jueves, 24 de agosto de 2017

Cuenta Contigo, parte 16

16
Reciclar los recuerdos:
piensa bien para ser feliz


Tú eres muy malo. Tu interpretación, siempre 
negativo, nunca positivo. ¡Muy malo!

Louis van Gaal

Esforzarse en pensar bien, he ahí el principio 
de la moral.

Blaise Pascal


Hay personas que retienen todos los agravios. Nuestra memoria está íntimamente ligada a las emociones. De hecho, éstas fijan los recuerdos. Recordamos mejor aquello que experimentamos cargado de emociones, en sentido tanto positivo como negativo. Además, recordamos mejor las experiencias positivas. Pero no todo mundo es capaz de quedarse con lo bueno. Hay personas que, cargadas de rencor, rabia y frustración, viven amargadas y se ven incapaces de cerrar carpetas del pasado, permitiendo así que las experiencias les condicionen las relaciones actuales y futuras. Las personas felices buscan quedarse con lo que les aportan los demás; olvidan o racionalizan los malos momentos y esto les permite seguir relacionándose sin rencor ni amargura.

La mejor manera de olvidar a alguien es sentirse neutro respecto a lo sucedido, como si la persona no fuera alguien importante en tu vida. Y eso es todo lo contrario que ocurre cuando odias o desprecias a alguien. Las emociones intensas nos impiden olvidar y dejarnos vivir en paz. Al final consigues que esa persona, a la que deseabas desterrar, esté presente siempre en tu vida.

Pero ¿Por qué nuestra memoria recuerda de forma tan sesgada? He aquí los motivos:

Para extraer un aprendizaje de la experiencia. Las personas no queremos tropezar dos veces con la misma piedra. Algunos creen que cuanto peor recordemos la experiencia, mayor será la probabilidad de no repetirla, pero no es así. Innumerables experiencias de la convivencia en pareja lo demuestran. Rompes con tu pareja, reniegas de ella, le cuentas a todo mundo que todo acabó, y un mensaje romántico, un perdón y una promesa hacen que te reconcilies. Quedarte con un mal recuerdo de alguien no es un sistema de aprendizaje.

Para no sentirnos tontos. A veces asociamos ser bueno con ser tonto. Cuando alguien te falla, lo obligado es hablar mal de esa persona. De hecho, si tratas de hablar bien y ser respetuoso, tendrás muchas opiniones en contra. Y en lugar de felicitarte creerán que eres tonto y que esa persona te seguirá tomando el pelo.

Por venganza. Deseamos que la persona tenga un castigo y por eso hablamos de ella. Necesitas contarla para que el otro no se quede tan tranquilo. Cada día sufrimos transformaciones, evolucionamos, y la versión que tú tienes hoy de alguien quizá no tiene nada que ver con las experiencias de otros. Es poco elegante querer abrirles los ojos a los demás, quedar tú bien, y dejar al otro mal. Limítate a hablar de cómo te sientes y, en la medida de lo posible, eliminar los juicios de valor.

Para cerrar la carpeta. Para olvidarla, lo mejor es ignorarla. ¿Buscas odiar a esa persona o ser tú feliz? Tu desprecio, ¿hará que la vida le vaya mal? ¿Te sentirás bien si al final consiguieras que sufriera? La intensidad y el desprecio solo te perjudican a ti. El otro está a lo suyo, ajeno a tus emociones, intentando hacer lo mejor en su vida.

Para exculparte. La lectura es: Si el otro a fallado, yo ha fallado menos. Puede que a veces sea así, pero es mejor pensar que no tuviste mala intención en lo sucedido, aunque, lo queramos o no, son muchas las ocasiones en las que sí tenemos algo que ver.

Primero, prevención

Pasemos a la acción. No todo es controlable, y menos las relaciones personales. Pero si debes tener en cuenta aquello con lo que no deseas convivir. Así, en cuanto los detectes, podrás distanciarte.
Distánciate de:

  • Las personas víricas. Son aquellas que te infectan y te contagian tu mal humor, su negatividad, su desprecio por la vida o sus problemas. Cuando hablas con ellas, terminas perdiendo energía y con la sensación de que todo anda mal en el mundo. Son personas que hablan más de problemas que de soluciones. Poner freno es tan sencillo como pedir que cambien de conversación, que dejen de hablar mal de otros o que se esfuercen por ver la parte positiva de sus vidas. Diles que ye tienes suficiente con tus problemas.
  • Los compromisos. Muchos de “noes” que no pronuncias se convierten en reproches internos y mal humor por ceder ante lo que no te parece. Transformas tu falta de asertividad y habilidades sociales en culpa hacia la persona que te han pedido algo. La cara dura de la gente no la podrás cambiar; poner tus límites, sí. Antes de decir que sí a la ligera, piensa en las consecuencias y hazte responsable de tu monosílabo, sea el que sea. Es preferible perder un contacto que tu tiempo y tu salud. Si la persona que te demanda algo no es capaz de aceptar tu negativa, quizá no te conviene tenerla cerca.
  • El peligro. Saltarte los límites puede ser muy atractivo, pero existen por algo. Y cada vez que cruzas esas frontera, te pones en peligro. El riesgo puede ocasionarte serios problemas. No te expongas a ellos en la medida en la que depende de ti y eres responsable.



