lunes, 24 de julio de 2017

Cuenta Contigo, parte 12

12
Una compañera de viaje
llamada “voluntad”      

Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la
electricidad y la energía atómica: la voluntad.

Albert Einstein

Si hay algo en nosotros verdaderamente divino, es la voluntad. 
Por ella afirmamos la personalidad, templamos el carácter, 
desafiamos la adversidad, reconstruimos el cerebro 
y nos superamos diariamente.

Santiago Ramón y Cajal


Uno llega a obtener el Premio Nobel, indudablemente por tener una mente privilegiada. Pero también por la perseverancia, por no dejarse vencer, por seguir luchando por un sueño y por el trabajo y el esfuerzo. Y detrás de todo esto, se encuentra la voluntad.

Un estudio de la Universidad de Stanford, demostró que la capacidad de los niños para controlar las emociones predecía el éxito de estos niños en el futuro. A un grupo de niños de entre cuatro y seis años, se les puso frente a un dulce y se les dijo que, si eran capaces de esperar sin comérselo hasta que el investigador regresara, les darían otro más. Los niños que fueron capaces de resistir la tentación fueron mejores estudiantes en la universidad y profesionales más exitosos.

La mayoría de los objetivos que nos planteamos a principios de año no llegan a buen término. El cambio implica salir de la zona confortable. Implica más gasto energético; poner en marcha la creatividad; cometer errores y enfrentar el fracaso. Y ante tanto factor estresante, desistimos.
Pero si fuésemos capaces de hacer uso de nuestra fuerza de voluntad, todo sería más sencillo. La voluntad se puede entrenar, no forma parte de nuestro código genético, pero sí de nuestros valores. Y estos se educan, se practican, se adquieren y pasan a formar parte de nuestra filosofía de vida.

¿Qué es la fuerza de voluntad? Es la capacidad que tenemos las personas de controlar el placer inmediato, de posponerlo, para dedicar el esfuerzo a lo que ahora es prioridad. Lo contrario sería la conducta impulsiva, que nos lleva a actuar respondiendo irreflexivamente con las emociones. La fuerza de voluntad está relacionada con el autocontrol. Es poder decir no y parar en lugar de dejarte llevar.

Consejos para entrenar tu fuerza de voluntad

Menos pensar, más actuar

Si hay alguien capaz de boicotear tus planes, ese eres tú mismo. Tienes al diablillo metido en el cerebro, que sabe mucho sobre excusas, holgazanería y placeres inmediatos, pero sobre voluntad, no sabe nada. Eres tú el que debe elegir no escucharlo. Si bien, no le puedes prohibir hablar, sí puedes decidir no darle valor a sus argumentos vagos y perezosos. Y que no se te ocurra razonar con él, ¡seguro que te convence! Y ya sabes lo que sucede cuando pierdes: sentimiento de culpabilidad, baja autoestima, remordimiento y retraso en tus planes. De verdad, no vale la pena.

Consejo: no le dirijas la palabra. Ten preparada la técnica del disco rayado. Consiste en repetir una frase una y otra vez, con el mismo tono de voz. Puedes decirle algo así como “diablito pequeñito, tírate a la hamaca, pero yo salgo a correr”  

Cambia de hábitos

Si hablamos, por ejemplo, de hacer una dieta, es preferible no prohibir alimentos, pero sí aprender a comer de forma distinta. Las prohibiciones nos incitan a cometerlas, son atractivas y suponen un reto para el cerebro. Contrariamente, los pequeños cambios pueden ser atractivos. Los cambios nos sacan de la zona confortable, pero también es cierto que despiertan la curiosidad y el interés.

Consejo: trata de hacer pequeños gestos que te obliguen a hacer cosas de forma diferente. Esto refuerza y entrena tu voluntad. Cambia la ruta cuando vayas del trabajo a la casa, come o lávate la boca con la mano no dominante, lee algo que no sea de tu interés, corre doscientos metros más de lo previsto. No recortes tus acciones, esfuérzate. (143)

Elige en qué invertir tu voluntad

Tenemos una cantidad limitada de fuerza de voluntad, así que no puedes exigirte en todo. Las exigencias y los perfeccionismos son enemigos de la fuerza de voluntad. Tienes que elegir los frentes en qué invertirla. No trates de querer perder peso, dejar de fumar, hacer ejercicio, beber menos y aprender un nuevo idioma al mismo tiempo. Podrías reventar solo de planearlo. Nos pasamos mucho tiempo al día controlando. No solo controlamos cuando tomamos decisiones, sino también controlamos pensamientos y emociones. Controlas más de lo que imaginas, pero no eres consciente de ello.

Consejo: elige el objetivo en el que vas a utilizar parte de tus reservas de voluntad. Y cuando ese objetivo se haya convertido en un hábito -después de una media de 66 días- , entonces, a otra cosa. Vuelves a elegir un nuevo objetivo. Ordena, si es posible, las tareas más tediosas para realizarlas cuando más voluntad tienes. Si empiezas a hacer uso de la fuerza de voluntad por la mañana, por la noche llegarás exhausto. (144)

Aprende a buscar motivaciones internas, que den
significado a tus cambios

Los premios, como pagar a los que hacen lo que deben, anulan la fuerza de voluntad. La persona aprende a buscar siempre una recompensa externa. La recompensa debe ser la satisfacción por el deber cumplido, ser fiel a tus objetivos, etc.
Necesitas buscar qué sentido tiene para ti implicarte en alguna actividad u objetivo. Sin sentido, la fuerza de voluntad será escasa.
Por eso nos cuesta tanto seguir los consejos de los demás, porque lo que sirve para unos, no necesariamente motiva a otros. Busca tu motivo y tu sentido. ¿Para qué lo haces?

