martes, 31 de octubre de 2017

Psicología del Deporte. Integración Cuerpo-Mente, parte2


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Preocupación y ansiedad respecto
al nivel de rendimiento


Preocuparse de cómo será nuestra actuación conduce a sentir ansiedad. No nos preocupamos solamente con nuestra mente, sino que todo el cuerpo participa en ello. Experimentamos cierta alteración y disfunción en nuestro ser. Esto da lugar a que se cometan errores mentales. No obstante, nuestros cuerpos siempre nos proporcionan un gran número de advertencias para indicar que estamos perdiendo el control. Algunos de los indicios son : palpitaciones del corazón, tensión muscular, sensación de fatiga, irritabilidad, boca seca, sensación de frío, agarrotamiento de las manos y los pies, peso en el estómago, ganas de orinar, distorsión visual, temblores y tics en los músculos, sofocación, alteración de voz, náuseas, vómito, diarrea, ventosidades, aceleración del ritmo cardiaco y respiración más rápida. También hay: confusión, olvido de detalles, incapacidad para concentrarse, vuelta a antiguos hábitos e incapacidad de tomar decisiones. Obviamente, no experimentamos todos a la vez, sino una combinación de ellos. Las personas difieren en cuanto al grado en que se ve afectado su nivel de rendimiento, y por ello resulta esencial identificar las respuestas que asociamos con la ansiedad y determinar hasta que punto influyen sobre nuestra actuación.

HE VISTO AL ENEMIGO Y ESE SOY YO

Para que haga su aparición la preocupación, es necesario que percibamos algunas diferencias entre aquello que esperamos y lo que realmente tiene lugar. Hemos de ser capaces de leer nuestros indicios mentales y corporales, e interpretarlos correctamente. Es preciso que aprendamos a distinguir nuestra reacción de preocupación de la que deriva estar excitado y preparado para la prueba, y la mala ansiedad, generada por el temor acerca de nuestra actuación. No obstante, solamente nosotros estamos en condiciones de saber lo que origina nuestra ansiedad.
La preocupación que provoca ansiedad es casi siempre disfuncional y desequilibradota para nuestra actuación. La labor que tenemos ante nosotros es aprender la forma de interpretar estas reacciones  y regularlas de modo más funcional.

Cuando existe una amenaza para nuestro bienestar, nuestra mente puede comenzar a jugarnos malas pasadas. Recordemos simplemente, cuando escuchábamos una historia de fantasmas, lo asustado que estábamos y cómo imaginábamos toda clase de ruidos extraños al acostarnos aquella noche. La misma clase de pensamientos difusos e imaginativos se ven activados cuando empezamos a preocuparnos por nuestra actuación deportiva. Llegamos a estar tan preocupados con el eminente desastre, que a veces no nos es posible comprender el motivo que nos impide dominar el problema. Y la pregunta básica es: ¿en que punto podemos interrumpir los hechos para evitar el desequilibrio? Parece evidente que debemos intervenir en la etapa de inquietud. Debemos adquirir conocimientos y estrategias mentales para regular la ansiedad.

RELACIÓN ENTRE ANSIEDAD Y NIVEL DE RENDIMIENTO

Aprender a sintonizar con nuestro propio cuerpo, conseguir percibir nuestras reacciones y asumir responsabilidad para controlarlas, es algo que funciona bien, pues nos proporciona una sensación de poder y control que refuerza nuestra confianza.
Todos necesitamos un cierto nivel de ansiedad o estímulo para llevar a cabo una labor, pero este nivel es más elevado para unos que para otros, por lo que nuestra labor es determinar cuál es el nivel correcto para maximizar nuestro potencial.
Debemos aprender a centrarnos en la próxima actuación, a domeñar toda la energía generada y aplicarla a la competición próxima. Sepamos como conseguir que trabaje a nuestro favor, el lugar de constituir una interferencia en nuestra actuación. Una vez que hayamos aprendido a distinguir entre mentalizarse y obsesionarse podemos decir que nos hallamos en buen camino. Debemos pues, establecer cuál es nuestro nivel de estímulo óptimo para maximizar nuestro nivel de rendimiento. 


