martes, 26 de febrero de 2019

¿Qué nos hace falta? parte 19


REFLEXIONES PERSONALES SOBRE LA BUENA VIDA

Para mí, la calidad de vida ha bajado, a pesar de que el nivel material de ésta ha subido. ¿En qué sentido se ha deteriorado la calidad de vida? Somos conscientes de la contaminación del entorno y de la explotación de la naturaleza. Nos damos cuenta de que las presiones de la vida moderna no nos dejan tiempo para sencillamente existir: respirar, sentir, contemplar; las noticias acerca de crímenes, violaciones y casos de corrupción nos recuerdan constantemente que la sociedad ha perdido sus valores morales.
Sin límites, las personas pierden el sentido de sí mismas como individuos responsables -responsables del bienestar de la comunidad y de las personas que la forman-. Es una postura narcisista , no sólo porque niega las necesidades de los demás, sino porque también niega las verdaderas necesidades del yo.

LA DIGNIDAD Y EL RESPETO A UNO MISMO

El verdadero respeto mira hacia el interior, va más allá de la superficie o la apariencia, y esto es lo opuesto a una actitud narcisista. Una persona se respeta a sí misma cuando sus acciones están regidas por principios y convicciones profundas, en lugar de por conveniencias o beneficios. Tratar de impresionar o manipular a los demás conlleva una pérdida de respeto a uno mismo, y, sin éste, tampoco se puede respetar a los demás. La persona narcisista no se respeta a sí misma.

En el plano personal, perdemos el respeto que nos debemos a nosotros mismos cuando aprendemos a manipular a nuestros padres, en la medida en que ellos nos manipulan a nosotros, por ejemplo. Mentimos y fingimos, igual que lo hacen ellos. Por supuesto, también les perdemos el respeto. Los padres que respetan los sentimientos de sus hijos se ganan el respeto de éstos y lo conservan.
Pero, en nuestra sociedad, ¿hay algo que se respete verdaderamente? ¿No existe un compromiso con una filosofía que establece el éxito como la meta definitiva, y considera que cualquier medio para conseguir ese fin es aceptable? Si, por ejemplo, el éxito significa lograr que un bebé coma, entonces distraerle con un juguete mientras se le mete en la boca la cuchara con la papilla es perfectamente razonable. En la filosofía del éxito, el fin justifica los medios.

Otra cualidad que parece ausente en estos días es la dignidad. Dignidad es una palabra que suena pasada de moda. Raramente alguien la utiliza. Y, en cambio, se habla mucho de Poder. Ir en pos del Poder excluye la posibilidad de la dignidad, porque el poder representa un intento de compensar un sentimiento interno de humillación. Si tengo el poder, nadie se atreve a humillarme. Pero, como todos los mecanismos de compensación, la necesidad de poder o de dinero confirma y refuerza precisamente ese sentimiento interno de humillación, por mucho que uno se esfuerza en negarlo.

La dignidad está en el porte de una persona. El carácter y el porte están relacionados. La forma de andar y el porte de la persona son una expresión de su carácter. La gente con dignidad se mueve de una forma que inspira o impone respeto. Es interesante fijarse en la relación que existe entre respeto y dignidad (ambas tienen un origen común, en el sentido de la valía). Ambas cualidades están ausentes en los narcisistas.

Dos aspectos identifican un porte digno: la forma de mover el cuerpo y de sostenerlo. No es digno, por ejemplo, correr como una rata que busca un agujero donde meterse. El movimiento de la persona digna es lento, majestuoso; sugiere que ésta tiene tiempo, tiempo para ser y para sentir. No hay dignidad en la actividad frenética de la gente en las grandes ciudades, se mueven como si no tuvieran tiempo de perder. Tampoco hay dignidad en la búsqueda incesante de placer que caracteriza al nuevo hedonismo.
Al robar el tiempo de las personas, la cultura actual también les roba su dignidad. Como en la sociedad moderna el tiempo es dinero, pocos son los que pueden permitirse tener dignidad.

La rectitud de un cuerpo sano es el resultado de un intenso flujo de emociones o sentimientos a lo largo de la espina dorsal, similar al proceso del yoga Kundalini. Esta carga mantiene la cabeza alta. Una postura así también expresa el sentido del propio orgullo natural, que difiere del orgullo narcisista en que el primero se basa en el yo y el segundo en la imagen. Un porte así sólo es posible en un cuerpo libre de tensiones musculares crónicas y, por tanto, libre de conflictos reprimidos en la infancia.

