miércoles, 26 de octubre de 2016

El Gozo, parte 22


6. La entrega al amor

Casi todos hemos experimentado la felicidad de estar enamorados en algún momento de nuestra vida. El amor ha sido descrito como el sentimiento mas fabuloso y el mas tierno, como el misterio que da a la vida su significado más rico. Pero también se lo reconoce como la fuente de nuestro dolor más intenso, cuando el amor que sentimos es rechazado o se pierde. Esto es comprensible ya que el amor es un vinculo vital con una fuente de vida y de gozo, ya sea que esa fuente esté representada por un individuo, una comunidad, la naturaleza, el universo o Dios. La disolución de este vínculo se vive, por lo tanto, como una amenaza a la vida, puesto que el amor también es una apertura y una expansión del self para incluir al mundo; la pérdida del amor trae como consecuencia una contracción y un aislamiento que resultan tan dolorosos como fue gozoso el amor. Al dolor de esta perdida del amor lo he llamado desconsuelo. Desafortunadamente, puede durar y a menudo dura más tiempo que el gozo del amor, porque el individuo se vuelve temeroso de abrirse y buscar el amor otra vez. El anhelo de amor permanece en el corazón pero no se puede satisfacer mientras persiste el miedo a la pérdida o al rechazo .

La relación que mejor simboliza un vinculo amoroso es la que existe entre una madre y su hijo. En el mundo natural una pérdida de este vinculo es fatal para el bebé si no encuentra una madre sustituta. Cuando la relación es segura, el bebé se siente satisfecho en su ser y se convertirá en un adulto que puede establecer un vinculo positivo similar de vida con otro individuo en el proceso de formación de pareja.

Una persona no puede ordenarse a si misma amar ni enamorarse. Sucede de modo espontáneo, cuando los individuos que se encuentran notan de pronto que sus corazones laten al mismo ritmo y sus cuerpos vibran en el mismo grado. Puede ocurrir por contacto visual o de algún otro tipo, pero solo cuando la carga de ese contacto es lo suficientemente fuerte como para hacer que el corazón lata, que se acelere el pulso y vibre el cuerpo con una agradable excitación.
Es la excitación de haber encontrado un paraíso perdido, el paraíso que se perdió cuando el vinculo amoroso con nuestra madre se quebró por primera vez.

Ningún niño puede conservar el vinculo amoroso con su madre en forma indefinida. Su destino lo forzará a separarse, a salir al mundo, a buscar una pareja con la cual restablecer un vínculo amoroso que se verá satisfecho en el abrazo sexual y la llegada de la progenie. El niño satisfecho en su etapa oral estará abierto al amor y pasará con facilidad a la posición genital.

El pasaje a la adultez se produce luego de un periodo latencia durante el cual el individuo establece vínculos positivos con amigos, y luego en la adolescencia, cuando entabla relaciones amorosas románticas con el sexo opuesto. Pero, satisfechos o no, todos debemos pasar a una posición adulta por los imperativos biológicos de nuestra naturaleza. Si estamos insatisfechos o hemos sido profundamente lastimados en nuestra infancia, nuestra actitud hacia una relación amorosa madura y nuestro salir al mundo serán vacilantes, y nuestra apertura a la vida se vera  reducida. Podremos enamorarnos, porque el amor es nuestro recurso vital, pero la entrega será solo temporaria. Un aflojamiento momentáneo del control del ego en nuestra continua lucha por la supervivencia.

Esta falta de capacidad para entregarse al amor, al corazón, es la raíz de todos los problemas emocionales que tienen las personas y que presentan en la terapia. El individuo que salió lastimado en sus primeras relaciones con los padres ha erigido una serie de defensas para no ser lastimado nuevamente. A esta amenaza la percibe como una amenaza a la vida. Esas defensas no se encuentran solo en su vida consciente ya que, si así fuera, él podría renunciar a ellas a voluntad. Como ha convivido con ellas desde su niñez, se han convertido en parte de su personalidad, estructuradas en la dinámica energética de su cuerpo. Se ha encerrado en su coraza como un caballero de antaño para que la flecha del amor no pueda atravesar su corazón.

