martes, 18 de septiembre de 2018

Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea, parte 8



CAMINOS HACIA LA SALUD MENTAL
Capítulo VIII  (Continuación) 

LIBERTAD

Un hombre no puede ser verdaderamente libre, sino con tres condiciones: Libertad económica, Libertad intelectual, Libertad moral.
Libertad económica. El hombre tiene un derecho inalienable al trabajo. Tiene que tener derecho absoluto al fruto de su trabajo, al que no puede renunciar si no es libremente.
Esta concepción se opone a la propiedad privada de los medios colectivos de producción y a la reproducción de dinero con dinero, lo que hace posible la explotación del hombre por el hombre.
Declaramos asimismo que por trabajo debieran entenderse todas las cosas de valor que el hombre aporta a la sociedad.

Libertad Intelectual. El hombre solo es libre si puede elegir. Puede elegir únicamente si sabe lo suficiente para comparar.
Libertad moral. El hombre no puede ser realmente libre si es esclavo de sus pasiones. Sólo puede ser libre si tiene un ideal y una actitud filosófica, que le hacen posible tener una actividad coherente en la vida.
No puede, con el pretexto de acelerar su liberación económica o intelectual, usar medios contrarios a la ética de la comunidad.
Finalmente, la libertad moral no significa libertinaje. Sería fácil demostrar que la libertad moral solo puede encontrarse en la observancia estricta de la ética del grupo libremente aceptada.

FRATERNIDAD

El hombre solo puede florecer en sociedad. El egoísmo es un modo peligroso y no duradero de ayudarse a sí mismo. El hombre no puede separar sus verdaderos intereses de los de la sociedad. Solo puede ayudarse a sí mismo ayudando a la sociedad.
Debe darse cuenta de que sus propias inclinaciones le hacen encontrar el mayor goce en sus relaciones con los demás. La solidaridad no solo es un deber, es una satisfacción y la mejor garantía de seguridad.
La fraternidad conduce a la tolerancia mutua y a la determinación de no separarse nunca. Esto hace posible tomar todas las decisiones por unanimidad sobre un mínimum común.

IGUALDAD

Condenamos a quienes declaran demagógicamente que todos los hombres son iguales. Podemos ver que no todos los hombres tienen el mismo valor.
Para nosotros igualdad de derechos significa poner a disposición de todo el mundo los medios para que pueda desenvolverse plenamente.
Así, pues, sustituimos la jerarquía convencional o hereditaria por una jerarquía de valor personal.

Resumiendo los puntos más notables de los principios de esas comunidades, quiero mencionar los siguientes:
1. Las Comunidades de Trabajo emplean todas las técnicas industriales modernas y evitan la tendencia a volver a la producción de tipo artesanal.
2. Han ideado un sistema en el que la participación activa de todos no se opone a una dirección suficientemente centralizada; la autoridad irracional ha sido reemplazada por la autoridad racional.
3. La importancia concedida a la práctica de la vida se opone a las diferencias ideológicas. Esa importancia permite a hombres de las más diversas y contradictorias convicciones vivir juntos con hermandad y tolerancia, sin peligro de verse obligados a seguir la opinión correcta proclamada por la comunidad.
4. Integración de las actividades profesionales, sociales y culturales.
Aunque el trabajo no sea atrayente técnicamente, está lleno de sentido y de atracción en su aspecto social. La actividad artística y científica forma parte integral de la situación total.
5. Se ha superado la situación de enajenación, el trabajo se ha convertido en una expresión significativa de la energía humana, y la solidaridad se ha establecido sin restringir la libertad y sin el peligro de la conformidad.

Aunque muchas de las realizaciones y de los principios de las Comunidades puedan ser discutibles, parece, sin embargo, que tenemos aquí uno de los ejemplos empíricos más convincentes de vida productiva y de posibilidades que por lo general se consideran fantásticas desde el punto de vista de nuestra vida actual en el capitalismo.
La mayor parte de esos experimentos comunitarios los realizan hombres de inteligencia muy despierta y de sentido extraordinariamente práctico. No son, de ningún modo, los soñadores que suponen nuestros llamados realistas; por el contrario, en su mayor parte son más realistas y tienen más imaginación que nuestros formalistas directores de negocios.

Ha habido, indudablemente, muchas insuficiencias en los principios y la práctica de esos experimentos, que deben reconocerse a fin de evitarlas.  Pero la actitud despectiva que implica la inutilidad y la falta de realismo de todos esos experimentos no es más razonable que la primera reacción popular ante las posibilidades de viajar en ferrocarril y después en aeroplano. Es, esencialmente, un síntoma de pereza mental y de la convicción que le es inherente de que lo que no ha sido, no puede ser y no será.

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