Hay una correlación interesante entre la dignidad y la sexualidad. La misma carga que, en su dirección ascendente, produce el porte característico de la dignidad, en su dirección descendente proporciona carga y excitación sexual en el hombre. El pene erecto es el equivalente psicológico de la cabeza erguida. Pero no es sólo la carga de los genitales la que representa la sexualidad de una persona, sino también la carga de la pelvis y lo que ésta siente. La pelvis es el homólogo de la cabeza, en la estructura dinámica del cuerpo.
En su estado natural, la pelvis se inclina floja hacia atrás, de manera que se balancea libremente al compás de los movimientos del cuerpo. La posición hacia atrás de la pelvis se corresponde con la de un animal que mantiene la cola levantada. Es lo opuesto a cuando un perro asustado va con el rabo entre las piernas y la pelvis hacia adelante.

Parece obvio que la verdadera dignidad se basa en la identificación con el propio cuerpo y con la sexualidad de éste. La clave de la dignidad estriba en tener los pies firmemente plantados en la tierra. Las piernas y los pies son como las raíces de un árbol, que no sólo anclan el árbol a su realidad, sino que le proporcionan la base para el empuje que le hace crecer hacia arriba.
Cuando falta este contacto, hay un desarraigo (es como estar en el aire o vivir en la cabeza, conectado fundamentalmente a imágenes que residen allí)   

LA IRREALIDAD DE HOY EN DÍA

Sin un sentido de contacto con el cuerpo, uno deja de estar arraigado en la realidad. Y esto es lo que le sucede a mucha gente hoy en día. La forma más sencilla de caracterizar esta realidad del mundo moderno es decir que está hechizada por las imágenes. Estoy convencido de que esto explica el gran interés que mucha gente siente por el mundo de la moda y por los modelos masculinos y femeninos.  Pareciera que los modelos poseen una aura de superioridad.  Mucha gente joven intenta imitar el estilo de los modelos, es decir, parecer guapo, elegante, encantador, extrovertido, apasionante, muy varonil o muy femenina. Lo importante es la apariencia. Pero un modelo es un maniquí vivo, que los publicistas utilizan y dirigen. Ésta no es una vocación asociada con un sentido de dignidad, si bien no necesariamente requiere renunciar al respeto por uno mismo.

Donde más se evidencia la relación entre la pérdida de vida y la fascinación por las imágenes, es en el mucho tiempo que la gente dedica a ver televisión o videos. He oído a más de una persona quejarse de que cuando ven la televisión durante varias horas se sienten más cansados que antes. Esto se explica por el efecto hipnótico que tiene la televisión. Una vez que uno empieza a ver un programa, sigue con los ojos fijos en el televisor, casi en contra de su propia voluntad, y se traga un programa detrás de otro. Una vez rendidos a la pasividad del espectador, perdemos la energía para reanudar la vida activa. Este proceso de pérdida de vitalidad, lleva a la persona a encender el televisor para estimularse, lo que , por supuesto, crea un círculo vicioso.

Estoy convencido de que la principal razón de que la televisión sea tan popular es que permite a la gente escapar de sí misma. Ver la tele tiene aspectos de fenómeno regresivo. Se entretiene al televidente como si fuera un bebé, sin esperar una respuesta y casi sin exigirle que use la imaginación. Si la regresión, es una forma de evasión, otra forma sería  fundirse en las imágenes y la trama que aparece en la pantalla, a tal grado que se pierda el contacto con las necesidades y responsabilidades de la propia situación vital. El mundo irreal de la pantalla substituye temporalmente el mundo real de los sentimientos y las relaciones personales.

Las tendencias de evasión son muy fuertes en nuestra sociedad. El difundido uso de enervantes y alcohol, especialmente entre los jóvenes, da testimonio de esto. Creo que los jóvenes recurren a los enervantes porque no pueden con el exceso de estimulación al que están sometidos.
La evasión influye también en la fascinación que mucha gente siente por el espacio. Las películas de aventuras y guerras espaciales tienen un éxito en taquilla casi increíble, a pesar de que en ellas aparecen seres extraños en situaciones irreales. La gente reacciona a estas películas como si fueran más significativas o reales que los encuentros verdaderos en los que la gente participa.