Para describirlo mejor, podemos decir que vive en un mundo cerrado, como un rey en su castillo, y aparentemente se encuentra seguro y resguardado mientras conserva su poder, pero está aislado del mundo de la naturaleza o los sentimientos naturales. Podrá aventurarse en la vida, pero lo hará como una incursión, acompañado por sus soldados de guardia. No tendrá fe en el amor de su gente porque la amarga experiencia le enseño que la traición es un peligro constante. Como todos los seres humanos, necesita del amor, pero también cree que necesita, en igual o incluso mayor medida, del poder. Para un rey, enamorarse es como caerse del caballo. Si eso ocurre, volverá a montar rápidamente para recobrar su posición de poder.

La analogía es valida, ya que en la jerarquía de las funciones de la personalidad, el ego se ve a sí mismo como un rey. El rey podría decir: “Soy el siervo de mi pueblo”, pero en realidad su pueblo lo sirve a él. El ego debería servir al corazón, pero en la mayoría de los individuos el amor se encuentra al servicio del ego, con el fin de aumentar su poder y su sensación de seguridad. Para mucha gente, el amor es tanto la búsqueda del placer y la felicidad como la búsqueda de la seguridad. Siempre que una persona se siente necesitada, insegura o asustada, su búsqueda del amor se ve contaminada con deseos orales o infantiles insatisfechos, y no comparte el placer y la vida con el corazón.

Por otro lado, existen individuos que renuncian a su ego demasiado pronto. Estas personas no encuentran la gratificación que el amor promete porque se rinden a otra persona, no al self. Sin un ego, la persona se convierte en un niño que ve al otro como a un padre o madre para la satisfacción de sus necesidades, es decir, para su gratificación. Este tipo de entrega se ve en los cultos donde, como señalé con anterioridad, el miembro renuncia a su ego y a su self ante un líder todopoderoso y omnisapiente, que por supuesto es un padre o madre sustituto. Si bien la entrega le permite a la persona sentirse libre y feliz, se basa en su negación de que es un adulto, y el líder del culto, un niño emocional cuyo ego está agrandado con la ilusión de la omnisciencia y la omnipotencia. El derrumbe de este culto es inevitable y deja a todos sus integrantes desolados y desilusionados. Esto también ocurre en los matrimonios y las relaciones amorosas, donde la necesidad que el otro debe satisfacer es un aspecto fundamental del apego. Dichas relaciones son descritas como dependientes o codependientes, ya que cada uno necesita al otro. Esto no significa que no haya amor en ellas, sino que ese amor es infantil.

El miedo a entregarse al amor proviene del conflicto entre el ego y el corazón. Amamos con el corazón pero cuestionamos, dudamos y controlamos con el ego. El corazón puede decir “entrégate”, pero el ego dice “cuidado”, “no te descontroles”, “te abandonaran y te lastimaran”. El corazón, como órgano del amor, es también el órgano de la gratificación. El ego es el órgano de la supervivencia, lo cual es positivo, pero cuando el ego y la supervivencia dominan nuestra conducta, la verdadera entrega se hace imposible. Anhelamos el contacto que hace que nuestro espíritu se eleve, que nuestro corazón palpite más rápido y nuestros pies comiencen a bailar, pero el anhelo no se satisface porque nuestro espíritu está destrozado, nuestro corazón está encerrado y nuestros pies no tienen vida. La excitación y el calor del amor producen un efecto de derretimiento en el cuerpo. Uno puede experimentar de hecho esa sensación de derretimiento en la base del vientre cuando el amor es un componente principal del deseo sexual.

El amor ablanda a una persona; pero ser blando es ser vulnerable. De las personas que no pueden ablandarse con el amor se dice que tienen un corazón de piedra, pero el corazón no puede ser de piedra si debe bombear sangre por todo el cuerpo. La rigidez se encuentra en el sistema de la musculatura voluntaria, que encierra al cuerpo en una armadura como la que usaban los antiguos caballeros, e impide a la persona llorar profundamente, entregarse a su tristeza y, por lo tanto, entregarse al amor. Debido a que los niños pueden llorar profundamente, es que pueden amar en forma completa.

Cuando se nos aleja del niño que fuimos, del niño que hay en nosotros, quedamos aislados de la capacidad de amar. Pero esto no significa que debamos comportarnos como niños.
La entrega del ego representa la renuncia a sus defensas inconscientes, que bloquean la apertura y el salir a la vida. Sin embargo, no creo que exista ningún individuo por completo incapaz de sentir amor.
Mientras el corazón siga latiendo, el amor no esta muerto. El impulso de amar puede estar enterrado muy profundo y fuertemente suprimido, pero no puede estar del todo ausente.

