martes, 13 de febrero de 2018

La Relación de Pareja, parte 7


EL ESPACIO INTERACCIONAL ENTRE EL ANIMA Y EL ANIMUS 

La finalidad de la pareja como tal, como hemos dicho, es la integración de los principios femenino y masculino. Dentro de cada hombre existe el reflejo de una mujer y, dentro de cada mujer, el reflejo de un hombre. Solamente la unión de los dos principios constituye un humano completo. La unión se realiza en cada hombre o mujer,  dentro de sí mismos a través de la intercomunión entre un hombre y una mujer.
Jung denominó a los opuestos en hombre y mujer como el anima y   el animus.
El anima es el componente femenino en la personalidad del hombre y el animus es componente masculino en la personalidad de la mujer.
Para diferenciar entre lo masculino y lo femenino quizá sea más claro hablar en términos de imágenes. La energía psíquica fluye entre dos polos, como la electricidad fluye entre un polo positivo y uno negativo. En la antigua China, Yang significa bandera ondeando al sol, representando al cielo, a lo creativo. Por otro lado, Yin es representado por la Tierra, lo húmedo, lo receptivo. Representan dos polos espirituales a través a de los cuales la vida fluye.
La sombra de nuestra personalidad es frecuentemente algo obvio para los demás, y desconocido para nosotros. Mucho más ocultos son los componentes masculino y femenino interiores. Por esa razón Jung denominó a la integración de la sombra, the apprentice-piece, y a la integración del anima y el aminus, the master-piece.

El anima es una forma arquetípica que refleja el hecho de que el hombre tiene una minoría de genes femeninos. Lo mismo se puede decir del animus, refleja el hecho de que la mujer tiene una minoría de genes masculinos. Cada sexo contiene al otro. Jung afirma textualmente lo siguiente:
El anima es causa de caprichos ilógicos; el animus suscita irritantes trivialidades y opiniones insensatas ... de ordinario personifican a lo inconsciente. Dado que no son sino personalidades parciales, tienen el carácter de un hombre inferior...

El hombre hállase sujeto a caprichos imprevistos, en tanto la mujer tórnase porfiada y sus opiniones eluden lo esencial.
El anima está detrás de los estados de animo del hombre. Sus resentimientos siempre son un signo del anima. La influencia del anima puede verse en sarcasmos, pullas, irrelevancias; como una mujer herida. Será emocionalmente como un niño. Como el niño que teme el enojo de su madre.
El animus es el emisor de las opiniones de la mujer. Representa la lógica masculina. Las opiniones de animus suelen provocar un particular efecto irritante en otras personas. El animus de una madre es capaz de aplastar los signos de masculinidad en el hijo.

Anima y animus se provocan mutuamente. La relación de pareja es conducida por estas figuras del inconsciente. En el fondo él expresa inconformidad por ser élla tan poco femenina, tan fría y dura; y ella expresa su profundo desprecio hacia él que es tan demandante emocionalmente y tan poco hombre.
Nada distorsiona más el sentimiento entre las personas que el anima y el animus. Su correcta posición es en el interior, como función de relación entre el consciente y el inconsciente, no como función de relación con otras personas. Cuando ocupan su correcta posición, facilitan el contacto con los contenidos del inconsciente, con el Sí mismo.
Jung decía que el anima es una vida detrás de la conciencia... De la cual surge la conciencia... El ego y sus fantasías nunca fueron fundamentalmente la conciencia. La conciencia se refiere más al proceso de hacer con imágenes, de reflexiones más que de control, de meditación interior, más que de manipulación de la realidad objetiva. La compulsiva carrera por conseguir logros relacionados con el mundo exterior, aleja a las personas de la posibilidad del descubrimiento interior.

Si un hombre es capaz de expresar sus sentimientos honesta y claramente y en su justa medida, dirá lo que acontece sin crear una atmósfera negativa, llegará a ser una persona más desarrollada.
Una mujer puede aprender a valorar lo que es realmente importante para ella. Valorar sus sentimientos femeninos y no permitir al animus robarle su autovaloración.
La llave para tratar estas figuras interiores es relacionalidad. Si los productos del anima y animus son asimilados, digeridos e integrados, tienen un efecto benéfico en crecimiento y desarrollo de la psique.