Por otra parte, la sensación de seguridad y bienestar del común de la gente en la vida real está amenazado por fuerzas impersonales que no pueden identificarse con facilidad: fuerzas económicas como la inflación y el desempleo, fuerzas políticas como las guerras y la corrupción, fuerzas sociales como la violencia o la burocracia.  Las imágenes del espacio exterior, que no poseen una realidad objetiva, provocan más sentimientos reales que la vida cotidiana en la tierra.

martes, 19 de febrero de 2019

¿Qué nos hace falta? parte 18


La locura de nuestro tiempo

LA APARIENCIA DE CORDURA

Tal como se ha visto, los narcisistas están perfectamente adaptados al mundo en que vivimos; están de acuerdo con los valores, aceptan las normas en constante cambio y se sienten cómodos con la superficialidad. Aquellos de nosotros que damos un sentido al pasado, que buscamos estabilidad y que no tenemos fe en los sistemas computarizados, se nos hace realmente difícil adaptarnos. ¿Quién está loco y por qué?

Una persona no estará en contacto con la realidad de su ser en la medida en que su identidad se base en una imagen. Aunque puede parecer orientada y plenamente conectada con la realidad en todos los demás aspectos, habrá una línea de ruptura en su personalidad -por muy fina que sea la línea- que constituirá una cierta tendencia a la locura. Así, el espectro del narcisismo también se puede considerar como una escala de grados de locura. En un extremo se encuentra el fálico-narcisista, cuya conducta está tan en sintonía con la cultura occidental que nadie cuestionaría su cordura; en el otro extremo se halla el esquizofrénico-paranoide, cuya locura es evidente. Entre un extremo y otro, se sitúa el carácter narcisista, la personalidad límite y la personalidad psicopática.

Examinemos las personalidades psicópatas. A veces su conducta puede ser tan extraña y autodestructiva que rápidamente uno duda de su salud mental. Sin embargo, al interrogarlos, uno ve que están completamente orientados respecto de la situación, su cognición no está perturbada y sus respuestas parecen lógicas y convincentes. Cuesta creer los casos pero están documentados.

 EL PROBLEMA DE LA CONDUCTA AUTODESTRUCTIVA

Si se quiere entender la conducta autodestructiva, hay que aceptar que no puede tratarse de un caso absurdo. Un organismo viviente es un sistema muy organizado que está gobernado por dos instintos poderosos - el de conservación y el de perpetuación de la especie. La conducta autodestructiva es claramente contraria al primero, y sin embargo ocurre.
Algunas personas se suicidan, pero tienen sus razones y para ellas son importantes. Otras sacrifican sus vidas en actos heroicos, lo que nos hace pensar que en la personalidad humana hay fuerzas que pueden ser más fuertes que el instinto de sobrevivencia. Creo que una de esas fuerzas es el sentir que la vida debe tener un sentido, que debe tener algún significado.

Para muchos, el sentido radica en la esperanza de obtener placer. Así que, cuando la vida no ofrece la esperanza de obtener placer sino únicamente la certeza del dolor, no valdría la pena vivirla. Por ejemplo, un paciente con cáncer terminal, si decidiera quitarse la vida, su acción tendría sentido. Claro que se podría argumentar que mientras hay vida hay esperanza.
De esto se desprende que otras formas de conducta autodestructiva podrían ser comprensibles si se conociera la situación interna de la persona. Por ejemplo, el alcoholismo podría interpretarse de manera similar al suicidio -es decir, que la adicción proviene de un intento por liberarse de sentimientos de aflicción, ansiedad y frustración intolerables. Por supuesto que el intento es fallido, ya que el alivio que el alcohol proporciona es momentáneo y el retorno a la realidad es más doloroso que antes.

Además del deseo de liberarse del dolor, la conducta autodestructiva tiene otra motivación: el deseo inconsciente de vengarse de alguien, de hacer que otro sufra por la herida que uno tiene. “Te arrepentirás”, es lo que realmente dice el suicida a los familiares y amigos cercanos.
Pero no creo que ésta sea la motivación principal. Mi trabajo con el alcohólico me ha convencido de que cuando se elimina el sufrimiento interno, desaparece la dependencia hacia el alcohol. El sufrimiento proviene de conflictos emocionales no resueltos que se han reprimido y guardado en el inconsciente. Resolver estos conflictos no es una empresa sencilla ni fácil.