La mayoría de las personas sienten algún deseo de amar y pueden salir en búsqueda de ese amor en alguna medida. Esto les permite sentir amor, pero debido a que su deseo es limitado y su búsqueda vacilante, no se ven colmados de la excitación que los elevaría hacia el gozo. Están demasiado asustados para entregarse por completo aunque, en la mayoría de los casos, no están en contacto con su miedo o su limitación. No son conscientes de la tensión de sus cuerpos, que restringe su capacidad para amar. Lo que sienten es un anhelo de amar, que no es lo mismo que la capacidad para amar.  Cuando conocen a alguien que responde a este anhelo, se aferran a esa persona como un adicto o un miembro de un culto. Sienten y creen que el otro tiene la llave que abrirá la puerta de su gratificación y, a pesar del dolor o la humillación que puedan sufrir en la relación, se les hace muy difícil liberarse. En mi opinión, este es el patrón normal en nuestra cultura, ya que la relación amorosa típica es insegura e incierta. Además, como no cumple la promesa de gozo que el amor ofrece, se convierte a la larga en desilusión y recriminación.

El que busca suele obsesionarse con una persona que se parece en algunos aspectos al “buen” progenitor, pero que también personifica muchas de las características del progenitor “malo”, que rechazó al niño o abuso de él. La gratificación no se puede lograr por medio de la regresión por más que ésta ayude a conectarse con el pasado y el niño que lleva dentro. Sin embargo, una vez que el niño despierta y se libera, debe integrárselo a la vida adulta.

 Para la mayor parte de las personas la cuestión no es si aman o no aman, sino si pueden amar con todo su ser. Eso seria esperar demasiado en una cultura como la nuestra, en la que la entrega al cuerpo es vista como un signo de debilidad. Esta entrega a medias al amor nos frustra pero, en lugar de reconocer la causa de nuestro fracaso, culpamos a nuestra pareja. Cierto es que el compromiso de esa pareja con la relación también fue a medias, por lo cual también ella nos culpara a nosotros. Desafortunadamente, no hay manera de lograr que estas relaciones descubran la felicidad que están buscando .

Las relaciones prosperan solamente cuando cada uno de sus integrantes vuelca un sentimiento de gozo en ellas. Intentar encontrar ese gozo a través de otro nunca funciona, a pesar de todas las canciones de amor que venden ese sueño. Amar es compartir, no es dar. El que ama comparte su propio ser por completo con la persona amada. Esto incluye tanto compartir el gozo como el sufrimiento. Como un placer compartido se duplica, al compartir el gozo el sentimiento se acrecienta hasta llegar al éxtasis en el abrazo sexual. Al compartir el sufrimiento, se divide el dolor. La alegría que uno comparte proviene de la entrega al propio cuerpo, no de la entrega al otro.

lunes, 17 de octubre de 2016

El Gozo, parte 21

Capítulo 5 (continuación)

De hecho, el trabajo bioenergético con las piernas comienza desde el principio de la terapia. Luego de los ejercicios de respiración sobre la banqueta, de inmediato sigue lo que se denomina un ejercicio de enraizamiento, en el cual el paciente se inclina hacia adelante hasta tocar el suelo con las puntas de los  dedos. Hemos descrito este ejercicio en el capitulo 2. Aquí lo menciono una vez más por su importancia para mantener al paciente conectado con su realidad, principalmente el suelo en el cual está parado, su cuerpo y la situación en la que se encuentra.

El enojo es un sentimiento muy vehemente y puede abrumar a algunas personas cuyo ego no es capaz de integrar la fuerte carga. Los pacientes esquizofrénicos pueden quedar escindidos si los desborda un sentimiento de enojo. Los fronterizos pueden volverse muy ansiosos. Esto es evitable si se presta constante atención al enraizamiento del paciente. Cuando siento que la carga emocional del ejercicio se vuelve tan intensa que puede tener dificultad para mantenerse en contacto con su realidad, detengo el ejercicio y lo hago enraizarse. Esto reduce la carga del cuerpo, de la misma manera que un cable a tierra en un circuito eléctrico impide que se funda un fusible.