NUESTRO NIVEL ÓPTIMO DE ANSIEDAD O ESTÍMULO PARA 
LLEGAR A UN NIVEL SUPERIOR DE RENDIMIENTO

Este nivel varía de persona a persona y por consiguiente, es necesario determinar el que nos corresponde.
Nuestro nivel requerido de ansiedad se encuentra asimismo relacionado con el grado de complejidad de la labor y el periodo de tiempo necesario para ejecutarla. El reto ha de ser igual al nivel de conocimiento para alcanzar la sensación de fluidez, o de que todo va bien. En cualquier momento que experimentemos que nuestro rival es superior, experimentaremos un sentimiento de preocupación y de ansiedad. Por otra parte, cuando nuestros conocimientos son mayores al reto, experimentaremos cierto tedio. El nivel óptimo se alcanza cuando nuestros conocimientos y capacidades se encuentran a igual altura que el reto al cuál nos enfrentamos.
Cuando la relación se encuentra equilibrada, experimentamos un FLUJO o sentimiento de que todo va bien. ¡Todo cuanto hacemos funciona!

Si podemos recordar algún momento en que percibíamos que todo fluía con suavidad, recordaremos también que sentíamos confianza y nos hallábamos dispuestos para el reto. Podemos aprender a montar la escena para que, a través de una regulación de nuestra percepción de la situación, ésta sea compatible con el flujo.
En el estado de actuación ideal, sólo se precisa aprender a sintonizar con nuestro cuerpo  de modo que consigamos una total integración de cuerpo y mente. De este modo, no existen pensamientos o preocupaciones pretéritas, y nos sentimos plenamente confiados y en control de la situación. Experimentamos como se desarrolla nuestro cometido en forma casi automática. De hecho, alcanzamos mayor satisfacción y placer que en cualquier otro momento a medida que comenzamos a actuar de forma uniforme y a mejorar el nivel.

FUENTES DE PREOCUPACIÓN Y ANSIEDAD

La preocupación y la ansiedad son casi siempre autoprovocadas. Lo cual significa que es nuestra percepción de la situación lo que crea la mayor parte de nuestros problemas. Sin embargo, conviene no olvidar que la ansiedad la producen muchos factores.
Pensar que podemos tener una pobre actuación, puede ser causa de ansiedad.  No es, por tanto, la situación competitiva por sí misma la que la provoca, sino que  montamos la escena de una pobre actuación, apoyándonos en  pensamientos negativos.
Creer en la preocupación y pensar que se supone que somos nerviosos constituye otra fuente de ansiedad. El haber tenido una actuación mediocre durante nuestra última competición es asimismo otro germen de angustia. Por ello, si permitimos que nos asalte la preocupación a través de la rememoración de fracasos pretéritos y preocupaciones respecto a futuros, entonces es obvio  que nos sentiremos más ansiosos que nunca. Esto conduce a un círculo vicioso.

Creer que nuestra valía como persona individual depende de nuestra actuación atlética, puede provocar un terrible volumen de ansiedad.
Todo atleta puede minimizar la frecuencia e intensidad de la ansiedad procediendo a adquirir conocimientos y a aprender estrategias mentales y físicas. Las fuentes y los síntomas de la ansiedad se contrarrestan enfocando la actuación desde una perspectiva global. Físicamente, a los atletas se les puede enseñar a relajar sus tensiones musculares. Mentalmente, pueden aprender a reestructurar las imágenes y los pensamientos que son negativos. También pueden incrementar su capacidad para concentrarse, valerse de la imaginación y concentrarse.

TOMAR EN CONSIDERACIÓN LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES

¡Afortunadamente no todos somos iguales!  Las personas difieren en rapidez de respuesta frente a la excitación e inhibición de los estímulos.
Aprender más acerca de cuál es nuestra posición entre la introversión y la extroversión, nos ayudará a establecer  programas y objetivos más apropiados.
Otra diferencia individual que debe ser tendida en cuenta es el tipo de incitación que necesitamos para alcanzar nuestro mejor nivel de rendimiento. Algunos atletas necesitan muy poca, de hecho, un exceso actúa en detrimento de su actuación. En cambio, muchos necesitan mucha. Este es un extremo que debemos determinar por nuestra propia cuenta, además de asumir la responsabilidad de la incitación de forma que queden fijadas las condiciones para maximizar nuestro nivel potencial de rendimiento.
Se recomienda llevar una libreta con anotaciones de los sistemas que aplicamos y del resultado conseguido en las diversas actuaciones, es la forma ideal de determinar la relación entre lo que hacemos y la forma en que actuamos.

