martes, 9 de enero de 2018

La Relación de Pareja, parte 2


Símbolos, Arquetipos e Inconsciente colectivo

Desde tiempos remotos el hombre cuenta con una instancia mediadora entre  lo oculto y lo revelado, entre lo que para él es inconsciente y lo que es consciente. Constituye un lenguaje universal con el que el inconsciente se manifiesta, es el lenguaje de los símbolos.
Es asombrosa la aparición de imágenes  simbólicas similares en tiempos y lugares diferentes, con una significación análoga. Un ejemplo de ello es la serpiente. Lo mismo aparece en el Jardín del Edén, que en el cuello de Coyolxauhqui. En ambos casos la serpiente se relaciona con el nacimiento en la consciencia de contenidos del inconsciente.

Cabe advertir al lector del peligro de pensar que los símbolos son fijos. La serpiente representa, con frecuencia, algo relativo al inconsciente, a los instintos, sin embargo, para comprender su significado es necesario analizar las circunstancias en que aparece.
El símbolo es una metáfora de la energía psíquica. Es la energía que se representa a sí misma, mediante imágenes. Es energía psíquica perceptible.
El conocimiento de los símbolos ha enriquecido notablemente a la psicología. Representan un acceso a un estrato de lo inconsciente que puede extenderse hacia el llamado inconsciente colectivo.

El ser humano llega a la vida con instintos y preformaciones heredadas, con independencia de las experiencias individuales vividas. El inconsciente colectivo -dice Jung - como conjunto de todos los arquetipos, es el sedimento de toda la experiencia vivida por el hombre. Y no se trata de un sedimento muerto, sino sistemas vivientes que determinan por vías invisibles -y por ello tanto más efectivas - la vida individual.
Muchos símbolos surgidos de lo inconsciente han dejado su huella en la historia y han quedado plasmados en lo que se han considerado símbolos universales.

Los grandes mitos atesorados por pueblos, culturas y religiones constituyen representaciones de aquellos temas psicológicos que se repiten una y otra vez. Las circunstancias individuales en ocasiones tienen un asombroso paralelo con un mito, porque el tema de ese mito está despierto en la psique individual. Tal pude ser el caso del profeta Jonás o el cuento de Blanca Nieves.
Arquetipo es el término utilizado para designar aquellas conductas que se repiten de modo típico, no en el individuo, sino en el ser humano. En términos de energía, el arquetipo es como el cable a través del cual viaja la energía psíquica. Los arquetipos son disposiciones, vías preestablecidas, lechos de ríos. Una presencia eterna como proyecto o plano fundamental.
Aunque es invariable en cuanto a su existencia, en cuanto a su modo de manifestación se transforma eternamente.

El inconsciente colectivo se manifiesta mediante los arquetipos. Representa un cosmos interior de idéntica infinitud al del exterior, posee una amplitud inconmensurable. La psique, representa una totalidad compuesta por la polaridad consciente-inconsciente.
La posibilidad de hacer consciente los contenidos de lo inconsciente es inmanente al ser humano, es una tendencia arquetípica orientada hacia una personalidad integrada y única. Para este fin, la psique toma del mundo exterior los elementos que le facilitan el proceso de desarrollo. La tendencia a la unión de los contrarios y a la integración de la personalidad, se encuentran articuladas en el inconsciente colectivo. Esta tendencia arquetípica da explicación, en su raíz, a la relación de pareja, al porqué nos sentimos atraídos por una persona y no por otras. A partir del arquetipo de la integración de los opuestos cabe entender también, el aspecto sanador de la psique. La enfermedad es producto de la división de los polos y la sanación adviene de la integración de los polos.

La vida psíquica se encuentra determinada por la relación dialéctica entre lo consciente y lo inconsciente. Cuando los contornos de los arquetipos van surgiendo y se van llenando de significado, entonces cabe la posibilidad de ser captados, comprendidos, elaborados y asimilados por la conciencia. Surge entonces una fuente de energía. Con ella, se va dando un acercamiento entre la conciencia individual y la experiencia ancestral de la humanidad. Así, volvemos a tocar, mediante la conciencia, las raíces de nuestra vida psíquica.
 Los Arquetipos... Son los grandes factores de ordenación que, si resultan transgredidos, acarrean caos. Puede considerárseles como infalibles provocadores de trastornos neuróticos.

La relación de pareja como hecho físico, es en sí misma un símbolo que representa al arquetipo de la integración de los opuestos, asimismo, a la unión de la conciencia con el inconsciente.
La fuente del impulso que mueve a hombres y mujeres a relacionarse en pareja, se encuentra en el inconsciente colectivo. Toma forma activa una vez que despierta el arquetipo en la conciencia. Si aparece en un sueño la imagen de una relación amorosa entre un hombre y una mujer, ha de comprenderse ante todo, como un llamado del inconsciente en busca de la unidad entre el principio masculino y el principio femenino.
La relación de pareja tiene como finalidad, revelar en la conciencia de las personas su realidad esencial, su naturaleza preexistente, es decir, facilitar el proceso de individuación.

