martes, 12 de febrero de 2013

De la Dictadura a la Democracia, parte 2


Dos
El Peligro de las Negociaciones 

Algunas personas, cuando tienen que enfrentarse a los severos problemas de enfrentar una dictadura, se echan para atrás, y caen en una sumisión pasiva. Otras, como no ven posibilidad alguna de alcanzar la democracia, pueden llegar a la conclusión de que deben buscar un arreglo con la dictadura, con la esperanza de que mediante la “conciliación”, el “compromiso” y las negociaciones, podrán atraer a algunos elementos positivos y acabar con las brutalidades. Superficialmente, por carencia de opciones más realistas, esta manera de pensar es atrayente.

Una pelea seria contra las dictaduras brutales no es una perspectiva agradable. ¿Por qué hay que recorrer ese camino?
A veces se argumenta que la verdad no está toda de un lado. Podría  decirse que a los dictadores se les debería ofrecer una solución por medio de la cual todo mundo saliera ganando.
Los riesgos y dolores de proseguir la lucha -podrían ser innecesarios - se puede argumentar -si la oposición democrática sólo desea terminar el conflicto pacíficamente por medio de negociaciones. ¿No seria eso preferible a una lucha difícil, aun cuando fuera una campaña dirigida por la lógica de la acción noviolenta y no la de una guerra militar?

Ventajas y limitaciones de las negociaciones
Las negociaciones son un instrumento muy útil para resolver algunos conflictos, y no deben desdeñarse o rechazarse cuando son apropiadas.
Pero cuando los asuntos por resolver son fundamentales porque afectan principios religiosos, problemas de la libertad humana o todo el desarrollo futuro de la sociedad, las negociaciones no llevan a una solución satisfactoria para ambas partes. Sólo un cambio en la correlación de fuerzas a favor de los demócratas puede salvaguardar adecuadamente los asuntos básicos que están a discusión. Ese cambio ocurre mediante una lucha, no mediante negociaciones. Esto no quiere decir que las negociaciones no deban usarse nunca. El hecho es que tales negociaciones no son un modo realista de liberarse de una férrea dictadura cuando no existe una poderosa oposición democrática.

Por supuesto que hay circunstancias en que las negociaciones pueden no ser una opción. Los dictadores firmemente establecidos, que se sienten muy seguros de su posición, pueden negarse a negociar con sus opositores democráticos. O bien, cuando ya se hayan iniciado las negociaciones, los negociadores democráticos pueden desaparecer y no regresar.

¿Rendición negociada?
Es comprensible que los demócratas estén especialmente dispuestos a negociar cuando los dictadores evidentemente tienen la superioridad militar y cuando la destrucción, las víctimas, y los perjuicios sufridos ya no pueden soportarse más. Habrá entonces una fuerte tentación a explorar cualquier otra opción que pueda rescatar siquiera algunos de los objetivos de los demócratas, a la vez que pone fin a un ciclo de violencia y contra violencia.

La oferta de “paz” mediante negociaciones que pueda ofrecer un dictador a la oposición democrática, por supuesto, no es del todo sincera. Si ellos quisieran, bien podrían, por su propia iniciativa y sin ninguna negociación, restaurar el respeto a la dignidad y a los derechos humanos, liberar a los presos políticos, acabar con la tortura y suspender las acciones militares, retirarse del gobierno y hasta pedirle excusas al pueblo.

Cuando la dictadura es fuerte pero existe una resistencia irritante, puede que los dictadores deseen lograr la rendición de la oposición bajo la cobertura de “hacer la paz”. El llamado a negociar puede parecer atractivo, pero dentro de la sala de negociaciones acaso se esconderían graves peligros.
Por otra parte, cuando la oposición es excepcionalmente fuerte y la dictadura se  encuentra seriamente amenazada, los dictadores pueden buscar la negociación como una forma de salvar lo más posible de su capacidad de control o de sus riquezas. En ninguno de estos casos deben los demócratas ayudar a los dictadores de lograr sus metas.

En semejantes conflictos las negociaciones solamente podrán tener un valor decisivo al final de una lucha decisiva, en la cual el poder de los dictadores haya sido destruido y estén estos buscando pasaje seguro para un aeropuerto internacional.