                                                             Momento libreta….
Anota una experiencia sobre la que tengas recuerdos negativos. Piensa qué ocurrió, qué personas intervinieron y, sobre todo, la explicación que le das, cómo justificas lo ocurrido. Y cuando finalices, anota cómo te sientes y el grado de seguridad, de 0 al 10, que tienes sobre la interpretación. Por ejemplo:

Discutí con un compañero de trabajo. Me dijo que él hacía todo, que los demás no hacían nada y que estaba cansado de tirar siempre el carro. A mi me pareció egoísta y le dije que era mentira, que solo quería quedar bien con nuestro director y di un portazo y me fui del despacho. Lo hace porque es un resentido y siempre está midiendo lo que cada uno aporta al grupo. Es muy cascarrabias y me saca de quicio. Del 0 al 10, podría darle un 7 a mi interpretación. Mi sentimiento es de rabia, y cuantas más vueltas le doy, más enfadado estoy.

Prueba ahora a realizar el mismo ejercicio desde otra perspectiva. Olvida las consecuencias de lo ocurrido y piensa si se puede explicar de otra manera, si tú pudiste tener otro rol u otra responsabilidad. Y cuando finalices, anota cómo te sientes y el grado de seguridad, del 0 al 10, que tienes sobre tu interpretación. Por ejemplo:

Si lo pienso desde la distancia y sin tener en cuenta que esta persona no me cae bien, podría pensar que es un cascarrabias pero que es muy buen trabajador, muy perfeccionista y muy duro con él mismo. Quizá no todos en el equipo llevan el ritmo que él quiere y eso le genera rabia. Quizá no sabe como pedirnos más aplicación y se dedica a quejarse. Sigo pensando que es un cascarrabias y me saca de quicio. Pero , del 0 al 10, podría dar a esta interpretación un 8 o un 9. Si lo contemplo sin maldad, me siento mejor, no me siento agredido.

Podrás comprobar que las emociones cambian cuando modificas tu interpretación de los hechos.
   

Segundo, actúa para solucionar

Lo que buscamos, más que el perdón de la otra persona, que también sería positivo, es dejar de sufrir. Por ello, para solucionar al conflicto  desde nuestras emociones, deberíamos:


  • Bieninterpretar a la persona que nos ha ofendido es una forma de gestionar el sufrimiento. De todos modos, nunca sabrás el motivo que lo impulsó. Quedarte con una explicación benévola permitirá reducir tu rabia y poder olvidar. Por ejemplo: “Está atravesando una mala época”; “No tiene habilidades para expresarse”, etc. No se trata de justificar el maltrato. Lo que si puedes justificar es un olvido o que alguien no conteste con la ternura que esperas. 



  • Aceptar el conflicto. las personas y las circunstancias no son perfectas, y tampoco se comportan como a nosotros nos gustaría que fuera. Aceptar incluye dejar de tener una conducta victimista. Asume que las personas son distintas, y sus escalas de valores también. Y deja de luchar contra lo que no depende de ti.


Observo en la consulta mucho rencor hacia padres y madres. Todos dicen que les hubiera gustado que ellos fueran diferente. Los padres tienen una enorme responsabilidad sobre la personalidad de los hijos, aunque hoy en día existen miles de manuales sobre cómo educar a los hijos para que sean autónomos, felices, positivos y más cosas, hubo tiempo en que no fue así. Saber perdonarlos y aceptar que sus padres hicieron, en la mayoría de los casos, lo que estimaron mejor, es una forma de encontrar la paz.


  • Asumir tu parte de responsabilidad. Pensar en qué medida tú también eres protagonista es la mejor manera de quedarte en paz. Escoger la versión con la que deseas quedarte de la persona en cuestión es una forma de protección y de elección. Si aceptas que todo el peso del conflicto está en manos de terceros, no sabrás lo que tienes que cambiar de ti.



  • Trata de resolver el conflicto, si así lo decides. En lugar de dar tanta vuelta a por qué pasó, trata de pensar en cuáles son las soluciones. Si la persona es importante en tu vida, quizá merece otra oportunidad. Decide si  perpetúas el conflicto, o si intentas darle una solución.



  • Trabaja la compasión. Puedes practicar una meditación que consiste en ser compasivo con la persona en cuestión. Se trata de imaginar a la persona de la que guardas un mal recuerdo, sentarla mentalmente delante de ti y desearle paz, bienestar, salud y que viva tranquila. Se trata de perdonarla para limpiar tu interior de rabia y frustración.


Un interesante estudio revela que hablar bien y la perspectiva positiva del resto de las personas indica una satisfacción con nuestra propia vida.
No tenemos la certeza de por qué la gente actúa como lo hace, solo tenemos nuestra verdad, sesgada, pero no real. Así que si nos dan a elegir varias opciones, busquemos la manera de ser felices a través de los recuerdos de nuestra visión del mundo y de las personas.
Nuestros recuerdos son sesgados, cargados de emociones, experiencias anteriores que se entremezclan, sujetas a las experiencias de otros que enriquecen nuestra memoria, paro la alteran, y condicionadas por la versión que queremos que sea y no la que fue.

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