miércoles, 22 de enero de 2014

Encuentro con la Sombra, parte 28


SEXTA PARTE:
DESCUBRIMIENTO A LA SOMBRA
EN EL CAMINO: EL LADO OCULTO
DE LA RELIGIÓN Y DE LA
ESPIRITUALIDAD

Un discípulo le preguntó a un erudito rabino por qué Dios había dejado de hablar directamente con su pueblo a lo que el sabio respondió: «Ahora el hombre no puede inclinarse lo suficiente como para escuchar lo que le dice Dios».
PROVERBIO JUDIO

La renuncia -incluida la renuncia a Dios- constituye lo más profundo del espíritu religioso.
ALFRED NORTH WHITEHEAD

Tras las tinieblas de lo reprimido -lo que ha sido y está enraizado- y detrás de la sombra personal -lo que todavía no es y está germinando- se halla la oscuridad arquetípica, el principio del no-ser, lo que se describe y denomina Diablo, Mal, Pecado Original, Muerte, Nada.
JAMES HILLMAN

Una vida espiritual no puede librarnos del sufrimiento ocasionado por la sombra.
SUZANNE WAGNER


INTRODUCCIÓN

Uno de los objetivos fundamentales de la religión es, y siempre ha sido, el de definir a la sombra, enfrentar el mundo de la luz al mundo de la oscuridad y dictaminar la conducta moral de sus acólitos. Toda religión tiene su manera peculiar de escindir la totalidad en bien y mal y cuanto más afilado es el instrumento que utiliza, más específicos son los ideales éticos que prescribe. En el Antiguo Testamento Isaías nos dice: «¡Ay de aquellos que llaman bien al mal, que confunden la oscuridad con la luz y la luz con la oscuridad, que toman lo amargo por lo dulce y lo dulce por lo amargo... porque contra ellos se dirigirá la ira del Señor!»

En un universo dividido entre el blanco y el negro, el camino de lo correcto y el camino de lo equivocado se dirigen en direcciones completamente diferentes que pueden conducirnos a los cielos o llevarnos, por el contrario, a las profundidades de los infiernos. Los creyentes de este tipo de religión afirman que debemos elegir entre uno u otro sendero. En palabras de Bob Dylan: «Debes servir a alguien. Puede ser el Diablo o el Señor pero debes servir a alguien».

También hay quienes reconocen la relación existente entre el lado oscuro y el lado luminoso y aceptan la relatividad del mundo humano. Así, el filósofo del siglo XII Maimónides dijo: «La maldad sólo lo es en relación a algo».
Las fuerzas parejas del bien y del mal, de la luz y de la oscuridad aparecen, con pequeñas variaciones, en casi todas las tradiciones. En el conocido símbolo del Taoísmo chino del ying  y del yang, por ejemplo, cada uno de los polos contiene al otro, ambos representan la relación existente entre los opuestos, indisolublemente unidos en un abrazo eterno, y su continua transformación mutua.

Según las tradiciones -ocultas hasta hace muy poco- místicas y esotéricas (sufíes, alquimistas y chamanes, por ejemplo), la sombra y el mal no son realidades objetivas y externas sino que, por el contrario, son energías internas mal comprendidas y, por consiguiente, mal encauzadas. Como señala Joseph Campbell: «Quien es incapaz de comprender a un dios lo percibe como un demonio».

Para los místicos, en cambio, el bien y el mal se asientan en nuestro interior. Es por ello que sus enseñanzas no apuntan a prescribir una moral sino que tan sólo aspiran a ofrecernos fórmulas para llevar a cabo el trabajo espiritual. En este contexto, una determinada práctica meditativa o una ceremonia chamánica puede ayudar al individuo a armonizar una energía dañina, como la rabia o la lujuria, por ejemplo, y reencauzarla hacia el lugar que le corresponde en nuestro mundo interno.
El poeta sufí Rumi abunda en esta idea cuando escribe: «Si todavía no has visto al diablo mira tu propio yo».
De este modo, las enseñanzas místicas, no consideran que el diablo sea un agente independiente sino que afirman la realidad de la sombra interior y nos brindan prácticas introspectivas que puedan ayudarnos a redimirla.

Las tradiciones ocultas suelen tratar a la sombra con una mezcla de respeto y de cautela porque la sombra es una figura clave a la que no podemos dejar de tener en consideración. En términos junguianos, podríamos decir que los practicantes de la magia negra han invertido la polaridad blanco/negro y están poseídos por el arquetipo de la sombra. Sin pretender ser irónicos, sólo a la luz de lo anterior es posible comprender la devoción diabólica de Anton LeVey, líder de la Iglesia Satánica de los Estados Unidos.

Hay buscadores espirituales que consideran que su trabajo con un instructor o gurú constituye fundamentalmente un trabajo con la sombra. Joseph Chilton Pearce, por ejemplo, describe así sus relaciones psicológicas con su maestro.
Cada vez que me acercaba [al gurú], afloraban aspectos pueriles ocultos de mi personalidad, demonios que me hacían aparecer como un asno ante la persona que más deseaba impresionar.
De este modo, el gurú me ayudaba a hacer algo que no podía llevar a cabo solo, algo en lo que nadie sino él podía ayudarme, no para hacerme sentir ridículo sino para echar luz sobre mi oscuridad, sobre mi sombra.

No obstante, la sombra parece brillar por su ausencia en la mayor parte de los entusiastas partidarios de la nueva era. Estos devotos suelen creer que con la ayuda de un maestro adecuado o de una disciplina correcta pueden acceder a los niveles superiores de conciencia sin tener que habérselas con sus vicios más mezquinos o sus apegos emocionales más desagradables. Como dijo, en cierta ocasión, el periodista de Colorado Marc Barasch: «La nueva era nos ofrece una espiritualidad amorosa y luminosa en la que se ha expurgado todo vestigio de peregrinación y penitencia, de decepción y descenso, de angustia y humildad».

Recientemente, sin embargo, la sombra de la espiritualidad de la nueva era ha comenzado a mostrar su semblante más desagradable. Muchos gurús están cayendo de sus pedestales y muestran sus flaquezas más humanas y los meditadores, por su parte, desilusionados del ideal de la iluminación como perfección personal, han dejado de lado su intento de trascender su humanidad y han encaminado, en cambio, sus pasos hacia la psicoterapia y al trabajo cotidiano con el ego o han reorientado su interés hacia una espiritualidad más centrada.

La mayor parte de los maestros espirituales traen consigo desde Oriente sus problemas irresueltos -la necesidad de control, el desprecio por las debilidades, la sexualidad ingenua, la avidez por el dinero- y, en muchos casos, los grupos que les rodean han sido modelados por ese tipo de fuerzas. Según el psiquiatra James Gordon, autor de The Golden Guru: The Strange Journey of Bhagwan Shree Rajness, es muy posible que exista una elevada correlación entre los miedos y los deseos ocultos de un determinado líder espiritual -es decir, su sombra- y lo que su grupo de acólitos considera que es el carácter ideal del ser humano. Cuando Bhagwan Shree Rajneesh comenzó su enseñanza, por ejemplo, reprochaba agriamente la pompa de los sacerdotes y el hambre de poder de los políticos, curiosamente las mismas trampas en las que terminó cayendo más tarde.

Sólo podremos construir comunidades basadas en la honestidad y el reconocimiento de las limitaciones humanas y descubrir la auténtica vida espiritual cuando recuperemos las proyecciones de sabiduría y heroísmo que habíamos depositado sobre los demás.

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