martes, 29 de noviembre de 2016

El Gozo, parte 26


8.
El abuso sexual

 EL abuso sexual es una forma muy infame de traición al  amor, ya que normalmente la sexualidad es una expresión de amor. La persona que abusa de otra se acerca a su victima como si le estuviera ofreciendo amor pero luego se aprovecha de su inocencia y/o desamparo para satisfacer su necesidad personal. El aspecto mas dañino de este delito es la traición a la confianza, pero la violación física agrega a esta acción destructiva una dimensión importante de miedo y dolor. Los individuos que sufrieron abusos o maltratos sexuales de cualquier tipo llevan las  cicatrices de esa experiencia durante toda su vida. Lo más grave es la supresión de la experiencia por parte de la victima debido a la vergüenza y repugnancia por lo sucedido. Sin embargo, cuando se suprimen estos sentimientos, el individuo se queda con una profunda sensación de vacío interior y confusión.

Las victimas de abuso sexual no pueden entregarse a su cuerpo ni al amor, lo cual implica que no tienen posibilidades de encontrar satisfacción en su vida. El viaje de autodescubrimiento les resulta una aventura aterradora.

¿Cuál es la frecuencia del abuso sexual? Depende de lo que consideremos abuso o maltrato sexual. Según estudios estadísticos basados en cuestionarios enviados a adultos, entre el 30 y el 50 por ciento de los que respondieron declararon haber sufrido abusos durante la niñez. Si se considera abuso sexual a toda violación de la privacidad del niño con respecto a su cuerpo y sexualidad, la proporción podría superar el 90 por ciento. Una paciente recordó la vergüenza y la humillación que sintió cuando a los tres años su familia la hizo posar desnuda para un fotógrafo. Los comentarios en publico sobre la sexualidad en desarrollo de un niño bien pueden considerarse una forma de abuso sexual. El hecho de que un padre le pegue en las nalgas desnudas a su pequeña hija es, para mi, un acto de abuso sexual además de un maltrato físico. Considero que el padre obtiene de sus acciones una excitación sexual que el niño percibe. Una mujer contó que le pedía a su esposo que le pegara en las nalgas desnudas porque le provocaba tal excitación sexual que el coito que le sucedía era el mejor que hubiera experimentado. Este es un típico comportamiento masoquista.

Las practicas masoquistas o sádicas relacionadas con el sexo derivan de experiencias infantiles que quedan grabadas en la personalidad del niño. Muchas mujeres se valen de fantasías masoquistas, como estar atadas durante el acto sexual, para llegar al clímax. Hasta me animaría a decir que en todos los casos en que un adulto le pega a un niño hay un elemento sexual implícito.

En la actualidad, sabemos que en muchos casos de abuso sexual hay un contacto directo entre un adulto o adolescente y un niño. También los consideramos una forma de incesto. En dichos casos, el contacto directo tiene un efecto muy destructivo sobre la personalidad del niño, cuya gravedad guarda una relación inversa con la edad; es decir, cuanto más pequeño es el niño, mas grave es el daño. Me impresione mucho al enterarme de casos en  los que el niño era muy pequeño. Cuando un niño es victima de abuso sexual a muy corta edad, reprime todo recuerdo de los hechos suprimiendo los sentimientos asociados con ellos. La supresión implica matar una parte del cuerpo. Cuando los sentimientos renacen, el recuerdo se despierta.
El fenómeno de retirarse del cuerpo es un proceso disociativo  típico del estado esquizoide en el cual la mente consciente no se identifica con los hechos corporales.
Cualquier abuso de un niño, físico o sexual, que lo aterrorice lo lleva a disociarse de su cuerpo.