El poder y la justicia en las negociaciones
En las negociaciones no es la relativa justicia de los puntos de vista en conflicto y sus objetivos lo que determina el contenido del acuerdo negociado. El contenido de éste lo determinará mayormente la capacidad de poder de cada parte.

Se deben considerar varias preguntas difíciles. ¿Qué puede hacer cada una de las partes después de conseguir sus objetivos si la otra decide no llegar a un acuerdo en la mesa de negociaciones? ¿Qué puede hacer cada una de las partes, después de alcanzado el acuerdo, si la otra rompe su palabra y usa la fuerza de la que dispone para conquistar sus objetivos a pesar del acuerdo?

Aun pensando que toda salga bien en las negociaciones, hace falta preguntarse: ¿Qué clase de “paz” saldría de allí? ¿Sería acaso la vida mejor o peor que si los demócratas hubieran empezado o continuado la lucha?

Dictadores “agradables”
El tirano tiene el poder de obrar
sólo donde se carece de
 fuerza para resistir.
Krishnalal Shridharani

En los conflictos donde cuestiones fundamentales están en juego, la resistencia, y no las negociaciones, es lo esencial para el cambio. En casi todos los casos, la resistencia debe continuar hasta que los dictadores sean expulsados del poder. El triunfo lo determina con más frecuencia, no la negociación de un arreglo, sino el uso acertado de los métodos de resistencia más apropiados y poderosos posibles. Estamos convencidos -y lo exploraremos en detalle más adelante- que el desafío político o la lucha noviolenta es el método más poderoso que pueden emplear los que luchan por la libertad.

¿Qué clase de paz?
Si los dictadores y los demócratas van a dialogar sobre la paz, es necesario tener ideas claras. No todos los que emplean la palabra paz, quieren la paz con libertad y justicia. El sometimiento a una cruel opresión y el consentimiento pasivo frente a los dictadores, no constituye una verdadera paz. Por lo general, la paz de los dictadores no es sino la de la prisión o la tumba.
Existen otros peligros. Hay negociadores bien intencionados que a veces confunden los objetivos de las negociaciones con el proceso de éstas. Es más, los negociadores democráticos o los especialistas extranjeros aceptados para asistir a las negociaciones, pueden, de un solo plumazo, dotar a los dictadores de una legitimidad doméstica  e internacional que previamente se les había negado a causa de haberse apoderado del estado, las violaciones a los derechos humanos, y las brutalidades cometidas. Sin estas legitimidad tan desesperadamente necesitada no pueden los dictadores continuar gobernando indefinidamente. Los representantes de la paz no deben suministrarles esa legitimidad.

Razones para la esperanza
Las dictaduras no son permanentes. Los que viven bajo una dictadura no tienen porque permanecer siempre débiles y a los dictadores no es necesario permitirles que sigan siendo poderosos indefinidamente. Hace mucho tiempo Aristóteles apuntó: “La oligarquía y la tiranía son las constituciones que duran menos”…..”En ninguna parte han durado mucho”. Las dictaduras modernas también son vulnerables. Se puede agravar su debilidad y desintegrar su poder.
La historia reciente muestra la vulnerabilidad de las dictaduras y revela que pueden desmoronarse en un plazo relativamente corto. Por citar los más recientes: la dictadura de Marcos en Filipinas cayó ante el empuje del pueblo en 1986. El gobierno de los Estados Unidos abandonó rápidamente al presidente Marcos cuando la fuerza de la oposición se hizo patente. El intento de golpe de Estado de línea dura en la URSS en agosto de 1991 fue bloqueado en unos días por el desafío popular. De ahí en adelante muchas de las naciones bajo un dominio semejante, recuperaron su independencia en sólo días, semanas o meses.

Está claro que no es válida la antigua idea de que los métodos violentos obran rápidamente mientras los noviolentos requieren mucho tiempo. Aunque se requiera mucho tiempo para lograr cambios en la situación subyacente y en la sociedad, la lucha concreta contra las dictaduras a veces ocurre con relativa rapidez por medio de la acción noviolenta.

Las negociaciones no son la única alternativa que hay entre una guerra continua de aniquilamiento por una parte y la capitulación por la otra. Existe otra opción para aquellos que quieren tanto la paz como la libertad, y ésa es el desafío político.

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