¿QUE ES LO QUE PODEMOS ESPERAR CUANDO CONSEGUIMOS
IDENTIFICAR NUESTRO NIVEL ÓPTIMO DE ESTÍMULO?

Las emociones y los sentimientos positivos crean una tremenda energía y provocan la aparición del nivel óptimo de estímulo cuando aprendemos la forma de producirlos y regularlos. Cuando centramos la atención en el reto (en contraste a la presión), nuestra energía se canaliza apropiadamente. El centrar el esfuerzo en el propio estado interno, así como en nuestras emociones y sentimientos, como función de nuestro adecuado nivel de rendimiento, subraya el hecho de que somos partícipes conscientes en la regulación de nuestro estímulo. Esto nos dará un sentimiento de poder y control. Cuando desarrollamos la confianza para controlar y dirigir esta energía, el estímulo que experimentaremos se verá como algo agradable.

Los niveles de activación y estímulos generados por sentimientos de terror, irritación, agresión, etc, son totalmente diferentes comparados con unos que reconocen como origen el reto, la excitación , la alegría, un sentimiento de poder y control.
Estas aptitudes no surgen por encanto, sino que se desarrollan como resultado de una fuerte dedicación y entrega al descubrimiento y mantenimiento de nuestro nivel óptimo de actuación. Para mejorar, debemos conocer nuestras reacciones y comenzar a asociarlas con nuestra actuación.  

martes, 24 de octubre de 2017

Psicología del Deporte. Integración Cuerpo-Mente, parte 1


PSICOLOGÍA DEL DEPORTE
Integración mente-cuerpo

Resumen del libro de: Harris, D.V. y Harris, B.L., Ed. Hispano Europea, Barcelona, 1987

Probablemente no existe nadie que no se haya quedado sin aliento durante una prueba atlética, olvidado parte de lo que debía decir durante una representación teatral, quedado con la mente en blanco en el curso de un examen, o metido en algún problema por haberse esforzado demasiado. Generalmente, cuando nuestro empeño es muy intenso, elevamos con ello nuestro nivel de ansiedad, lo cual puede resultar contraproducente.

La tensión emocional es lo que nos permite mantener en movimiento los diversos flujos de nuestro organismo y constituye la respuesta o reacción a algún tipo de tensión externa, sea esta real o intuida. La tensión no es necesariamente mala; simplemente nos espolea y nos lleva a actuar. 
El deporte competitivo constituye un ámbito ideal para enseñarnos como hacer frente a situaciones que provocan zozobra y ansiedad. Proporciona la primera y mejor oportunidad para enseñar a los jóvenes a dominar la tensión. Este domino de conocimientos y estrategias durará toda la vida, dado que los principio de control de la tensión son los mismos tanto si se deriva de una situación de competición, de la presión impuesta por unos límites de tiempo, de desacuerdos con los compañeros de trabajo, de peligros de pérdida de empleo, o cualquier otra causa.
Con la debida preocupación por los efectos de una tensión crónica o muy prolongada, el aprender como dominarla puede constituir la mejor lección que nos sería dable impartir a los jóvenes.  

Pensemos en la contribución a la sociedad que supone enseñar conocimientos y estrategias específicas a través de programas deportivos. Los preparadores y los atletas pueden ser iniciados en los principios de dominio del control emocional.