También podemos usar las piernas para expresar enojo por medio de la patada, pero no es una expresión que empleen los adultos en general. Los niños pequeños patean a sus padres o amigos cuando se enojan, pero los adultos rara vez lo hacen.
Sin embargo, la patada cumple una función más importante, que es la de protestar. Me ocupe de esta acción expresiva en el capitulo 3. Es tan básica para el trabajo bioenergético que practico con mis pacientes que me extenderé sobre ella en este capítulo, ya que también constituye una expresión de enojo. En el lenguaje corriente, “patalear una situación” implica protestar acerca de ella. Todos tenemos muchos motivos para protestar por lo que nos hicieron, y es importante expresar esa protesta.

En la terapia bioenergética, se practica la patada como protesta de la siguiente manera: el paciente se tiende en la cama, estira las piernas, y patea la cama con las pantorrillas manteniendo cierto ritmo, una pierna tras la otra. Por lo general, pido a mis pacientes que utilicen palabras al tiempo que patean. La forma mas simple de protestar es preguntar “¿por qué?” Este sencillo ejercicio demuestra vividamente la capacidad de un paciente para expresar sus sentimientos. A muchos les resulta difícil al principio y algunos practican pero con poco sentimiento.
La incapacidad de estos pacientes para realizar el ejercicio en forma adecuada debe analizarse en términos de su historia. Puede mostrárseles que proviene de una infancia en la cual la expresión de protesta no estaba permitida.

Este ejercicio es fundamental en la terapia bioenergética. Si un individuo no puede protestar contra la violación de su derecho innato de autoexpresión, se transforma en una víctima cuya meta es la supervivencia, no la alegría. Una vez que el paciente acepta que tiene derecho a protestar, el siguiente paso es desarrollar su capacidad para que esa protesta sea efectiva.

Algunos pacientes emplean con fuerza la voz, pero la acción de sus piernas es débil e inoperante. En otros pacientes, la patada es bastante adecuada pero la voz es débil y poco convincente. Esta dificultad para coordinar la voz y el movimiento denota una separación de la personalidad entre el ego y el cuerpo, entre las funciones de la mitad superior del cuerpo y las de la mitad inferior. Ningún ejercicio es tan apto para este problema como el de la patada. Se emplea en forma regular en el transcurso de la terapia para ayudar al paciente a desarrollar la coordinación entre las dos mitades del cuerpo y adquirir libertad para expresar con vigor este sentimiento.

El problema de la apertura de la voz se analizo y se trato en el capitulo 3, donde el foco era la incapacidad para llorar; pero no es menos importante que una persona pueda gritar. A través del llanto, uno puede movilizar sentimientos en la boca del estomago, que vienen de lo mas profundo. Este tipo de llanto tiene gran resonancia y es de un tono bajo, profundo, asociado con la “rendición” o la entrega. El grito es un sonido de gran intensidad y de tono alto, que resuena con fuerza en las cámaras de aire de la cabeza. Es lo opuesto a la entrega y, por lo tanto, pertenece al reino de los sentimientos de enojo.

Al gritar, uno “vuela la cabeza”. La carga energética que asciende y termina en un grito inunda el ego y por un momento lo desborda. Es en ciertos aspectos opuesta a la carga que desciende como excitación sexual y culmina en el orgasmo. En ambas acciones, el cuerpo se libera del control del ego y ambas representan, por tanto, una rendición del mismo. Los niños pequeños no tienen mucho problema para gritar porque sus egos todavía no han asumido el pleno control de sus reacciones. Por igual razón, las mujeres gritan con mas facilidad que los hombres, aunque muchas temen soltar el control del ego. El grito es como una válvula de seguridad que permite la descarga de una excitación que no puede manejarse racionalmente. Puede emplearse de esta manera para reducir un estrés intolerable. Yo les aconsejo a mis pacientes que griten siempre que sientan demasiada presión en su interior.

Sin embargo, el objetivo de la terapia no es solo liberar la voz, sino coordinar la libertad de expresión vocal con una libertad igual de expresión física en el movimiento. El ejercicio de protesta es ideal para este propósito. Se le pide al paciente que patee con firmeza, ritmo y fuerza, al par que pregunta “¿por qué?”, sosteniendo el sonido tanto tiempo como le sea posible. Si se queda sin aire, debe continuar pateando mientras respira dos o tres veces y se prepara para decir nuevamente “¿por qué?”. En esta segunda expresión de su “¿por qué?”, la voz se eleva tanto en tono como en intensidad, y la patada se vuelve mas fuerte. Una vez más, al final de la respiración, continuará pateando mientras recupera el aliento. En la tercera repetición, el sonido del ¿por qué? se eleva hasta convertirse en un grito, mientras la patada llega al máximo de su velocidad y fuerza, con esta acción se busca aflojar la expresión de protesta. Si se lo logra, la liberación es completa y el resultado es un sentimiento de alegría.

