miércoles, 25 de enero de 2017

El Gozo, parte 32


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El miedo a la muerte

Todos los pacientes sienten un temor consciente o inconsciente de soltar el control del ego y entregarse al cuerpo, al self, a la vida. Ese temor tiene dos aspectos: uno es el temor a la demencia y el otro es el temor a la muerte. En el capitulo 7 vimos que el temor a la demencia se origina cuando tenemos una conciencia subliminal de que demasiados sentimientos podrían desbordar el ego y traer como consecuencia la locura. Esa conciencia se relaciona con el hecho de que muchas personas casi se volvieron locas a causa de la hostilidad, el acoso, la confusión y los dobles mensajes a los que fueron sometidas durante la niñez; de la misma manera, el temor a la muerte se relaciona con una experiencia precoz en la que el niño siente que se enfrenta a la muerte, que podría morir. Esta experiencia es tan chocante para el organismo que queda congelado de terror. El niño no se muere, se recupera, pero es difícil borrar la memoria corporal, aunque se la reprima de la conciencia con el fin de sobrevivir. La memoria corporal persiste en un estado de tensión o alarma en los tejidos y órganos del cuerpo, sobre todo en la musculatura. Un organismo cuya vida estuvo amenazada no puede hacer caso omiso del peligro, ya que su supervivencia depende del reconocimiento de esa amenaza. Según el grado de peligro real, debe mantenerse en un estado de alerta o tensión, que se manifiesta en la actitud del cuerpo.

Podemos evaluar ese temor mirando el cuerpo de una persona. Si el cuerpo esta muy rígido, podemos decir que la persona esta dura de miedo. Esto no es solo una metáfora, sino la expresión literal del cuerpo. Si la rigidez o tensión está acompañada de una falta de vitalidad en el cuerpo, podemos decir que la persona está muerta de miedo. Podemos estar locos de miedo, lo que constituye el estado esquizofrénico. En otros individuos, la tensión se observa, sobre todo, en la zona del pecho, que está demasiado inflado, lo que denota un pánico subyacente. Por lo general, las personas no sienten cuan atemorizadas están a menos que se vean amenazadas por la perdida del amor o la seguridad. Sin embargo, el temor está siempre allí, debajo de la superficie, inhibiendo su entrega a la vida y al cuerpo. Son sobrevivientes que transitan por un estrecho camino entre el exceso de sentimiento, que provoca temor a la demencia, y la escasez de sentimiento, que provoca temor a la muerte. He observado que en todos los pacientes con los que he trabajado, este temor a la muerte toma la forma de una resistencia profunda e inconsciente a respirar hondo y a entregarse.

Durante todos estos años, mis pacientes me han contado que de niños tenían miedo a la muerte, miedo de morirse, temores que en general aparecían a la noche, cuando estaban solos en el cuarto o en la cama. Recuerdo que cuando estaba en la preadolescencia tenia miedo de dormirme por el temor a morir durante el sueño.¿Por que un niño tiene estos pensamientos? ¿De donde provienen? ¿Alguna vez yo había tenido alguna enfermedad que hubiera  puesto en peligro mi vida? A pesar de que solía experimentar alegría, había una tristeza en mi que puede verse en mis primeras fotos. No tuve una infancia feliz. Creo que casi nadie la tuvo.

Los niños, sobre todo los muy pequeños necesitan un amor incondicional para crecer y convertirse en adultos normales y sanos. De hecho, su supervivencia depende de una conexión de amor con un adulto. Si a los niños en una guardería se los alimenta y se los limpia, pero nadie los tiene en brazos ni juega con ellos, pueden desarrollar una depresión anaclítica y morirse. El contacto físico y placentero excita el cuerpo del niño y estimula todas las funciones, sobre todo la respiración.