Consejo: cuando tu hijo te diga: “¿Qué me das si recojo la basura?”; contéstale que las gracias. Y punto. Lo mismo puedes hacer contigo mismo. Refuerza tus valores, pero no te premies con un dulce si has cumplido con tu dieta. (145)
Cuando inviertas en fuerza de voluntad y consigas lo que te has propuesto, acuérdate siempre de reforzarlo y darte valor: “He podido, he sido capaz…”

Pensar que sí puedes aumenta la probabilidad de poder

Decimos que la fuerza de voluntad es como un timón porque te guía hacia el objetivo deseado. Cuando dejas de tener fuerza de voluntad te sientes como un barco a la deriva. El timón está en manos de tu monólogo interior. Lo que te dices influye en cómo te sientes y en lo que haces o dejas de hacer.

Consejo: ten preparado un pensamiento condicional efectivo: “Si esto…, entonces…” Te ayudará a tener una respuesta eficaz y que la situación no te coja por sorpresa. Por ejemplo, imagina que tienes una comida y estás a régimen. Vete preparado: “Si me ofrecen una copa, entonces diré que me traigan un jugo”. Elegir antes de vivir la situación, permitirá que no tengas que debatirte con el diablillo cuando te diga: “Que tanto es tantitito”.

El altruismo y los buenos gestos

Si inviertes tu tiempo y tu dinero en una buena acción, te sentirás reconfortado y aumentarás tu fuerza de voluntad. Elegir en qué invertirlo es un dilema moral y ético.

Consejo: imagina que últimamente has gastado mucho impulsivamente. ¿imagina en qué podrías dedicar una décima parte del dinero que ibas a gastarte en algo que no necesitas? Dedica ese ahorro a una lucha para favorecer alguna causa que concuerde con su escala de valores.

Se consciente de cuánto controlas y de todas tus renuncias

Hacen más ruidos los fracasos que los éxitos. ¿Eres consciente de lo que has conseguido en el día de hoy, en esta semana, en el mes, en tu vida? Seguro que no. Porque tus éxitos los interpretas como “lo que debería hacer”. El problema es que si la atención está puesta en lo que no controlas, terminas por creer que eres una persona sin fuerza de voluntad.    

Consejo: lleva un registro o un diario en el que contabilices todos tus “controles”. Cada vez que seas capaz de hacer una renuncia, anótala, escribe también cómo te hace sentir. Antes de escribir tu diario, haz una valoración general: “Tengo un 4 en fuerza de voluntad”. Después de un mes, vuelve a evaluarte. Seguro que la calificación ha subido. Tienes más voluntad de lo que imaginas. (147)

Deja de evitar las cosas

Cuando restringes en tu vida todo la prohibido, tampoco puedes entrenarte para saber cómo vas a reaccionar cuando algo de lo que has dejado de hacer esté al alcance de tu mano. Incluso el fenómeno de la saciedad termina por fortalecer la fuerza de voluntad. Es lógico, si has decidido reducir el consumo de alcohol, por ejemplo, no compres nada que pueda hacerte romper los límites. Pero no puedes limitar tu vida y dejar de salir con amigos. Tienes que tratar de hacer una vida medianamente normal..

Consejo: no evites las cosas, anticípate a ellas. Anticiparse significa planificar qué “picarás” si sales con amigos, llevar una lista al supermercado; en definitiva, elegir la línea de conducta adecuada para minimizar la impulsividad.

Ojo con las expectativas. Lleva una vida equilibrada

La fuerza de voluntad se nutre de glucosa y de descanso. Si no te alimentas de forma adecuada, y no duermes un sueño reparador, la voluntad se desgasta.
Parece contradictorio que, para hacer una dieta en la que te privas de azúcar, tu cerebro necesite glucosa para poder seguir haciéndola. Ojo con las dietas milagrosas.

Consejo: si tienes problemas del tipo que sea, asesórate con un profesional. La pseudociencia la dejamos para otro momento. Si pones tu cuerpo y tu cerebro al límite, no tendrás fuerzas para disfrutar de la vida. (148)

Apóyate en la gente

Si la fuerza de voluntad no se activa, que te ayude un amigo. Al menos en alguna ocasión. Hacer deporte en equipo es una motivación extra. Al igual que trabajar en equipo en la empresa. Las personas que te quieren podrán ayudarte a cambiar el estado emocional en época de vacas flacas.
Contar con un grupo de apoyo es esencial cuando no encuentras la fuerza suficiente. Si no cumples, no te fallas solo a ti, sino también al grupo.

Consejo: busca alguien a quien “empujar” y busca también a alguien que te empuje a ti. Compartir y trabajar en equipo puede ser tremendamente placentero. Para ello necesitas ser flexible, tolerante y saber delegar. (149)

Y por último… desmitificar la fuerza de voluntad

Lo de Rocky es una película y muchas veces puede inspirarnos la motivación que nos hace falta. Pero la voluntad no es algo inagotable, y mucho menos un recurso que divida a las personas entre los dignos (que alardean de tener una fuerza de voluntad infinita) y los no dignos (los que creen tener menos).

Consejo: cuando te falte la fuerza de voluntad, tira de otro recurso. No es la única aliada para conseguir lo que deseas.

Como adultos educadores, tenemos que educar la voluntad de las personas a las que dirigimos. Flaco favor hacemos sobreprotegiendo a los nuestros. Tratamos de que no se frustren, pero limitamos su capacidad de lucha. Si los niños no aprenden desde pequeños a tener paciencia e invertir el esfuerzo necesario para alcanzar sus objetivos, terminarán por convertirse en adolescentes caprichosos, carentes de motivaciones. Y no serán capaces de competir de forma sana por un puesto de trabajo o por superarse a sí mismos. Nadie se lo habrá enseñado.


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