Finalidad de la relación de pareja

El matrimonio es la unión de la díada separada. Originalmente eres uno. Ahora eres dos en el mundo. El reconocimiento de la identidad es lo que es el matrimonio. Es muy diferente a un amorío. Cuando la gente se casa pensando que inician un prolongado idilio, pronto se separan, porque los idilios terminan en desilusión. El matrimonio en cambio es el reconocimiento de una identidad espiritual.
 Si el matrimonio dura lo suficiente y te riges por él, en lugar de hacerlo por tu capricho individual, entonces llegas a confirmar que es cierto: los dos encarnan realmente  uno.

En la actualidad, los jóvenes no se preguntan ¿qué es el matrimonio? ¿qué es una pareja? ¿para qué nos relacionamos hombres y mujeres en pareja? Con frecuencia podemos observar que la relación de pareja es como un producto más de la sociedad de consumo: lo puedes tomar hoy, y desechar mañana.
Ciertamente hay que admitir la existencia de parejas equivocadas. En ciertos casos existen razones para justificar una separación. Si la pareja no está suficientemente cimentada, esa pareja no llegará a encarnar una unidad.
Veamos la finalidad de la relación de pareja con apoyo de la mitología, lenguaje universal del inconsciente colectivo.

El compañero o compañera es como un espejo. En ese espejo vemos ángulos de nosotros mismos que desconocemos porque no podemos verlos directamente. No queremos enterarnos de nuestros defectos. El cuerpo encarna zonas que nos dan orgullo pero también zonas que nos dan vergüenza.
El compañero refleja, a veces más fielmente de lo que quisiéramos, áreas de nuestro cuerpo psicológico. Ese reflejo nos perturba y nos hace levantar defensas. A la vez, representa un medio por excelencia para el autoconocimiento.
Todo aquello que vemos en el compañero y que nos produce una carga emocional (fascinación o repulsión), representa un reflejo de nosotros mismos. Un ángulo que no ha sido integrado en la conciencia.

La tendencia a relacionarnos en pareja es arquetípica. Es segur las señales del arquetipo de la integración de los opuestos, una vez que ha despertado en la conciencia.
En la mitología universal aparece repetidas veces el tema de la integración de lo masculino con lo femenino, especialmente representado en los seres llamados andróginos. El andrógino es una forma arcaica de la coexistencia de todos los atributos, comprendidos los atributos sexuales, en la unidad divina, así como en el hombre perfecto...Tanto el hombre como la mujer, son de naturaleza andrógina. Diversas mitologías presentan al andrógino como el estado inicial del hombre, y también como el estado final al que ha de volver. La perfección humana solo puede ser una imagen de la divina. El camino es el de la síntesis de los opuestos y de los complementarios.
Adán era de naturaleza andrógina, de otra manera Eva no podría nacer de él. Es conjurado a trabajar para reconquistar el estado original.

El estado andrógino hay que comprenderlo, en primer lugar, como una experiencia espiritual. Está por encima de los dos sexos. Los hombres dejan de aferrarse a sus convicciones y papeles tan estrictos. Las mujeres despiertan a espacios nuevos. El andrógino se pasea alegremente por el mundo del cambio, nivelando la acción y la inactividad.
El andrógino es el estado original del hombre y también es el estado final al que vuelve mediante un proceso de desarrollo psicológico. Es el símbolo que representa tanto el origen como el destino. Platón lo expresa de la siguiente manera: ... nuestra naturaleza primitiva era una, y éramos un todo completo, y se da el nombre de amor al deseo y prosecución de este antiguo estado.
Y en otra parte: ...estoy seguro de que todos seremos dichosos, hombres y mujeres, si, gracias al amor, encontramos cada uno nuestra mitad, y así volvemos a la unidad de nuestra naturaleza primitiva.

La vida del hombre se inicia en un estado de indiferenciación, por lo menos en el plano psicológico. El inicio de la vida de pareja representa origen y destino. El proceso evolutivo de la relación está orientado a volver a la unidad, como una adquisición de la conciencia. Tal es el sentido de la relación de pareja. Constituye el vehículo que permite al hombre viajar hasta el estado andrógino, logrando así, la expansión de la conciencia.
Lo masculino y lo femenino unidos en indisoluble alianza, se convierten en una potencia.

El enamoramiento es, muchas veces, el inicio de la relación de pareja. Va acompañado de la sensación ilusoria de totalidad, de la sensación del estado andrógino. Una vez que termina el enamoramiento, la pareja inicia una vida que tiene como fin volver al estado andrógino, ahora mediante la expansión de la conciencia. Cada vez que la conciencia hace suyo un contenido del inconsciente, se produce una expansión. La pareja muestra constantemente al compañero (a) contenidos de lo inconsciente que pueden ser incorporados a la conciencia. Cuando la pareja alcanza el estado andrógino por expansión de la conciencia, dará lugar al arquetipo del sabio y la sabiduría estará presente en sus acciones y  en sus palabras.