Sin duda, nadie piensa que un ser humano recién nacido es capaz de sobrevivir si no se lo cuida, pero no apreciamos cuanto depende el niño de una conexión de amor con una figura materna. Cualquier ruptura de esa conexión, o la amenaza de una ruptura, produce un shock en el organismo, que tiene un efecto paralizador sobre el funcionamiento básico del cuerpo, lo que podría resultar fatal si el estado de shock es profundo y prolongado. De cualquier manera, todo shock constituye una amenaza al proceso de vida. Un ruido fuerte y repentino puede hacer que un bebe entre en shock por un momento; su cuerpo se vuelve rígido y deja de respirar. Esta reacción, conocida como el reflejo de sobresalto, está presente casi desde el nacimiento. Cuando pasa el shock, el bebe se larga a llorar y así recupera la respiración. A medida que el bebe crece, el organismo se fortalece y no entra en shock a causa del sonido con tanta facilidad, pero aún los adultos pueden sobresaltarse debido a un ruido fuerte y repentino y entrar momentáneamente en estado de shock.

El grito de un progenitor tiene un fuerte efecto negativo en el cuerpo de un niño pequeño. Podemos ver cuando un niño sufre un shock, puesto que el cuerpo se vuelve rígido y luego se derrumba en sollozos. Si se le grita muy seguido, el niño no reacciona, ya que se adapta al estrés manteniendo el estado de rigidez y tensión. Ya no entra en shock, pues se encuentra en un estado de shock permanente, algo que notamos porque no respira con soltura y facilidad. En este caso, el shock no es solo la consecuencia del sonido, sino de la amenaza que se cierne sobre su conexión de amor con la madre. Una mirada enojada u hostil, un gesto frío, o las palabras “Mama no te quiere más” pueden tener este mismo efecto. Los castigos físicos, como sopapos, golpes o palizas que recibe un niño son experiencias traumáticas que hacen que el organismo entre en shock porque el ego no está lo suficientemente desarrollado como para que el niño comprenda que una acción dolorosa por parte del progenitor no constituye una negación definitiva del amor. Reacciona como si su vida estuviera amenazada. En nuestra cultura, el numero de shocks que recibe un niño común es muy alto, y algunos sucumben al trato destructivo que reciben por parte de los padres.

Algunos padres son malignos, pero la mayoría oscila entre el amor y la hostilidad. A una explosión de ira la puede seguir una expresión de amor que tranquilice al niño y le devuelva la esperanza de que la conexión de amor con el progenitor esté segura. A medida que el niño sobrevive y crece, hará todo lo que sea necesario para mantener una conexión aún si eso implica entregar el self, pero una conexión basada en el sumisión nunca está segura pues el niño tratará de rebelarse, y el progenitor mantendrá viva la amenaza. Ningún progenitor confía por completo en un hijo sumiso, ya que sabe que debajo de la sumisión hay odio. Y el niño, en lo profundo de su ser, sabe que es odiado. A fin de sobrevivir, debe negar esta realidad, es decir, la amenaza. a su vida, el temor a la muerte, y la sensación de vulnerabilidad; también ,debe esforzarse para mantener la conexión con su progenitor, de la que necesita para vivir. Esto se convierte en la gran lucha que el individuo librará como niño o adulto durante toda su vida, puesto que este modelo de comportamiento se estructura en su personalidad y en su cuerpo como una actitud caracterológica.

Lo que vemos estructurado en el cuerpo es el estado de shock que se manifiesta en la inhibición de la respiración. Por fuera, el individuo no parece encontrarse en estado de shock. Los demás creen que funciona normalmente, la respiración parece regular y sin dificultad, pero esto se debe a que la respiración, la vida, es poco profunda y se da en la superficie. El estado de shock existe a un nivel más profundo, en el inconsciente reprimido, en la pérdida de la pasión, en el temor a la entrega y en la tensión y rigidez del cuerpo, como veremos a lo largo de este capitulo.