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Pensar con nuestros músculos:
la integración mente/cuerpo

¿Cómo se aprende a ser un atleta con un nivel de actuación uniforme? ¿Cómo aprender a maximizar nuestro rendimiento? 
¡Pensar con nuestros músculos! Ciertamente, no se trata de un concepto nuevo, sino de uno que hemos dejado de poner en práctica. Casi nadie prepara y practica el necesario condicionamiento mental.
Tradicionalmente, los preparadores y los atletas han venido dedicando la mayor parte de su atención a los componentes físicos. Se cree que la repetición es la única forma de maximizar el rendimiento  y se descuida el grado de realización individual.
El hecho de que muchos atletas muestren un elevado nivel de rendimiento durante los entrenamientos, pero no consigan llegar a él durante la competición debe ser causa de preocupación. La única diferencia consiste en nuestro estado mental, es decir, nuestro control psicológico. Cuando un equipo o una persona pierde impulso o lo adquiere, el cambio deriva de unos factores psicológicos.

La fluctuación en la regulación psicológica puede ser evitada, impidiendo con ellos bruscos descensos en el nivel de rendimiento. Conviene por ello, que se nos enseñe a asumir la responsabilidad de aprender como valerse de nuestro propios mecanismos de estímulo y actuar bajo control.  
Dentro de una misma competición es dable observar una amplia fluctuación en el nivel de rendimiento. Así, un equipo puede dominar la primera mitad del partido y, en cambio, no mantener el ritmo durante la segunda. Con frecuencia cabe identificar una jugada que es la que puede haber dado lugar al cambio. Ahora bien, estos cambios no acostumbran a tener su origen en alteraciones fisiológicas, sino en una regulación psicológica errática.

Nadie discute el hecho de que nuestro estado mental guarda una estrecha relación con nuestra actuación. No obstante, se hace poco para identificar los factores emocionales y/o mentales que tienden a impedir que se consiga un buen rendimiento. Básicamente, lo que la psicología deportiva supone para el atletas: aprender a identificar lo que conduce a una buena actuación y lo que lleva a que ésta sea mala.   
Con el tiempo, las reacciones practicadas y las estrategias aprendidas pasan a tener carácter automático. Aprender y practicar estos conocimientos nos servirá para toda la vida.

Algunas veces, cuando experimentamos la satisfacción de una actuación máxima, la describimos como un estado alterado de percepción o  conciencia. Es como si estuviéramos en trance o algo similar, y resulta irónico que se califique de alterado. De hecho, esta es la forma en que deberíamos responder en todo momento. Con la práctica y el desarrollo de una mejor percepción, podemos convertirlo en un estado normal en vez de un estado alterado, lo cual supone que hemos de comenzar por incorporar el adiestramiento mental a nuestra preparación diaria.

martes, 3 de octubre de 2017

Cuenta Contigo, parte 20 (final)

20
Y al final, tú eliges.
Elige CONTAR CONTIGO


Usted no es solamente responsable de lo que dice, 
sino también de lo que no dice.

Martín Lutero

Acepta la responsabilidad de tu vida.
Debes saber que eres tú el que te llevará 
a donde quieres ir, no hay nadie más.

Les Brown

Es incorrecto e inmoral tratar de escapar de las 
consecuencias de los propios actos.

Mahatma Gandhi


Y con este capítulo hemos llegado al final. Mi único interés ha sido despertar en ti la curiosidad por dirigir tu vida, y así impedir que sean otros los que influyan, decidan o condicionen tu futuro.
El pasado ya no tiene remedio, pero si lo tiene lo que te queda en adelante. Tu futuro, tu presente, tus decisiones, tus emociones, lo que piensas, en lo que trabajas y con quién te relacionas. Puedes intervenir en todos los niveles y a todas horas. Y si lo consigues serás libre, serás consecuente y honesto contigo mismo. Serás un líder. Qué mejor que liderar tu vida.

Y al final, tú eliges. Eliges con cada paso y con cada pensamiento, y tus elecciones te hacen sufrir o disfrutar. Puedes elegir más de lo que te imaginas, pero para ello tienes que desprenderte de la dependencia de las personas, valoraciones, resultados. Y contar que elegir conlleva fracasar, críticas y también aplausos y libertad. Si CUENTAS CONTIGO, aprenderás al valor de decidir por ti mismo. Si CUENTAS CONTIGO, te podrás acercar a la serenidad y el equilibrio. Y para ello no necesitas un gran coche, ni una mansión. Solo necesitas que tus deseos, responsabilidades y valores estén alineados y en equilibrio.