No obstante, no es fácil lograrlo; la mayoría de las personas están demasiado asustadas para entregarse por completo al cuerpo. En otros casos, el ego se ve desbordado con rapidez y, si bien el paciente llega a gritar, es una expresión disociada, como una reacción histérica, que lo deja mas asustado aun. En este caso, puede replegarse por un momento, acurrucarse y llorar como un niño, luego de lo cual recobrara el autocontrol. Tal experiencia no es negativa ya que le permite darse cuenta de que su regresión y retraimiento son temporarios y de que necesita trabajar más para fortalecer el ego. Los pacientes que han sufrido abusos sexuales durante su niñez tienden a retraerse o a abandonar el cuerpo cuando los sentimientos se vuelven abrumadores. Si se practica este ejercicio de protesta con regularidad, se fortalece el ego conectándolo mejor al cuerpo, lo cual reduce la tendencia a la escisión.

Si la patada, y el grito se integran, el paciente no se escinde de su cuerpo. Pero para que la patada sea libre y efectiva, las piernas deben encontrarse relativamente libres de tensión crónica. Esto no es común, ya que la mayoría de las personas no sienten lo suficiente en las piernas y los pies y no están bien enraizadas. Su energía queda detenida en la cabeza y usan las piernas en forma mecánica. Caminan sobre las piernas y los pies en lugar de caminar con ellos. Sus piernas son muy delgadas o muy pesadas.

Patear es uno de los mejores ejercicios para obtener mas energía y mayor sensación en las piernas. Como ejercicio, pido a cada uno de mis pacientes que patee en forma regular en su casa como lo hace en mi consultorio donde, tendido en la cama, patea 200 veces rítmicamente, contando cada pierna por separado. Las rodillas se mantienen derechas pero sin rigidez, y la patada se da con la pantorrilla, no con el talón. La pierna debe elevarse tan alto como sea posible antes de cada golpe. Debido a que este es un ejercicio para abrir la pelvis, no es necesario acompañarlo de ninguna expresión vocal. La mayor parte de las personas no pueden ejecutar 200 patadas sin parar, y algunas tienen dificultades para llegar a las 100. Su respiración no es la adecuada para este ejercicio, pero con la practica, se vuelve mas profunda y mas libre y se facilitan los movimientos.

Como al correr, este ejercicio promueve la respiración y, por lo tanto, es aeróbico, pero, a diferencia del correr, no exige sostener peso alguno ni ejerce ninguna presión sobre las rodillas. Además, se puede practicar en la casa. Las personas que lo han realizado con regularidad han notado cambios importantes en las piernas y en el cuerpo. Disminuye la pesadez de los muslos, que muchas mujeres sufren, y las piernas cobran mejor forma. También la respiración mejora en gran medida con este ejercicio.

“¿Por qué?” no es la única frase que puede usarse mientras se patea. Decir “no” de la misma manera en que se dice “¿por qué?” es otro excelente medio para promover la autoexpresión. Muchas personas tienen dificultad para decir “no”, lo cual socava su sentido del self. Al decir “no” se crea un limite que protege el espacio y la integridad propios. Otra buena manera de autoexpresión son las palabras “¡Déjame en paz!”. Esta frase se refiere al sentimiento de muchos pacientes respecto al hecho de que sus padres no les dieron libertad para desarrollarse naturalmente.
Los pacientes que han pasado por tales experiencias necesitan vocalizar su protesta violentamente. Si se pronuncia con fuerza frases como “¡déjame en paz!” y “¿qué pretendes de mi?”, éstas ayudan a devolver a los pacientes el sentimiento de que tienen derecho a ser libres, a ser ellos mismos, a realizar su propio ser y no el de sus padres.

