lunes, 17 de octubre de 2016

El Gozo, parte 21

Capítulo 5 (continuación)

De hecho, el trabajo bioenergético con las piernas comienza desde el principio de la terapia. Luego de los ejercicios de respiración sobre la banqueta, de inmediato sigue lo que se denomina un ejercicio de enraizamiento, en el cual el paciente se inclina hacia adelante hasta tocar el suelo con las puntas de los  dedos. Hemos descrito este ejercicio en el capitulo 2. Aquí lo menciono una vez más por su importancia para mantener al paciente conectado con su realidad, principalmente el suelo en el cual está parado, su cuerpo y la situación en la que se encuentra.

El enojo es un sentimiento muy vehemente y puede abrumar a algunas personas cuyo ego no es capaz de integrar la fuerte carga. Los pacientes esquizofrénicos pueden quedar escindidos si los desborda un sentimiento de enojo. Los fronterizos pueden volverse muy ansiosos. Esto es evitable si se presta constante atención al enraizamiento del paciente. Cuando siento que la carga emocional del ejercicio se vuelve tan intensa que puede tener dificultad para mantenerse en contacto con su realidad, detengo el ejercicio y lo hago enraizarse. Esto reduce la carga del cuerpo, de la misma manera que un cable a tierra en un circuito eléctrico impide que se funda un fusible.

También podemos usar las piernas para expresar enojo por medio de la patada, pero no es una expresión que empleen los adultos en general. Los niños pequeños patean a sus padres o amigos cuando se enojan, pero los adultos rara vez lo hacen.
Sin embargo, la patada cumple una función más importante, que es la de protestar. Me ocupe de esta acción expresiva en el capitulo 3. Es tan básica para el trabajo bioenergético que practico con mis pacientes que me extenderé sobre ella en este capítulo, ya que también constituye una expresión de enojo. En el lenguaje corriente, “patalear una situación” implica protestar acerca de ella. Todos tenemos muchos motivos para protestar por lo que nos hicieron, y es importante expresar esa protesta.

En la terapia bioenergética, se practica la patada como protesta de la siguiente manera: el paciente se tiende en la cama, estira las piernas, y patea la cama con las pantorrillas manteniendo cierto ritmo, una pierna tras la otra. Por lo general, pido a mis pacientes que utilicen palabras al tiempo que patean. La forma mas simple de protestar es preguntar “¿por qué?” Este sencillo ejercicio demuestra vividamente la capacidad de un paciente para expresar sus sentimientos. A muchos les resulta difícil al principio y algunos practican pero con poco sentimiento.
La incapacidad de estos pacientes para realizar el ejercicio en forma adecuada debe analizarse en términos de su historia. Puede mostrárseles que proviene de una infancia en la cual la expresión de protesta no estaba permitida.

Este ejercicio es fundamental en la terapia bioenergética. Si un individuo no puede protestar contra la violación de su derecho innato de autoexpresión, se transforma en una víctima cuya meta es la supervivencia, no la alegría. Una vez que el paciente acepta que tiene derecho a protestar, el siguiente paso es desarrollar su capacidad para que esa protesta sea efectiva.

Algunos pacientes emplean con fuerza la voz, pero la acción de sus piernas es débil e inoperante. En otros pacientes, la patada es bastante adecuada pero la voz es débil y poco convincente. Esta dificultad para coordinar la voz y el movimiento denota una separación de la personalidad entre el ego y el cuerpo, entre las funciones de la mitad superior del cuerpo y las de la mitad inferior. Ningún ejercicio es tan apto para este problema como el de la patada. Se emplea en forma regular en el transcurso de la terapia para ayudar al paciente a desarrollar la coordinación entre las dos mitades del cuerpo y adquirir libertad para expresar con vigor este sentimiento.

El problema de la apertura de la voz se analizo y se trato en el capitulo 3, donde el foco era la incapacidad para llorar; pero no es menos importante que una persona pueda gritar. A través del llanto, uno puede movilizar sentimientos en la boca del estomago, que vienen de lo mas profundo. Este tipo de llanto tiene gran resonancia y es de un tono bajo, profundo, asociado con la “rendición” o la entrega. El grito es un sonido de gran intensidad y de tono alto, que resuena con fuerza en las cámaras de aire de la cabeza. Es lo opuesto a la entrega y, por lo tanto, pertenece al reino de los sentimientos de enojo.

Al gritar, uno “vuela la cabeza”. La carga energética que asciende y termina en un grito inunda el ego y por un momento lo desborda. Es en ciertos aspectos opuesta a la carga que desciende como excitación sexual y culmina en el orgasmo. En ambas acciones, el cuerpo se libera del control del ego y ambas representan, por tanto, una rendición del mismo. Los niños pequeños no tienen mucho problema para gritar porque sus egos todavía no han asumido el pleno control de sus reacciones. Por igual razón, las mujeres gritan con mas facilidad que los hombres, aunque muchas temen soltar el control del ego. El grito es como una válvula de seguridad que permite la descarga de una excitación que no puede manejarse racionalmente. Puede emplearse de esta manera para reducir un estrés intolerable. Yo les aconsejo a mis pacientes que griten siempre que sientan demasiada presión en su interior.

Sin embargo, el objetivo de la terapia no es solo liberar la voz, sino coordinar la libertad de expresión vocal con una libertad igual de expresión física en el movimiento. El ejercicio de protesta es ideal para este propósito. Se le pide al paciente que patee con firmeza, ritmo y fuerza, al par que pregunta “¿por qué?”, sosteniendo el sonido tanto tiempo como le sea posible. Si se queda sin aire, debe continuar pateando mientras respira dos o tres veces y se prepara para decir nuevamente “¿por qué?”. En esta segunda expresión de su “¿por qué?”, la voz se eleva tanto en tono como en intensidad, y la patada se vuelve mas fuerte. Una vez más, al final de la respiración, continuará pateando mientras recupera el aliento. En la tercera repetición, el sonido del ¿por qué? se eleva hasta convertirse en un grito, mientras la patada llega al máximo de su velocidad y fuerza, con esta acción se busca aflojar la expresión de protesta. Si se lo logra, la liberación es completa y el resultado es un sentimiento de alegría.