Este es un libro para repasarlo, trabajarlo y consultarlo cada vez que lo necesites. Pero antes de finalizar, quiero dejarte un pequeño decálogo de lo que, en mi opinión, es importante trabajar a diario para ser feliz.


1. Cultiva tu mente   

Hoy en día estamos rodeados de muchos aparatos electrónicos atractivos que nos facilitan la vida y nos entretienen, pero que en la mayoría de los casos no se ejercita mucho la mente y su uso no precisa mucho esfuerzo.
El cerebro se entrena, como cualquier otro músculo del cuerpo. Tenemos capacidad de aprendizaje durante toda la vida, y cuanto más entrenamos variables psicológicas como la memoria, la atención, el vocabulario, etc., más facilitamos las conexiones neuronales. Nuestro cerebro sigue generando nuevas neuronas, pero solo si nosotros las activamos.

La mejor manera de tener un cerebro activo y sano es trabajarlo. Proponte dedicar media hora de tu día a cuidar tu cerebro. Quítale ese tiempo a la televisión o al móvil. Realiza actividades que lo protejan, como practicar ejercicio físico, leer, dormir y descansar, aprender, estudiar, escribir, ser curioso, relacionarte y hablar con la gente. Y por otro lado, evita lo que lo envejece: una vida sedentaria, tener la tensión alta, el azúcar, el alcohol, el tabaco, o permanecer demasiado en la zona confortable.
Para entrenar tu cerebro puedes hacer estos diez ejercicios:

  • Calcula el precio de todo lo que compres, antes de llegar a la caja a pagar. Ve sumando todo lo que llevas.
  • Habla y no pares de hablar: pregunta a la cajera, al taxista, al frutero, al peluquero, trata de relacionarte. Hablar con la gente es un potente estimulador. No se trata de ser chismoso, solo se trata de hablar.
  • Aprende cada día algo nuevo: pueden ser palabras, un idioma, buscar algo en la red. Haz esquemas de lo que aprendas, con colores, dibujos… verás que fácilmente los retienes.
  • Sal de tu zona confortable: practica otro deporte, lee otro tipo de textos, cocina platos distintos.
  • Trabaja la repetición. Después de la comprensión, es la base de la memoria. Es difícil recordar algo si no se repite. Puedes hacer la lista de las compras, repetirla, aprenderla y tratar de hacerla sin leer la lista. Al final comprueba si lo llevas todo o no.
  • Haz cosas con tu mano no dominante. Así estarás cultivando nuevas conexiones cerebrales: cepillarte los dientes, peinarte, ducharte, comer, beber, pasear al perro, todo con la otra mano.
  • Tararea canciones antiguas, de esas que te sabías la letra. Si ves que las has olvidado, búscalas en YouTube o busca la letra y trata de aprendértelas otra vez.
  • Cuenta cada día un chiste, recita una poesía o un cuento corto. Trata de ser creativo, adórnalo con tu estilo.
  • Haz cálculo matemático. Puedes ponerte sumas, restas, multiplicaciones o algo más complejo. Y cada día dificultártelo un poco más.
  • Haz rompecabezas y sudokus, juega a las cartas, al ajedrez, etc.


2. Entrena tu cuerpo

Haz ejercicio y punto. Los beneficios del ejercicio son tantos, que todavía no entiendo por qué no es una asignatura pilar en todos los colegios al igual que los son las matemáticas o la lengua.
Tienes una oferta variadísima de todo tipo de deportes. Si practicas deporte, te encontrarás más feliz, con mejor autoestima; te sentirás más fuerte, más ágil y más confiado; mejorará tu aspecto personal y tus funciones cerebrales, como la concentración; podrás dormir mejor y descansar; reducirás los niveles de ansiedad y estrés; podrás relacionarte con otras personas, y obtendrás muchas otras ventajas.

No lo aplaces más: elige el deporte, elige el día, inclúyelo en tu agenda y no lo postergues más. Si nunca has practicado deporte o llevas mucho tiempo sin hacerlo, es aconsejable consultar al médico de cabecera. Y déjate aconsejar por alguien que conozca y te diga cómo iniciarte en forma prudente.

