martes, 31 de octubre de 2017

Psicología del Deporte. Integración Cuerpo-Mente, parte2


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Preocupación y ansiedad respecto
al nivel de rendimiento


Preocuparse de cómo será nuestra actuación conduce a sentir ansiedad. No nos preocupamos solamente con nuestra mente, sino que todo el cuerpo participa en ello. Experimentamos cierta alteración y disfunción en nuestro ser. Esto da lugar a que se cometan errores mentales. No obstante, nuestros cuerpos siempre nos proporcionan un gran número de advertencias para indicar que estamos perdiendo el control. Algunos de los indicios son : palpitaciones del corazón, tensión muscular, sensación de fatiga, irritabilidad, boca seca, sensación de frío, agarrotamiento de las manos y los pies, peso en el estómago, ganas de orinar, distorsión visual, temblores y tics en los músculos, sofocación, alteración de voz, náuseas, vómito, diarrea, ventosidades, aceleración del ritmo cardiaco y respiración más rápida. También hay: confusión, olvido de detalles, incapacidad para concentrarse, vuelta a antiguos hábitos e incapacidad de tomar decisiones. Obviamente, no experimentamos todos a la vez, sino una combinación de ellos. Las personas difieren en cuanto al grado en que se ve afectado su nivel de rendimiento, y por ello resulta esencial identificar las respuestas que asociamos con la ansiedad y determinar hasta que punto influyen sobre nuestra actuación.

HE VISTO AL ENEMIGO Y ESE SOY YO

Para que haga su aparición la preocupación, es necesario que percibamos algunas diferencias entre aquello que esperamos y lo que realmente tiene lugar. Hemos de ser capaces de leer nuestros indicios mentales y corporales, e interpretarlos correctamente. Es preciso que aprendamos a distinguir nuestra reacción de preocupación de la que deriva estar excitado y preparado para la prueba, y la mala ansiedad, generada por el temor acerca de nuestra actuación. No obstante, solamente nosotros estamos en condiciones de saber lo que origina nuestra ansiedad.
La preocupación que provoca ansiedad es casi siempre disfuncional y desequilibradota para nuestra actuación. La labor que tenemos ante nosotros es aprender la forma de interpretar estas reacciones  y regularlas de modo más funcional.

Cuando existe una amenaza para nuestro bienestar, nuestra mente puede comenzar a jugarnos malas pasadas. Recordemos simplemente, cuando escuchábamos una historia de fantasmas, lo asustado que estábamos y cómo imaginábamos toda clase de ruidos extraños al acostarnos aquella noche. La misma clase de pensamientos difusos e imaginativos se ven activados cuando empezamos a preocuparnos por nuestra actuación deportiva. Llegamos a estar tan preocupados con el eminente desastre, que a veces no nos es posible comprender el motivo que nos impide dominar el problema. Y la pregunta básica es: ¿en que punto podemos interrumpir los hechos para evitar el desequilibrio? Parece evidente que debemos intervenir en la etapa de inquietud. Debemos adquirir conocimientos y estrategias mentales para regular la ansiedad.

RELACIÓN ENTRE ANSIEDAD Y NIVEL DE RENDIMIENTO

Aprender a sintonizar con nuestro propio cuerpo, conseguir percibir nuestras reacciones y asumir responsabilidad para controlarlas, es algo que funciona bien, pues nos proporciona una sensación de poder y control que refuerza nuestra confianza.
Todos necesitamos un cierto nivel de ansiedad o estímulo para llevar a cabo una labor, pero este nivel es más elevado para unos que para otros, por lo que nuestra labor es determinar cuál es el nivel correcto para maximizar nuestro potencial.
Debemos aprender a centrarnos en la próxima actuación, a domeñar toda la energía generada y aplicarla a la competición próxima. Sepamos como conseguir que trabaje a nuestro favor, el lugar de constituir una interferencia en nuestra actuación. Una vez que hayamos aprendido a distinguir entre mentalizarse y obsesionarse podemos decir que nos hallamos en buen camino. Debemos pues, establecer cuál es nuestro nivel de estímulo óptimo para maximizar nuestro nivel de rendimiento. 


NUESTRO NIVEL ÓPTIMO DE ANSIEDAD O ESTÍMULO PARA 
LLEGAR A UN NIVEL SUPERIOR DE RENDIMIENTO

Este nivel varía de persona a persona y por consiguiente, es necesario determinar el que nos corresponde.
Nuestro nivel requerido de ansiedad se encuentra asimismo relacionado con el grado de complejidad de la labor y el periodo de tiempo necesario para ejecutarla. El reto ha de ser igual al nivel de conocimiento para alcanzar la sensación de fluidez, o de que todo va bien. En cualquier momento que experimentemos que nuestro rival es superior, experimentaremos un sentimiento de preocupación y de ansiedad. Por otra parte, cuando nuestros conocimientos son mayores al reto, experimentaremos cierto tedio. El nivel óptimo se alcanza cuando nuestros conocimientos y capacidades se encuentran a igual altura que el reto al cuál nos enfrentamos.
Cuando la relación se encuentra equilibrada, experimentamos un FLUJO o sentimiento de que todo va bien. ¡Todo cuanto hacemos funciona!