La sumisión elimina la amenaza de fuerza y violencia y niega el miedo. La idea de que ningún hombre lastimará a una mujer si ella cede ante él es un razonamiento falso de las mujeres que sufrieron abusos.
En la personalidad de la mujer que sufrió abusos de niña existe  otro elemento que conforma su comportamiento con tanta fuerza como el miedo y el desamparo asociados con el abuso. Este elemento es una fuerte excitación sexual limitada al aparato  genital y disociada de la personalidad consciente. El abuso sexual temprano asusta y al mismo tiempo excita al niño. No fue una excitación que el cuerpo y el ego inmaduros del niño pudieran integrar, sino que dejó una huella imborrable en su cuerpo y mente. El niño entró momentáneamente al mundo adulto, lo cual quebrantó su inocencia; a partir de ese momento, la sexualidad se transformó en una fuerza irresistible y abrumadora, pero dividida de la personalidad. Marilyn Monroe constituye un ejemplo. Ella encarnaba la sexualidad pero no era una persona sexual. Era como si representara un papel sexual sin identificarse con él a un nivel adulto. Su personalidad adulta estaba dividida entre una mente sofisticada y una dependencia y miedo infantiles. Era sexualmente sofisticada, pero esa sofisticación era muy superficial y tapaba una sensación subyacente de estar perdida, desamparada y asustada.

El abuso sexual sobreexcita el aparato sexual de las victimas en forma prematura. Pese al miedo que sienten, la excitación sexual del contacto queda grabada en la personalidad, pues permanece en el aparato sexual sin que se la descargue. Se sienten atraídas por los hombres de personalidad similar a la del abusador y su sumisión sexual es un intento inconsciente de liberarse de su obsesión reviviendo la situación y completando la descarga; solo que esto nunca ocurre debido a la disociación.

La descarga tiene lugar solo cuando la excitación recorre el cuerpo hacia abajo, entrando en el aparato genital para luego salir de él. La violación a corta edad, es decir, antes de que se desarrolle la capacidad para descargar la excitación por medio del orgasmo, lleva a que esos órganos se carguen con una fuerza sobre la que el individuo no tiene control. A la pequeña literalmente la despojan de sus órganos genitales. La victima de abuso sexual puede recuperar la posesión de sus órganos sexuales permitiendo que la excitación fluya hacia abajo y entre en ellos. Este es el patrón sexual normal pero, en estos casos, está bloqueado físicamente por una franja de tensión alrededor de la cintura y psicológicamente por fuertes sentimientos
de vergüenza respecto de las propias partes sexuales, que se consideran impuras.

Muchas mujeres sienten vergüenza de su sexualidad porque no se le permitió desarrollarse como una expresión de amor; sin embargo, la sexualidad es una expresión de amor, un deseo de estar cerca y unido a otra persona. Por desgracia, muchas veces ese amor está mezclado con su opuesto: la hostilidad. Muchos seres humanos tienen sentimientos ambivalentes a raíz de sus experiencias infantiles, en las que el amor de sus padres estuvo mezclado con sentimientos negativos y hostiles. Este hecho creo que sucede en la mayoría de las relaciones familiares. Es imposible entregarse por completo al amor cuando uno ha sido traicionado por aquellos en los que deposito amor y confianza. He visto varias mujeres, que sufrieron abusos sexuales, con patrones de comportamiento similares. Son mujeres inteligentes cuyas vidas sufrieron graves daños porque las convirtieron en victimas. Todas tienen personalidades múltiples que se originan en el conflicto entre su excitación sexual y su miedo, entre una sensación de ser deseables y un fuerte sentimiento de vergüenza; y, en todos los casos, la sexualidad no esta integrada a su personalidad.

Estos individuos oponen una fuerte resistencia a la descarga de la ira contra el abusador. Esa resistencia tiene su origen, en parte, en un sentimiento de culpa por haber participado en los actos sexuales, ya sea en forma voluntaria o forzada, pero también se origina en el miedo a la ira asesina. Matar a un padre es el delito mas abominable y, sin embargo, la traición partió del padre. La única forma de resolver los conflictos creados por los abusos sexuales es mediante un programa terapéutico que proporcione una situación controlada para la expresión de esa ira.

