensiones del cambio. A una la podemos llamar cambio lineal. Este se refiere a una cadena de acontecimientos vinculados causalmente. Se puede predecir y explicar por medio de la lógica. A es causa de B y así sucesivamente.
El cambio planeado que una persona concibe para sí misma, motivada por necesidad o por deseo: obtener más conocimiento, incrementar su patrimonio, desarrollar una habilidad, tener amigos, etcétera, se refiere a un cambio lineal, puesto que está sujeto a una relación de causa y efecto.

Al otro tipo de cambio lo llamo cambio cuántico, debido a la semejanza que tiene con descubrimientos de la física cuántica. Este cambio aparece como algo desconcertante, paradójico, contrario al sentido común. Se presenta en forma repentina y libera la situación de la trampa de nuestros esfuerzos inconscientes para seguir permaneciendo en la situación problemática. Cambia el significado que le atribuimos a los hechos. Parece que algo cambia en el mundo, cuando en realidad es uno el que está cambiando.
La forma particular en que observemos la realidad cuántica contiene muchas posibilidades, y puede depender de nosotros cual se suscitará. El observador desempeña un papel al decidir que es lo que se va a medir. De acuerdo con el principio de incertidumbre, las descripciones de una y otra dimensión del ser se excluyen una de la otra. Si bien ambas son necesarias, en un momento dado únicamente una de ellas es accesible. Entonces el individuo solo percibe una dimensión de sí mismo y le es inaccesible la otra dimensión.

Así, la conciencia solo tiene una visión parcial de la realidad en un momento dado. En este mismo sujeto, la conciencia puede tener un movimiento para captar otra de sus posibilidades. A este movimiento le llamo cambio cuántico. El sujeto se ve a sí mismo desde una nueva perspectiva, dando profundidad a esta nueva conciencia.

El cambio operado en Jesucristo al ser bautizado es un cambio cuántico. El evangelio lo relata así: Y sucedió que aquellos días vino Jesús de Nazaret a Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el espíritu bajaba a él.
La voz que viene de los cielos puede entenderse como una voz interior. Jesús sufre un cambio cuántico como consecuencia del cual, le es accesible una nueva dimensión de sí mismo. Esta percepción le da un nuevo sentido a su vida y comprende su misión en el mundo.

Un movimiento de conciencia en la misma dirección, es posible en todo ser humano. De pronto aparece con claridad el sentido de la vida y la misión a la cual uno decide aplicar sus esfuerzos.
Si de pronto se ilumina en la conciencia la realidad de la existencia de los arquetipos sombra, anima o animus estamos frente a un cambio cuántico. No se trata de un conocimiento teórico, sino de un vivenciar algo que está ahí, algo que el organismo total (cuerpo-mente) experimenta.

Al percibir la información del exterior nos movemos entre dos polos: uno la sensación y otro la intuición. Y al valorar nos movemos también entre dos polos: el pensamiento y el sentimiento. Estas cuatro funciones: sensación - intuición, pensamiento y sentimiento - permiten a todo ser humano establecer un vínculo con el entorno. Cada persona tiene preferencia por una función de cada par. Cuando las preferencias son opuestas entre dos personas, la comunicación entre ellas se hace difícil. A estas funciones se suman otras dos que determinan el intercambio de energía con el entorno: introversión y extraversión. Igualmente, cada persona tiene preferencia por una de estas funciones.
Si utilizamos el pensamiento para valorar al compañero o compañera, nuestra atención se va a enfocar en la forma como utiliza la lógica y pasaremos por alto el valor que para él o ella tienen los sentimientos.

Lo que hace que el cambio cuántico sea misteriosos y desconcertante, difícil de explicar, es que se produce justamente en el punto de transformación de un sistema de medición y valoración en otro. Es decir, el cambio de una instancia psíquica en otra. Perdemos la secuencia lineal y quedamos desconcertados.
Parece ser que necesitamos permanecer en cierta instancia psíquica el tiempo suficiente para su maduración, como preparación para el cambio. Conductas que se han mantenido durante décadas alcanzan su maduración o su saturación y en la segunda mitad de la vida dan lugar al cambio cuántico.

PALABRAS FINALES

Se necesitan dos para bailar el tango. La pareja humana es ante todo una función de relación, es un acto creativo. Algo más que la adicción de dos individuos. No son dos cuerpos resistentes a sufrir transformaciones.
La Visita Inesperada de Remedios Varo es una expresión creativa. No es una combinación de lienzo y pintura. Lo mismo sucede con la pareja, para comprenderla hay que establecer una relación con la unidad y dejar que haga una impresión profunda.
Hombres y mujeres exitosas, acostumbradas a enfrentar problemas colosales como: hacer un trasplante de riñón, fundar un partido político, llevar agotadoras negociaciones obrero-patronales, rescatar textos del griego antiguo, etcétera; se declaran incapaces de armonizar con su pareja. Y es que la problemática de la pareja tiene menos que ver con coeficiente intelectual y más con lograr un delicado balance entre la conciencia y el inconsciente.

El ciclo de balance - reacción - equilibrio, es observable también en las sociedades a través de la historia. Cada vez que la conciencia colectiva se apodera de conductas extremas, la sombra colectiva ejerce su poderosa influencia inadvertidamente para la conciencia.
Todo lo que ocurre en el mundo es una cuestión de pareja. Pareja de polos que originalmente eran uno. Si la conciencia colectiva descansa en valores propios del principio masculino, y toda la sociedad compite para alcanzar metas materiales, entonces el principio femenino levanta la voz desde la sombra colectiva en un ataque tenaz, con el fin de establecer un boicot en contra de esas metas.

Naturalmente la acción del principio femenino está orientada a que se le tome en cuenta y eventualmente, a ser integrada con el principio masculino en la conciencia colectiva. La opinión pública podría hacer una negación de esa acción violenta de lo femenino y no podría ser de otra manera puesto que se trata de la acción de la sombra, es decir, fuera del control de la conciencia.