Si podemos recordar algún momento en que percibíamos que todo fluía con suavidad, recordaremos también que sentíamos confianza y nos hallábamos dispuestos para el reto. Podemos aprender a montar la escena para que, a través de una regulación de nuestra percepción de la situación, ésta sea compatible con el flujo.
En el estado de actuación ideal, sólo se precisa aprender a sintonizar con nuestro cuerpo  de modo que consigamos una total integración de cuerpo y mente. De este modo, no existen pensamientos o preocupaciones pretéritas, y nos sentimos plenamente confiados y en control de la situación. Experimentamos como se desarrolla nuestro cometido en forma casi automática. De hecho, alcanzamos mayor satisfacción y placer que en cualquier otro momento a medida que comenzamos a actuar de forma uniforme y a mejorar el nivel.

FUENTES DE PREOCUPACIÓN Y ANSIEDAD

La preocupación y la ansiedad son casi siempre autoprovocadas. Lo cual significa que es nuestra percepción de la situación lo que crea la mayor parte de nuestros problemas. Sin embargo, conviene no olvidar que la ansiedad la producen muchos factores.
Pensar que podemos tener una pobre actuación, puede ser causa de ansiedad.  No es, por tanto, la situación competitiva por sí misma la que la provoca, sino que  montamos la escena de una pobre actuación, apoyándonos en  pensamientos negativos.
Creer en la preocupación y pensar que se supone que somos nerviosos constituye otra fuente de ansiedad. El haber tenido una actuación mediocre durante nuestra última competición es asimismo otro germen de angustia. Por ello, si permitimos que nos asalte la preocupación a través de la rememoración de fracasos pretéritos y preocupaciones respecto a futuros, entonces es obvio  que nos sentiremos más ansiosos que nunca. Esto conduce a un círculo vicioso.

Creer que nuestra valía como persona individual depende de nuestra actuación atlética, puede provocar un terrible volumen de ansiedad.
Todo atleta puede minimizar la frecuencia e intensidad de la ansiedad procediendo a adquirir conocimientos y a aprender estrategias mentales y físicas. Las fuentes y los síntomas de la ansiedad se contrarrestan enfocando la actuación desde una perspectiva global. Físicamente, a los atletas se les puede enseñar a relajar sus tensiones musculares. Mentalmente, pueden aprender a reestructurar las imágenes y los pensamientos que son negativos. También pueden incrementar su capacidad para concentrarse, valerse de la imaginación y concentrarse.

TOMAR EN CONSIDERACIÓN LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES

¡Afortunadamente no todos somos iguales!  Las personas difieren en rapidez de respuesta frente a la excitación e inhibición de los estímulos.
Aprender más acerca de cuál es nuestra posición entre la introversión y la extroversión, nos ayudará a establecer  programas y objetivos más apropiados.
Otra diferencia individual que debe ser tendida en cuenta es el tipo de incitación que necesitamos para alcanzar nuestro mejor nivel de rendimiento. Algunos atletas necesitan muy poca, de hecho, un exceso actúa en detrimento de su actuación. En cambio, muchos necesitan mucha. Este es un extremo que debemos determinar por nuestra propia cuenta, además de asumir la responsabilidad de la incitación de forma que queden fijadas las condiciones para maximizar nuestro nivel potencial de rendimiento.
Se recomienda llevar una libreta con anotaciones de los sistemas que aplicamos y del resultado conseguido en las diversas actuaciones, es la forma ideal de determinar la relación entre lo que hacemos y la forma en que actuamos.

¿QUE ES LO QUE PODEMOS ESPERAR CUANDO CONSEGUIMOS
IDENTIFICAR NUESTRO NIVEL ÓPTIMO DE ESTÍMULO?

Las emociones y los sentimientos positivos crean una tremenda energía y provocan la aparición del nivel óptimo de estímulo cuando aprendemos la forma de producirlos y regularlos. Cuando centramos la atención en el reto (en contraste a la presión), nuestra energía se canaliza apropiadamente. El centrar el esfuerzo en el propio estado interno, así como en nuestras emociones y sentimientos, como función de nuestro adecuado nivel de rendimiento, subraya el hecho de que somos partícipes conscientes en la regulación de nuestro estímulo. Esto nos dará un sentimiento de poder y control. Cuando desarrollamos la confianza para controlar y dirigir esta energía, el estímulo que experimentaremos se verá como algo agradable.

Los niveles de activación y estímulos generados por sentimientos de terror, irritación, agresión, etc, son totalmente diferentes comparados con unos que reconocen como origen el reto, la excitación , la alegría, un sentimiento de poder y control.
Estas aptitudes no surgen por encanto, sino que se desarrollan como resultado de una fuerte dedicación y entrega al descubrimiento y mantenimiento de nuestro nivel óptimo de actuación. Para mejorar, debemos conocer nuestras reacciones y comenzar a asociarlas con nuestra actuación.  

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