Esta demostrado que los niños varones sufrieron abusos sexuales casi en la misma proporción que las mujeres. Algunos fueron violados por el padre, por algún otro hombre o por hermanos mayores. Cuando esto ocurre, tiene el mismo efecto sobre la personalidad del niño que sobre la de la niña. Si hay penetración anal, el niño experimentaría un dolor y miedo intensos, lo que podría llevarlo a disociarse de su cuerpo. El abuso sexual de un niño por parte de un varón adulto socava su masculinidad en desarrollo y lo hace sentirse avergonzado y humillado. No creo que esas experiencias creen una tendencia homosexual en la personalidad del niño, pero la consecuente debilidad de su identificación masculina podría predisponerlo a ese patrón de comportamiento sexual.

Lo que daña la personalidad del niño es el impacto emocional de la experiencia. El miedo, la vergüenza y la humillación son sentimientos devastadores para un niño que no tiene manera de liberar por medio de palabras el agravio de este trauma. El abuso físico que el padre hace de un hijo, por ejemplo con repetidas palizas, tiene un efecto similar en la personalidad del niño y, como señale en el capitulo anterior, debe considerárselo una forma de abuso sexual.

El abuso sexual es tanto una expresión de poder como de amor sexual. La sensación de tener poder sobre otra persona actúa como un antídoto para ese sentimiento de humillación que sufrió el abusador cuando abusaron de él en su niñez. La cuestión del poder también impregna la actividad sexual que tiene lugar entre adultos por mutuo acuerdo, como en las practicas sadomasoquistas. El abusador es en general un individuo que se siente impotente para ser un hombre o mujer maduro. Ese sentimiento de impotencia desaparece cuando la victima es un niño, un adulto indefenso o un compañero sumiso. En esta situación el abusador se siente poderoso, lo que implica que también se siente sexualmente potente. Cuando los sentimientos de poder se inmiscuyen en una relación, siempre se convierte en una relación abusiva. Un hombre que necesita sentir poder para ser sexualmente potente inevitablemente abusara de la mujer. Por lo común, cuando el hombre aparenta ser poderoso, la mujer se excita y se vuelve más propensa a entregarse a él. Por supuesto que esto sucede con las mujeres que fueron victimas y se sienten impotentes.

El comportamiento abusivo entre los adultos denota una relación sadomasoquista que le permite al individuo entregarse a su excitación sexual. En el caso del sádico, este efecto lo produce el sentimiento de poder sobre el otro, manifestado en acciones que buscan lastimar o humillar al compañero. En el caso del masoquista, la sumisión al dolor y a la humillación elimina, por un tiempo, la culpa que bloquea la entrega sexual. En la sumisión, se transfiere la culpa al abusador, lo cual permite a la victima simular inocencia.

En un nivel, el comportamiento abusivo expresa odio, el deseo de lastimar al otro, pero debemos reconocer que además existe un elemento de amor. Reich señaló la conexión entre el sadismo y el amor: creía que la acción sádica se origina en un deseo de contacto y cercanía. Comienza como un impulso de amor en el corazón pero, a medida que ese impulso se acerca a la superficie, lo tuercen las tensiones en la musculatura relacionadas con la ira suprimida, convirtiéndolo en un acto dañino. Es posible que la victima sienta esta dinámica, sobre lodo si el abusador es uno de los padres que esta actuando sobre su hijo/a. Lo que quiero decir es que es posible que un niño pequeño, sumamente sensible a los matices emocionales del comportamiento, se de cuenta de que el castigo o el abuso pretende ser un acto de amor. El amor se vuelve sádico cuando no se puede expresar. El reconocimiento de este hecho podría impedir que el niño sienta la plenitud de su ira contra el abusador. El niño también reconoce el dolor que siente el abusador y que le impide expresar amor con facilidad y libertad. Entonces, siente pena por el abusador y se identifica con él.

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