Si no goza de ese derecho, la capacidad de amar de una persona se ve seriamente impedida. Muy a menudo, el amor que los pacientes dicen sentir hacia sus padres deriva de la culpa en lugar del placer y la alegría en su relación con sus padres. Uno no se sentirá gozoso en una relación en la cual no puede ser sincero consigo mismo. Cuando los padres dan a sus hijos esa libertad, reciben a cambio su verdadero amor. Pero solo los padres que sienten gozo en la relación con sus hijos pueden darles el amor que sirva de sostén al niño acompañándolo en su crecimiento hacia la realización de su ser.

Aconsejo a los pacientes no actuar sentimientos negativos contra sus padres, ya que dicha actuación no es adecuada ni los ayuda. Los traumas que sufrieron en la infancia pertenecen al pasado y no se pueden reparar mediante acciones del presente. El pasado no puede cambiarse, pero la terapia puede liberar a una persona de las restricciones y limitaciones de su ser que son consecuencia de los traumas del pasado.

Si bien estas limitaciones pueden reducirse en gran medida liberando y expresando los impulsos aprisionados, ello debe realizarse en un marco terapéutico y no debe volcarse en actuaciones presentes contra los padres u otros. Un individuo que se encuentra física y psicológicamente mutilado debido a la supresión forzada de sus impulsos naturales se libera y siente gozo cuando su cuerpo recupera su libertad y su gracia. Puede entonces amar de verdad y, de hecho, sentir un poco de amor hacia sus padres, que abusaron de él pero también le dieron la vida.

viernes, 7 de octubre de 2016

El Gozo, parte 20

Capítulo 5 (continuación)

Otro ejercicio que utilizo en situaciones grupales consiste en hacer que los participantes dirijan su enojo contra mi. En este caso, el grupo se sienta en circulo mientras yo me paro o me acuclillo ante cada uno por turno, le pido al participante que levante los dos puños, proyecte la mandíbula hacia adelante, abra mucho los ojos y diga, mientras sacude los puños contra mi: “¡Te mataria!”. Este ejercicio apunta a causar una mirada de enojo, que resulta muy difícil a la mayoría de las personas. Si alguien dice que no siente rabia hacia mi, le contesto que no me lo tomo como algo personal. Digamos que es como estar actuando, pero los actores deben poder volcar sentimientos reales en lo que hacen. Nunca nadie me ha atacado, pero me mantengo fuera del alcance de los golpes y el hecho de que ellos estén sentados me ofrece mas protección. Cuando practico este ejercicio incluso estando solo, de inmediato siento que se me eriza el pelo en el cuello y en la cabeza. Las orejas se mueven hacia atrás, mi boca gruñe y siento con cuanta facilidad podría atacar a alguien. Cuando abandono la expresión, al momento el sentimiento se desvanece. Esto me ha convencido de que sentir equivale a activar la musculatura adecuada. La falta de capacidad de algunas personas para movilizar los músculos es lo que provoca la ausencia del sentimiento de enojo. Igualmente cierto es que la falta de capacidad para activar los músculos que producen los sonidos del llanto les dificulta sentir tristeza.

Los ojos cumplen un papel muy importante en el sentimiento del enojo. He comprobado que las personas cuyos ojos lucen relativamente sin vida, es decir, opacos y sin chispa, tienen gran dificultad para sentir enojo. Una vez tuve un paciente que se encontraba en estas condiciones. Era muy difícil despertarle cualquier sentimiento fuerte. Era una persona muy brillante y siempre en pleno dominio de sus actos y palabras. Este rasgo lo había hecho triunfar en su profesión, pero lo llevo a la depresión.
Todo músculo contracturado, toda parte del cuerpo congelada retiene los impulsos de enojo que constituyen, fundamentalmente, la agresión necesaria para restablecer la integridad y la libertad corporal. Los brazos y las manos son nuestros principales órganos agresivos y el niño aprende muy temprano en la vida a usarlos para expresar su enojo. Pero golpear no es la única forma de esa expresión. Se puede arañar y hay muchos niños que lo hacen. Es mas probable que las mujeres expresen su rabia arañando.

 A menudo, para ayudar a un paciente a movilizar la energía y el sentimiento de sus ojos, lo hago mirarme a los ojos mientras me inclino sobre el cuando está tendido en la cama. Puedo cambiar la expresión de mis ojos a voluntad y pasar de una mirada suave a una dura y enojada, de una expresión burlona a una fría. La mayoría de los pacientes reaccionan en forma acorde a estas expresiones. De vez en cuando, cuándo dejo que, frente a una paciente femenina, mis ojos adopten una mirada seductora y burlona o una muy hostil, levantará sus manos como garras y me dirá: “!Te voy a sacar los ojos a arañazos!”. No debemos subestimar el poder de una mirada para asustar a un niño.

