La Experiencia del Placer, parte 2
La Psicología del Placer
La Moral de la Diversión
Para un observador casual, Estados Unidos parecería una tierra de placer. Su pueblo parece estar empeñado en pasarlo bien; utiliza la mayor parte de su tiempo y dinero en perseguir el placer. La publicidad refleja y explota este anhelo. Casi todos los productos y servicios se venden con la promesa de que transformarán la rutina de la vida en diversión. Un nuevo detergente hará que lavar los platos sea una diversión, un nuevo alimento procesado hará que las comidas sean fáciles de preparar, un nuevo automóvil supuestamente hará que conducir por nuestras congestionadas autopistas sea una diversión. Si estos productos de la tecnología no brindan el placer que prometen, se nos exhorta a huir a algún lejano lugar de encanto donde todos se divierten.
La pregunta surge naturalmente: ¿realmente disfrutan de la vida los norteamericanos? La mayoría de los observadores serios de la vida corriente creen que no. Sienten que laobsesión por la diversión revela una falta de placer. Norman M. Lobsenz publicó, en 1960, un estudio sobre el empeño de los norteamericanos en pasarlo bien, con el título Is Anybody Happy? Lobsenz sostenía que no encontraba a ninguna persona feliz y en su conclusión se preguntaba si el hombre podía alcanzar la felicidad. Lo que sí descubrió fue que “detrás de la máscara de alegría se oculta una creciente incapacidad de sentir verdadero placer”.
Observó la nueva moral de la diversión y la definió así: “Hoy lo importante es divertirse o dar la impresión de que uno se divierte o pensar que uno se divierte o por lo menos fingir que uno se divierte... El que no se divierte es sospechoso”.Se sospecha que es un hereje y que desobedece este nuevo código moral. Si se esfuerza por ser uno de los que se divierten pero fracasa, los demás se compadecerán de él.
La moral de la diversión representa un intento de recuperar los placeres de la infancia mediante el fingimiento. La mayor parte de los juegos de niños, especialmente los que imitan las actividades de los adultos, contienen la actitud, explícita o implícita, de “supongamos que”. La ficción puede consistir en que masas de barro sean pasteles verdaderos o en que Johnnie sea doctor. Esta ficción es necesaria, porque permite al niño comprometerse totalmente con la actividad lúdica. El adulto que participa en un juego de niños debe también aceptar las situaciones simuladas como reales; de lo contrario queda fuera del juego. Sin la ficción, los niños no podrían comprometerse seriamente con su actividad, y sin ese compromiso no habría placer.
El adulto que participa en la “simulación de la diversión” X invierte el proceso. Realiza actividades serias tales como la bebida y el sexo, actuando como si lo hiciera por diversión. Intenta transformar los asuntos serios de la vida, tales como ganarse la vida y mantener una familia, en diversiones. Por supuesto que no lo logra. En primer lugar, estas actividades conllevan importantes responsabilidades; y en segundo lugar, se elude el compromiso serio que caracteriza al juego de niños. La moral de la diversión parece estar específicamente destinada a impedir este compromiso. Si es por diversión, no es necesario comprometerse.
Una de las principales premisas de este estudio consiste en que el compromiso absoluto con lo que se hace es la condición básica del placer. Un compromiso parcial deja a la persona dividida y en conflicto. Los niños tienen la habilidad de comprometerse completamente con sus juegos y actividades lúdicas. Cuando un niño dice que su juego fue una diversión, no quiere decir que fuera divertido. Significa que, en virtud de una simulación, participó con entusiasmo en una actividad lúdica que le brindó una gran cuota de placer mediante la autoexpresión.
Está ampliamente reconocido que en sus juegos, los niños manifiestan el impulso creativo que actúa en la personalidad humana. Con frecuencia, en estas actividades hay un alto grado de imaginación. La facilidad con que un niño puede imaginar o simular muestra que su mundo es mayormente interno y que contiene una rica gama de sentimientos entre los cuales puede elegir. Dado que está relativamente libre de responsabilidades y presiones, su imaginación es capaz de transformar lo que le rodea en un mundo de fantasía que le ofrece oportunidades ilimitadas de autoexpresión creativa y placer.
En los adultos, la creatividad proviene de las mismas fuentes y tiene las mismas motivaciones que el juego creativo de los niños. Se origina en el deseo de placer y en la necesidad de autoexpresión. Está marcada por la misma actitud seria que caracteriza al juego de los niños, y, al igual que el juego de los niños, produce placer. Incluso hay un elemento de diversión en el proceso creativo, ya que la creatividad comienza con una simulación, es decir, exige suspender lo que se sabe de la realidad exterior a fin de permitir que lo nuevo e inesperado emerja de la imaginación.
En esto, todo individuo creativo es como un niño. Los adultos pueden, y de hecho lo hacen, comprometerse con sus suposiciones y fingimientos, como los niños, aunque con menos facilidad. Su imaginación puede transformar la apariencia de las cosas con fines lúdicos o de trabajo. Por ejemplo, una mujer decora, en su imaginación, una habitación de su casa y puede hallar considerable placer en este uso de su talento creativo. Puede asimismo definir este uso de su talento creativo como una diversión. Por supuesto, cuando se trata de efectuar cambios reales, el elemento de diversión disminuye ya que las consecuencias son más serias. Con frecuencia la actividad se convierte en un trabajo, pero puede seguir siendo placentera. Cuando tanto el juego como el trabajo requieren imaginación y son experiencias placenteras, la diferencia entre ellos radica en la importancia de las consecuencias. Los adultos pueden divertirse cuando sus actividades no tienen consecuencias serias y se realizan con la actitud “supongamos que”. Por lo tanto, un payaso es divertido cuando se sabe que está simulando. No lo sería en caso contrario. El humor se basa en la capacidad de suspender la realidad exterior para permitir el libre juego de la imaginación.
Hay diversión cuando la realidad se suspende sólo en la propia imaginación consciente, con un efecto placentero. No hay diversión cuando desaparece el placer, como lo sabe cualquier niño. Sea cual fuere la simulación, un niño se mantiene en contacto con sus sentimientos y es consciente de su cuerpo. Esta realidad interior nunca se suspende: si un niño siente hambre, se lastima o por cualquier motivo deja de experimentar placer, el juego habrá terminado para él. No cae en el autoengaño. Un niño nunca pasa por alto esta realidad interior mientras juega; su imaginación sólo transforma la apariencia exterior de las cosas.
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