¿Cómo actúa el alcohol? No es ni un sedante ni un anestésico, si bien puede reducir la ansiedad y la sensibilidad al dolor. Tampoco es un estimulante, aunque “anima” a algunas personas. Lo que el alcohol hace es debilitar el control del ego sobre el cuerpo y romper las prohibiciones del superego, lo que hace que la persona se libere de sus inhibiciones. En consecuencia, los sentimientos se expresan con más facilidad - pero se embota la percepción de la emoción. El alcohol pone un espacio entre la persona y la realidad, lo que permite un cierto grado de actuación.
Todos estamos familiarizados con la presión en el trabajo o en el hogar, pero la tensión interna suele ser la más importante. Surge cuando los sentimientos reprimidos amenazan con irrumpir en la conciencia. Por lo general, esto ocurre cuando se reduce la presión externa, como en los fines de semana y los días de asueto. En estas ocasiones es cuando mucha gente bebe en demasía. Incapaz de contener o reprimir los sentimientos, e igualmente incapaz de expresarlos abiertamente debido a la culpabilidad, el alcohólico se intoxica. Cuando sede el control del ego, los impulsos reprimidos irrumpen, sin su completo contenido emocional. Entonces, uno puede ser violento sin sentir enojo, puede llorar sin sentirse triste, puede tener relaciones sexuales sin amor ni culpa.

La embriaguez puede considerarse una especie de locura temporal, tiene mucho en común con la desorientación en el brote psicótico.
Si la culpabilidad no puede reducirse, uno puede reducir la carga del sentimiento actuándolo. Hace que ya no se esté acumulando un sentimiento intolerable.
Para mucha gente, las drogas representan un escape para la intolerable sensación de vacío y aburrimiento en su vida. Como la vida sin sentimiento no tiene sentido, esta gente recurre a cualquier droga que promete alguna sensación de excitación y animación. Pero el incremento de sensación que proporciona es a expensas del verdadero sentimiento. Todas las drogas son venenos selectivos que reducen la sensibilidad corporal. Es precisamente esta insensibilización lo que permite que se incremente la sensación. Pero se puede lograr esto sin drogas. Cuando queremos incrementar nuestra percepción de la música, por ejemplo, nos mantenemos callados para que nuestra conciencia pueda concentrarse en el sonido.

Algunas drogas como la cocaína, actúan de otra manera. El efecto de animación que produce proporciona una sensación de poder y control. Uno se siente lo máximo y, en tanto esté empleando la droga, puede mantener este sentimiento. Sin embargo, la bajada del efecto de la cocaína puede ser una experiencia espantosa. Además, la cocaína parece ser la droga favorita de algunos narcisistas.  El poder y el control son exactamente lo que los narcisistas tratan de lograr mediante la imagen de sí mismos. Y creo que hay algo de demencia en el uso de drogas y en la cultura que lo fomenta. Esta demencia consiste en la pérdida de contacto con la vida del cuerpo y en el escape hacia un mundo de fantasías e imágenes.   

LA AUSENCIA DE LÍMITES

La ausencia de límites está relacionada con el desarrollo del narcisismo en la sociedad. Nuestra era se caracteriza por el impulso de transgredir los límites y por el deseo de negarlos. Los límites existen y, objetivamente, se reconocen. Sin embargo, puede que emocionalmente no se acepten. La gente cree o quiere creer que el potencial humano es ilimitado. Uno podría sentirse tentado a creer que estamos entrando a una nueva era, la era de Superman, del hombre o la mujer biónicos.

Cuando la estructura de la sociedad se desintegra, se genera el caos, y se crea una atmósfera de irrealidad. La irrealidad amenaza la cordura de la persona, a menos que ésta suprima los sentimientos y funcione únicamente en base al pensamiento. El desmoronamiento de la moral sexual victoriana, por ejemplo, llevó a un aumento de la práctica del sexo divorciada del amor (aunque no de las sensaciones). Esto es narcisismo.

No obstante, es necesario que una estructura vieja se venga abajo para que pueda emerger una nueva. Éste es el proceso natural de evolución.
Históricamente, la crisis de una sociedad ha derivado en ocasiones en un periodo de obscuridad, previo a la aparición de una nueva luz. Puede que esto sea justamente lo que sucede en nuestro tiempo. Si no podemos distinguir entre el orden y el caos, quizás estemos en una nueva Edad Obscura.

Por encima de todo, no debemos considerar la ausencia de límites como libertad. La hoja que arrastra el viento no es libre en términos humanos. Hacer lo que te apetezca no te convierte en libre. Esta conducta es característica de los locos que, sin conciencia de la realidad, son barridos por el viento de las sensaciones.
La ausencia de límites tiene como consecuencia la pérdida del sentido del yo. Sin una frontera que separe al individuo de su entorno, no existe el yo.
La consecuencia de una frontera segura es un sentido seguro del yo, de un yo que basa su identidad en los sentimientos.

