martes, 10 de enero de 2017

El Gozo, parte 30


Capítulo 9 (continuación)

La otra terapia basada en el grito fue crea da por Daniel Casriel con el objeto de utilizarla en grupos. Según Casriel, “los gritos pueden liberar las emociones reprimidas desde la niñez y la libertad de esa liberación es capaz de producir importantes cambios positivos en la personalidad”. Además de gritar, hablamos sobre nuestra vida, nuestros problemas, esperanzas y sueños, Pero, tal como lo aprendió Casriel, el problema que subyace en las personas es “la anatematización de emociones básicas y la encapsulación de los sentimientos detrás de un escudo defensivo que, al ser demasiado duro, no se puede penetrar en las situaciones propias de la psicoterapia tradicional”.

El acto de gritar, tal como se lo utiliza en esos ejercicios, tiene un valor catártico, pues libera parte de la tensión, pero no creo que tenga mucho valor terapéutico ya que no se enfrenta con el temor subyacente de volverse loco. Esta forma de expresar la ira no compromete a todo el cuerpo y está lejos de la furia asesina que yace en lo profundo de la personalidad de muchas personas.

Yo utilizo el ejercicio de patear acostado en la cama mientras se grita: “¡Me estás volviendo loco!”, ejercicio que constituye una expresión de sentimiento más integral y en la que participa todo el cuerpo. También pueden utilizarse las frases “ ¡Déjame en paz!” o “!Quiero ser libre!” El sonido debería elevarse hasta convertirse en un grito pleno. Si el paciente puede abandonarse por completo al ejercicio, su cabeza se moverá hacia arriba y hacia abajo al compás del movimiento de las piernas y su voz se volverá fuerte y clara. Entonces, experimentará una sensación de libertad, placer y alegría, que surge de la entrega a un sentimiento fuerte. La mayoría de los pacientes necesitan mucha practica para poder entregarse con tanta plenitud, pero cada vez que realizan el ejercicio su ego se fortalece un poco más.

Utilizo con regularidad el ejercicio de la patada puesto que muchos de los pacientes que se desenvuelven normalmente en situaciones cotidianas tienen cierto temor a volverse locos si renuncian a su control y se entregan a sus sentimientos. Este ejercicio brinda al paciente la oportunidad de explorar la renuncia al control y de fortalecer el ego lo necesario para entregarse al cuerpo y sus sentimientos. Es extraño, pero nunca vi que alguno de mis pacientes perdiera totalmente el control. Todos estaban conscientes de lo que hacían y solo se permitían llegar en su entrega hasta un punto que pudieran manejar. Sin embargo, la practica continua permite que el ego se fortalezca de tal manera que cada vez resulta mas fácil soltarse.

No creo que el dialogo racional pueda contribuir en forma significativa a que una persona pierda el temor de volverse loco, ya que el temor está estructurado en tensiones musculares crónicas, específicamente en los músculos que conectan la cabeza con el cuello y controlan los movimientos de la cabeza. Es posible palpar la tensión de esos músculos y reducirla un poco con masajes y manipulación, pero la única manera de lograr una liberación significativa que influya en el comportamiento es que la persona enfrente su temor y descubra que no guarda relación con su vida actual. Era valido en su niñez, cuando su ego no tenia la fuerza suficiente como para enfrentarse a los peligros que se le presentaban, pero ya no es un niño y, si su ego es débil, es porque el temor, representado por la tensión en la base del cráneo, lo dejo encerrado en su lucha infantil. En el ejercicio antes mencionado se reduce la tensión porque la patada impulsa a la cabeza para que se mueva de atrás para adelante cuando uno se abandona al ejercicio y a los sentimientos que produce.

 La acción de golpearse la cabeza, característica de los niños, cumple un propósito similar. Los niños que se encuentran en una situación de dolor persistente que no pueden cambiar, evitar ni tolerar, se golpean la cabeza contra una cama o a veces contra una pared, a fin de aliviar la tensión dolorosa, que se acumula en el punto donde el cuello se une con la cabeza. Son demasiado pequeños para comprender el motivo que los obliga a actuar de esta manera y, la mayoría de las veces, sus padres son tan insensibles que no pueden ver ni entender su estado. Sin embargo, yo se lo intensa que es la presión que lleva al niño a actuar de una manera en apariencia tan autodestructiva. Seguramente sienten que es la única forma de aliviar esa presión que los está volviendo locos.