Una tercera forma que tiene el niño de expresar rabia es morder. Algunos niños pequeños son mordedores, lo cual en la mayoría de los casos lleva a una reprimenda cortante y dura por parte de los padres. Pueden tolerar que el niño golpee, aunque no lo acepten, pero nunca toleran que muerda. Evoca un miedo muy primitivo en las personas. El niño que muerde es considerado como un animal salvaje que debe ser domesticado. Sin embargo, debemos reconocer que es un impulso sumamente natural y que la mejor manera de controlar a un niño es a través de la educación, no del castigo. Algunos padres incluso muerden a sus niños para que éstos sepan como duele, pero también para asustarlos y que no lo repitan. Así, el miedo a morder queda bloqueado en la personalidad como una tensión crónica en la mandíbula. En el capitulo 3 vimos que esta tensión esta relacionada también con la inhibición del llanto. Es la forma mas común de tensión crónica en las personas y es la causa del dolor en la articulación temporomandibular, del rechinamiento de los dientes y, en mi opinión, de la falta de oído para los tonos. Cuando la tensión en los músculos de la mandíbula es grave, puede afectar tanto la agudeza visual como la auditiva. La tensión en la mandíbula demuestra que hay retención. Colocamos la mandíbula en una actitud resuelta a no soltar, no renunciar, no rendirse.

Si bien se puede disminuir esta tensión por medio de técnicas de relajación, alentar al paciente a que muerda es el enfoque más directo del problema. Con este propósito, facilito una toalla. En algunos casos el hecho de morder la toalla puede provocar bastante dolor en los músculos mandibulares apretados, pero el dolor desaparece tan pronto como se detiene la acción. Este dolor no es una señal negativa. El paciente intenta movilizar músculos espásticos, lo cual es necesariamente doloroso; pero si practica en la casa la acción de morder y de mover la mandíbula hacia adelante y hacia atrás y de un lado al otro, los músculos se ablandan y el dolor se desvanece. Cesa el rechinamiento de dientes durante la noche y los pacientes comprueban que pueden abrir la boca en forma mas completa y con mayor libertad que antes.

A veces me trabo en una competencia con un paciente. Cada uno de nosotros muerde con fuerza con las muelas traseras un extremo de una toalla y, como dos perros, tirábamos y tratamos de arrebatarla uno al otro. Este ejercicio no pone en peligro la dentadura si se muerde con los molares. Por lo general, uno puede sentir como la tensión se extiende desde la articulación temporomandibular a la base del cráneo. Esta tensión es la principal resistencia a la entrega y el principal mecanismo por el cual una persona mantiene el autocontrol. Le impide perder la . cabeza y, por lo tanto, perder el control del ego. Dicho control, cuando es consciente, resulta positivo, pero en la mayoría de los casos es inconsciente y representa una retención del miedo. Por desgracia, el miedo también es inconsciente, lo cual hace que el problema se vuelva inaccesible a un abordaje verbal.

A menudo, pasa cierto tiempo en un proceso terapéutico hasta que el paciente se pone en contacto con su propio enojo o siente el problema que tiene al respecto.
Si una persona sufre una tensión muscular crónica en alguna parte del cuerpo, se mueve de manera tal de no sentir el dolor de la tensión. A medida que uno se pone en contacto con su cuerpo por medio de los ejercicios bioenergéticos, estas partes tensionadas se vuelven conscientes.

El sentimiento de enojo no pueden abrirse si se encuentra bloqueada la agresión sexual. En la medida en que un hombre o una mujer se sienta psicológicamente castrado por haber cercenado su agresividad sexual, su capacidad para expresar el enojo se vera de igual manera impedida. Si bien el enojo, que se expresa golpeando, mordiendo o arañando, es una función de la parte superior del cuerpo, su expresión eficaz requiere una fuerte base de seguridad en si mismo. De una persona que siente que no tiene piernas fuertes sobre las cuales apoyarse, difícilmente se puede esperar que se sienta cómoda con sus sentimientos de enojo. La tensión en la parte inferior de la espalda, que rodea al cuerpo y cercena todo deseo sexual en la pelvis, también interrumpe el flujo de energía hacia las piernas y los pies. 152