Dentro de la crisis de la estructura social, en lugar del yo se crea una imagen con el fin de que ésta sirva como identidad. En la cultura de hoy en día, esta imagen se describe como estilo de vida. Se nos dice que somos libres para crear nuestro propio estilo de vida, nuestra propia identidad. Pero, cuando una persona basa su identidad en un estilo de vida, ¿no está confundiendo la creación con el creador? Un estilo de vida sin un yo no es una persona.

martes, 12 de febrero de 2019

¿Qué nos hace falta? parte 17


EL EXCESO DE ESTIMULACIÓN EN EL MARCO FAMILIAR

Aunque considero que el conflicto narcisista es un producto de la civilización occidental, también creo que la persona narcisista es un producto de una situación familiar nociva, en la cual se seduce al niño para establecer una relación especial con uno de los padres. Mediante la intimidad que esa relación confiere, el niño está expuesto a los sentimientos y la sexualidad de los adultos, lo cual lo estimula de más. Es posible que uno de los padres se dirija al hijo en busca de simpatía y comprensión y que incluso comparta con él sus sentimientos de frustración con el otro cónyuge. ¿Qué capacidad tiene un niño para manejar demandas emocionales tan fuertes? La afilcción de los padres es siempre excesiva para los hijos. No hay nada que el niño pueda hacer.

La tensión marital está compuesta generalmente por las vejaciones, disgustos y frustraciones que hubo en la infancia de ambos cónyuges. Incapaz de responder a la aflicción que uno y otro cónyuge sienten, la pareja puede dirigirse a sus hijos en busca del amor que no obtuvieron de sus padres.
Lo único que el niño puede hacer es no exigir nada, es decir, reprimir sus propias necesidades y sus sentimientos para no hacer que su madre o padre se sienta culpable por su falta de atención.

Los sentimientos que una situación como ésta provoca en el niño son el dolor, la tristeza y el enojo, tanto hacia sí mismos como hacia sus padres. Si sintiera completamente, gritaría su dolor, lloraría su tristeza y golpearía con furia destructiva. Pero no lo hace, eso sería una locura. Su solución es ponerse una coraza, tensar los músculos corporales de tal manera que sea imposible la expresión de cualquier sentimiento.
En muchos casos el cuerpo no está protegido por una coraza en el sentido de una rigidez total. Pero hay una banda de tensión en la base del cráneo, lo que sirve para separar la percepción de lo que ocurre en el cuerpo.

Sin embargo, creo que el verdadero exceso de estimulación es de tipo sexual. Alice Miller, una destacada psicoanalista europea comenta: Un padre que se crió en un medio desfavorable a los impulsos instintivos tal vez se atreva por primera vez a ver debidamente los genitales femeninos, juegue con ellos y se sienta excitado al bañar a su hija pequeña. La madre (que teme a los genitales masculinos) tal vez ahora sea capaz de controlar su miedo en relación con su hijo pequeño. Por ejemplo, después de bañarlo, podría secarlo de tal manera que tuviera una erección que para ella no representa un peligro ni una amenaza. Tal vez de masaje al pene de su hijo hasta que llegue la pubertad con el fin de “curar su fimosis”. (Estrechez del orificio del prepucio).
Hay que recordar que el niño que es estimulado sexualmente por uno de sus padres no tiene ninguna posibilidad de descargar la excitación.

Hoy en día, casi todos los niños están expuestos a demasiada estimulación sexual tanto en el hogar como en el ambiente. Demasiados niños crecen con demasiada rapidez.
Los cuerpos de muchos hombres jóvenes manifiestan un cierto grado de inmadurez que contrasta con una expresión facial de más edad. Viejos y jóvenes a la vez, con un buen desarrollo intelectual, pero emocionalmente inmaduros. Se estancaron emocionalmente en su infancia porque les impidieron desarrollarse. Perdieron en una etapa demasiado temprana su inocencia infantil y con ella la oportunidad de una existencia feliz y sin preocupaciones que les hubiera permitido una maduración lenta y natural de sus facultades.

Los niños necesitan que los dejen solos para jugar por el solo placer de jugar, sin ningún propósito ulterior como el aprendizaje. Y ellos perciben las expectativas paternas, sean o no explícitas. Es muy frecuente que los padres sólo presten atención a los logros de su hijo, a los signos de que va a destacar como alguien “especial” en la vida. Nadie está libre de las fuerzas culturales. En el mundo occidental, orientado al éxito material, el fracaso constituye el pecado capital.