3. Elige lo que piensas

Tenemos la capacidad y, con ello, la libertad de elegir lo que pensamos. Elige pensamientos que te permitan sumar y, así, desplazas a los que te debilitan.
Necesitas tratarte con respeto, con benevolencia y con paciencia, y también necesitas saber que los cambios requieren tiempo. Así que cada vez que te descubras pensando de forma catastrófica o enredándote con lo que no te conviene, cambia, pero no te castigues.

4. Perdona y sé compasivo

El perdón lo debes practicar tanto con los demás como contigo mismo. El orgullo nos aleja de los seres queridos, alarga la lista de los “que te deben algo” y genera mucho malestar. Todo el mundo se equivoca, incluso tú, y cuanto más rencor guardes hacia alguien, más te costará volver a reconciliarte. Si la persona vale la pena, habla con ella. Y si no, cierra la carpeta y olvídala. Pero deja de rumiar, de pensar en la venganza. Te quita energía de todo aquello que puedes disfrutar.

Tómate tu tiempo para resolver problemas. Cada uno tiene su ritmo, y pasado el tiempo necesario, toma una decisión: o resuelves o pasas página.
El perdón contigo también es importante. Te mereces el mismo respeto que das a los demás. Sé flexible con lo que piensas sobre ti y sobre lo que te dices a ti mismo. Permítete equivocarte y alegrarte por haber intentado.

5. No te compares ni te juzgues

No hay una sola persona en la faz de la tierra que sea igual que tú. Así que no sirve de nada compararte. Ni has vivido las experiencias de otras personas, ni la educación recibida es la misma, ni has experimentado las mismas emociones, nada. No te compares. Solo hará que te sientas mal.

Y si eres padre madre, maestro, entrenador, tampoco hagas comparaciones entre las personas con las que te relacionas. Recuerda, si tú eres único, los que te rodean también lo son. Así que busca la manera de motivar y corregir a la gente sin comparar a nadie con otra persona.

6. Dedica tiempo a tus innegociables

Tus “innegociables” (¿te acuerdas de tu once titular? Cap. 9) son los que te permiten tener equilibrio entre tantas obligaciones, te dan paz, diversión y felicidad. Respetar tus innegociables es respetarte a ti mismo.
No debemos olvidarnos de nosotros y disfrutarnos. Cuando te conviertes en trabajador, padre, amigo y otra serie de roles, terminas por dividir tu tiempo entre todos. Trata de que tú seas uno más a los que dedicar tu tiempo.

Y no te justifiques ni pidas perdón por buscar tiempo para ti. Recuerda que es uno de tus derechos. Tienes derecho a vivir una vida plena, a disfrutar de las pequeñas y las grandes cosas. Te propongo que escribas tus derechos. Haz una lista de aquello a lo que crees que tienes derecho y trata de que eso se respete.

7. Cuida tu salud y tu aspecto físico

Tu cuerpo es tu armadura, tu trasportín, de lo que vas a depender toda la vida. Te permitirá ser más fuerte y ágil, estar más cómodo y más sano, y sentirte más o menos a gusto. Debes cuidarlo. Los cuidados del cuerpo consisten en lo que comes, el descanso que le das y tu higiene. Además de la práctica de ejercicio, de la que ya hemos hablado.

Tanto el cuerpo como el cerebro necesitan el combustible adecuado. La comida basura pueden aportarte muchas calorías, pero pocos nutrientes. La comida saludable puede ser muy apetitosa, solo tienes que ser creativo. Eso sí, no te conviertas en un obseso de los que todo compran light, bio y miran todas las etiquetas. Todo tiene algo de manipulación. Busca información confiable, y no olvides aplicar el sentido común.

Bebe líquido, estar hidratado es cuidar tu piel, tu cerebro y todos tus sistemas. Necesitamos el agua y a veces la substituimos por refrescos. Si eres de los que no te acuerdas de beber agua, ponte algún recordatorio o lleva siempre contigo un botellín.