Las parejas requieren de un intenso trabajo para alcanzar su gran riqueza. Necesitan mantener un roce constante, a veces doloroso, de las ásperas capas superficiales de cada parte, hasta que finalmente brillan como consecuencia de sus pulidas formas. Entonces hombre y mujer se aprecian, se aman y se respetan puesto que uno contiene al otro, ya no son dos, sino uno.

Si el fin del desarrollo psicológico consiste en la integración de los opuestos, entonces comprendemos que la separación de los integrantes de la pareja se traduce en debilidad. Un adulto que no tiene pareja, tiene menos posibilidades de ver los dos polos de un eje, y con facilidad caerá en la inflación del ego, puesto que éste se encuentra en identificación con un polo.
La convivencia por sí misma no asegura que se realice la integración de los opuestos. Algunas parejas mantienen excluidos de su vida consciente algunos polos fundamentales. Por ejemplo, niegan el principio femenino y dedican su energía a la confrontación y a la competencia.

Unidos por el amor, un hombre y una mujer están dotados para lograr una visión panorámica del mundo. Al mundo no se le puede comprender si se le ve desde un solo ángulo. La pareja puede ver los fenómenos desde distintos ángulos, por ejemplo: una visión objetiva más una visión subjetiva, el juicio lógico más el juicio sensible y humano. Ninguna es mejor, una y otra se complementan para lograr la visión panorámica. Las dificultades y los fenómenos evolucionarán hacia soluciones ideales si han sido enriquecidos con una visión extensa. Lo contrario consiste en buscar soluciones a partir de una visión parcial.
Mujer y Hombre son, ante todo, seres diferentes. Reconociendo este hecho, las parejas pueden participar activamente en su proceso de desarrollo. El camino no se allana negando las diferencias entre uno y otro, por el contrario, se dificulta. Se crean un abismo en el centro de la relación y, cada uno instalado en su propia orilla, se dedica a lanzar insultos, siempre con el interés de descalificar las actitudes, pensamientos, sentimientos y los deseos del otro.

Los matrimonios felices se han de cultivar. Y este trabajo será más fácil si se entienden cabalmente las diferencias. Los pensamientos, los sentimientos y los deseos, y en general, las argumentaciones de cada uno, tienen valor por derecho propio. La aceptación del punto de vista del otro no significa adherirse a ese punto de vista, solo significa otorgarle un valor. Si las parejas pueden hacer este cambio de actitud, acortarán el camino hacia la realización del arquetipo andrógino.
La expansión de la personalidad a la que nos lleva la vida en pareja, potencialmente, representa la necesidad de convertirnos en lo que realmente somos, en contraposición a lo que creemos que somos. La pareja es como un espejo en el que vemos el reflejo de aquellas polaridades que hemos excluido de la conciencia.

El ego cumple una función de importancia fundamental para el desarrollo de la pareja. Es una instancia que da lugar al desarrollo de la conciencia. En la primeras etapas, la personalidad requiere de fronteras claras para establecer su dominio. El ego necesita respuestas a preguntas como ¿Quién soy? ¿Cuál es mi papel? ¿Cuál es mi lugar? Y cualquier respuesta será ilusoria e incompleta.
La integración de los opuestos supone la trascendencia de las fronteras a las que está acostumbrado el ego, supone un proceso de desadaptación - transición - readaptación. Reconocemos este proceso de integración cuando es definido como: disolución del ego, o como expansión de conciencia.
El proceso se puede descomponer en tres partes:
1. Obstrucción de la conciencia. El ego toma el control.
2. Combate entre la conciencia y el ego. Nuestra  esencia se enfrenta a sus enemigos, los decapita e incinera.
3. Despertar de la conciencia. Nuestro ser resucita glorioso. Los valores de la conciencia se manifiestan.
Este proceso es inherente a la relación de pareja. Requiere del enfrentamiento con distintos contenidos del inconsciente colectivo. En un principio, viajamos por un camino buscando la integración desde las directrices del inconsciente colectivo. Esto da paso a ideas equivocadas acerca de la relación. El ego se impone con sus propias expectativas.
La relación de pareja cumple su función propiciando una cadena de transformaciones, en las que nuestro pequeño ego va redefiniendo sus fronteras al enfrentarse a los conflictos. Esta cadena de cambios activados en la pareja, representa a la vez una tendencia hacia la integración de los opuestos.

Muchos jóvenes de hoy han puesto su atención en las expectativas del ego, motivo por el cual, la vida en pareja está determinada por ciertos requisitos: obtención de un grado académico superior, seguridad económica. ¿Realmente esto contribuye al logro de una relación de mayor calidad? O bien representa una puerta de huída que los aleja del trabajo inherente a la vida en pareja.
En todo caso, las expectativas de la vida en pareja por una parte y la realidad de la vida de pareja, por otra, constituyen dos espacios, para ser llenados con frustración, en la medida de la distancia entre los dos niveles. Mayor distancia, mayor frustración.
Tal vez, el mayor índice de divorcios en nuestra época, refleja una respuesta a sentimientos de frustración intolerables relacionados con esta distancia entre las expectativas y la realidad de la vida en pareja.

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