MUY POCA ATENCIÓN EN LA INFANCIA

Otra razón de la presión que se ejerce sobre los hijos para que crezcan rápido es el deseo que tienen los padres de liberarse de la carga de tener que estar siempre allí para el niño.
La ausencia de la madre tiene realmente un efecto negativo en el hijo, pues la madre constituye el primer contacto con el mundo, especialmente cuando se amamanta al niño. No creo que el padre pueda substituir a la madre en este aspecto; su cuerpo carece de la cualidad de suavidad que el de ella posee.
Es importante no dejarse atrapar por el narcisismo de nuestra civilización, el cual identifica la satisfacción personal con el éxito mundano. De este éxito puede obtenerse una satisfacción para el ego, pero no se satisfacen las necesidades básicas de la persona ni su potencial como ser humano. Las necesidades básicas son necesidades del cuerpo y sólo pueden satisfacerse en el ámbito corporal. Las necesidades básicas son respirar libre y profundamente, comer con buen apetito, dormir cuando estamos cansados y hacer el amor con un deseo apasionado. ¿De que sirve tener éxito, lograr renombre, si uno está enfermo y miserable en su ser interno?

Es narcisismo pensar que sólo estaremos satisfechos cuando utilicemos nuestras mentes. Si el uso de las piernas para caminar, de los brazos para abrazar, de los ojos para ver y de los labios para besar no nos producen placer, no podemos decir que estamos satisfechos, sino todo lo contrario.
La persona encuentra su verdadera realización en el ser, no en el hacer, en ser una persona que mediante sus buenos sentimientos puede hacer que otros se sientan bien igualmente. Nuestro logros son el betún del pastel, la salsa de la carne. Sólo los narcisistas confunden el aderezo con la comida.

Mi razonamiento es que si no satisfacemos las necesidades de nuestro hijos, los predisponemos a un conflicto narcisista de la personalidad.
Los niños necesitan que los críen con amor, apoyo, cercanía y contacto con el cuerpo de su madre para desarrollar un yo íntegro y seguro. También necesitan de atención y respeto para sus sentimientos con el fin de tener un firme sentido del yo. Si esto es deficiente, el niño  tendrá un sentimiento de insatisfacción que proseguirá en su vida de adulto. Si la madre considera que las necesidades y exigencias de su hijo son un obstáculo para su realización personal,  entonces se le dificultará satisfacer las necesidades de su hijo. Y así, el problema de la insatisfacción va pasando de generación en generación. 

Las condiciones mismas de la vida moderna tal vez obstaculizan una crianza adecuada. Hay poco espacio y tiempo en la atareada vida de una madre para sus sentimientos o los de sus hijos. Los viajes, compras u otras actividades son más importantes que sus sentimientos.
El principal efecto que una crianza poco cuidadosa tiene en el niño es la supresión del sentimiento de anhelar, específicamente, anhelar el contacto con el cuerpo de la madre, el cual representa para él amor, ternura y seguridad. Se reprime el sentimiento porque es demasiado doloroso desear urgentemente algo que no puede tener. Sin embargo, sin este sentimiento es difícil llegar a sentir cercanía e intimidad física con otro ser humano. Todos los narcisistas tienen este problema, y no puede resolverse en tanto no se reactive el sentimiento de anhelo. Este sentimiento se expresa cuando se tienden los brazos para abrazar a alguien y se pronuncian los labios para besar a esa persona.

El succionar constituye anhelar en su nivel más profundo, porque succionar es aceptar. Cuando respiramos, succionamos aire. Si se inhibe la succión, se altera la respiración, se vuelve superficial en vez de completa y profunda. Mucha gente reduce su capacidad respiratoria porque la respiración profunda brinda energías al organismo y conduce al sentimiento. La forma más inmediata de impedir el sentimiento consiste en aguantar la respiración.
Cuando se hace que los pacientes respiren profundamente succionando aire con la garganta, es posible que de manera espontánea prorrumpan en sollozos profundos. En ocasiones, también sienten el dolor de un anhelo frustrado en sus gargantas.

Como hemos visto, demasiada estimulación y demasiadas exigencias hacia un niño, aunado a muy poca atención y apoyo, incrementan el riesgo de un conflicto narcisista severo. Desafortunadamente, esa es la dirección que ha tomado la civilización moderna en lo referente a la crianza de sus hijos. Parece que entre más activa se vuelve la civilización, menos tiempo hay para los hijos, los cuales, entonces, tienen carencias. Eso constituye un círculo vicioso, porque los niños con carencias buscan su satisfacción mediante una actividad incesante que los deja más frustrados. ¿Sorprende entonces que tanta gente participe tanto en la lucha por el poder del mundo exterior que no disponga de tiempo para sentir?  Otra forma consiste en recurrir a los estupefacientes, una forma de insensibilizar el cuerpo y suprimir el dolor.