La tendencia del anima a poseer al hombre es proporcional a su fracaso para reconocer y respetar valores femeninos. Un antídoto contra la posesión de un demonio es tener un alma con un espíritu más poderoso.

EL ANIMA Y LA RELACIÓN CON LA MUJER

El hombre llega a la mitad de su vida bajo el predominio del anima. Pero una gran insatisfacción le puede producir el impulso de ensanchar su vida. Busca compulsivamente respuestas, ensaya distintas experiencias. Puede desear la separación, tener una amante, viajar solo, intensificar su vida social, cambiar de residencia, etcétera. Todo esto orientado a lograr la liberación de la madre.
La liberación externa no significa necesariamente la liberación interna. Lo que requieren muchos hombres que viven bajo el poder del anima, es liberarse de ella. En su relación de pareja, esto significa independizarse de su mujer, lo cual  no quiere decir divorciarse de ella.
Un hombre liberado del poder del anima se podrá enriquecer espiritualmente a partir de ella. En la relación de pareja,  toda la gran inversión de energía que usaba para defenderse del control de su mujer, puesto que ya no es controlable por ella, ahora puede emplearla a favor. Ahora puede relacionarse objetivamente. Le entregará su vida porque así lo desea, y no por una atadura emocional que le resulta asfixiante.

Así, para la mayoría de los hombres, la mujer es dos cosas; madre y compañera sexual. De esta manera, en su relación de pareja, espera la satisfacción de sus necesidades de hijo y también sexuales. Mientras satisface ambos experimenta  una suerte de equilibrio. El desequilibrio se produce en aquellos casos en que la esposa-madre pierde, ante los ojos del hombre, cualidades como compañera sexual. Se desarrolla entonces un complejo descrito más adelante bajo el título de El hombre niño y la diosa. El desequilibrio puede venir también a la inversa: el hombre se cruza con una mujer que despierte solo el instinto sexual. Este caso se describe más adelante bajo el título La doble anima.
Una relación de pareja conflictiva obliga a este hombre a evocar constantemente al niño interior. En el plano emocional es como un niño temeroso de las reacciones de su madre. En su defensa utiliza armas de adulto pero las maneja con la inmadurez de un niño. Entonces puede llegar a decir cosas y tomar decisiones de las cuales en el futuro se arrepiente.

Las manifestaciones sexuales no escapan de esta dinámica. El hombre no quiere provocar el juicio moral de su esposa como el niño esconde su erotismo y distracciones pornográficas, de la vista de la madre. Es así que una gran cantidad de hombres pierden a su esposa como objeto sexual. Disminuye o desaparece en ellos el deseo y respuesta sexual.

Tras el conflicto, surge el niño y frente al niño, la madre terrible. Ante esa madre, el hijo esconde los aspectos más reprobables de su vida, a criterio de ella, por supuesto: lo inadecuado, lo indebido, lo indecente y lo inmoral. No es extraño entonces, que todo aquello relacionado con juegos carnales caiga en esta categoría. La mujer es cada vez menos la compañera sexual. Sin embargo, la pulsión no desaparece. La porción no proyectada en la esposa vive en el mundo interior. Desde el inconsciente, actúa como una fuente de sueños y fantasías con el fin de manifestarse. Algunas infidelidades, por ejemplo, tienen el significado de una fantasía materializada. Por ser la fantasía un contenido inconsciente, la relación extramarital tiene características de lo inconsciente: es misteriosa, magnética, peligrosa, fascinante, excitante, amenazante, oculta y evita la luz.