Esta tensión localizada en la base del cráneo es también la causante de los dolores de cabeza que tantas personas sufren comúnmente y que aparecen cuando una onda de excitación, que puede ser un impulso de ira, asciende por la espalda y queda allí bloqueada, lo que hace que la tensión en la nuca sea más intensa y se extienda hasta la parte superior de la cabeza, como una tapa que impide que brote el impulso; a medida que la presión aumenta bajo la tapa, la persona empieza a sentir dolor de cabeza. Como el impulso queda bloqueado y no puede expresarse (es decir, suprimido), la persona nunca llega a ser consciente de él, de que está enojada y de que, al suprimir el impulso de la ira, ha creado la tensión que le causa el dolor de cabeza. Si el impulso de la ira es muy fuerte no se producen dolores de cabeza, ya que esos impulsos son difíciles de suprimir. Los dolores de cabeza provocados por tensión suelen persistir después de que el impulso disminuyo. Los músculos se relajan con mucha lentitud y continúan doloridos debido a la tensión. Muchas veces puedo frenar el dolor de cabeza masajeando y manipulando suavemente estos músculos, algo semejante a desenroscar una tapa apretada.

Uno de los ejercicios que utilizo para que el paciente le pierda temor a su furia ya fue descrito en el capitulo 5 y volveré a repetirlo aquí por su relación con el temor a la demencia.
El paciente se sienta frente a mi en una silla situada a alrededor de 90 centímetros de la mía. Ya le expliqué que es un ejercicio para movilizar la ira. Con ese objetivo, cierra los puños y los levanta frente a mi. Entonces le pido que proyecte la mandíbula inferior, muestre los clientes y, al mismo tiempo, abra muy bien los ojos para mirarme; que agite los puños amenazándome, sacuda levemente la cabeza y diga: “ !Te mataría! . Lo mas difícil del ejercicio es que mantenga los ojos bien abiertos. En genera!, al tener los ojos bien abiertos asoma un elemento de temor y el paciente los cierra. Si siente el temor, no puede sentir la ira. Los ojos bien abiertos producen un efecto especial. La mirada enfoca en menor medida la realidad inmediata y ello permiten que emerja la propia de la demencia. En casi todos los casos el rostro del paciente adopta una expresión demoníaca: de sus ojos brota una ira intensa, que el paciente puede sentir y con la que puede identificarse.

El ejercicio entero no lleva más de uno o dos minutos. Una vez que el paciente siente la ira, le pido que baje los puños y se relaje, pero que no deje que la ira se vaya de sus ojos. Si la mantiene allí, incorpora este sentimiento fuerte a su ego y puede controlarlo en forma consciente, con lo cual ya no teme sentir la intensidad de su ira. El control consciente se manifiesta en la capacidad de la persona para adoptar en forma deliberada una mirada enojada. Así como es posible expresar temor con los ojos adoptando una mirada temerosa — con los ojos y la boca bien abiertos — también es posible expresar ira adoptando una mirada enojada. Muchos no pueden hacerlo a voluntad pues no controlan por completo los músculos faciales, incluidos los que rodean el ojo. Perdieron esta capacidad natural porque de niños tenían miedo de poner cara de enojados frente a sus padres.

No es inusual que en este ejercicio el paciente se sienta desbordado por su ira y ataque al terapeuta. Esto es algo que nunca me sucedió pese a que utilice este ejercicio cientos de veces, pero reconozco la posibilidad de que suceda y controlo el ejercicio. El paciente debe permanecer sentado durante el mismo. Si hace algún ademán de levantarse de la silla, interrumpo el ejercicio. Por supuesto que, además, me mantengo fuera del alcance del paciente. Sin embargo, aún adoptando todas estas medidas de seguridad, no haría el ejercicio con un paciente que tuviera tendencia a perder contacto con la realidad o algún grado de psicosis. Tal vez la medida de seguridad más importante sea el hecho de que no le tengo miedo a la ira del paciente.

Si sus ojos expresan ira con claridad, significa que una fuerte carga energética paso por el cuerpo y entró en los ojos. Cuando  se trata de la ira, la excitación fluye por la espalda hacia arriba, hasta la parte superior de la cabeza y entra en los ojos, como describí en un capitulo anterior. Cuando movilizo con fuerza esa expresión en mis ojos, siento que los pelos de la parte superior de la espalda y de la cabeza se me ponen de punta, se  puede observar el mismo fenómeno en un perro cuando se eriza de rabia. Esta carga es importante para los ojos porque los pone  claramente en foco y mejora la visión. Como vimos, en el caso del temor se da el movimiento opuesto: la energía se retira de los ojos. Los individuos atemorizados suelen sentirse confundidos debido a que tienen dificultades para enfocar; tales dificultades desaparecen con este ejercicio. Sin embargo, no debe esperarse que el hecho de practicar estos u otros ejercicios bioenergéticos cambie el patrón de temor de toda una vida. Es necesario integrar el sentimiento de ira a la personalidad para que su expresión sea fácil, natural y adecuada a la situación; entonces esa expresión ocurrirá en forma espontánea cuando surja la necesidad. 

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