Cierto que muchas mujeres trabajan por necesidad. Pero muchas mujeres trabajan porque quieren un nivel de vida lujoso. Por supuesto, a la gente le gustaría tener lo que otros tienen, y su autoestima se resentiría si no pudieran competir con sus vecinos. Este deseo es la fuerza que alimenta a una civilización narcisista que, a su vez, despoja a la vida de su significado y su dignidad y crea personas narcisistas.
Afortunadamente, la gente tiene el potencial de responsabilizarse de su vida. Si cada uno hiciera eso, la sociedad cambiaría. Es más, si sólo una persona lo hace, no estamos perdidos. El primer paso consiste en reconocer la enajenación de nuestros tiempos.

martes, 5 de febrero de 2019

¿Qué nos hace falta? parte 16


Demasiadas cosas, demasiado pronto 


La locura se desarrolla cuando el ego o mente consciente es agobiada por un sentimiento que no puede integrar. Esto tiene respaldo en el lenguaje cotidiano. Cuando nos están fastidiando demasiado exclamamos.: ya deja de hacer eso. Me estas volviendo loco. Pero una persona no se vuelve loca simplemente porque la empujan al punto de explosión. Se requiere de una situación especial para que alguien se vuelva loco.
Una situación de este tipo es la tortura lenta. Por ejemplo, una antigua practica china que consistía en torturar a la gente haciendo caer continuamente una gota de agua en un punto de su cabeza mientras se mantenía inmóvil. La acumulación de la constante estimulación se volvía insoportable y la gente enloquecía. La tortura incesante puede enloquecer a cualquiera.

La tortura no tiene que ser física, en el sentido de un ataque directo al cuerpo. Puede, por ejemplo, emplearse el sonido. En ciertas frecuencias, el sonido puede provocar tal dolor que la persona no puede soportarlo. El miedo es otra forma de destruir el espíritu de alguien.
También se sabe que una persona puede perder temporalmente la razón si se le priva totalmente de estimulación sensorial. En un experimento de privación sensorial, se coloca al sujeto en un tanque de agua a la temperatura del cuerpo humano. No hay ningún sonido, la luz es uniforme y el sujeto está solo. A pesar de todos los esfuerzos por mantener el control de sí mismo, la mente del sujeto comienza a tener alucinaciones. Si no hay ninguna estimulación del exterior, los límites de la persona se vuelven vagos. Si se deja largo tiempo a los niños pequeños en la cuna sin tener contacto físico, caen en un marasmo y mueren. Necesitamos estimulación. Pero también necesitamos equilibrio. La estimulación excesiva puede ser tan dañina como la escasa.

EL EGO Y SU ESCUDO PROTECTOR

La idea de que necesitamos protegernos del exceso de estimulación fue planteada por Freud hace años. Su hipótesis era la siguiente:“Este pequeño fragmento de subsistencia viviente ( el organismo) está suspendido en medio de un mundo exterior cargado con las fuerzas más poderosas, y podría ser destruido por la estimulación que de ellas surgen si no contara con un escudo que lo protege de los estímulos.La protección contra los estímulos constituye para el organismo una función casi tan importante como la recepción de los estímulos.

El escudo protector es la piel. Cuando se dice que alguien tiene la piel fina o gruesa, se esta haciendo mención a esta función de la piel.
Biológicamente, el escudo protector se desarrolla como un proceso de insensibilización o endurecimiento de la capa superficial. La capa más superficial, ya casi no tiene la estructura característica de la materia viva. La concha de un molusco es un claro ejemplo del endurecimiento de la superficie para proteger las partes sensibles del organismo.

Psicológicamente, la piel de los narcisistas es gruesa. Son relativamente insensibles a los demás y a sí mismos. Por lo contrario, las personalidades esquizoide por lo general son tan hipersensibles que pareciera que no tienen piel. Puede decirse que la piel constituye la superficie externa o el límite del yo. En la estructura del carácter narcisista, el frente te vuelve una fuerte fachada que aguanta la presión; por su parte, el frente o fachada de la personalidad limítrofe tiende a venirse abajo en presencia de tensión.