El hombre niño y la diosa

Un símbolo que representa la unión entre un hombre que aún no se ha liberado del complejo materno y una mujer, es el mito de Attis y la diosa Cibeles. La mitología cuenta que Attis fue un pastor de Frigia a quien amó Cibeles. Luego la diosa le encomendó su culto imponiéndole la castidad, pero Attis, amó a la ninfa Zangarilla y la diosa lo castigó inspirándole tal frenesí que se castró a sí mismo. Después, sus sucesores, sacerdotes del culto de Cibeles, debían también mutilarse para asegurar el cumplimiento del voto de castidad.
A este respecto Jung dice lo siguiente: Los efectos del complejo materno sobre el hijo, están representados por la ideología del tipo Cibeles-Attis: locura, autocastración y muerte temprana.

En efecto, Attis representa el complejo de castración en el hombre ante el poder de la mujer. Todo hombre que ve en la mujer a una diosa, necesitará de la automutilación con el fin de preservar en ella la calidad de diosa. Este sistema de relación muchas veces es mantenido mediante la culpa. Cibeles induce sentimientos de culpa en Attis a consecuencia de su deslealtad, y Attis se infringe a sí mismo un castigo supremo en proporción a su sentimiento de culpa.
Muchos hombres mutilan en su propia psique conductas como la audacia y la agresividad. La fuente de productividad y de poder para estos hombres radica en la mujer. Cibeles simboliza la energía encerrada en la Tierra. Attis se mutila a sí mismo en favor de la diosa madre, como los hombres infringen es sí mismos la castración en favor de la mujer-diosa, a la cual adoran.

Muchos son los hombres en esta época que mantienen relaciones de dependencia hacia la mujer, en interacciones que virtualmente corresponden a las de madre-hijo en  versión de adultos. Estos hombres rinden culto a sus mujeres a la vez que cargan fuertes resentimientos hacia ellas. Estos hombres pasan la vida en una guerra con sus esposas, la cual es el reflejo de su gran conflicto interno. Attis queda aprisionado en el polo de la obediencia, aceptando la castración. Esta es la condición  necesaria para mantener intacta a la diosa. 
A un hombre le son accesibles ciertas experiencias profundas, únicamente si se encuentra en buenos términos con el anima. Investir al anima de un gran poder, tal como le ocurrió a Attis, coloca en los ojos del hombre una venda que le impide advertir el portal que conduce al vasto reino del espíritu.
Decir que un hombre está poseído por el anima es muy distinto a decir que el anima se abre paso en la conciencia. El nacimiento de Atenea del interior de la cabeza de Zeus, es un símbolo del nacimiento del anima en la conciencia del hombre.

La doble anima

Sin duda, una de las grandes representaciones simbólicas de este arquetipo está contenida en el poema homérico de La Odisea. Cuenta las aventuras de Ulises, uno de los héroes que participaron en la conquista de Troya.
La aspiración de Ulises es regresar a su patria, para reunirse con su esposa Penélope y su hijo Telémaco. El relato cuenta las múltiples vicisitudes que debió afrontar el héroe antes de ver cumplido su deseo. Logra superar con prudencia y astucia situaciones peligrosas y vencer a personajes fabulosos, entre ellos figuras femeninas. El pasaje de las sirenas simboliza ese aspecto peligroso del anima.
Circe tomó de la mano a Ulises y le dijo: Oye lo que voy a decirte. Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que imprudentemente se acerca y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa y a sus hijos, pues ellas lo hechizan con su sonoro canto. Tú pasa de largo y tapa las orejas a tus compañeros con cera blanda; pero si tu deseas oírlas, haz que te aten de pies y manos a la embarcación. Así podrás deleitarte escuchando a las sirenas, sin correr peligro.

Si se compara la vida con un viaje, las sirenas representan las emboscadas, nacidas de los deseos y de las pasiones. Es preciso aferrarse como Ulises, a la firme realidad del mástil, que es el eje vital del espíritu, para huir de las ilusiones de la pasión.