Entregarse al cuerpo implica tan solo permitirle que respire con soltura y facilidad. El temor a la entrega está relacionado con la contención de la respiración. Podemos impedir la respiración normal restringiendo la inspiración, es decir la entrada del aire, o la espiración, en cuyo caso no permitimos que el aire salga por completo. Esto limita la cantidad de oxigeno que absorbe el cuerpo, lo que reduce la actividad metabólica y la energía, y hace que disminuya la sensibilidad. La restricción de la inspiración se da en las personalidades esquizofrénicas o esquizoides, donde está relacionada con un terror subyacente, cuyo efecto consiste en paralizar toda acción. Por el contrario, el individuo neurótico tiene dificultad para permitir que el aire salga por completo. El temor que impide la espiración completa es el pánico, cuya diferencia con el terror consiste en que el individuo que siente pánico busca huir del peligro, mientras que el individuo que siente terror queda congelado.

Estas distinciones son importantes para comprender los miedos que impiden la entrega al cuerpo. El terror inhibe cualquier  tipo de acción agresiva y, como la inhalación es un acto agresivo en el que el organismo absorbe aire, la fuerza de ese acto constituye un buen indicador de la capacidad de agresión del organismo; es decir, de la capacidad de esforzarse por obtener lo que necesita y quiere. Por el contrario, la exhalación es una acción pasiva, es soltarse, relajar las contracciones musculares que inflan el pecho. El temor a soltarse hace que el adulto neurótico se aferre a los demás como se aferraba a su madre durante la niñez.

El niño pequeño se aferra a su madre, al cuerpo y la ropa de su madre, ya que ella constituye su seguridad básica. Más tarde, a medida que el niño crece y se fortalece, el deseo de ser independiente y de mantenerse por sí mismo se vuelve dominante. La seguridad que representa la madre es reemplazada por una sensación de seguridad que surge del self y del propio cuerpo, pero la seguridad en el self se desarrolla de acuerdo con el grado de seguridad que el niño haya sentido en la conexión con su madre. Cada vez que esa conexión se ve amenazada, el cuerpo del niño se contrae y la respiración resulta afectada; se reactiva la necesidad de la madre y aumenta la dependencia

El síndrome de pánico es una enfermedad neurótica reconocida e incluye a las personas que no pueden salir solas de sus casas sin experimentar un pánico intenso. Para comprender por que una persona siente pánico cuando se encuentra sola fuera de su casa, debemos reconocer que esa persona siente que se encuentra en una situación en la que su vida corre peligro. Esa sensación es irracional; por lo tanto, debemos presumir que evoca un recuerdo grabado en el cuerpo de una situación de la niñez en la que su vida estuvo en peligro. Quizás la situación más común sea la respuesta negativa de una madre al llanto de su hijo. Cuando un niño llora, está llamando a su madre porque la necesita. Si ella no responde, por cualquier motivo, el niño siente que pierde a su madre, lo que constituye una amenaza a su vida. En su desesperación, la necesidad lo lleva a llorar cada vez más fuerte, y durante más tiempo. Ese llanto consume las energías del niño, quién de repente puede verse en un estado de pánico; respira con dificultad y no puede recuperar el aire. A fin de salvar su vida, el cuerpo corta el llanto conteniendo la respiración para conseguir el control. Cuando esto sucede, la sensación de que la muerte está acechando desaparece temporalmente. El niño se duerme del cansancio, y a medida que pasa el tiempo, se reprime la memoria de esta experiencia, aunque el cuerpo no la olvida.

Una sola experiencia no lleva a la neurosis. Por desgracia, es cierto que muchos niños en nuestra cultura no solo sufren la falta del cuidado y apoyo que les permitiría crecer y convertirse en adultos maduros e independientes, sino que a menudo sus padres los amenazan con castigarlos por actos inocentes. La mayoría de los padres crecieron en hogares en los que, a su vez, uno de los padres, o ambos, tenia comportamientos violentos. Al carecer de estabilidad y seguridad interior, muchos padres actúan su frustración y su ira sobre sus hijos, que viven bajo la amenaza constante de perder el amor y en un estado de temor permanente que se manifiesta en los numerosos trastornos emocionales y físicos que sufren. Es natural que lo único que conozcan sea la lucha por la supervivencia.

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