Y la piel también está conectada íntimamente con la conciencia. La conciencia es una función de la superficie y constituye la percepción que el organismo tiene de la interacción entre los mundos interno y externo. Es sensible a los estímulos externos y a los impulsos internos. De esta manera, dos superficies están relacionadas con la conciencia del ego: la superficie del cuerpo y la superficie del cerebro.
Hay que imaginar a la conciencia como un faro que alumbra lo que ocurre en el mundo externo y en el interno. Difícilmente están ambos simultáneamente bajo el haz de luz de la conciencia. Si enfocamos el mundo externo, reducimos nuestra conciencia de lo que ocurre en nuestro mundo interior y viceversa.

La conciencia es una función tanto activa como pasiva. No es posible encender la luz de la conciencia voluntariamente, pero una vez que estamos conscientes podemos dirigir la luz a donde queramos o a donde está lo que nos interesa.
La parte de la conciencia que es activa, tanto para percibir como para responder, constituye el ego. El ego nos permite modificar conscientemente nuestro entorno para satisfacer nuestras necesidades o para adaptarnos a nuestro entorno.

Proteger al organismo contra los estímulos que no puede manejar es parte de la función de adaptación del ego y tiene como objeto proteger la integridad de la persona. De esta manera el ego puede incluso negar algunos aspectos de la realidad externa como un medio de defensa. Sin embargo, este válido mecanismo de defensa se vuelve neurótico cuando se sigue utilizando de adulto y se recurre a él en situaciones en las cuales la persona no está indefensa.
Como la negación se logra al hacer que la superficie sea insensible a los estímulos, su consecuencia es hacer que el ego se vuelva rígido. La sonrisa constante se vuelve una máscara que ya no se puede quitar. El resultado es una disminución en la capacidad del ego para responder emocionalmente a la realidad o para cambiar la realidad de acuerdo a los sentimientos de la persona. Además, esta misma insensibilidad da lugar a que haya un hambre de sensaciones, lo que conduce al hedonismo típico de una cultura narcisista.

En resumen, es un grave problema que una persona sea estimulada en exceso si no dispone de un canal para liberar el exceso de excitación. Tal excitación se experimenta como dolor o desagrado, debido a la presión intensa que ejerce para poder liberarse.
Cuando esta tensión llega al punto en que la persona ya no puede soportar el dolor, la persona se insensibiliza. El ego recurre a su escudo. Entre mayor sea la amenaza, más energía se dedica a la fachada que se presenta al mundo; esta fachada es la forma en que la persona controla y niega el sentimiento. La consecuencia última de la estimulación nerviosa excesiva consiste en el encerramiento del verdadero yo, el afectivo.

LA SOBRECARGA EN LA VIDA DIARIA.

El exceso de estimulación es una condición generalizada en las ciudades del mundo occidental. Hay demasiado ruido, demasiado movimiento, demasiada estimulación extraordinaria. Al principio puede resultar excitante, pero finalmente resulta  turbador.  Es algo deshumanizador.
Hemos pagado un precio por esta adaptación a la tensión de la vida moderna; ese precio consiste en que hemos levantado barreras para protegernos de la estimulación excesiva. Para funcionar al ritmo de las máquinas, nos hemos tenido que volver máquinas, lo que significa que tuvimos que insensibilizar nuestros cuerpos y negar nuestros sentimientos.

No sólo en las ciudades hay exceso de estimulación. Ocurre en todo tipo de hogares. En muchos hogares se mantiene encendida la radio y la televisión durante largos periodos. Sirven de distracción y nos sacan de nosotros mismos y nos distancian de nuestros sentimientos. Las noticias son especialmente perturbadoras, porque a menudo nos provocan sentimientos que no podemos expresar. Pronto aprendemos a no dejarnos afectar, pero esto significa que hemos reforzado el escudo contra los estímulos.

Otro factor que también acrecienta el exceso de estimulación es la actividad constante que la sociedad occidental exige. La gente se mantiene ocupada ya sea ganándose el sustento, o gastando su dinero o cuidando las cosas que compra. Y no digamos manejar un automóvil.
Sin embargo, la gente parece necesitar toda esta actividad. A los jóvenes de hoy en día se les ha llamado la generación de la acción, lo que significa que su actividad constante se considera una virtud.  Sin embargo, su inquietud proviene de su incapacidad de estar quietos. Sólo se sienten vivos cuando están haciendo algo, pero esa actividad es una defensa para no ser  y no sentir. En sus vidas todo esta subordinado a su afán de éxito.
La estimulación excesiva parece una forma de vida normal. Ese es el peligro real de la estimulación excesiva. Una vez que nos hemos adaptado a ella, no podemos pasárnosla sin ella.