Los hechos demuestran que un hombre que se enfrenta con este aspecto del anima, puede sufrir un cambio de orientación en su vida y con ello, pérdidas significativas. No son pocos los casos en que, bajo la seducción peligrosa del anima encarnada en una mujer, el hombre pierde el sentido de responsabilidad y abandona mujer e hijos. Es necesario aplicar la fuerza y el valor del arquetipo del héroe, potencialmente existente en la psique de todo hombre, con el fin de enfrentar este aspecto del anima sin quedar reducido a un montón de huesos...
Existe en el mundo interno individual, una esencia, una realidad invisible. En la mayoría de las personas, las fuerzas arquetípicas de lo masculino y lo femenino existen separadas, divorciadas una de la otra. El individuo lleva entonces una vida fragmentada. Cuando se produce la iluminación y la integración de una conciencia andrógina, es una nueva manera de contemplar el mundo que corresponde a un nivel superior de conciencia.

EL ANIMUS Y LA RELACIÓN CON EL HOMBRE

Si el hombre se queja del poder de la mujer, en las quejas de la mujer subyace una envidia hacia el sistema masculino. Es claro que en el proceso de evolución a través de la infancia, el arquetipo animus ha sido la pieza determinante. En la primera parte del proceso, la madre es paulatinamente separada de la imagen arquetípica y a la vez, la niña acata los sentimientos e instintos del inconsciente, es decir, del arquetipo madre y los incorpora a su personalidad.
Cabe aclarar que los efectos del complejo materno son diferentes según se trate del hijo o de la hija. Provoca en la hija una incremento o por el contrario, una parálisis de lo femenino.  En especial el instinto materno y hacia el desarrollo de Eros.
Jung teoriza: (El animus) adquiere vida cuando la conciencia se niega a acatar los sentimientos e instintos sugeridos por lo inconsciente: en lugar de amor y caridad aparece virilidad, agresividad, autoafirmación obstinada. Poder en vez de Amor. El animus no es un verdadero hombre, sino un héroe infantil, algo histérico cuya armadura presenta grietas a través de las cuales asoma el anhelo de ser amado.

Por otro lado, el padre es asimilado a la parte masculina, por lo tanto, es idealizado y engrandecido. La niña se siente atraída por el padre y mediante esta relación fortalece su ego. El animus se forma de la resistencia a constelar el elemento femenino en la personalidad de la mujer.
Si la niña aprende a darle más valoración al principio masculino, se va produciendo una concentración de partículas masculinas que van conformando un cuerpo diferenciado y sólido sustraído del arquetipo madre, rechazando la constelación de elementos femeninos.
Metafóricamente, imagino el ego de la mujer como un durazno. Con una gran capa de cuerpo carnoso(elemento femenino) y un centro duro (elemento masculino). Si ha crecido negándose a acatar los sentimientos e instintos de lo inconsciente será como un durazno con pobre cuerpo canoso.
La mujer hace lo mismo que los hombres. Desarrolla una gran sensibilidad para otorgar valor al principio masculino y para restar valor al principio femenino.
Esta condición se ve reflejada en las proyecciones: se irrita por la prioridad que la sociedad otorga al hombre en ciertas esferas de la vida y se siente tomada como objeto cuando se le ve solo como a una mujer.

Si el hombre no es capaz de representar al héroe que la mujer lleva dentro, será severamente castigado por ella, mediante exigencias, juicios, menosprecio, rechazos,  etcétera.
La mujer tiene entonces la expectativa de que su hombre realice hechos heroicos. Debe vencer al dragón, que es una representación simbólica del tabú del incesto. La tarea del héroe consiste en enfrentar al padre castrante o bien, enfrentar a la madre devoradora, representados por el dragón.
El héroe vence esa resistencia para volver triunfante, a fundar su propio reino.
La respuesta al reto de realizar hazañas de héroe, da al hombre la posibilidad de afirmar su masculinidad, de integrar su sombra y de prepararse para etapas posteriores de su desarrollo; y da a la mujer la posibilidad de equilibrar su personalidad.

Para este héroe, el primer dragón a vencer está encarnado por su propia mujer. Ella induce el despertar del héroe en el hombre y a la vez representa el obstáculo que debe superar.
Si el hombre en quien la mujer proyecta su animus, no se convierte en héroe, entonces ella no tiene otra salida que actuarlo. Ello significa alta constelación de animus y estimular las características que ya han sido descritas.

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