Descansa. Es tan importante como alimentarte de forma correcta. El sueño es la forma de reparar todo lo que acontece durante el día. Los problemas de sueño pueden acarrear problemas de salud. No ningunees la necesidad de descanso, no eres Superman.
Y cuida tu salud: los chequeos, el sobrepeso, tus antecedentes personales. La prevención es la mejor manera de evitar la enfermedad. (230)

8. Aparta la impulsividad y entrena la reflexión

Piensa antes de actuar. Piensa en las consecuencias. La calentura solo nos perjudica. A nivel de salud es un síntoma de infección, y a nivel psicológico, es el propulsor de la impulsividad. En caliente todo es desproporcionado y todo se tergiversa.

Solo tienes que aprender que esa respuesta emocional que sientes y que te tiene muy enfadado no necesita de una reacción inmediata. Todo puede esperar. Trabajar la reflexión es una de las claves del éxito de las personas. No somos animales que nos dejemos guiar por los impulsos, sino que tenemos capacidad para esperar, reflexionar y tomar decisiones. Ejercita esta habilidad con la que has sido dotado y agradece haber esperado para actuar.
Tú eres consciente de lo absurdo e inútil que puede ser actuar en caliente, y muchas de las veces, las consecuencias no tienen remedio.

Si te cuesta contenerte, prevé las situaciones que puedan sacarte de quicio. Piensa en cómo podrás mantener la compostura y en algo que pueda relajarte si la situación sube de tono. Algo así como decirte. “Tranquilo, eso es lo que ellos piensan”; “Ya se que el tráfico es agobiante, pongo música y me relajo”. Te ayudará a ser empático, pensar cómo te sentirías si tú fueras el que conduce delante de ti y le pitan. La gente no está en contra de ti. Puede que sean otras las motivaciones por las que hay conflictos. Pero, ante todo, paciencia y autocontrol.

Cuando tengas que castigar a alguien, emitir una crítica, pedir un cambio o expresar tu enfado, busca el momento oportuno, un tono de voz seguro pero conversacional y permanece abierto a escuchar a la otra parte. Y hazlo cuando estés tranquilo. Así también ganarás credibilidad. (231)

9. Como lo estás haciendo, es perfecto

No, no eres prefecto, o sí, si entendemos la perfección como la voluntad de hacer las cosas con las mejores intenciones. En este momento, con tu talento, tu motivación, tu capacidad, lo que hagas es perfecto. Porque lo que has hecho ya no tiene remedio, lo que has hecho era tu mejor versión de lo que tú podías ofrecer. Si lo deseas, puedes plantearte algo más la próxima vez, pero no des ni media vuelta a lo que ya has hecho.

Lo que podemos discutir son los resultados. Estos no son perfectos, ni lo serán, ya que la mejora es continua.
Las personas somos perfectas por el simple hecho de existir. La baja autoestima, la duda sobre uno mismo, las comparaciones, los reproches o la competitividad insana nos alejan de la felicidad. Nos dicen que no estamos a la altura y nos impiden ser felices. A partir de aquí, todo lo que tú hagas por crecer por propia decisión, también será genial.

10. Ríe

Los beneficios del humor hoy en día son incuestionables. La risa libera endorfinas, reduce los niveles de ansiedad, ayuda a relativizar las cosas y a tomar el control de lo que nos preocupa, mejora nuestro sistema inmunitario, reduce los niveles de dolor y favorece las relaciones personales. Es cierto, las personas divertidas y con humor nos parecen más atractivas.

Busca material divertido que te hagan reír y te cambien el estado de ánimo. Todos tenemos un sentido del humor distinto, así que no te compares con los demás. Cada uno se ríe de lo que le place.
Trata también de buscar el lado humorístico de la vida, pues lo tiene. Pero hay veces que nos la tomamos demasiado en serio. Si tuviéramos claro lo corto que es este momento, le daríamos menos importancia a todo y nos reiríamos más. De verdad, cuando mires hacia atrás y recuerdes los momentos vividos, te gustará tener la mochila llena de risas y buenos momentos.

Los diez puntos anteriores recogen consejos para vivir con serenidad. Si tienes que entrenar muchos de ellos, elige uno y, cuando lo hayas convertido en hábito, pasa al siguiente. Y poco a poco, vivirás la vida a tu manera y eligiendo. Cuando lo consigas, estarás contando contigo.