miércoles, 17 de octubre de 2012

El Poder de las Emociones, parte 4


¿Cómo vas a poder ser feliz si reniegas de ti mismo y de todo lo que sucede? La aceptación radica en la aprobación de quien eres y lo que tienes.
¿No te es suficiente? Claro que sí, sólo que no lo sientes así. Si logras aceptar verdaderamente y dar gracias por todo lo que tienes y todo lo que eres vas a conseguir ser feliz mucho más rápido.
En el fondo, muchos no nos aceptamos por miedo a que los demás reconozcan quienes somos realmente. Nos comparamos constantemente con nuestros hermanos, amigos o con quien destacan. Así nos evaluamos.
Un requisito para amarte es aceptar quien eres y lo que tienes. La ruta más corta para ser feliz está en aprobarte verdaderamente y dar gracias por todo lo que tienes y todo lo que eres.
Aceptar no quiere decir soportar ni auto flagelarte o consentir lo que no quieres. Si algo no te gusta, es precisamente el punto de partida para modificarlo; podrás mejorar rápidamente a partir de lo que aceptes. Si no estas de acuerdo con alguna característica del otro, permítete aceptarlo, y repítete: “así es y no lo voy a cambiar”. Respétalo y no dejes que te afecte. Esa sutileza es la diplomacia.

Todas las religiones y filosofías sostienen que el amor es la más grande expresión humana. Constituye el único modo de comprender a otro en lo más profundo de su ser: nadie puede conocer la esencia de otro ser humano si no le ama. Por el acto espiritual del amor, se es capaz de ver las características y cualidades esenciales de la persona amada; y lo que es más, conocer su potencial: todo lo bueno que puede llegar a ser, lo que aun no se ha revelado, lo que ha de mostrarse. Mediante su amor, la persona que ama motiva al amado a convertir en realidad todas los posibilidades.
La aceptación del otro es un reflejo de la propia capacidad de aceptarnos a nosotros mismos. Al comprender y entender que somos creaciones maravillosas, tenemos la capacidad de abrazar las cualidades igualmente maravillosas del mundo en el que vivimos y de quienes nos rodean. El amor es un fenómeno fundamental, básico y, además, sublime.

Regálate unos minutos para iniciar y terminar el día agradeciendo. Rememora los buenos momentos. Agradece a Dios, a tus padres, a tus antepasados, a tus maestros, amigos  y a todas aquellas personas lo que te han legado. Siempre que puedas, demuéstrales gratitud con acciones y palabras; también, reconoce todos los acontecimientos que han contribuido a la etapa de madurez en que te encuentras.
Agradece a diario los pequeños detalles, tus órganos vitales que obedientes te sirven; las características que posees gratuitamente y el maravilloso don de la vida. El sentimiento que te contagia es mágico.

Cuando des, hazlo por el placer de dar, y con alegría, sin esperar nada a cambio.
La gratitud es una de las enseñanzas esenciales del buen vivir. Es la puerta para recibir dones mayores, se manifiesta en auténticos milagros.

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