No obstante, no es fácil lograrlo; la mayoría de las personas están demasiado asustadas para entregarse por completo al cuerpo. En otros casos, el ego se ve desbordado con rapidez y, si bien el paciente llega a gritar, es una expresión disociada, como una reacción histérica, que lo deja mas asustado aun. En este caso, puede replegarse por un momento, acurrucarse y llorar como un niño, luego de lo cual recobrara el autocontrol. Tal experiencia no es negativa ya que le permite darse cuenta de que su regresión y retraimiento son temporarios y de que necesita trabajar más para fortalecer el ego. Los pacientes que han sufrido abusos sexuales durante su niñez tienden a retraerse o a abandonar el cuerpo cuando los sentimientos se vuelven abrumadores. Si se practica este ejercicio de protesta con regularidad, se fortalece el ego conectándolo mejor al cuerpo, lo cual reduce la tendencia a la escisión.

Si la patada, y el grito se integran, el paciente no se escinde de su cuerpo. Pero para que la patada sea libre y efectiva, las piernas deben encontrarse relativamente libres de tensión crónica. Esto no es común, ya que la mayoría de las personas no sienten lo suficiente en las piernas y los pies y no están bien enraizadas. Su energía queda detenida en la cabeza y usan las piernas en forma mecánica. Caminan sobre las piernas y los pies en lugar de caminar con ellos. Sus piernas son muy delgadas o muy pesadas.

Patear es uno de los mejores ejercicios para obtener mas energía y mayor sensación en las piernas. Como ejercicio, pido a cada uno de mis pacientes que patee en forma regular en su casa como lo hace en mi consultorio donde, tendido en la cama, patea 200 veces rítmicamente, contando cada pierna por separado. Las rodillas se mantienen derechas pero sin rigidez, y la patada se da con la pantorrilla, no con el talón. La pierna debe elevarse tan alto como sea posible antes de cada golpe. Debido a que este es un ejercicio para abrir la pelvis, no es necesario acompañarlo de ninguna expresión vocal. La mayor parte de las personas no pueden ejecutar 200 patadas sin parar, y algunas tienen dificultades para llegar a las 100. Su respiración no es la adecuada para este ejercicio, pero con la practica, se vuelve mas profunda y mas libre y se facilitan los movimientos.

Como al correr, este ejercicio promueve la respiración y, por lo tanto, es aeróbico, pero, a diferencia del correr, no exige sostener peso alguno ni ejerce ninguna presión sobre las rodillas. Además, se puede practicar en la casa. Las personas que lo han realizado con regularidad han notado cambios importantes en las piernas y en el cuerpo. Disminuye la pesadez de los muslos, que muchas mujeres sufren, y las piernas cobran mejor forma. También la respiración mejora en gran medida con este ejercicio.

“¿Por qué?” no es la única frase que puede usarse mientras se patea. Decir “no” de la misma manera en que se dice “¿por qué?” es otro excelente medio para promover la autoexpresión. Muchas personas tienen dificultad para decir “no”, lo cual socava su sentido del self. Al decir “no” se crea un limite que protege el espacio y la integridad propios. Otra buena manera de autoexpresión son las palabras “¡Déjame en paz!”. Esta frase se refiere al sentimiento de muchos pacientes respecto al hecho de que sus padres no les dieron libertad para desarrollarse naturalmente.
Los pacientes que han pasado por tales experiencias necesitan vocalizar su protesta violentamente. Si se pronuncia con fuerza frases como “¡déjame en paz!” y “¿qué pretendes de mi?”, éstas ayudan a devolver a los pacientes el sentimiento de que tienen derecho a ser libres, a ser ellos mismos, a realizar su propio ser y no el de sus padres.

Si no goza de ese derecho, la capacidad de amar de una persona se ve seriamente impedida. Muy a menudo, el amor que los pacientes dicen sentir hacia sus padres deriva de la culpa en lugar del placer y la alegría en su relación con sus padres. Uno no se sentirá gozoso en una relación en la cual no puede ser sincero consigo mismo. Cuando los padres dan a sus hijos esa libertad, reciben a cambio su verdadero amor. Pero solo los padres que sienten gozo en la relación con sus hijos pueden darles el amor que sirva de sostén al niño acompañándolo en su crecimiento hacia la realización de su ser.

Aconsejo a los pacientes no actuar sentimientos negativos contra sus padres, ya que dicha actuación no es adecuada ni los ayuda. Los traumas que sufrieron en la infancia pertenecen al pasado y no se pueden reparar mediante acciones del presente. El pasado no puede cambiarse, pero la terapia puede liberar a una persona de las restricciones y limitaciones de su ser que son consecuencia de los traumas del pasado.

Si bien estas limitaciones pueden reducirse en gran medida liberando y expresando los impulsos aprisionados, ello debe realizarse en un marco terapéutico y no debe volcarse en actuaciones presentes contra los padres u otros. Un individuo que se encuentra física y psicológicamente mutilado debido a la supresión forzada de sus impulsos naturales se libera y siente gozo cuando su cuerpo recupera su libertad y su gracia. Puede entonces amar de verdad y, de hecho, sentir un poco de amor hacia sus padres, que abusaron de él pero también le dieron la vida.

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